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dimecres, 9 de gener del 2008

Nicole dijo no a Lars

Hace ya bastante tiempo que vi, en dvd, la primera parte de una ambiciosa trilogía anunciada a bombo y platillo por un cineasta europeo autollamado a revolucionar ese Séptimo Arte que nos emociona en muchas ocasiones; el espabilado danés Lars Trier, que astutamente, para epatar a sus adictos y darse aires de grandeza ha añadido e intercalado un "von" entre su gentilicio y su apellido, dando muestras de una megalomanía galopante, sustentada, ciertamente, en una inteligencia fuera de lo común.

Leí, en alguna parte, que la actriz Nicole Kidman, por la que siento una sincera admiración al tiempo que una sensación de lástima, a partes iguales, primero por sus dotes histriónicas y luego por su mala vista a la hora de elegir algunas de las películas en que ha intervenido ultimamente, después de haber intervenido como protagonista en Dogville (Dogville, 2003) , rechazó de plano la oportunidad de retomar el papel del personaje "Grace" en la que iba a ser la segunda parte de la cacareada trilogía, película que iba a llamarse Manderlay (Manderlay, 2005)

Hoy, que acabo de ver Manderlay, me parece que entiendo el porqué Nicole Kidman prefirió no repetir en la interpretación del personaje de Grace: por dos razones, discutibles, seguramente, aunque quizás ahora, cuando aparece ya anunciada la tercera parte, Wasington, supuestamente a estrenar el año que viene, los comentarios que van seguir sean más aceptables que hace pocos años, cuando la "fiebre dogmática" estaba en la mente de todo cinéfilo de "primera línea", apoyada por una legión de críticos profesionales que cobran a tanto la página.

Vayamos a la cuestión: la primera razón de la negativa:

Vaya por delante que Dogville me impresionó profundamente, efecto que se debe a la calidad de Lars Von Trier, que entiendo alcanza su propósito de emitir un mensaje inteligible para el espectador avezado.

Sabía de la película desde que empezó su rodaje, por la publicidad que se le dió y después, por haber leído algo referente a los varios galardones conseguidos en distintos certámenes. Recuerdo muchos comentarios de críticos de cine en revistas y periódicos respecto al uso de un sólo espacio con una peculiaridad que lo hacía, a priori, única.

Pues bien, creo que Dogville tiene una calidad cinematográfica más bien pobre.

A pesar de esa opinión, después de ver Dogville, me quedé con las ganas de ver Manderlay.

¿Entraña esta manifestación una contradicción?

Creo que no, pues también soy un gran aficionado al teatro.

Porque para mí, Dogville es teatro filmado, sin que ello pueda resultar peyorativo, aunque sí es un lastre que algunos directores han sabido sortear, unos con mayor fortuna que otros.

Pero creo que Lars von Trier no lo consigue con Dogville: si entendemos el cine como un medio de expresión artística, con su caligrafía, la letra de Lars no es muy buena: incluso la película adolece de graves fallos de racord, cuando, por ejemplo, Grace y su amante Tom Edison están hablando, tendida ella en la cama y él sentado, con unos planos cortos que dan la sensación que ella está haciendo flexiones abdominales, pues cuando habla está incorporada, y cuando le escucha a él, está tendida.

La profusión de planos cortos nos permite, eso sí, comprobar que el elenco es fabuloso, con una sobresaliente Nicole que aguanta impertérrita las actuaciones magistrales de sus compañeros de reparto, con un Ben Gazzara que, probablemente, deberá esperar su tránsito final para ser reconocido por Hollywood como el grandísimo actor que es.

El uso de un decorado prácticamente inexistente refuerza la sensación de asistir a una obra de teatro, con una escenografía ya pasada de moda, lo que se llamó en tiempos "cámara negra", es decir, ausencia de decorado y apenas atrezzo, forzando la imaginación del espectador, lo cual no beneficia en nada el desarrollo cinematográfico de la película.

Como transgresión de las leyes cinematográficas, prefiero, con mucho, planteamientos como la cronológicamente anterior Memento o la más reciente Sin City (entendiendo ésta última más como un juguete).

No veo, sinceramente, transgresión cinematográfica en la falta de decorados y el lenguaje de la película me parece nada: el uso de cartelitos antes de cada acto es una referencia al cine mudo y una total contradicción con la misma película, que es eminentemente (en el sentido literal, como luego cuento) hablada, resultando un exceso y una molestia la voz en off de un narrador totalmente innecesario para el buen desarrollo de la acción, por mucho que lleve el soporte de John Hurt.

No obstante, la película se sigue con interés, pero es en virtud de dos factores que tienen más de teatro que de cine: La magnificiencia del grupo de actores que sirven a un texto rico y bien construido, aunque el final en este caso me parezca tan precipitado como desolador.

Destriparé un poco la película, aviso por si alguien no la ha visto:

La poca virtud cinematográfica de Dogville contrasta con un guión casi perfecto: con una serie de pinceladas, Lars nos va presentando un grupo de personajes a los que otorga una complejidad que se nos va haciendo cada vez más rica, conforme avanza la acción, degradándose ante nuestros ojos de forma trágica e irremediable.

La heroína, Grace, se nos presenta como una mujer que huye de unos personajes mafiosos, que la persiguen, sin que sepamos en momento alguno el motivo de dicha persecución: vemos, al instante, que se halla necesitada, pues lo primero que hace al llegar a Dogville (pueblo de perros, un detalle que toma significado al final) es robar el hueso del perro del lugar.

Es vista por Tom Edison Jr. (una broma macabra de mal gusto de Lars, a mi entender,atendida la historia popular en U.S.A.), quien de inmediato, ante la presencia de los perseguidores, opta por ocultarla, procediendo de inmediato a presentarla al pueblo, total, quince habitantes.

Vemos como los habitantes pasan de un temor vencido que les impulsa a ayudar a la fugitiva, a tomar, poco a poco, una actitud que, probablemente, enlaza con Manderlay, pues, en actos sucesivos, llegan a esclavizar a Grace, al extremo de encadenarla por el cuello a una rueda pesada, cuestión no baladí, por el detalle, pues igual la hubieran podido encadenar por un pié. Y ya sabemos, amigos, que en el cine - se supone- no hay nada gratuito. Y a los malhechores se les cuelga del cuello, pero no del pie.

A todo esto, el personaje de Grace se mantiene, en su situación, haciendo un esfuerzo por soportar las continuas vejaciones de los ciudadanos de Dogville, viendo, gracias al magnífico trabajo de Nicole, su interés en perdonar las afrentas, entendiendo las limitaciones de aquellos que se las inflingen.

Incluso, la traición de su amante Tom, a la que ella le manifiesta que sólo en la libertad podrán consumar su acto de amor.

Hasta aquí, abreviando, el texto es sobresaliente, entendiendo, en mi humilde opinión, que Lars von Trier es mejor dramaturgo que cineasta: qué no pagaría yo por ver en un escenario ése montaje, tal cual, y con esos intérpretes...:-)

En el último acto -así es, porque así lo quiere Lars- hay un cambio desolador en todos los sentidos: vemos que la fugitiva huye de su padre, espléndido también James Caan, capo mafioso, que, en una breve intervención, sin conocer nada de lo ocurrido, acaba por convertir a nuestra heroína en una asesina a sangre fría: todos los habitantes del pueblo mueren como perros (en sentido figurado), algunos incluso de forma más que trágica sádica, como la madre que primero debe ver morir a todos sus hijos, uno por uno, resultando una horrible venganza ejecutada bajo las órdenes de Grace, a quien minutos antes compadecíamos y admirábamos por su entereza.

El cambio operado en Grace me parece mal resuelto y sin explicación alguna, en un guión por lo demás, como dije, excelente: carecemos de elementos que nos permitan suponer, asumir ó digerir tal cambio. Muy forzado.

Y muy desolador: Lars nos roba la esperanza; ya hemos visto que el pueblo carece de virtudes y sus defectos horribles se nos han mostrado, pero manteníamos, hasta el final, un atisbo de esperanza para Grace.

El final que nos presenta Lars duele, por excesivo, por cruel, por inesperado, porque hemos tomado afecto por Grace: la hemos visto padecer toda clase de ultrajes y podemos entender que tenga ansia de vengarse, pero en momento alguno se nos ha presentado como vengativa, sino como persona de cualidad superior a la meramente vengativa.

El cambio experimentado por Grace nos aleja de ella y la coloca, incluso, por debajo de quienes ordena matar o mata por su mano, pues, en su extrema vileza, llegando a tratarla como esclava, ni siquiera se han planteado, en todo el discurso, la posibilidad de lucrarse monetariamente con su entrega.

Lo deciden por el miedo, no por la avaricia. Por el miedo no a los otros, sino por el miedo que ella les ha hecho sentir, al ponerles de manifiesto sus penurias emocionales y vivenciales.

No digo que el final no sea correcto, pues Lars tiene la libertad de acabar la película -la obra, en realidad- como mejor le plazca, faltaría más.

Lo que digo es que, de forma poco elegante, nos ha hurtado la posibilidad de entrever, en la acción, el fatal desenlace.

Me pregunto si faltan escenas que apoyen la lógica que se debería observar en el desenlace.

Si no es así, entiendo, digo, la decisión de Nicole de no querer llevar a cabo una nueva interpretación de Grace en Manderlay, pues la negatividad del personaje es, como se dice vulgarmente, "de armas tomar". nunca tan bien dicho, y no habrá querido encasillarse en ella.

Lo que no entiendo -o sí, según cómo- es la polémica que al parecer se creó en U.S.A. por la película, pues, aunque Lars tiene el mal gusto de bromear con la historia popular de ese país, como el ya referenciado Tom Edisson Jr. y sacando a colación, sin cuento, a Mark Twain y su Tom Sawyer, lectura única de Tom Edisson Sr., tampoco es que se pueda pretender que la acción se pueda referir sólo a ése país, dando por bien entendido que Lars pretende mostrarnos su mirada más que ácida, agria, de la sociedad en la que vivimos y sus hipócritas e insolidarios sentimientos, salvándose, únicamente, el perro que al fin vemos...

Acabada de ver Manderlay, este comentarista se sorprende del declive observado en la famosa trilogía de Lars: el tratamiento cinematográfico es tan simple como en Dogville, sin que haya ninguna novedad al respecto, cabe suponer que siguiendo las ignoradas -para este cinéfago- normas del "movimiento dogma", con un uso elemental de la cámara, fotografía correcta, y gelidez en el ritmo y el tratamiento expresivo, sin presentar ruptura cinematográfica alguna ni acercarse al difícil arte cinematográfico clásico en el que la cámara apenas se movía.

Por añadidura, el elenco interpretativo obtiene un aprobado justillo, ya que la sobrevalorada Bryce Dallas Howard representa una Grace con escasa fuerza para sostener el pesado fardo que Lars le ha colocado en sus hombros, y sus compañeros de reparto tampoco están al nivel necesario para despertar interés, no pudiendo compararse (malditas comparaciones) con el grupo que les precedió, incluidos el omnipresente John Hurt como narrador, que llega a hacerse odioso, y el solvente Willem Dafoe como padre de Grace.

Pero lo que me ha causado la mayor decepción ha sido el texto: en Manderlay Lars parece haber perdido la fuerza que brilla incandescente en Dogville: las palabras carecen de emoción y fuerza; los personajes parecen deambular entre sombras; la heroína, Grace, carece de la fuerza interior que ya vimos, ofreciendo un discurso vital propio de una adolescente.

Lars intenta, sobre una historia basada en la esclavitud, reflexionar sobre la condición política del grupo humano, entendido como sujeto de la "polis" griega, con derechos y obligaciones que conforman una serie de normas políticas que rijan la libertad recién obtenida, con una paradoja final artificiosa, una trampa argumental de escaso calado, que únicamente puede dar lugar a comentarios a pie de barra, chocando con la supuesta pretensión intelectual -intelectualoide, sería más apropiada definición- de la cinematografía dogmática de Lars.

Si uno fuera un mal pensado, creería que el texto de Dogville no es totalmente original de Lars; pero como hay que intentar ser comprensivos, admitamos que cualquiera tiene un mal momento: y Lars lo tuvo al redactar el guión de Manderlay.

Manderlay la ha visto este comentarista en dos sesiones, porque en la primera, se durmió plácidamente a causa del sopor producido por el aburrimiento, y ha sido un esfuerzo ímprobo el terminarla para poder comentarla.

Dice el refranero popular que no hay dos sin tres: veremos si, dentro de un par de años, me atrevo con Wasington; porque al cine no creo que vaya a verla; si Lars no se enmienda, el fracaso puede llegar a ser sonado. El tiempo lo dirá, en todo caso.


10 comentaris :

  1. Compa Josep, me ha llevado un ratito largo finiquitar tu reseña, pero la tarea ha merecido la pena. En cualquier caso, no he visto ni la una ni la otra, y no sé por qué (o sí lo sé, pero no lo digo...) me da a mí que tardarán en caer, si es que llegan a hacerlo... A medida que pasan los años, voy teniendo más claro aquello de que los experimentos, con gaseosa; pero, eso sí, también sigo teniendo claro que hay que verlo todo (o, al menos, "intentallo"...).

    Un fuerte abrazo.

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  2. Ay, el duro oficio del blogger... Así que echando sueñecitos entre visiones "obligadas"... me suena, me suena... "Dogville" me impresionó en su momento por su apuesta desahogada, aunque una somera reflexión posterior nos lleva, indefectiblemente, a afirmar que "Dogville" es puro teatro. Con algún que otro hallazgo visual, pero, efectivamente, no demasiado bien filmado. El guión es muy bueno, las interpretaciones, sobresalientes, y el final es demasiado abrupto, aunque no cuestiono la opción moral de Grace, a la que, simplemente, se le hinchan los ovarios y se abandona a la solución fácil: acudir al gatillo de papá. Josep, amigo, la venganza es un sentimiento que anida, aunque sea en diferentes dosis, en todo ser humano. (Von) Trier subraya esta ley inexorable, y nos cuenta que lo que nos diferencia es el punto de humillación que necesitamos para que aflore. En cuanto a "Manderlay", baste decir que apenas la recuerdo, a pesar de que a mí sí me gusta Bryce Dallas Howard. Comprendo tu repentina narcolepsia. Saludos.

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  3. He captado, Manuel, la indirecta relativa a lo extenso del comentario, pero ya sabes que, cuando un verborreico se embala, los frenos sirven de poco...

    Pero me dejas perplejo al guardar para tí el motivo de resistirte a ver esa trilogía: no te preocupes, que no hay censura... :-)

    Gracias por tu comprensión, Marcbranches, relativa a mi somnolencia: veo que coincidimos en la apreciación de esas obras de Lars, que parecen envejecer mal; por lo que hace a la nena Howard, creo que si no fuera hija de quien es, no hubiera hecho tantas películas; pero como todo, su arte también es opinable, faltaría más... :-)

    Saludos a ambos y gracias por vuestra colaboración y aporte.

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  4. Compa Josep, qué malvado te me pones a veces... sobre la extensión del comentario no había ningún ánimo: ya ves, qué le va a decir la sartén al mango (¿no decía así el dicho, más o menos...?). Al fin y al cabo, si entre los miembros de la tribu de la verborrea no nos damos calor los unos a los otros, mal lo llevamos, con la mala prensa que arrastramos. Y en cuanto al "sí lo sé, pero no lo digo", era pura coña: el problema es que me temo que, como chiste, era tan malo, que daba pie a equívocos, claro...

    Y las gracias a tí, compa, por tu siempre pronta y buena disposición. Así da gusto...

    Un abrazo.

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  5. Me temo que me han gustado ambas, Dogville y Manderlay, aunque claro que Manderlay no tiene el poder de impacto de la primera. Totalmente de acuerdo con Marcbranches con respecto al giro de guión final de Dogville.

    Respecto al largo del post, a mí no me pesó lo más mínimo. Por mi que sea el doble de largo, siendo tan interesante y tan bien escrito.

    De acuerdo total con lo grande que es Ben Gazzara.
    Un abrazo!

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  6. Ya sabes, amigo Manuel, que no puedo ser malévolo contigo, colega: verborreicos somos y verborreicos moriremos. :-)

    Un abrazo.

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  7. Muchas gracias, faraway, por tus amables palabras.

    Naturalmente, te permito discrepar, pero sólo porque reconoces la grandeza de Gazzara. Nada temas, pues...

    :-)

    Empieza a gustarme mi bloc, viendo que tengo lectores como vosotros.

    Un abrazo.

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  8. Pues aunque no he visto ninguna de las dos, leer este comentario hace que me apetezca ver, por lo menos, la primera.

    Pero me da una pereza terrible: por una parte, nunca he terminado de verle la gracia a L.V.T. y, por otra, no puedo con Nicole Kidman. Me parece débil, que no frágil, estirada, falta de matices (especialmente fuera de la pantalla) y con una parálisis facial culpa de bótox preocupante, que hace que pierda gran número de recursos interpretativos y hace que sus interpretaciones se tornen en una suerte de embalsamamiento facial del que únicamente le salva la expresividad de su mirada.

    Un saludo. Nos leemos.

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  9. No te preocupes, Hatt, por Nicole: la película es del 2003, antes de que empezara a hacer cosas raras como meterse botox y hacer régimen para adelgazar: su trabajo, a mi parecer, es magnífico; nada parecido con sus últimas actuaciones.

    Y el resto del elenco, muy buenos también.
    Eso sí: puro teatro filmado.

    Saludos.

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  10. Pues nada, tomaremos nota y le echaremos un vistazo cuando dispongamos de un tiempo "largo" y no estemos cansados...

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