Una de Teatro Musical
Vaya por delante, amig@ cinéfil@, que si no te gusta el cine musical, poco o nada te van a interesar estas pequeñas y personales reflexiones.
Hete aquí que nos hallamos ante un claro ejemplo de excepción a las reglas usuales en la cinematografía:
Primero, esta película rompe la tradición que nos dice que "nunca segundas partes fueron buenas"
Segundo, rompe la tradición, que me tiene por acérrimo defensor, que las películas con 90 minutos van sobradas.
Y tercero, rompe con la tradición -maldición, mejor dicho- que acusa a las obras teatrales reconvertidas en película.
No puedo decir que la película sea una gran película en el sentido literal que usamos cuando nos referimos a una obra cinematográfica notable. Pero cumple sobradamente con la intención de entretener al público, de divertirlo, de hacer que uno se olvide por un rato de los problemas que ha dejado fuera de la sala.
Todo gira en torno a las ideas de un personaje cinematográfico como pocos, un tipo neoyorquino, judío nacido en Brooklyn, que atiende al nombre de Mel Brooks , que lleva en el oficio del espectáculo, tanto teatro, televisión como cine, prácticamente desde mediado el pasado siglo XX, y sigue en la brecha: está acabando de pulir la versión cinematográfica de su memorable serie Agente 86 (Get Smart).
Con el historial del amigo Mel, que daría para mucha conversación, resulta evidente que es un personaje que se puede permitir, en su dilatada carrera, ofrecer distintas versiones de una misma obra, lo que en inglés llaman "remake".
Ciertamente, cuando el que rehace una obra de éxito es el mismo autor, la excepción suele estar cantada. No es el caso que nos ocupa único, pues varios han sido los autores que nos han ofrecido dos versiones de sus películas, como por ejemplo, sin ir más lejos, el amigo Alfred Hitchcok.
En el caso que nos ocupa, Mel Brooks se ha basado en la idea primigenia de su película de 1968 Los Productores , protagonizada por Zero Mostel y por Gene Wilder, cuya idea trasladó a comedia musical con gran éxito en Broadway, protagonizada por Nathan Lane y Matthew Broderick, quienes asimismo encabezan el reparto de Los Productores , película rodada en 2005.
La nueva versión es casi una hora más larga que la primera, alcanzando algo más de dos horas, debido a la inclusión de números musicales que no están en la original.
Ello es debido a que esta versión es consecuencia del éxito obtenido en Broadway por la comedia musical basada en el mismo libreto original y puedo dar fe que casi el 80% del guión es el mismo en ambos casos, chistes y gags incluidos.
Creo recordar que en España, por lo menos, se nos ofreció la película con bastante retraso, a raíz del éxito de El Jovencito Frankenstein, allá por 1975, lo mismo que luego se nos ofreció Sillas de Montar Calientes, coetánea, un par de años más tarde.
Al ver la película que ahora me ocupa, constaté que el tema me era conocido (como siempre, no me informé antes de verla) y recordé, una vez vista, que la original no me gustó demasiado. Puedo decir que, antes de meterme en este comentario, he hecho lo posible por revisionar la original, y sigue sin gustarme mucho, prefiriendo la versión musical moderna.
¿Porqué? Porque Los Productores (2005) es un entretenimiento básicamente musical.
Porque, coincidiendo con la presentación en Madrid de la obra teatral, protagonizada por Santiago Segura y por José Mota, esta película nos permite, a los aficionados al género musical, comprobar cómo de bien se hacen las cosas en Broadway, con unos medios oportunos, tanto materiales como artísticos, con unos trabajos actorales que son para sacarse el sombrero.
Como decía antes, el amigo Mel Brooks, que de tonto no tiene un pelo, nos ofrece la posibilidad de asistir a una representación cinematográfica de la obra de Broadway, creo yo que mejorándola con la inclusión de una serie de artistas que bordan, todos ellos, sus papeles.
La trama, ya conocida por viejos cinéfilos que vieron la original, es la siguiente:
Max Bialystock es un productor de Broadway en franca decadencia, que nutre sus arcas con las aportaciones que obtiene de camelarse a viudas solitarias en busca de acompañante para sus fantasías sexuales; traba conocimiento con un contable mojigato, Leo Bloom, quien le hace ver que, con un fracaso sonado, un productor avispado y truhán conseguirá pingües beneficios, al no tener que abonar beneficio alguno a sus inversores. Entre ambos dos, urden la trama de conseguir la peor representación de una comedia musical, con la esperanza de sacar una buena tajada y retirarse a la buena vida.
Las actuaciones de Nathan Lane y de Matthew Broderick son sobresalientes, lo cual no sorprende cuando uno se documenta y se entera que su trabajo en las tablas recibió todos los parabienes, tanto de crítica como de público.
Ambos son comediantes redomados, para mí más acertados que los anteriores, siendo recomendable agenciarse el dvd para poder disfrutar de sus voces originales.
Son, como digo, grandes comediantes, y ha sido para mí una sorpresa comprobar el trabajo de Matthew, ya que a Nathan le recordaba como cómico en la película de Kenneth Branagh Trabajos de Amor Perdidos.
Ya desde el inicio de la película la comicidad se hace presente, tanto por el afortunado guión, repleto de humor e ironía, como por la oportuna gestualidad de los actores.
Ambos protagonistas dan lo mejor de sí mismos en la representación y no pueden descuidarse, pues el reparto de la película es sobresaliente, con unos secundarios de lujo, que son en su mayoría magníficos actores de la escena musical de Broadway, acompañados de alguna estrella del cine. Habiendo aparecido la idea de la trama del conocimiento contable de Bloom, instigado éste por Max a que se una a él en busca del cumplimiento de la argucia financiera, vemos a Leo en una oficina siniestro-ridicula y cómo sus pensamientos y anhelos de convertirse en productor teatral se plasman en un número musical al viejo estilo, "I Want to be a Producer", con pequeño homenaje a Cantando Bajo la Lluvia, donde comprobamos cómo Matthew sabe cantar y baila de forma aceptable, acabando por convencerse a sí mismo que se merece la oportunidad de convertirse en productor teatral. Hallada la peor obra a producir, Springtime for Hitler (Primavera para Hitler), se entrevistan con el autor de la misma, un nazi desternillante representado de forma eficacísima por Will Ferrell, con un número musical hilarante en una azotea. Después, conseguida la obra, acuden a convencer al peor director de comedias musicales, Roger de Bris, representado por Gary Beach, asistido por su secretario-concubino Carmen Ghia, representado por Rogert Bart, ambos contumaces comediantes de Broadway que devienen en roba-escenas en la más clásica tradición del añejo cine U.S.A. Agotados los protagonistas de tanto meterse en líos por su fin nada altruista, reciben la visita de quien acabará siendo su recepcionista//telefonista, la espectacular Ulla, que nos deja ver cómo Uma Thurman, además de saber empuñar la espada, también canta y se mueve con cierta gracia al son de la música. Luego, la cosa sigue por sus derroteros, hasta acabar como acaba, y no digo más, por no contarlo todo. Es el conjunto pues una película muy entretenida, con varios números musicales que no pueden ser calificados como sorprendentes, ni sobresalientes, pero sí de agradables y algunos muy divertidos, que nos permiten ver cómo algunos actores saben moverse con relativa facilidad al son de la música, sin que ello comporte que alcancen la categoría de estrellas de baile; son personas como tú y como yo, que, de repente, bailan, como -se supone- podría hacerlo cualquiera con unos ensayos. No esperemos pues grandes números musicales, ni por su novedad ni por su calidad; es un conjunto medio, que no aburre en absoluto, aunque no maraville, pero llevado a cabo de forma muy profesional. La virtud está en el equilibrio obtenido, en la inserción de los números musicales con el guión humorístico original, que resulta eficaz: las dos horas y cuarto se pasan volando, y eso, ya es una suerte. Y una dificultad. En resumen: si te gusta el musical, no te la pierdas. Mejor en v.o., sin duda, aunque el doblaje de Max lo haga Santiago Segura. Si se puede alquilar -o comprar, si estas líneas inducen a ello- el dvd, recomiendo repasar la película con los comentarios de su directora. Por cierto, no deja de ser curioso que Mel Brooks haya preferido ocuparse sólo de la producción (digo sólo por decir algo, creo) y cargar con la dirección a quien llevó a las tablas la comedia musical. Y, sea, como sea, no se le ocurra a nadie abandonar la película hasta que se detenga por sí misma. :-)
Hete aquí que nos hallamos ante un claro ejemplo de excepción a las reglas usuales en la cinematografía:
Primero, esta película rompe la tradición que nos dice que "nunca segundas partes fueron buenas"
Segundo, rompe la tradición, que me tiene por acérrimo defensor, que las películas con 90 minutos van sobradas.
Y tercero, rompe con la tradición -maldición, mejor dicho- que acusa a las obras teatrales reconvertidas en película.
No puedo decir que la película sea una gran película en el sentido literal que usamos cuando nos referimos a una obra cinematográfica notable. Pero cumple sobradamente con la intención de entretener al público, de divertirlo, de hacer que uno se olvide por un rato de los problemas que ha dejado fuera de la sala.
Todo gira en torno a las ideas de un personaje cinematográfico como pocos, un tipo neoyorquino, judío nacido en Brooklyn, que atiende al nombre de Mel Brooks , que lleva en el oficio del espectáculo, tanto teatro, televisión como cine, prácticamente desde mediado el pasado siglo XX, y sigue en la brecha: está acabando de pulir la versión cinematográfica de su memorable serie Agente 86 (Get Smart).
Con el historial del amigo Mel, que daría para mucha conversación, resulta evidente que es un personaje que se puede permitir, en su dilatada carrera, ofrecer distintas versiones de una misma obra, lo que en inglés llaman "remake".
Ciertamente, cuando el que rehace una obra de éxito es el mismo autor, la excepción suele estar cantada. No es el caso que nos ocupa único, pues varios han sido los autores que nos han ofrecido dos versiones de sus películas, como por ejemplo, sin ir más lejos, el amigo Alfred Hitchcok.
En el caso que nos ocupa, Mel Brooks se ha basado en la idea primigenia de su película de 1968 Los Productores , protagonizada por Zero Mostel y por Gene Wilder, cuya idea trasladó a comedia musical con gran éxito en Broadway, protagonizada por Nathan Lane y Matthew Broderick, quienes asimismo encabezan el reparto de Los Productores , película rodada en 2005.
La nueva versión es casi una hora más larga que la primera, alcanzando algo más de dos horas, debido a la inclusión de números musicales que no están en la original.
Ello es debido a que esta versión es consecuencia del éxito obtenido en Broadway por la comedia musical basada en el mismo libreto original y puedo dar fe que casi el 80% del guión es el mismo en ambos casos, chistes y gags incluidos.
Creo recordar que en España, por lo menos, se nos ofreció la película con bastante retraso, a raíz del éxito de El Jovencito Frankenstein, allá por 1975, lo mismo que luego se nos ofreció Sillas de Montar Calientes, coetánea, un par de años más tarde.
Al ver la película que ahora me ocupa, constaté que el tema me era conocido (como siempre, no me informé antes de verla) y recordé, una vez vista, que la original no me gustó demasiado. Puedo decir que, antes de meterme en este comentario, he hecho lo posible por revisionar la original, y sigue sin gustarme mucho, prefiriendo la versión musical moderna.
¿Porqué? Porque Los Productores (2005) es un entretenimiento básicamente musical.
Porque, coincidiendo con la presentación en Madrid de la obra teatral, protagonizada por Santiago Segura y por José Mota, esta película nos permite, a los aficionados al género musical, comprobar cómo de bien se hacen las cosas en Broadway, con unos medios oportunos, tanto materiales como artísticos, con unos trabajos actorales que son para sacarse el sombrero.
Como decía antes, el amigo Mel Brooks, que de tonto no tiene un pelo, nos ofrece la posibilidad de asistir a una representación cinematográfica de la obra de Broadway, creo yo que mejorándola con la inclusión de una serie de artistas que bordan, todos ellos, sus papeles.
La trama, ya conocida por viejos cinéfilos que vieron la original, es la siguiente:
Max Bialystock es un productor de Broadway en franca decadencia, que nutre sus arcas con las aportaciones que obtiene de camelarse a viudas solitarias en busca de acompañante para sus fantasías sexuales; traba conocimiento con un contable mojigato, Leo Bloom, quien le hace ver que, con un fracaso sonado, un productor avispado y truhán conseguirá pingües beneficios, al no tener que abonar beneficio alguno a sus inversores. Entre ambos dos, urden la trama de conseguir la peor representación de una comedia musical, con la esperanza de sacar una buena tajada y retirarse a la buena vida.
Las actuaciones de Nathan Lane y de Matthew Broderick son sobresalientes, lo cual no sorprende cuando uno se documenta y se entera que su trabajo en las tablas recibió todos los parabienes, tanto de crítica como de público.
Ambos son comediantes redomados, para mí más acertados que los anteriores, siendo recomendable agenciarse el dvd para poder disfrutar de sus voces originales.
Son, como digo, grandes comediantes, y ha sido para mí una sorpresa comprobar el trabajo de Matthew, ya que a Nathan le recordaba como cómico en la película de Kenneth Branagh Trabajos de Amor Perdidos.
Ya desde el inicio de la película la comicidad se hace presente, tanto por el afortunado guión, repleto de humor e ironía, como por la oportuna gestualidad de los actores.
Ambos protagonistas dan lo mejor de sí mismos en la representación y no pueden descuidarse, pues el reparto de la película es sobresaliente, con unos secundarios de lujo, que son en su mayoría magníficos actores de la escena musical de Broadway, acompañados de alguna estrella del cine. Habiendo aparecido la idea de la trama del conocimiento contable de Bloom, instigado éste por Max a que se una a él en busca del cumplimiento de la argucia financiera, vemos a Leo en una oficina siniestro-ridicula y cómo sus pensamientos y anhelos de convertirse en productor teatral se plasman en un número musical al viejo estilo, "I Want to be a Producer", con pequeño homenaje a Cantando Bajo la Lluvia, donde comprobamos cómo Matthew sabe cantar y baila de forma aceptable, acabando por convencerse a sí mismo que se merece la oportunidad de convertirse en productor teatral. Hallada la peor obra a producir, Springtime for Hitler (Primavera para Hitler), se entrevistan con el autor de la misma, un nazi desternillante representado de forma eficacísima por Will Ferrell, con un número musical hilarante en una azotea. Después, conseguida la obra, acuden a convencer al peor director de comedias musicales, Roger de Bris, representado por Gary Beach, asistido por su secretario-concubino Carmen Ghia, representado por Rogert Bart, ambos contumaces comediantes de Broadway que devienen en roba-escenas en la más clásica tradición del añejo cine U.S.A. Agotados los protagonistas de tanto meterse en líos por su fin nada altruista, reciben la visita de quien acabará siendo su recepcionista//telefonista, la espectacular Ulla, que nos deja ver cómo Uma Thurman, además de saber empuñar la espada, también canta y se mueve con cierta gracia al son de la música. Luego, la cosa sigue por sus derroteros, hasta acabar como acaba, y no digo más, por no contarlo todo. Es el conjunto pues una película muy entretenida, con varios números musicales que no pueden ser calificados como sorprendentes, ni sobresalientes, pero sí de agradables y algunos muy divertidos, que nos permiten ver cómo algunos actores saben moverse con relativa facilidad al son de la música, sin que ello comporte que alcancen la categoría de estrellas de baile; son personas como tú y como yo, que, de repente, bailan, como -se supone- podría hacerlo cualquiera con unos ensayos. No esperemos pues grandes números musicales, ni por su novedad ni por su calidad; es un conjunto medio, que no aburre en absoluto, aunque no maraville, pero llevado a cabo de forma muy profesional. La virtud está en el equilibrio obtenido, en la inserción de los números musicales con el guión humorístico original, que resulta eficaz: las dos horas y cuarto se pasan volando, y eso, ya es una suerte. Y una dificultad. En resumen: si te gusta el musical, no te la pierdas. Mejor en v.o., sin duda, aunque el doblaje de Max lo haga Santiago Segura. Si se puede alquilar -o comprar, si estas líneas inducen a ello- el dvd, recomiendo repasar la película con los comentarios de su directora. Por cierto, no deja de ser curioso que Mel Brooks haya preferido ocuparse sólo de la producción (digo sólo por decir algo, creo) y cargar con la dirección a quien llevó a las tablas la comedia musical. Y, sea, como sea, no se le ocurra a nadie abandonar la película hasta que se detenga por sí misma. :-)
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