Capitán Búfalo
Es casi una constante cinéfila identificar a algunos directores con el género del western y en lo que respecta al genial John Ford, como sabemos, esa identificación era alimentada por sus propias declaraciones, un poco en plan de broma, quizás porque él mismo era muy consciente que, en definitiva, el western tan sólo es un género en el que hay una serie de elementos prototípicos que residen en un formalismo anticipado y esperado por la audiencia, sin que luego, en el fondo, el tema a proponer se halle en deuda ni con la forma ni con el género.
Este detalle, que deviene en perogrullada así que uno lo ha escrito y otro lo ha leído por su evidente realidad, casi nunca se tiene en cuenta a priori por algún mecanismo de la mente humana que me hallo en la suerte de desconocer y que acostumbra a clasificar las películas causando, en ocasiones, alguna sorpresa agradable y también, por desgracia, alguna decepción.
A mediados del siglo pasado la amalgama de preocupaciones del público en general propició el éxito de las películas de "suspense" en las que Alfred Hitchcock era el rey incontestable y en varias de sus obras la duda sobre la identidad del responsable era el motivo alrededor del cual giraba el argumento: el público se identificaba fácilmente con los protagonistas como una continuación de sus propios temores en una época algo convulsa y confusa que arrastraba miedos atávicos fundados en experiencias bélicas demasiado recientes como para ser olvidadas.
En una época en la que se mezclaban las dudas ante los sentimientos que despertaba el estamento militar, el miedo al desconocido identificado con el comunismo y el nacimiento de la lucha por los derechos civiles de las minorías identificadas éstas por el color oscuro de su piel, como principales rasgos que precedían a finales de los cincuenta a lo que luego en los sesenta sería la eclosión de otros movimientos, el siempre complejo y taimado John Ford se apoyó en una novela escrita por James Warner Bellah (del que ya había tomado inspiración para otras películas suyas) que le sirvió además como guionista junto a Willis Goldbeck para presentar una historia en la que, como quien no quiere la cosa, aúna modélicamente cuestiones relativas al ejército profesional y al respeto debido a los derechos a las personas con independencia de su raza, y lo hace mediante un western típico en la forma pero atípico en la sustancia, que titulará Sergeant Rutledge, estrenado en 1960, en el que, aparte de sus peculiaridades, hay que observar, con el paso del tiempo y como curiosidad significativa, las diferentes formas con que la pieza fue presentada al público.
La trama de la película -desconozco la novela- presenta el curso de la investigación que en sede forense se realiza por un tribunal militar a fin de averiguar la responsabilidad de los actos imputados al Sargento de Primera Braxton Rutledge (Woody Strode, en el papel de su vida) acusado de violación y asesinato de una jovencita así como del asesinato del padre de ésta, además Comandante del puesto militar en el que Rutledge prestaba servicio de guardia una fatídica noche. A Rutledge le han asignado un defensor que resulta ser su inmediato superior, el Teniente Tom Cantrell (Jeffrey Hunter) que precisamente fue el que le detuvo tras perseguirle en su huída, al hallarle en una estación de tren en la que Rutledge, a medianoche, salva de los apaches a la joven Mary (Constance Towers).
Ford, sin nada que demostrar a esas alturas del siglo, dirige con su elegancia habitual esa película, híbrido de varios géneros, sin fallarle el pulso en ningún momento: la vista judicial con la intensidad y los ardides legales de los debates entre acusación y defensa la lleva Ford a su terreno incluyendo no pocas chanzas a cuenta del Coronel Fosgate enfrentado a su pizpireta, respondona y chafardera esposa acompañada de una cohorte de damiselas ávidas de la escabrosidad de la materia objeto del juicio, respaldadas por un séquito de ciudadanos que, cuerda en ristre, desean linchar a ese negro asesino: ¡todos a la calle! y empecemos a conocer la historia por medio de diversos flashbacks por los que conoceremos los recuerdos de diferentes personas.
Pero a diferencia de otras películas en las que vemos el mismo hecho relatado por diferentes espectadores, Ford nos presenta el curso de los acontecimientos ocurridos antes y después de la violación y los asesinatos, pero no los actos en sí mismos: conocemos la personalidad del acusado, de ese Sargento Rutledge al que nadie, salvo el acusador, cree capaz de haber realizado los atroces crímenes de los que es acusado.
Vista la película con tranquilidad se observa que a pesar de estar construida la narración mediante la memoria personal de los intervinientes, ninguno de ellos se detiene apenas en la figura de las víctimas: de la jovencita tenemos apenas unos detalles y de su padre simplemente un esbozo, permaneciendo ambos en un anonimato que no interfiera en los elementos que a Ford interesa enaltecer: el estamento militar como núcleo de servicio y vida en común y la adhesión entre sus miembros por encima de la cuestión racial que será invocada únicamente por el acusador llegado de fuera sobre el que recaerán toda clase de faltas de simpatía; retirada la importancia de la víctima por su ausencia, la sospecha que recae sobre el acusado será confrontada no en base a sus motivaciones sino en base a su propia personalidad.
En esa descripción del personaje Ford realiza una parábola laudatoria con el soldado profesional ya que el recto y disciplinado proceder de Rutledge se mantiene incluso cuando se halla preso, recordando a sus carceleros sus obligaciones como tales y por momentos incluso el Coronel Fosgate llama la atención al acusador por injuriar la buena fama como soldado del acusado y de algunos testigos, reclamando el honor de la clase militar por encima de las posibles veleidades individuales de sus componentes, por muy acusados que sean, que ya serán ajusticiados si llega el caso de demostrarse su culpabilidad.
Ese Rutledge es para sus subordinados, negros como él, la imagen a seguir y sus consejos sabios no permiten que olviden que su condición racial no les permite jugar las mismas oportunidades y es consciente que, por su color, le será más difícil demostrar su inocencia; sus compañeros, animándole, le cantan una vieja canción castrense que hace referencia a un soldado mitológico, llamado por los apaches Capitán Búfalo, el mejor entre todos.
No será mitología lo que use Ford para aliviar la acusación que recae sobre Rutledge: será la conciencia de Fosgate y de Cantrell que se esmeran en saber la verdad por encima del color de la piel del acusado, al que contemplan más como un compañero de armas.
No descuida Ford ni por un momento a su público, el que buscará afanosamente grandes espacios y situaciones de riesgo y peligro fronterizos con la inevitable participación de los indígenas nuevamente rebeldes, excusa en esta ocasión, como en tantas otras, para enaltecer los sentimientos de camaradería y amistad de la soldadesca compañía en la que participan todos, una unión vital para la subsistencia, una fuerza que les une más allá de otra consideración, una piña, una voluntad expresada que deplora la realidad de los reglamentos, hasta que emerge Rutledge y pone orden, poniendo a los soldados los pies en el suelo y los suyos en polvorosa.
Porque Rutledge es un buen soldado: pero sabe que es negro, y no se fía mucho de lo que vaya a aprobar un tribunal compuesto por blancos: por eso huye.
Y además, porque tiene las manos ensangrentadas...
Ford aprovecha al máximo la espléndida figura de Woody Strode, atleta de decatlón en su juventud y luego profesional del deporte que en su madurez mantenía una presencia imponente, pétrea, y le retrata casi siempre de abajo arriba, en contra-picado, enalteciendo aún más la figura del protagonista real de una película que, considerada menor en la fabulosa filmografía de John Ford, reviste, como se ha apuntado, una complejidad no muy frecuente en el género del western, al punto que entre nosotros, por ejemplo, se tituló como El Sargento Negro, enfatizando la cuestión racial por encima de cualquier otra, mientras que en Francia, como se ha podido ver en el otro cartel, la inclinación por la cuestión mitológica es la preferencia, indicando una mayor consideración en la figura del que realmente es el protagonista, mal que en todos los carteles publicitarios Woody Strode se vea equívoca e injustificadamente relegado a un lugar secundario.
No deja de ser curioso que incluso la publicidad previa al estreno de la película en los Estados Unidos incidía mucho más en su condición de película de suspense que en tratarse de "otro western" de John Ford, y, recordando que el año era 1960, tampoco se hacía, por descontado, ninguna mención, por mínima que fuera, a la cuestión racial, que en aquellos momentos era un caldo de cultivo de problemas en las calles de muchas ciudades; el paso del tiempo y el alejamiento de esos problemas de la época, substituidos por otros, permite contemplar sin trabas culturales esa pieza que John Ford rodó y montó de forma ejemplar alrededor de uno de sus mejores amigos, una buena película que ningún cinéfilo debería ignorar y que merece un buen repaso en pantalla panorámica.
Tráiler
¡Oh Pompey ! El fiel compañero de Wayne " En el h. que mató a Liberty Valance " ¡ Impresionante y conmovedor. Pelicula que me gustaria volver a ver ahora que nos la traes al recuerdo..¡ qué tarde-noches de ciclos televisivos..! ¿ volverán..? Los ojos azules de Hunter y la presencia de éste hombre negro son de esas cosas que no se olvidan. ¡ Qué grande es el cine y qué grande Mr. Ford !
ResponEliminaUn beso de medianoche. Milady
La he visto un par de veces, compa Josep, y, aunque no soy ni muy seguidor ni buen conocedor de la filmografía de Ford, sí que me parece una muestra extraordinaria de un pulso narrativo fabuloso, una capacidad para decir mucho con poco que sólo está al alcance de los grandes. También he de confesar que hay algunos detalles que me chirrían (los apuntes cómicos que aporta el personaje de la esposa del juez me parece que restan, más que suman; y el exceso "testosterónico" de algunas actitudes de los personajes, por muy coherentes que puedan ser con las líneas generales del mundo fordiano y con las exigencias argumentales del film, también me parecen algo "pasados de rosca"), pero, más allá de eso, creo, como tú, que es un pedazo de película...
ResponEliminaUn fuerte abrazo y buena semana.
Strode es todo un animal en la pantalla, se la come con patatas siempre que sale, en cualquier película... A ésta, en cambio, yo le veo más virtudes casi sociológicas que puramente cinematográficas; será que ya nos conocemos demasiado cómo funciona la justicia -cinematográfica, y también la otra- en América como para que nos llame la atención.
ResponEliminaSaludos.
Cómo me entretiene leerte, Josep. Vaya esto por delante. Una reseña tan completa, que difícilmente uno puede hacer otra cosa que no sea asentir, disentir, o aplaudir.
ResponEliminaLa película (una de esas que un padre siempre aconseja ver a sus hijos; a mí me ocurrió) apela como muy pocas a valores tan básicos para unos, como retrógrados para otros; pero en ningún caso tan subrayados como para que el mensaje vaya por delante del espectáculo (porque el cine es y ha de ser ante todo, eso) que supone gozarla.
Recuerdo especialmente esas escenas nocturnas del ataque de los indios al apeadero, tan teatrales (rodadas en interiores, con aquellos colores imposibles) y de cartón piedra, como físicas (el polvo de las dunas, las acometidas a machete) y emocionantes.
Hombreeeeeeeeeee, si hoy toca "PORQUE EL EJÉRCITO ERA MI HOGAR!!"
ResponEliminaAy. Me ha gustado el post... Pero lo que más me ha gustado es el cartel yanki, que desconocía. Tampoco conozco a los críticos que firman las frases del cartel. Esos Wayne, Tracy y Bond. Vamos...
Para variar, me quedo con el cartel hispano, enalteciendo la figura de Pompey ah, no! que esa es otra, bueno, del masajista terapeuta personal de Ford en los últimos años de su vida y magnífico y desaprovechado actor (como dice Alfredo, Strode se lo come todo con patatas. En Espartaco está genial, en Liberty brilla igual. Este tío, en otra época (hoy día, vamos) podía haber sido la hostia. Pero bueno, supongo que en aquellos años la cosa estaba limitada, y ya tenían a Sidney.
Un saludito.
PD: A mí esta película (menor o no) me encanta... da igual las veces que la haya visto. Un peliculón, claro.
Genial, amigo Josep, este comentario es modélico, aparte de su buenísima redacción, en la reivindicación de una peli y un actor que hasta muchos cinéfilos han olvidado. Es cierto lo que dice DAvid, el cupo de actores negros estaba cubierto con Sidney y Strode aunque tuvo una larga filmografía no realtan más que sus intervenciones en esta peli, en Spartacus y en "El hombre que mató a Liberty Valance",y poco más, muchísimas de sus pelis posteriores son olvidables.
ResponEliminaEs curioso que aquí la titulasen "SArgento negro" y no Rutledge.
Estupenda oportunidad para que los amigos gocen de esta peli y si no la han visto, con mayor razón.
Un abrazote.
Yo si fuera tú, Milady, no aguardaría a ver programada esta película, porque me temo que lo de los ciclos televisivos es cosa del pasado y nadie está por la labor, empezando por la inefable ministra de kultura que se okupa de asuntos más pekuniarios... :-(
ResponEliminaBesos.
Ya me extraña lo que me dices, Manuel, porque me consta que el género western no se halla entre tus favoritos, aunque bien cierto es que esta película es una excepción a los cánones, pero no tanto, no...
ResponEliminaEl contrapunto cómico de las señoras es casi habitual en Ford, como sabrás, y siempre acaban saliéndose con la suya; ciertamente, algunos detalles pueden resultar exagerados hoy, pero el conjunto sigue siendo estimable.
Un abrazo.
Sí que es curioso, Alfredo, la forma en que Strode achica la pantalla en cuanto sale: hay tipos que, sin proponérselo, resultan fotogénicos y captan la atención del espectador: de la justicia ofrecida en pantalla habría que hablar largo y tendido, casi tanto como de la otra, menos vistosa: ése sería un buen tema para una de esas reuniiones que convocas de vez en cuando..
ResponEliminaSaludos.
Muchas gracias por el piropo, Raúl, que apuntas muy bien la esencia de esta película, porque Ford no pierde de vista jamás el hecho tan simple que está rodando una película que forzosamente deberá entretener.
ResponEliminaEsa escena en la estación, aun con esos escenarios de cartón piedra, está resuelta con fuerza y agilidad y uno cree ver indios por todas partes, sí...
Saludos.
Pues esos que no conoces, David, eran gentes que, en la época, sabían mucho de cine: casi diría que bastante más que algunos plumillas de antaño y hogaño, ya ves... :-)
ResponEliminaLos carteles, todos, me parecen muy interesantes: de ahí la profusión, porque, a decir verdad, no supe cual dejar en casa...
Según he leído, Woody era muy apreciado por Ford, que le llamaba su mejor amigo.
Saludos.
me alegro, Antonio, que te haya gustado la entrada: supongo que Woody, por su físico, era menos polivalente que el guapo Sidney, más capaz de aparecer en comedias y dramas al uso: Woody, en cuanto aparece en pantalla, ya da miedo, y coincidiremos en que en aquella época los papeles fuertes no se daban a los negros.
ResponEliminaLo de los títulos es una curiosidad que me llamó muchísimo la atención, porque parece un equívoco de interpretación de la pieza...
Un abrazo.
Detecto una animadversión ¬¬..hacia la ministra de Kultura que ciertamente se okupa de otras "cosillas" y que no le han salido tan bien como esperaba ( Ley Sinde )y todo gracias a los catalanes ( he oido )... Vamos a ser " buenos" y mantendremos la Esperanza en todo lo alto..¡ Paz en la Tierra..! ^^
ResponEliminaAh, por cierto, el miercoles " nos regalan " en TV 2 un billete a Innesfree, ya que está programada " The Quiet man "..Eso me reconcilia con el mundo televisivo...a ver si en ésta hay posibilidad de V.O con subtitulos en español..
Por si no quedó claro ésta entrada me ha gustado, su progresión y los carteles.
Besos :-) Irene A.
Josep es un placer leerte. Es escuchar una lección magistral de cine. No me niegues nada porque no es mi deseo halagarte, sólo decir lo que siento.
ResponEliminaEsta película le he visto. Hoy la he "conocido" por dentro, he aprendido del valor que en cada país y en determinado momento hacen un uso distinto del cartel publicitario de la cinta.
Describes y escribes las entrañas del porqué y cómo del momento, de la dirección, del guión, que me doy cuenta de que todo eso me lo perdí.
Un beso
Hoy paso de leerte (sonrío, volveré) y vengo a traerte tu regalo.
ResponEliminaComo no es tiempo de dispendios, te traigo un regalo sencillo, mi poema, mi voz y mi falda. Pincha en : te regalaré mi falda.
FELICES FIESTAS
Es que, sabes, Milady, me parece que ése ministerio, el de cultura, lo mismo que pasa con algún otro, está de más, porque, fíjate, sus competencias, salvo prebendas y regalías diversas, han sido transferidas a la Comunidades Autónomas, y parece que la ministra todavía no se ha enterado. Con lo que su función es más bien un gasto innecesario, sufragado por todos.
ResponEliminaY bien inútil, porque, como habrás visto, ni siquiera en la "2" tienen el valor de ofrecer esa obra maestra fordiana como se debe, en v.o.s.e.
Claro que deben haber echado mano del dvd editado por sus amiguetes de Sogecable, que mientras se quejan y piden leyes anticonstitucionales, siquiera editan un dvd con subtítulos.
Si hubiera un poquito de vergüenza....
Besos.
Me alegra, Camy, que mis entradillas te entretengan: lo único que hago es pararme un momento (bueno: varios, esa es la verdad) a meditar tranquilamente lo que he visto, y luego trato de escribirlo de forma que se entienda: seguro que nada de eso te lo perdiste, pero seguro, también, que no destinaste mucho tiempo a reflexionar sobre lo que habías visto: ésa y no otra es la diferencia: que a mí, me divierte pararme a pensar en las películas que veo.
ResponEliminaBesos.
Pues muchas gracias, Alma, por el detalle, que queda grabado y permanecerá.
ResponEliminaFelices fiestas para tí también.
Només passava de puntetes a desitjar-te unes MOLT BONES FESTES!!!!!!
ResponEliminaAh, i a deixar-te una abraçada i un petó ben gran :)**
He visto ( no me resisto ) una vez más" The Quiet man" en la 2, y he comprobado que no hay posibilidad de V.O.con los subtitulos en castellano
ResponEliminapero ¡ curiosamente las canciones
¡ están traducidas !¿?.. Algo es algo, pero sres. ¡ no entiendo qué pasa con el resto ! Es un misterio.
No me interesa la politica ni sus " intrigas " me dá muy mal " rollo" aunque no soy ajena a lo que está pasando.
Al menos intentaré mejorar mi inglés y de ese modo ampliaré mi " cultura".
( No me gusta ese tono de enfado que te noto últimamente )¡ Relajate Holmes !
Por eso siempre tienes un beso cariñoso de mi parte. Irene A.
Igualment, Cris, que passis un Bon Nadal i que l'any vinent facis encara més fotos que aquest.
ResponEliminaPetons.
Ya viste, Milady, lo que pasa. Yo creo que usaron el mismo dvd que compré después de muchos esfuerzos porque estaba agotado. Ya les maldije hace tres años y veo que no se enmiendan. Nada que hacer.
ResponEliminaDejémosles aparte y busquemos tranquilidad, Irene A., porque no merecen un minuto de mal humor.
Besos.
Dije que volvería y vuelvo. A mi es que me pirran las pelis de juicios con sus abogados y sus fiscales y toda la parafernalia, americana claro. Debería ser, si no lo es, un género en si mismo.
ResponEliminaCoincido contigo, Alma: yo diría que más que un género es una especialidad, porque saber templar una trama de este tipo requiere unas manos diestras y ahora que lo pienso, hay un buen conjunto de películas que podrían agruparse perfectamente en esa etiqueta: buena idea...
ResponEliminaVaya. Estaba revisando viejas entradas tuyas y me encuentro con esto.¡Mañana la veo en el cine! otra vez...EL EJÉRCITO ERA MI HOGAR jajaja
ResponEliminaPero luego dan la de El sol siempre brilla en Kentucky que no la he visto (tengo unas ganas; me la bajé hace un par de años pero estaba en latino...)
Que suerte la tuya, David, porque en el cine es donde mejor la podrás disfrutar y hallar, de propina, oportunidad de conversar a la salida... ;-)
EliminaUn abrazo.