VENDO TRIPODE
Hace treinta años este sufrido cinéfilo ya sabía leer; y entre otras lecturas, devoraba con fruición las críticas que Don Julián Marías Aguilera escribía para la desafortunadamente extinta revista Gaceta Ilustrada sobre las películas que solía ver; y me acuerdo de un comentario concerniente a la película Paso Decisivo (The Turning Point , 1977), dirigida por Herbert Ross
El maestro Marías enaltecía en su crítica la buena labor de Ross, asegurando que era un director idóneo para las películas en las que la danza tenía un lugar importante, ya que, decía Marías con acierto, el director sabía mantener la cámara quieta ofreciendo los mejores ángulos a fin que el espectador disfrutara del baile, residiendo así la acción en los bailarines y no en el pulso del director.
Probablemente era un mensaje irónico, un dardo envenenado contra la moda imperante en aquellos momentos en la televisión, donde un tal Lazarov retransmitía los bailes "pop" con tal profusión de planos y de zoom que uno apenas acaba de ver la coreografía que se ofrecía como espectáculo; de hecho, probablemente, también, Lazarov lo hacía para imprimir dinamismo a un cuerpo de baile falto de aliento.
Estos pensamientos me han venido a la cabeza cuando, tambaleándome casi, abandonaba hace unas horas la sala de cine, raudo y veloz, mientras todavía los títulos de crédito se cernían en la pantalla, explicando quienes han sido los causantes/autores de semejante estado de ánimo que me ha impedido, contra mi costumbre, permanecer sentado hasta que se encienden las luces de la sala y aún mas.
Ya que había visto El Caso Bourne (The Bourne Identity , 2002) y también El Mito de Bourne (The Bourne Supremacy , 2004), y me habían gustado ambas, me he dicho: voy a ver la tercera, El Ultimátum de Bourne (The Bourne Ultimatum , 2007), a pasar un buen rato viendo las hazañas del famoso agente Bourne interpretado por Matt Damon
El director de la película, Paul Greengrass ya dirigió la segunda entrega con eficacia, apuntando unos modos cinematográficos, cámara en mano, que pretendían dar un aire más "natural" a la narración, como si se tratara de una especie de "documental".
El éxito de la segunda entrega se le ha subido a la cabeza a Greengrass y en la tercera ha extremado la técnica, perdiendo de vista que el espectador está sentado en una butaca del cine y no en un asiento de una montaña rusa.
Una cosa es usar la steedy-cam y otra muy distinta permitir que el cámara se balancee mientras los actores dicen sus frases. Resulta penoso ver al pobre David Strathairn realizar una composición de villano en la línea de sus muy buenas actuaciones, mientras la pantalla se balancea como si el espectador estuviera en la cubierta del Titánic.
Pero no sólo eso: la música es omnipresente y a un nivel que en muchas ocasiones dificulta el entendimiento de las frases de los actores.
Y para rematar, el montaje es videoclipero al cien por cien, componiéndose cualquier escena, por corta que sea, en cientos y cientos de inacabables primeros planos que llegan a marear, con saltos de eje imperfectos, produciendo a este comentarista, apenas transcurridos diez minutos de la película, una desazón tal que, de haber tenido la sensatez de esperar al alquiler del dvd, hubiera significado la muerte súbita de Bourne y de toda la cohorte que van de un lado para otro sin cesar.
El guión no es malo, siguiendo la estela de las anteriores, captando la atención, con una historia de acción constante y una intriga que se mantiene hasta el final, aclarativo de las dudas del protagonista.
Pero la dirección es horripilante; el tratamiento dado es un acabose; las persecuciones, cámara en mano vacilante, con muchísimos planos, pierden el alma del perseguido y del perseguidor, sea quien sea en cada momento, erigiéndose como protagonista en todo momento una cámara mal usada que impide al espectador disfrutar de una acción muy bien llevada por los intérpretes (o por los dobles, tanto da), lo que acaba por eliminar el interés de toda persecución cinematográfica que se precie, cual es la identificación del espectador con el protagonista, corra éste delante o detrás del malo de turno.
Antes de ponerme a redactar mis sensaciones he querido compulsarlas con críticas ya ofrecidas y me quedo pasmado al leer en alguna parte -no diré donde- que Greengrass ha conseguido mejorar y depurar su estilo, al modo de la corriente "dogma 95", apostando, dice, por una sobriedad visual. Puede que este simple comentarista no esté a la altura del cine "moderno" y me esté quedando "anticuado" pero, amigos, después de haber visto las caras de los que conmigo han aguantado el chaparrón espasmódico y epiléptico de las imágenes con que Greengrass nos ha obsequiado, no me queda otra que venderle un trípode que por ahí tengo abandonado, para que lo use de vez en cuando en su próxima fechoría errr digo, película.
El maestro Marías enaltecía en su crítica la buena labor de Ross, asegurando que era un director idóneo para las películas en las que la danza tenía un lugar importante, ya que, decía Marías con acierto, el director sabía mantener la cámara quieta ofreciendo los mejores ángulos a fin que el espectador disfrutara del baile, residiendo así la acción en los bailarines y no en el pulso del director.
Probablemente era un mensaje irónico, un dardo envenenado contra la moda imperante en aquellos momentos en la televisión, donde un tal Lazarov retransmitía los bailes "pop" con tal profusión de planos y de zoom que uno apenas acaba de ver la coreografía que se ofrecía como espectáculo; de hecho, probablemente, también, Lazarov lo hacía para imprimir dinamismo a un cuerpo de baile falto de aliento.
Estos pensamientos me han venido a la cabeza cuando, tambaleándome casi, abandonaba hace unas horas la sala de cine, raudo y veloz, mientras todavía los títulos de crédito se cernían en la pantalla, explicando quienes han sido los causantes/autores de semejante estado de ánimo que me ha impedido, contra mi costumbre, permanecer sentado hasta que se encienden las luces de la sala y aún mas.
Ya que había visto El Caso Bourne (The Bourne Identity , 2002) y también El Mito de Bourne (The Bourne Supremacy , 2004), y me habían gustado ambas, me he dicho: voy a ver la tercera, El Ultimátum de Bourne (The Bourne Ultimatum , 2007), a pasar un buen rato viendo las hazañas del famoso agente Bourne interpretado por Matt Damon
El director de la película, Paul Greengrass ya dirigió la segunda entrega con eficacia, apuntando unos modos cinematográficos, cámara en mano, que pretendían dar un aire más "natural" a la narración, como si se tratara de una especie de "documental".
El éxito de la segunda entrega se le ha subido a la cabeza a Greengrass y en la tercera ha extremado la técnica, perdiendo de vista que el espectador está sentado en una butaca del cine y no en un asiento de una montaña rusa.
Una cosa es usar la steedy-cam y otra muy distinta permitir que el cámara se balancee mientras los actores dicen sus frases. Resulta penoso ver al pobre David Strathairn realizar una composición de villano en la línea de sus muy buenas actuaciones, mientras la pantalla se balancea como si el espectador estuviera en la cubierta del Titánic.
Pero no sólo eso: la música es omnipresente y a un nivel que en muchas ocasiones dificulta el entendimiento de las frases de los actores.
Y para rematar, el montaje es videoclipero al cien por cien, componiéndose cualquier escena, por corta que sea, en cientos y cientos de inacabables primeros planos que llegan a marear, con saltos de eje imperfectos, produciendo a este comentarista, apenas transcurridos diez minutos de la película, una desazón tal que, de haber tenido la sensatez de esperar al alquiler del dvd, hubiera significado la muerte súbita de Bourne y de toda la cohorte que van de un lado para otro sin cesar.
El guión no es malo, siguiendo la estela de las anteriores, captando la atención, con una historia de acción constante y una intriga que se mantiene hasta el final, aclarativo de las dudas del protagonista.
Pero la dirección es horripilante; el tratamiento dado es un acabose; las persecuciones, cámara en mano vacilante, con muchísimos planos, pierden el alma del perseguido y del perseguidor, sea quien sea en cada momento, erigiéndose como protagonista en todo momento una cámara mal usada que impide al espectador disfrutar de una acción muy bien llevada por los intérpretes (o por los dobles, tanto da), lo que acaba por eliminar el interés de toda persecución cinematográfica que se precie, cual es la identificación del espectador con el protagonista, corra éste delante o detrás del malo de turno.
Antes de ponerme a redactar mis sensaciones he querido compulsarlas con críticas ya ofrecidas y me quedo pasmado al leer en alguna parte -no diré donde- que Greengrass ha conseguido mejorar y depurar su estilo, al modo de la corriente "dogma 95", apostando, dice, por una sobriedad visual. Puede que este simple comentarista no esté a la altura del cine "moderno" y me esté quedando "anticuado" pero, amigos, después de haber visto las caras de los que conmigo han aguantado el chaparrón espasmódico y epiléptico de las imágenes con que Greengrass nos ha obsequiado, no me queda otra que venderle un trípode que por ahí tengo abandonado, para que lo use de vez en cuando en su próxima fechoría errr digo, película.
Amén del excelente tono irónico que has sabido imprimirle a tu reseña, quería decirte, compa Josep, que hay un detalle que me ha llamado poderosamente la atención, y es la mención que haces a la presencia musical y su volumen. Una muletilla que suelo introducir en buena parte de mis críticas en La Butaca es la relativa al desaforado volumen de sonido que suelen gastar en las salas de cine, donde parece que nos tratan a todos como a sordos, más que como a aficionados normales al cine. No he visto la peli, y, por tanto, no puedo saber con precisión si tendrá algo que ver con tal fenómeno generalizado o no, pero te agradecería que me lo aclararas.
ResponEliminaFelicidades, y un abrazo.
Pues, aún siendo admirador del cine de Greengrass hasta ahora, coincido en buena parte de las apreciaciones de tu post. Esta película parece repetir los formulismos de la segunda parte, basándose en las persecuciones a gentío abierto y en los truquitos de Bourne para engañar a los perseguidores. Rodadas con mucho sentido del ritmo y qu te mantienen pegado a la butaca, sí, pero sólo si con una buena bolsa antimareo delante. Al amigo Paul se le va la mano con la cámara en ídem e incomoda al espectador (y si no, hagan encuestas a pie de butaca y verán); en cuanto a la música, su presencia en el filme es tiránica. Dicen que la múscia amansa a las fieras: en este caso, por desgracia, aturde a los espectadores (que también son fieras, de alguna manera...). La película tiene giros de guión ingeniosos (esa reinterpretación del final de la segunda parte), y las interpretaciones son buenas (aunque a mí Matt Damon no me dice absolutamente nada), pero es la peor de la trilogía. Que alguien le dé un ansiolítico a Greengrass, por favor. Saludos.
ResponEliminaYa ves, Manuel, lo que dice Marc, confirmando mi impresión: la música se ofrece a un nivel excesivo; pero no creo que la culpa sea de la sala; el exhibidor no puede modificar la mezcla del sonido. El problema no es que esté demasiado alto: por lo menos no en mi caso; el problema es que el volumen de la música y efectos especiales está pisando las voces, que en ocasiones no pueden ser oídas a causa del estrépito.
ResponEliminaMe reconforta, Marc, que coincidamos en la apreciación de la labor de Greengrass; ya empezaba a pensar cosas raras (que aún las pienso, pero ya son otras). Damon hace el papel acostumbrado y tampoco es que el personaje de para mucho más.
Saludos a ambos.
Hola Josep, me estreno en tu blog, y espero pasarme por aquí de vez en cuando.
ResponEliminaNo puedo estar más de acuerdo contigo y con Marc en cuanto a El Ultimatum de Bourne. La vi el pasado fin de semana y, si bien me pareció una película la mar de entretenida (en la línea de sus predecesoras), me molestó bastante el tema de la cámara en mano, sobre todo porque en algunos momentos, no me enteraba de que narices estaba pasando, con tanto vaivén y con tanto cambio de plano. Llámame anticuada, pero cuando veo una persecución en el cine me gusta que esté bien planificada y montada, y enterarme de por donde van los protagonistas de dicha persecución, y de quien persigue a quien... lo mismo vale para las escenas de peleas (si, vale, al final ganaba Bourne, pero que no me pregunten como, porque lo que se dice verlo, no lo vi).
Una pena, porque la película, por otra parte, no está nada mal y, como digo, me pareció muy entretenida.
Un saludo!
Bienvenida, Laura: gracias por tu visita y por tu comentario. Estás en tu casa.
ResponEliminaMe alegra comprobar que coincides con Marc y conmigo, otorgando a la opinión una cierta normalidad (no Marc, por nada, deja el serrucho donde estaba) y, por descontado, no puedo llamarte anticuada. Incluso estuve tentado de colocar, a modo de ejemplo, la famosa persecución de Bullit (no me atreví a tanto, lo confieso)
En cuanto a la pelea, no puedo coincidir más: es una lástima que, siendo normalmente las coreografías de las peleas excelentes en la saga Bourne, pues los golpes son efectivos, sin la búsqueda de movimientos epatantes e innecesarios, apenas vislumbramos nada.
Saludos y hasta otra.
Hi.
ResponEliminaEn cuanto el Caso Bourne, bueno he visto las dos primera y me parecio excelente, esta última no la he visto, pero por los comentarios que leo mencionan que es entretenida entonces me dare algún tiempo he ire a verla. ojala no me decepcione.
Saludos.
Bienvenido, Andrew.
ResponEliminaLa película es trrrepidante, desde luego. :-)
Si la ves en el cine, no te pongas más adelante de la última fila. :-)
Vuelve cuando quieras.
Saludos.