Opera Prima
La suerte, la fortuna, el destino, conceptos que escapan al dominio de las voluntades humanas pero que las motivan en múltiples ocasiones, se han cebado de forma especial en un chicarrón californiano que atiende por el nombre de Ben Affleck.
Después de haber conseguido hace diez años un Oscar como guionista por su trabajo en Good Will Hunting, Ben ha tenido que soportar numerosos chistes relativos a sus trabajos como actor (concursante, diga cual es el peor actor de la historia: Ben Affleck no cuenta) y ha recibido varias nominaciones a los premios Razzie.
Este comentarista ya defendió en su momento el buen trabajo interpretativo de Affleck en Hollywood Land y me mantengo en la opinión que Affleck sabe más de cine que muchos de sus coetáneos.
Y acabado de ver el último trabajo de Ben Affleck, esa opinión se mantiene de forma gozosa, ya que de nuevo Affleck demuestra ser un buen guionista, en este caso conjuntamente con Aaron Stockard al trasladar la exitosa novela de Dennis Lehane, autor contemporáneo que se está convirtiendo en fuente de buenas películas. La novela, ambientada en los suburbios de la ciudad de Boston, se titula Gone Baby Gone y nos cuenta las vicisitudes que se desarrollan alrededor de la desaparición de una niña.
Ben Affleck además de escribir el guión decidió tomar las riendas del producto final y contando con el apoyo de Stockard como productor asociado, se encargó de la dirección del rodaje, afrontando su primer largometraje, no habiendo en su bagaje cinematográfico más que una experiencia de 1993 en la que dirigió un corto de apenas un cuarto de hora.
Las noticias que se iban desgranando alrededor de ése rodaje daban cuenta de un cierto nepotismo artístico ya que Ben confió a su hermano menor Casey Affleck la representación del protagonista de "su" película, cuestión que levantó no pocos comentarios adversos indicando un nuevo fiasco en la carrera de Ben.
Con estos antecedentes y perspectivas brevemente presentados, este espectador -como todos- afrontó la visión de la ópera prima de Ben Affleck, titulada en España Adios, pequeña, adios (Gone, baby, gone, 2007) con un cierto recelo, huérfano voluntario de mayor información producida desde su ya pasado estreno.
Ignorante como me hallo de la novela que da origen a la historia pero sabedor, ahora sí, que su autor se mostró complacido con el resultado final, puedo asegurar que el amable lector -que ya haya visto la película- forzosamente coincidirá conmigo en que la labor de guionista de Affleck, junto con su amigo Stockard, es excelente.
Los diálogos mantienen perfectamente el interés de la acción que se nos presentará mientras se va dibujando el carácter de los personajes, muy bien delineados, personas con intereses, defectos y virtudes, todos ellos alejados del maniqueísmo al uso cotidiano en las pantallas paupérrimas de talento que asolan las salas.
En la línea del mejor cine negro, la acción policial emprendida por el Capitán Jack Doyle (Morgan Freeman) y los detectives Remy Bressant (Ed Harris) y Nick Poole (John Aston), todos ellos especialistas en secuestros de infantes, que tratarán de dilucidar la desaparición de la pequeña Amanda McCready, se verá complementada por las investigaciones de unos detectives privados, Patrick Kenzie (Casey Affleck) y su socia y pareja sentimental Angie Gennaro (Michelle Monaghan), contratados por los tíos de la desaparecida, Bea McCready (Amy Madigan) y Lionel McCready (Titus Welliver), quienes abominan del descuido de la madre de la pequeña, la dogradicta Helene McCready (Amy Ryan).
Hagamos un paréntesis: la coexistencia de ése grupo de intérpretes en el primer largometraje de Affleck provocó, por su elección, una imagen preconcebida de que el resultado iba a ser lo que en Catalunya calificamos como "de costellada", que, mal traducido al castellano, sería como decir una farsa entre amigos, ya que, aparte del parentesco, confluyen amistades con Freeman y Harris, quien acude a la invitación en compañía de su esposa, Madigan, una especie de representación a los postres después de una merienda campestre.
Nada más lejos de la realidad: Affleck toma el pulso de la trama aprovechando su conocimiento de la misma y huyendo de fáciles y comerciales efectismos retrata muy bien, al modo clásico, el entorno suburbial donde la pequeña desaparecida vive con su madre; la pareja de detectives se moverán con soltura entre los delincuentes menores que pululan en Boston y les seguiremos en sus pesquisas en la búsqueda de la niña ausente de su hogar.
Con una facilidad pasmosa en una ópera prima Affleck nos introduce en la desazón que embarga al joven detective privado cuando siguiéndole en sus investigaciones vamos comprendiendo su forma de pensar y sentir, sus miedos y temores, sus dudas respecto a lo que va descubriendo, sus avances nunca rectilíneos, dando saltos inesperados como mosca dentro de una tela de araña, de hilo en hilo, constante buscador del centro del enigma, como transeúnte dentro de un laberinto que se irá tornando más violento y sangriento a medida que se irá acercando a la resolución del enigma planteado, en una desaparición de una niña por la que no cabe pedir rescate alguno, dada la carencia de medios de su madre y la falta de comunicación por parte de quien o quienes la hayan secuestrado.
Presentando los hechos violentos con una elegancia casi elíptica, sin acudir a fotogramas sangrientamente espectaculares y desechando la inclusión de escenas eróticas que en nada ayudarían al desarrollo de la historia, Affleck se centra en la presentación escueta de las acciones de una serie de personajes que se alejan de los prototipos, resultando por ello mucho más humanos, gentes con una historia, un pasado y un presente con claroscuros que a cuentagotas vamos conociendo de la mano del joven Patrick, sin que nada se nos oculte de forma artera ni artificiosa; tomando el conocimiento de esa humanidad ambigua importancia para alcanzar la verdad de lo ocurrido, llegaremos al final de la película sorprendidos, como el mismo Patrick, enfrentados a un dilema que él resolverá según su condición moral, propia e intransferible, asumiendo con plena convicción una decisión que le dará la paz, aunque no le liberará de la duda.
Affleck, muy bien apoyado por la cámara de John Toll, demuestra poseer un sentido cinematográfico innato, una buena letra para contar una historia nada lineal, pletórica de giros y sorpresas, en la mejor tradición del cine negro estadounidense, donde los hechos y las acciones no son otra cosa que el resultado de una forma de entender lo que es éticamente aceptable: hurgando en la distinta moralidad de cada uno de los personajes y enfrentándola a la que nosotros, como espectadores, podamos albergar en nuestro corazón, ese director novel se aleja sin tomar partido ni tratar de aleccionarnos o convencernos, dejándonos clavados en la butaca, indecisos, pero con la esperanza de disfrutar en un futuro de nuevos trabajos de semejante calibre.
Josep, concuerdo contigo que como ópera prima es un despegue sólido, enérgico y original. A mí me cansa un poco tanta vuelta de tuerca en el desenlace, pero la sugerente escena final me gustó muchísimo.
ResponEliminaHabra que seguirle la pista al Affleck. A Ben, claro.
Me encantó comprobar la lejanía que toma Affleck: ese final es de maestro, dejándonos a nosotros como espectadores tomar la última palabra; y ello es poco habitual en noveles.
ResponEliminaSí que habrá que estar al quite, sí.
Un abrazo.
p.d.: acabo de llegar del cine... :-(
Sorprendentemente, extraordinaria película parida por el gañán de Affleck, que demuestra una sensibilidad cinematográfica fuera de lo común y de lo sospechado. Mirada dura pero delicada a un tema del que podía haber sacado mucha mierda; el final me lo bebo de un solo trago, me parece perfecto. El hermanito demuestra, una vez más, que es una firme esperanza blanca, después de su hipnótico trabajo en "El asesinato de Jesse James". Saludos.
ResponEliminaQue conste, Marcbranches, que esta vez eres tú quien está de acuerdo conmigo. (Lo digo por si acaso, en mi defensa...)
ResponEliminaCuanto más la rememoro, más me sorprende y gusta. Clasicismo y naturalidad, tan aparentemente fácil y tan difícil de hallar, si señor.
La del asesino de James la tengo aún pendiente, pero presta a caer...
Saludos.
p.d.: ¿cómo llevas el duelo NBA?
Horas demasiado intempestivas para mi errático sueño y mis turnos en dientes de sierra. Mucho me temo que mis queridos Lakers se han enterrado vivos en un retorno a la Kobe-dependencia, una saturación física y psicológica de sus hombres clave (Gasol, pero sobre todo Odom) y la falta de un base que sepa capaz de dominar el juego. Fisher, que ha hecho una temporada muy superior a mis expectativas, no es el hombre. Además, la segunda unidad, excepto Vujacic en ocasiones puntuales, ha aportado tan poco que ha convertido en demasiado imprscindibles a los agotados titulares. Boston ha sido más rquilibrado, ha tenido mejor banquillo (Rondo, Perkins) y ha aprovechado mejor sus recursos. Otro año será, a falta de milagro-Lourdes...
ResponEliminaGracias por la jugosa información; yo carezco de posibilidad de verlo y voy siguiendo las noticias, y me parece que tu análisis es el más preclaro que he leído.
ResponEliminaLástima. Hace veinte años, yo ya iba en favor de L.A. Lakers. El año que viene, quizás, ficharán un buen base.
Saludos.
Bones Josep,
ResponEliminaa mi me gustó mucho esta película, parece hecha por el mismísismo Eastwood. La pregunta del millón: ¿como puede ser que un actor tan increiblemente malo e inexpresivo como Affleck sea capaz de dirigir una película tan buena?
Creo que nadie nunca sabrá la respuesta, pasa a ser uno de los misterios de la Tierra.
Saludos!!
Bones, Marchelo: me hace gracia la pregunta que formulas: yo pienso que Ben ha tenido muy mala suerte con los papeles que ha elegido o aceptado.
ResponEliminaDe hecho, habiendo ganado un Oscar como guionista, digamos que ya indica un cierto conocimiento del cine...
Sí que parece haber sido dirigida por Clint, sí; lo que da esperanzas, pues Affleck todavía es joven y acaba de empezar...
Salutacions.