Otro combinado de Ron
Cualquiera de mis amabilísimos lectores habrá intuido que soy admirador del cine que proviene de los Estados Unidos, cuya cinematografía, amalgama y crisol de diferentes culturas, permite disfrutar de gentes con talentos privilegiados que se han dedicado -quizás fuera mejor decirlo en pasado: se dedicaron- al Séptimo Arte, hasta encumbrarlo.
Directores con raíces europeas como Hitchcock, Lubitsch, Wyler, Wilder, Lang, Tourneur, coadyuvaron no poco al desarrollo de la industria cinematográfica estadounidense que, en contrapartida, casi siempre ha contemplado la cultura europea, foránea para ellos, con una falta de rigor excepcional, ridícula y vergonzante a un tiempo, constituyendo una lacra que, al parecer, no tiene enmienda, quizás por el acrecentado sentimiento del pueblo estadounidense de que ellos son los nuevos amos del mundo, contemplando todo aquello que está fuera de sus fronteras como necedades propicias a invenciones descabelladas, faltas de rigor y respeto. Una pena.
Estas reflexiones acerca de la contradicción que representa el punto más débil de la idiosincrasia cinematográfica de la industria más potente -con permiso de la hindú- del entretenimiento basado en el cine, me las ha sugerido la reciente visión, en estreno mundial simultáneo de la última perpetración de Ron Howard que, cosas de la mercadotecnia, se ha estrenado en "mi cine" antes que la penúltima.
Titulada en España como Ángeles y Demonios (Angels & Demons, 2009) es la adaptación del éxito de ventas (dicen) del ¿novelista? Dan Brown que ya dio el puntazo con su anterior el Código Da Vinci, también adaptada al cine por el inefable Ron, con la colaboración de Tom Hanks, habiendo conseguido la difícil unanimidad del público que maldijo la hora en que fue a verla.
Este comentarista trata de suplir sus carencias leyendo, cuando es posible, las obras literarias en que se basa una película; habiendo leído El Código Da Vinci, entre otras cosas, porque me la regalaron y porque todo el mundo andaba entonces dando la lata con la supuesta valía del texto, ya quedé bastante escarmentado y, como los gatos escaldados, en cuanto oigo hablar de Dan Brown, salgo corriendo.
Así las cosas, no tenía intención de ir a ver Ángeles y Demonios.
Pero el hambre es una primera necesidad y, si se le acompaña con el plato delante, uno, que cuando hizo el servicio militar llegó a comerse un par de huevos duros (acompañados de brandy, por suerte) siendo el manjar que más detesto, que menos que asistir al mega-estreno-mundial de la última de Ronnie en "mi cine", después que la semana pasada proyectaran Hanna Montana (o algo así) y sabiendo que el fin de semana próximo se prevé la presentación de la secuela de los horrores del museo: tres semanas sin cine en pantalla grande, grande, son demasiadas.
Vaya prólogo, dirá el lector novicio, poco avisado: es que no hay más, amigo, respondo.
Bueno, sí: de entrada, por acortar el sufrimiento de la reseña, asegurar que, sorprendentemente, Ángeles y Demonios es mejor que El Código Da Vinci.
El cinéfilo veterano, dirá: ¡para este viaje no hacían falta tantas alforjas! ¿en qué es mejor?
Ronnie demuestra que conoce los resortes del oficio aunque una vez más, se queda a las puertas de ofrecer un producto interesante. El ritmo es vivo, pero en la mayoría de las ocasiones, resulta atolondrado; el uso de la stedycam como siempre, acaba por marear; no puedo menos que preguntarme porqué esos directores "modernos" todavía no se han dado cuenta que la cámara subjetiva, tratando de introducir una visión "personal" como si el espectador estuviera en medio de la acción, resulta ineficaz desde el mismo momento en que toda la imagen adolece de un tembleque nervioso que nunca aparece cuando uno está, por ejemplo, moviéndose rápidamente en medio de una multitud.
La historia presentada por Ronnie, basada en el texto de Brown, adaptado al parecer con bastante libertad por David Koepp y Akiva Goldsman, genuinos representantes de la pléyade de guionistas que asolan hollywood en los últimos lustros, no tiene ni pies ni cabeza.
Si las necedades históricas que Dan Brown perpetró en El Código Da Vinci las ha repetido en Ángeles y Demonios, desde luego que la pareja de guionistas referidos las han amplificado hasta límites insospechados.
Uno tiene la paciencia del santo Job y es capaz de aceptar sin pestañear la lógica interna de un relato que presente a un señor en calzoncillos que vuela y tiene rayos x en los ojos, u otro al que le surgen zarpas aceradas de los nudillos y encima es casi que inmortal, por mentar dos casos archiconocidos de las fantasías hollywoodienses.
Pero cuando vienen los estadounidenses a reinterpretar culturas milenarias con la pretensión de producir un thriller histórico arqueológico sin el bagaje cultural de Umberto Eco, las canas se me erizan y los fallos de lógica me irritan y acabo sintiéndome estafado.
Desde los minutos iniciales Ronnie demuestra, una vez más, despreciar la inteligencia del espectador medio; vale que en un acelerador de partículas se llegue a producir antimateria; vale que se consiga almacenar la antimateria en unos recipientes del tamaño de un termo de café (cuando lo habitual son grandes contenedores); pero, ¿me quiere alguien explicar porqué el ladrón asesino de uno de los termos no se lleva los cuatro, siendo como son, tan pequeños? ¿Y porqué necesita arrancar el ojo del asesinado director del proyecto (que da la casualidad que es un sacerdote) para salir por las puertas con identificadores de retina para ser franqueadas? ¿Para huir, dicen? ¿Entonces, como ha entrado?¿Con qué ojo?
A partir de ahí, la cosa se va complicando en un rompecabezas tramposo: contra la buena conducta de Hitchcock que te enseña todo y te apresa el ánimo, el amigo Ronnie se cuida a presentar las sucesivas pistas de forma confusa y precipitada, debiendo confiar el espectador en la evidente superior clarividencia del espabilado Robert Langdon (Tom Hanks), esa rata de biblioteca que, fíjate, han ido a buscar los servicios secretos del Vaticano (¡toma ya!) para que les salve las posaderas ante un desquiciado ataque organizado por los Iluminati, que, en versión del iluminado de Brown, con el apoyo incondicional de Ronnie, alumbrados ambos, tiene unos orígenes causados por la Iglesia Católica.
Sólo con mirar los enlaces de la wikipedia ya se comprende la simplicidad adulterante de la trama, apta solo para espectadores confiados y crédulos de lo que en la pantalla ven, conspiranoicos sin afán de contrastar otras fuentes; claro que según donde uno acuda, el resultado puede ser alucinante.
Claro que, a lo mejor, visto que los llamados Iluminati parece ser siguen reuniéndose en los U.S.A. y su ideología tiene puntos de conexión con el comunismo y la anarquía, a lo mejor es que el amiguito Ronnie quiere advertir a sus conciudadanos "del peligro" y no ha hallado mejor forma de hacerlo.
Estas puyas se las ahorrarían Brown y Ronnie con la inserción previa de un letrerito que dijera , por ejemplo, que lo que va a seguir es una ficción fruto de la ingesta de aqua vitae.
Pero no: investidos de una soberbia supina, pretenden, de nuevo, darnos a comulgar con ruedas de molino, intentando dar marchamo de veracidad a una sarta de conceptos a cual más erróneo, sin un ápice de autoparodia que libere esencias humorísticas totalmente ausentes en una trama que ni siquiera se permite un descanso dotado de humor para aliviar la supuesta seriedad del infame guión.
Si el guión ya falla y da aguas por los cuatro costados, la ultimación del fiasco alcanza niveles desbordantes con la ineptitud manifiesta del elenco: salvando a Hanks y a Ewan McGregor que llevan a cabo su trabajo sin problema aunque no lleguen a convincentes por la escasa cuantía de sus personajes, la introducción de la protagonista Ayelet Zurer es un error garrafal, un verdadero estorbo que conduce las escenas en que aparece a la banalidad más absoluta.
Pero lo que me mató, me dio verdaderos dolores de barriga, fue el nefasto doblaje: ignoro si en la versión original todos los actores salvo Hanks y Ewan chapurrean, pero en la versión que padecí, el chapurreo fue constante, lo cual, unido a la falta de vocalización, redundó en un cacao incomprensible para el respetable que había pagado su entrada, oyéndose aquí, acá y acullá, voces musitando interrogantes: ¿qué ha dicho?
Reconozco que Ronnie conoce su oficio porque la excesiva duración, más allá de las dos horas, se soporta: estoicamente, eso sí; ayudan las trampas de guión, consistente en el típico camino investigador plagado de señales (que nunca acabamos de entender) que nos lleva de turismo por Roma, pendiente uno por ver de nuevo las magníficas basílicas y sus esculturas, aunque algún efecto es más que previsible; el ritmo, como he indicado es vivo; pasan cosas, la mayoría inverosímiles e ilógicas, pero hay acción. Lo malo es cuando, pasada apenas media hora, constatas que todo el montaje es una nueva tomadura de pelo de Ronnie & Co.; un ejemplo pluscuamperfecto de "blockbuster", producto de usar y tirar, que visto con un mínimo de rigor lógico resulta cansino.
Tenía la intención de insertar -ocultos, eso sí- algunos "spoilers", pero, la verdad, no me apetece seguir escribiendo de un producto que no debería pasar a la historia del Cine con mayúsculas,
Si pueden elegir, ahórrensela.
Quizá tenga que verla por obligación, pero yo sí que leí el libro (muchísimo peor que El Código Da Vinci, que ya es decir) y viendo la catarata de insensateces pseudoliterarias que comete y sabiendio cómo es Ronnie, la cosa puede alcanzar cotas de récord Guinness. Así que, de verla, será adecuadamente dopado. Eso sí, las carcajadas pueden importunar al resto de espectadores.
ResponEliminaGracias por la advertencia.
Saludos.
Ya que, como dices, la verás sí o sí, 39escalones, consuélate pensando que es material idóneo para La Tienda...
ResponEliminaEso sí: mejor ponte en la última fila, no sea que topes con una sesión repleta de conspiranoicos y se líen a gorrazos contigo.... :-)
De nada: para eso estamos, para escarmentar en cabeza ajena...
Saludos.
Bones Josep,
ResponEliminajust acabo de penjar el meu comentari, i m'ha fet gràcia veure que coincidim moltíssim en les opinions (això sí molt més elaborades per part teva!).
TOTALMENT d'ACORD amb el teu comentari, genial, com sempre!
una abraçada
Bones, Marchelo:
ResponEliminaTot just acabo d'estar a casa teva, perquè he vist al panell el teu comentari: casualitats de la bloguería...
Jo potser m'he enrotllat més, però tu has sabut donar-li un toc d'humor molt adequat.... :-)
M'al·legra haver coincidit...
Una abraçada.
Bueno, bueno, bueno... ante tan unánime unanimidad, compa Josep, parece que sobra cualquier sombra de duda; así que, aprovechando que no estoy sujeto a las servidumbre de nuestro buen y común compa Alfredo, contribuiré, mediante mi "no aportación", a la noble causa de no engordar más de lo recomendable las magras cuentas de la "santa compaña" (Brown-Howard-Hanks), que ya les vale, ya (eso sí que es una trilogía, y no la de la guerra de las galaxias...). Vaya tres patas para un banco (pero de los que ganan pasta de verdad, no de éstos de chichinabo que andan ahora con la soga al cuello, cual un Lehman Bros. de pacotilla...).
ResponEliminaUn fuerte abrazo y buena semana.
Ya sabes, Manuel, que una opinión es sólo eso: una opinión.
ResponEliminaAunque dudo que llegara a gustarte, entiendo que resulta aconsejable, pudiendo, elegir otra en la que depositar el óbolo cinéfilo dominical.
Porque sí, esos tres ya van más que servidos con las ganancias de unos productos sin valor añadido alguno.
Un abrazo.
No. Yo no voy a ir a verla, como tampoco fui haber el artifico anterior que parieron estos mismos padres. Pero en mi negativa, no voy a jugar a papista, ni a entendido, ni a sibarita de algo tan impropio y subjetivo como es el cine; pues resultaría tendencioso y además mentira. No.
ResponEliminaSin embargo sí que diré, que lo peor de estos productos pseudocinematográficos (perpetraciones, como las llamas tú) no es que estén mal documentadas; no es que se asienten sobre verdades históricas que no son tales; o que busquen, persigan y arrinconen a espectadores poco exigentes. Lo peor, a mi modo de entender la cuestión, es sencillamente que están mal hechas, pues con o sin acción, con o sin ritmo (a veces lo confundimos con la velocidad, como me imagino que será el caso) lo cierto es que carecen de una historia bien escrita y por tanto, no consiguen transmitir emoción alguna; que es al fin y al cabo lo único que hay que exigirle al cine (al arte) y que, para más inri, es lo que los susodichos padres de todos estos inventos, pretendían de inicio conseguir.
Muy buena entrada, Josep.
Bueno, hoy parece que Raúl me esa chafando lo que quiero decir (menos mal que le conozco personalmente y hay confianza). Porque la idea es esa, no me importa que la historia sea increible, algunas de las mas hermosas películas lo son, si no que sea aburrida. Por eso cuando se hizo el Código fui a verla porque de un material tan mal escrito podrían sacarse algunas buenas ideas para una película, pero no fue el caso, y por lo que cuentas, no parece que lo sea en ésta.
ResponEliminaPasaremos.
recordando a Benedetti
No sé que decirte, Raúl: cuando se ponen a inventar pretendiendo dar imagen de seriedad histórica, me molesta, porque ya sabemos que siempre hay un montón de gente que se lo va a creer a pies juntillas, y el cine pierde el aspecto didáctico que puede ser un valor añadido.
ResponEliminaPor lo demás, diría, usando un símil taurino -de rico bagaje en vocablos- que le has dado un perfecto rejonazo de muerte, definiendo de forma muy sintética el quid de la cuestión.
Saludos.
Desde luego, Alma, aun siendo ésta algo mejor que su precedente (de la cual se publicita como precuela, lo que no entiendo) sigue aburriendo y engañando al personal a partes iguales; aunque seguro que habrá quien la encuentre instructiva y hasta divertida, porque de gustos, ya se sabe...
ResponEliminaSalutacions.
Lo rescatable del libro puede ser la provocación a la curiosidad por temas históricos, lo que a mi me latió más fue la recreación de las atmósferas, pero dicen que es dificil que una producción de cine rebase las espectativas del lector de libros, con todo y que son expresiones distintas, el cine tiene lo suyo, habrá que ver la peli...dicen que esta algo lenta para ser un thriller, ya veremos.
ResponEliminaSaludos
Ante todo seaas bienvenida, Beatriz.
ResponEliminaYa sabes que no he leído ese libro, pero, leído que fue el anterior, tengo mis dudas que ninguno de los dos provoque de forma masiva la curiosidad por saber más, lo que comportaría un desengaño en el crédulo lector al comprobar las llamémoslas inexactitudes que contiene el texto de Brown.
Respecto a la posibilidad que un libro sea rebasado por una película, sin ir más lejos, hace muy poco publiqué sendos comentarios ejemplares: El Caso Winslow y un Marido Ideal, y ambas, basadas en piezas de muy buenos dramaturgos, mejoran, en mi modesta opinión, al original, añadiendo algún que otro detalle que redondea el todo.
Para ser un thriller, es decepcionante, también...
Saludos.
Alberto Q.
ResponEliminawww.lacoctelera.com/traslaspuertas
Ya dije en mi blog, amigo Josep, lo que pensaba... Un calco al Código da Vinci pero cambiando París por Roma.
La vi en VOS, gracias a un pase de prensa, así que al menos no me deprimí mucho. Mc Gregor no chapurreaba: simplemente no era creíble como camarlengo (seguro que aceptó el papel por pasta).
Saludos!
Yo creo, Alberto, que todos aceptan el papel por la pasta, porque los personajes están tan mal escritos que no hay por donde cogerlos.
ResponEliminaYa sé que recibí tu aviso, ya; pero cuando uno no puede elegir mucho, esto es lo que pasa..
Saludos.