Escalofriante sonrisa
Los años cuarenta del pasado siglo fueron una época prodigiosa en la industria del cine, tanto por la calidad de las películas producidas como por la enorme cantera de profesionales que en ellas intervenían, sin cuyo concurso, evidentemente, el resultado hubiera sido más anodino.
El sistema de produción de los estudios favoreció la norma no escrita de adaptar la duración de las películas alrededor de la hora y media, con el fin de proveer a las sesiones dobles habituales hasta hace unos cuantos años ya, buena costumbre irremediablemente perdida.
La gran ventaja de la duración clásica de la hora y media es que para aburrir, todo debe estar rematadamente mal; en ocasiones, alguna de esas películas pasa a la historia del cine por alguna escena en particular o por la composición que de algún personaje relevante lleva a cabo algún afortunado artista.
De ese modo, en 1947 la Twentieth Century-Fox encargó al cineasta Henry Hathaway , solvente director con varias películas interesantes en su haber, que llevara a la pantalla una historia guionizada por los excelentísimos guionistas Ben Hecht y Charles Lederer , con una trama del género negro, también usual en la época.
La película, El Beso de la Muerte (Kiss of Death 1947 ), trata la historia de un delincuente, ladrón de joyería cautivo, Nick Bianco (Victor Mature), que, al conocer por una enamorada vecina suya, Nettie (Coleen Gray), el suicidio de su esposa y el internamiento en un orfanato de sus dos hijas pequeñas, decide aceptar la oferta recibida por el ayudante del fiscal, Louis D'Angelo (Brian Donlevy), para convertirse en delator de sus compinches y así obtener la ansiada libertad condicional.
La trama, simple pero bien construida, aunque sin grandes diálogos, lo que induce a sospechar que fue un encargo más para tan distinguidos guionistas, probablemente en otras manos hubiera alcanzado mayor eficacia, sin que ello signifique que la película no sea agradable de visionar, pasados tantos años, pues sigue siendo notable, incluso mejor que algún que otro bodrio que pulula por la gran pantalla ahora mismo.
Pero lo que ha hecho distinguible a Kiss of Death es la sobrecogedora actuación de un debutante en el cine, un joven actor de treinta y tres años (resulta sorprendente tal adjetivo, cuando hoy a esa edad todos parecen ya casi de retiro, pero eso podría ser objeto de otro comentario), un joven que provenía de Broadway, y que, aprovechando que le había tocado en suerte representar al villano, lo hace en tal forma que se inserta en la memoria cinéfila eternamente:
Richard Widmark, en su primera aparición cinematográfica, rompe moldes y se erige en el villano de la función y del año, robándole al pobre Mature la función en cada escena en que actúan juntos.
Una verdadera lástima, porque si esa actuación se hubiera llevado a cabo con un entorno más favorable, hoy hablaríamos de un clásico: ni el director ni el resto del elenco están a la altura del principiante Widmark, que tuvo que luchar para no encasillarse, y a fe que lo consiguió, vistas sus posteriores intervenciones.
Vale la pena revisar la película, aunque sólo sea para admirar a Richard Widmark.
p.d.: A 27 de marzo de 2008 me entero, gracias al amigo Hatt , del fallecimiento de Richard Widmark el 24/03/2008. Sirva este comentario como homenaje a su estimable carrera cinematográfica.
El sistema de produción de los estudios favoreció la norma no escrita de adaptar la duración de las películas alrededor de la hora y media, con el fin de proveer a las sesiones dobles habituales hasta hace unos cuantos años ya, buena costumbre irremediablemente perdida.
La gran ventaja de la duración clásica de la hora y media es que para aburrir, todo debe estar rematadamente mal; en ocasiones, alguna de esas películas pasa a la historia del cine por alguna escena en particular o por la composición que de algún personaje relevante lleva a cabo algún afortunado artista.
De ese modo, en 1947 la Twentieth Century-Fox encargó al cineasta Henry Hathaway , solvente director con varias películas interesantes en su haber, que llevara a la pantalla una historia guionizada por los excelentísimos guionistas Ben Hecht y Charles Lederer , con una trama del género negro, también usual en la época.
La película, El Beso de la Muerte (Kiss of Death 1947 ), trata la historia de un delincuente, ladrón de joyería cautivo, Nick Bianco (Victor Mature), que, al conocer por una enamorada vecina suya, Nettie (Coleen Gray), el suicidio de su esposa y el internamiento en un orfanato de sus dos hijas pequeñas, decide aceptar la oferta recibida por el ayudante del fiscal, Louis D'Angelo (Brian Donlevy), para convertirse en delator de sus compinches y así obtener la ansiada libertad condicional.
La trama, simple pero bien construida, aunque sin grandes diálogos, lo que induce a sospechar que fue un encargo más para tan distinguidos guionistas, probablemente en otras manos hubiera alcanzado mayor eficacia, sin que ello signifique que la película no sea agradable de visionar, pasados tantos años, pues sigue siendo notable, incluso mejor que algún que otro bodrio que pulula por la gran pantalla ahora mismo.
Pero lo que ha hecho distinguible a Kiss of Death es la sobrecogedora actuación de un debutante en el cine, un joven actor de treinta y tres años (resulta sorprendente tal adjetivo, cuando hoy a esa edad todos parecen ya casi de retiro, pero eso podría ser objeto de otro comentario), un joven que provenía de Broadway, y que, aprovechando que le había tocado en suerte representar al villano, lo hace en tal forma que se inserta en la memoria cinéfila eternamente:
Richard Widmark, en su primera aparición cinematográfica, rompe moldes y se erige en el villano de la función y del año, robándole al pobre Mature la función en cada escena en que actúan juntos.
Una verdadera lástima, porque si esa actuación se hubiera llevado a cabo con un entorno más favorable, hoy hablaríamos de un clásico: ni el director ni el resto del elenco están a la altura del principiante Widmark, que tuvo que luchar para no encasillarse, y a fe que lo consiguió, vistas sus posteriores intervenciones.
Vale la pena revisar la película, aunque sólo sea para admirar a Richard Widmark.
p.d.: A 27 de marzo de 2008 me entero, gracias al amigo Hatt , del fallecimiento de Richard Widmark el 24/03/2008. Sirva este comentario como homenaje a su estimable carrera cinematográfica.
Apuntada queda, compa Josep, la verdad es que tiene una pinta excelente, como casi todo lo que se hizo por la época. Tienes toda la razón del mundo cuando afirmas que, hoy día, las pelis menores son muchísimo peores que las de antaño, infinitamente, diría yo. Basta, para comprobarlo, acercarse a un film como el que reseñas, o las decenas y decenas de ellos de corte similar que se llegaron a manufacturar, y que siempre ofrecen algo digno de resaltar.
ResponEliminaUn abrazo.
Pues sí, amigo Manuel: vale la pena rescatar esas películas "menores" para comprobar cómo de imparable parece ser el declive del cine en Hollywood: las buenas no son "tan" buenas, y las demás, tienden al cero infinetisimal.
ResponEliminaUn abrazo.
Impresionante film noir de Hataway. Nada más que agregar, salvo que este director me fascina. Saludos!
ResponEliminaGrandísima película y magnífica actuación. Resulta ante el cierto encasillamiento en el que cayó echar un vistazo a Pánico en las Calles donde hace no sólo de bueno, sino, incluso, de médico. Por supuesto, a cambio perdemos esa inimitable e inmortal risa.
ResponEliminaUn saludo.