Asesino + 30 = matachín
Treinta años son muchos: para algunos demasiados, para otros pocos, para todos bastantes. Por lo menos, es un tiempo que permite tomar distancia y observar con frialdad cualquier acontecimiento, incluidos los artísticos que en un momento dado se pueden admirar como resultado de circunstancias ajenas a la propia obra y a su autor.
En el cine, tres décadas son un mundo: los medios a disposición del artista han variado a velocidad constante en un avance tecnológico que en demasiadas ocasiones no va parejo a lo sustancial y de forma harto sorprendente uno, que ha visto algunas películas estrenadas entonces, se encuentra con que harto de peliculitas sosas, de repente emerge como mejor de lo que permanecía en el recuerdo una pieza añeja y, reflexionando, entiende porqué alguna película actual produce insatisfacción.
Hace más de treinta años, justo a principio de la década de los setenta del siglo pasado, se estrenó en las carteleras una película perteneciente al género de cine gangsteril que ya llevaba unos pocos años funcionando óptimamente en las salas, con antecedentes muy exitosos que ya hemos comentado: por ejemplo, The Killers (1964) y Point Blank; un tipo de cine en el que se relata una trama que transcurre en ambientes al margen de la ley donde la moralidad es escasa y la ética se rige por valores sujetos al beneficio egoísta la mayoría de las veces.
Los británicos no quisieron quedarse al margen de ese tipo de cine y se aprestaron a llevar a la pantalla una novela escrita por Ted Lewis titulada Jack's Return Home (Jack vuelve a casa) y la división británica de la Metro decidió producirla y encargar al hasta entonces televisivo Mike Hodges que se ocupara de escribir el guión y dirigir su primer largometraje, que se titularía Get Carter (Asesino Implacable) y se estrenaría en 1971 con buen resultado en taquilla.
La trama se basa en la breve estancia en su ciudad nativa de un asesino profesional, Jack Carter, cuando desoyendo la sugerencia de sus patronos se traslada desde Londres a Newcastle con motivo de asistir a las exequias de su hermano, fallecido en extrañas circunstancias que motivarán la sospecha de Jack iniciando una espiral de violencia en busca de venganza.
No es pues una película en la que esperar grandes diálogos ni conceptos filosóficos, moviéndose en el nihilismo negativo característico de tantos personajes del cine negro, malhechores carentes de sensibilidad y emociones, si acaso un oculto y profundo sentimiento del honor como pertenencia grupal, rasgo atávico que resuelve la intromisión ajena por medio de la violencia explícita.
Para representar su historia el novato Hodges contó con la interesada presencia de Michael Caine (que ya disfrutaba de rango de estrella imparable) como productor y desde luego inolvidable protagonista, dando imagen y presencia a ese Jack Carter impávido y decidido, asesino imparable que deja tras de sí un reguero de muertes cual Atila legendario, sembrando de cadáveres el camino que ha transcurrido.
Hodges mide con presteza el tempo narrativo y sin dejarse nada en el tintero desgrana poco a poco el iter criminalis del protagonista que descubrirá tras la muerte del hermano una conspiración en la que el submundo de la pornografía de adolescentes será clave para entender lo sucedido, presentando una serie de caracteres típicos pero dotados de presencia e interés suficientes para sostener la trama y hacerla verosímil y atractiva.
La muy setentera banda sonora compuesta por Roy Budd al que vemos en plena faena, acompaña y realza las escenas de acción filmadas con nervio por Hodges sin alharacas ni descubrimientos pero sin miedo a cortar lo sobrante obteniendo una economía visual que se agradece, huérfana de rimbombantes efectos que en ocasiones similares se observan fruto del pasado televisivo del director novel, iniciándose pues Hodges con buen paso en esta su primer película de cine, consiguiendo una pieza cuyo valor, curiosamente, el paso del tiempo acrecienta.
Porque una vez más el salto del charco, el traslado de la vieja y liberal Europa a la nueva y timorata Hollywood, conlleva, como ya comentamos hace tiempo aquí, una degradación incomprensible que convierte en injustificable la decisión de rodar, treinta años más tarde, una nueva versión de la misma trama, lo que unos llamarán con el vocablo anglosajón "remake" cuando lo más apropiado sería usar refrito, que es lo que hace el supuesto autor musical con la banda sonora original, como puede comprobarse en unos títulos de crédito que no me gustan nada de nada.
Es curioso comprobar que en este refrito del año 2000, esa mala película titulada también, como no, Get Carter (no hay traducción al castellano), el número de productores aumenta de forma casi exponencial: si en la anterior estaban dos -y uno de ellos era el protagonista- en esta ocasión son nada menos que quince los que constan en el equipo de producción; presuponiendo como es lógico que todos cobran su buen salario y viendo lo que han conseguido producir, uno ya empieza a entender la quiebra de algún que otro estudio hollywoodiense.
Porque parece que ninguno de esos quince sujetos tuvo el buen sentido de elegir ni un guión bien hecho ni tampoco un director que supiera siquiera imitar el trabajo realizado treinta años antes: Stephen Kay al igual que Hodges provenía de la televisión, pero no debió aprender otra cosa más que estilos videocliperos sin sustancia, porque aunque aparenta oficio en alguna persecución automovilística, un vistazo desapasionado permite observar que hay un exceso de planos en el montaje y la acción queda congelada por el truco, máxime cuando uno sin esforzarse se da cuenta que el careto del nuevo Jack Carter al volante perseguidor no coincide mucho con el que tiene el inexpresivo Sylvester Stallone que pretende cargar sobre sus anchísimos hombros el peso de la película fracasando en el empeño, porque por mucho que lo piense el maduro Stallone (54 años contra 38 de Caine en su momento) su aspecto no da miedo y además tocarse levemente la nariz o la perilla falsa no son (contra lo que Sly pueda pensar) recursos interpretativos ni mucho menos ademanes que puedan salvar la nula expresividad a que nos tiene acostumbrados y que llega a cansar y adormecer al más entusiasta.
Por si fuera poco, cuando uno ya ha visto la primera versión fílmica de la novela de Lewis, espera cuando menos que en el inicio de este siglo XXI se mantengan las escenas de alto contenido sexual y violento que aderezan la trama, evidentemente destinada a un público adulto y curado de espantos: es una historia par adultos sin dudarlo un instante, pero resulta que el refrito una vez más peca de timorato y auto censurado quedando a medio camino entre lo que debería ser y no es sin la ganancia de una calificación que permita a los infantiles acceder al cine a verla, dejando al cinéfilo pasmado por el aburrimiento primero y por la endeblez de la historia presentada que se podría calificar como pánfila, acabando por enaltecer la primera versión los evidentes defectos del refrito, resultando que el curso del tiempo ha llegado a convertir a un asesino profesional desalmado y eficaz en un botarate repleto de testosterona, un feo e inexpresivo matachín de pacotilla que ni folla ni bebe y además deja de fumar para dar ejemplo a una sobrina casquivana arrepentida.
Está claro que, puestos a elegir, mejor la "vieja": mucho mejor.
Como solo he visto la vieja, nada puedo decir de la comparación, bueno, solo pensar en Stallone en el papel de Caine, ya da dentera.
ResponEliminaHe de reconocer, Alma, que ver ese refrito ha sido más por "deber" que por placer: digamos que por malsana curiosidad: nada te pierdes en ella, está claro.
ResponEliminaLo que ya no me parece tan claro es la influencia de Caine en los refritos de películas suyas de jovencito, porque lleva una racha que para qué....
Besos.
Un "refrito" como tu acertadamente calificas y además que no te gusta nada nada...Uhm... No lo he visto y ni siquiera me suena. Pero parece que no me he perdido nada..
ResponEliminaMichael Caine me parece un gran actor y prefiero recordarle en otras de sus grandes interpretaciones.
Según acabas de decir ésta entrada ha sido por ¿ como dices..? "deber" y "malasana curiosidad ? ¡ ¡ Hay que ver como eres de "masoca" je je !!
Besos y buenas noches querido Holmes. Irene A.
Un excelente ejemplo de cómo algunas cosas se echan a perder con la falsa excusa de una todavía más falsa modernidad. Algunos se embuten de tecnología para regresar a la caverna, y el cine no es una excepción. La pretensión comparativa de Caine-Stallone de los responsables del refrito ofende hasta a las piedras.
ResponEliminaUn abrazo.
¿Y que me dice de Chacal?Por poner otro ejemplo.Ver a los duros de los ochenta y noventa es muy significativo,tanto como los nuevos directores surgidos de la era del vídeo.Acabo de leer tu post de Bullit.¿Qué tienen de fascinantes todas estas películas?Creo que la última gran década del cine fueron los setenta.
ResponEliminaUn abrazo.
Eres un quejica. A mí los créditos tampoco me gustan, pero tanto como nada de nada.
ResponEliminaPor lo demás, la nueva versión no la he visto, pero Stallone me gustó en Rocky y me sorprendió gratamente en esa de Copland... Que su cine es una patata y como actor es limitado y es más un personaje que otra cosa, pues sí, no lo voy a discutir. Pero supongo que ponerse "el traje" de Michael Caine es muy difícil... para cualquiera. Así que las comparaciones son odiosas.
La vieja versión no sé si la he visto,porque de crío vi varias de Michael en las que había tiros y cosas de esas, pero como luego me di cuenta de que para mí todas las pelis inglesas de esos años estaban protagonizadas por Michael Caine aunque no fuera así (y es que es el que se te queda en la memoria). Espera.
Vale. Acabo de ver el trailer de la peli original. No la he visto. No me suenan para nada sus imágenes.... y yo recordaría algo con imágenes como esas. Pero qué parecido veo a las de Point Blank (aunque Lee da "más miedo" o le veo más mirada de asesino, no sé.). Es lo que dices en la entrada.
Y ahora una pregunta: ¿cuántos productores había en la de Boorman?
PD: El cartel no me gusta nada de nada, por cierto.
Un saludito.
Tú, y ya te lo he dicho en alguna otra ocasión, tienes (te impones) unos deberes que son de lo más masocas, Josep.
ResponEliminaMachuca lanza una pregunta que no por reiterada prescinde de una respuesta. "¿Qué tienen -o tenían" aquellas películas?"
Como yo me niego a hablar de "aquellas", y por tanto, del cine en tiempos pretéritos, entiendo que lo que tenían (muchas) y tienen (cada vez menos) las buenas películas, es, sencillamente que estan bien escritas.
...bien escritas, y bien dirigidas, y bien montadas, y bien interpretadas, etc. etc. Raúl. En definitiva, que se planteaban como obras integrales, en las que cada componente se cuidaba, en las que se echaba mano de profesionales para cada trabajo, porque aunque su primer objetivo era la taquillas, las productoras sabían, o pensaban que el público no era tonto. Así, incluso películas antiguas mediocres tienen una consistencia envidiable, y como dice Josep, el cine clásico se engrandece con los años al mismo ritmo que se consume el actual, por lo menos el de Hollywood.
ResponEliminaHoy sin embargo los productores deben pensar que somos imbéciles, incluso puede que algo de razón tengan, y por tanto que con poner a una "estrella" y hacer unos cuantos trucos de manos en forma de efectos especiales o avance tecnológico es más que suficiente. También influirá, imagino, que donde se juegan la pasta ya no es en las taquillas, sino en las televisiones y los DVD...
En fin, que muy de acuerdo con tu excelente post Josep. Y sí, casi siempre mejor la "vieja".
La primera versión, Milady, es un interesante ejercicio pletórico de la violencia usual en su época: Caine, la verdad, todavía estaba un poco verde para lo que luego ha llegado a ser.
ResponEliminaEl refrito, querida Irene A., es apto únicamente como ejercicio cinéfilo para constatar que algunos ni copiar saben.
Besos.
Lo echan a perder irremisiblemente la falta de capacidad de sugestión, la nula imaginación y cuidado del rodaje.
ResponEliminaLo más curioso, Alfredo, es que ni siquiera cabe comparar sin desventaja el propio contenido ni la forma de presentarlo, no sé si auto censurado, en una época en la que coexisten productos bastante más bestias como la saga de Saw, sin ir más lejos.
Un abrazo.
Puede que tengas razón, Francisco, al señalar la de los setenta como una época a reivindicar: para mí lo es, pero admito la desventaja de haberla vivido y resulta difícil ser objetivo e imparcial.
ResponEliminaEsas películas siguen teniendo en buena parte la fuerza original a pesar del tiempo transcurrido porque las que luego han tratado temas semejantes han bebido -mal- en ellas como fuente de inspiración y no han podido o sabido superarlas: y fíjate que me detengo con toda la intención en una película "menor" y por tanto más fácil de superar: ni así.
Un abrazo.
Esos créditos machacando una y otra vez el careto de Sly son un rollo, David, y ya dan mal agüero a lo que seguirá...
ResponEliminaLa de Copland probablemente sea la mejor interpretación de Stallone, así que no cuenta: es una excepción.
El traje de Caine, para esta ocasión no resulta demasiado arduo, te lo aseguro. Tú mismo apuntas a Marvin, mucho más eficaz en un tipo semejante y anterior, sin duda inspirador de Carter, y me refiero incluso al original literario en ambos casos.
En Point Blank, como suele ser habitual, dos productores.
Saludos.
p.d.: el cartel en mi opinión falla en la pareja, pero el conjunto resulta ilustrativo de la época.
Por suerte, Raúl, el tormento dura poco más de hora y media: es decir, diez minutos menos para contar lo mismo consiguiendo aburrir y provocando el deseo que termine ya.
ResponEliminaEs cierto: el guión de la primera, como digo, no está repleto de buenos diálogos: pero no te imaginas lo que se oye en el refrito: alucinarías pepinillos, amigo. Increíble.
Un abrazo.
Nada puedo objetar a lo que apuntas, Gourmet, porque pienso como tú que la industria actual, erróneamente, ha creído que el público se ha vuelto tonto y traga lo que sea: hablando con veinteañeros constato que hay un hartazgo similar al que yo pueda sentir y por desgracia también un desconocimiento del cine ya filmado, porque nadie se ha ocupado de informar y facilitar el acceso a esas obras que algunos descubren ahora y se quedan maravillados, y no me refiero únicamente a los grandes clásicos: la de hoy es un ejemplo perfecto.
ResponEliminaUn abrazo.
Los refritos no son buenos, ya lo dice la canción, ¿o no es esa? No he visto ni la vieja, a veces no entro para no decir una barbaridad y disimular que sí, pero me fio de ti y si tengo oportunidad de verla lo haré.
ResponEliminaBesos
No he visto, compa Josep, ni la una ni la otra; la antigua, estando por medio Caine, que me parece uno de los actores más solventes de la historia del cine (yo no tendría el menor empacho en meterlo en una de esas listas de los x mejores de la historia...), y al que, además, los papeles de "machacador impío" le van que ni bordados (será aquello del puño de hierro en guante de seda...), seguro que merece la pena. En cuanto a la nueva, bueno, pues eso, es la nueva, ¿no...?
ResponEliminaUn fuerte abrazo y seguimos trasteando.
Un joven Michael Caine y una maduro Stallone. Estoy segura de que al menos la de éste no la he visto. Sus películas me repelen y eso que solo he visto Rocky I.
ResponEliminaAhora disfrutaré viendo todo lo que nos has dejado, títulos de crédito, banda..
Un beso Josep
Hay que entrar siempre, Blanca, porque decir una barbaridad no es grave: lo grave son los barbarismos; me alegra que te fíes y te aseguro que la original es un producto cuando menos digno y muy visible.
ResponEliminaBesos.
Que no vieras la de Sly lo puedo comprender, Manuel, pero que no hayas visto la de Caine ya te vale, ya, aunque en verdad es que hay que buscarla, porque en la tele me parece a mí que no anda muy vista. No es el mejor Caine, pero si has visto la saga de Harry Palmer ya te haces una idea.
ResponEliminaUn abrazo.
Pues habrás visto sin duda, Camy, que la banda sonora es setentera a tope, muy claramente perteneciente a una época en particular.
ResponEliminaBesos.