El Saltarin
Este comentarista, sufrido cinéfilo, ha reiterado hasta hacerse pesado que la duración de una película alcanza su grado óptimo alrededor de la hora y media; acabo de darme cuenta que, algunas películas, sin llegar a los noventa minutos, consiguen aburrir soberanamente al espectador confiado en que se debe dar una segunda oportunidad a algunos directores que se hallan en la -subjetiva, por supuesto- lista negra que cada quien se va confeccionando según sus propias experiencias.
Probablemente los años y los muchos desengaños (mira, me ha salido un pareado, sin haberlo buscado) fecundan una cierta intolerancia que, en ocasiones, uno rompe por temor a caer en defecto intransigente, máxime cuando se ve compelido por consejo apreciado, admitiendo que el error en la propia convicción puede resultar en pérdida de películas interesantes.
Hoy, de hecho ayer, aprovechando que el cine de mi pueblo ofrecía el estreno simultáneo (qué poca confianza me dan esos estrenos multitudinarios) de la última perpetración fílmica de Doug Liman, que me interesó en la primera película de la saga de Bourne y me aburrió de forma inmisericorde en Mr. & Mrs. Smith, un remedo infumable de la cínica e inolvidable Prizzi's Honor, hoy, ayer, digo, me pasé 87 minutos de mi vida esperando que se acabara la exhibición de un remedo de recreación del personaje perteneciente a la factoría Marvel, conocido como el Rondador (Nightcrawler), ya que de teletransportación es de lo que se supone que va la película Jumper (Jumper, 2008), que, no habiendo sido traducido su título, desde ahora propongo sea conocida como El Saltarín, cuyo trailer, en español, puede verse aquí
Si el amable lector ha visto el trailer, ya no hace falta que vaya al cine para nada.
Comprobando en la ficha de la biblia IMDB que tamaña insensatez proviene de una novela (que debe ser infame), obra de Steven Gould, guionizada por nada menos que tres individuos, a saber, David S. Goyer, Jim Uhls y Simon Kinberg, trío de doses que hace incomprensible la tan cacareada huelga de guionistas de los U.S.A., porque su trabajo, con ser tres, parece obra de un niño de párvulos, uno no puede menos que sorprenderse del nefasto resultado obtenido por el tal Doug Liman, ya que, apenas transcurridos tres cuartos de hora, es decir, mediada la película, todavía no ha pasado nada interesante; y lo peor es que, en los restantes cuarenta y tres minutos, tampoco pasa nada que emocione.
Eso sí: pase de diapositivas (malas, además, postales de a cinco céntimos), en los que vemos al joven ladrón de bancos David Rice (Hayden Christiensen, guapito, pero inexpresivo como una lata de Coca-Cola), despertarse en Nueva York, ligar en Londres, merendar encima de la esfinge de Gizeh y regresar a casa, que empieza a ser perseguido por un tal Roland (Samuel L. Jackson [Sam: ¿tú qué haces en esta película?} ), tipo que tiene carné de todas las superagencias supersecretas de los U.S.A., que resultará pertenecer a la saga de los "paladines", que, desde tiempos inmemoriales (apunte directo a la Inquisición ¡horror!) vienen persiguiendo a los "Jumpers" (Saltarines, vaya) y los van liquidando.
¿No les suena esto a Los inmortales (Highlander, 1986)? Pues todavía es peor.
Los efectos especiales son especiales, claro, pero sin magia: sólo técnica, pero tampoco nada del otro mundo; sin la gracia que vemos en el teletransportador de X-Men, sin dinamismo, con una confusión y profusión de planos que aturde, con un gasto de localizaciones exteriores enorme, pero sin alma; es una acción fría, que no llega en momento alguno a implicar al espectador, que, al salir del cine, se asombra que sólo hayan pasado 88 minutos; perdidos, pero, por suerte, sólo 88.
Entramos directamente en lo que se ha convenido en llamar "SPOILER", o sea, que voy a contar cosas de la película, o sea, insisto, que el que quiera verla, pese al consejo de olvidarse de la idea, está avisado de que va a conocer parte importantísima de tan estupenda y escalofriante trama.
De entrada, el tal David Rice nos cae mal (por lo menos a mí) porque, consciente por chiripa de su estupendo poder, sólo lo utiliza en beneficio propio, para robar impunemente cajas acorazadas de bancos; le vemos contemplando en la televisión a unos pobres degraciados en una inundación, condenados a morir porque nadie puede llegar a ellos, y sólo se teletransporta del cómodo sillón a la puerta de la nevera para coger una cerveza. O sea: el tipo es un miserable egoísta. Nada de héroe.
Me recuerda, indefectiblemente (y lo que voy a escribir a buen seguro dará lugar a más comentarios que el propio objeto del presente) al protagonista de Midnight Express que, empezando como un vulgar camello, por obra y gracia de su manipulador director Alan Parker, se presentaba como sufrido héroe. De nada. Gracias.
El personaje Roland (sí, volvemos al tema, volvemos) se inicia como un agente especial que persigue robos inexplicables, fantásticos, y acaba como una especia de malvado intemporal que persigue a los heroicos (heroicos ¿de qué?) saltarines, de los que conocemos dos, pero que nunca sabremos de dónde carajo sacan esos poderes, que evidentemente no son transmitidos de forma genética, ya que el padre de David es un pobre hombre superado por las circunstancias, y su madre, ¡ay su madre! una todavía esplendorosa y mal aprovechada Diane Lane,(Diane, guapa: cambia ya de representante), resulta que le dejó con su padre, cuando David tenía cinco añitos de nada, para evitarse a sí misma tener que darle muerte, ¡ya que ella es también una paladina! ¡chúpate esa!
Todo el cine con los ojos como platos, sin dar crédito a tamaña estupidez, cuando...¡tachán! se acaba la película, por fin.
Por si no ha quedado bastante claro: Doug Liman está desde ahora mismo en el primer lugar de la lista negra y, por mucho que me digan, no va a salir de ella; intento no tropezar tres veces en la misma piedra, que quieren que les diga.
Avisados quedan.
Probablemente los años y los muchos desengaños (mira, me ha salido un pareado, sin haberlo buscado) fecundan una cierta intolerancia que, en ocasiones, uno rompe por temor a caer en defecto intransigente, máxime cuando se ve compelido por consejo apreciado, admitiendo que el error en la propia convicción puede resultar en pérdida de películas interesantes.
Hoy, de hecho ayer, aprovechando que el cine de mi pueblo ofrecía el estreno simultáneo (qué poca confianza me dan esos estrenos multitudinarios) de la última perpetración fílmica de Doug Liman, que me interesó en la primera película de la saga de Bourne y me aburrió de forma inmisericorde en Mr. & Mrs. Smith, un remedo infumable de la cínica e inolvidable Prizzi's Honor, hoy, ayer, digo, me pasé 87 minutos de mi vida esperando que se acabara la exhibición de un remedo de recreación del personaje perteneciente a la factoría Marvel, conocido como el Rondador (Nightcrawler), ya que de teletransportación es de lo que se supone que va la película Jumper (Jumper, 2008), que, no habiendo sido traducido su título, desde ahora propongo sea conocida como El Saltarín, cuyo trailer, en español, puede verse aquí
Si el amable lector ha visto el trailer, ya no hace falta que vaya al cine para nada.
Comprobando en la ficha de la biblia IMDB que tamaña insensatez proviene de una novela (que debe ser infame), obra de Steven Gould, guionizada por nada menos que tres individuos, a saber, David S. Goyer, Jim Uhls y Simon Kinberg, trío de doses que hace incomprensible la tan cacareada huelga de guionistas de los U.S.A., porque su trabajo, con ser tres, parece obra de un niño de párvulos, uno no puede menos que sorprenderse del nefasto resultado obtenido por el tal Doug Liman, ya que, apenas transcurridos tres cuartos de hora, es decir, mediada la película, todavía no ha pasado nada interesante; y lo peor es que, en los restantes cuarenta y tres minutos, tampoco pasa nada que emocione.
Eso sí: pase de diapositivas (malas, además, postales de a cinco céntimos), en los que vemos al joven ladrón de bancos David Rice (Hayden Christiensen, guapito, pero inexpresivo como una lata de Coca-Cola), despertarse en Nueva York, ligar en Londres, merendar encima de la esfinge de Gizeh y regresar a casa, que empieza a ser perseguido por un tal Roland (Samuel L. Jackson [Sam: ¿tú qué haces en esta película?} ), tipo que tiene carné de todas las superagencias supersecretas de los U.S.A., que resultará pertenecer a la saga de los "paladines", que, desde tiempos inmemoriales (apunte directo a la Inquisición ¡horror!) vienen persiguiendo a los "Jumpers" (Saltarines, vaya) y los van liquidando.
¿No les suena esto a Los inmortales (Highlander, 1986)? Pues todavía es peor.
Los efectos especiales son especiales, claro, pero sin magia: sólo técnica, pero tampoco nada del otro mundo; sin la gracia que vemos en el teletransportador de X-Men, sin dinamismo, con una confusión y profusión de planos que aturde, con un gasto de localizaciones exteriores enorme, pero sin alma; es una acción fría, que no llega en momento alguno a implicar al espectador, que, al salir del cine, se asombra que sólo hayan pasado 88 minutos; perdidos, pero, por suerte, sólo 88.
Entramos directamente en lo que se ha convenido en llamar "SPOILER", o sea, que voy a contar cosas de la película, o sea, insisto, que el que quiera verla, pese al consejo de olvidarse de la idea, está avisado de que va a conocer parte importantísima de tan estupenda y escalofriante trama.
De entrada, el tal David Rice nos cae mal (por lo menos a mí) porque, consciente por chiripa de su estupendo poder, sólo lo utiliza en beneficio propio, para robar impunemente cajas acorazadas de bancos; le vemos contemplando en la televisión a unos pobres degraciados en una inundación, condenados a morir porque nadie puede llegar a ellos, y sólo se teletransporta del cómodo sillón a la puerta de la nevera para coger una cerveza. O sea: el tipo es un miserable egoísta. Nada de héroe.
Me recuerda, indefectiblemente (y lo que voy a escribir a buen seguro dará lugar a más comentarios que el propio objeto del presente) al protagonista de Midnight Express que, empezando como un vulgar camello, por obra y gracia de su manipulador director Alan Parker, se presentaba como sufrido héroe. De nada. Gracias.
El personaje Roland (sí, volvemos al tema, volvemos) se inicia como un agente especial que persigue robos inexplicables, fantásticos, y acaba como una especia de malvado intemporal que persigue a los heroicos (heroicos ¿de qué?) saltarines, de los que conocemos dos, pero que nunca sabremos de dónde carajo sacan esos poderes, que evidentemente no son transmitidos de forma genética, ya que el padre de David es un pobre hombre superado por las circunstancias, y su madre, ¡ay su madre! una todavía esplendorosa y mal aprovechada Diane Lane,(Diane, guapa: cambia ya de representante), resulta que le dejó con su padre, cuando David tenía cinco añitos de nada, para evitarse a sí misma tener que darle muerte, ¡ya que ella es también una paladina! ¡chúpate esa!
Todo el cine con los ojos como platos, sin dar crédito a tamaña estupidez, cuando...¡tachán! se acaba la película, por fin.
Por si no ha quedado bastante claro: Doug Liman está desde ahora mismo en el primer lugar de la lista negra y, por mucho que me digan, no va a salir de ella; intento no tropezar tres veces en la misma piedra, que quieren que les diga.
Avisados quedan.
Bueno, yo vi el trailer y me pareció bastante interesante el concepto... pero despues de leer tu reseña como que me has quitado todas las ganas de verla... cuando llegue a Cinemark, igual la veré, aunque sea por los efectos especiales, y para quitarme el clavo... Es una manía que tengo de tener que ir a ver TODAS las películas que tengan que ver con ciencia ficción, sin importar lo malo que estoy seguro que van a ser...
ResponEliminaBienvenido, Cinemark: toma mi recomendación según te parezcan otras opiniones vertidas en este bloc; ya se sabe que sobre gustos...
ResponEliminaSaludos.
Yo al salir pedi una hoja de reclamación!
ResponEliminaBienvenido, madrid vivienda (vaya nombre), a este bloc.
ResponElimina¿En serio pediste la hoja de reclamación?
¿Y te la dieron?
XDD
Saludos.
Pues nada, compa Josep, como que me ha quedado bastante clarito, vaya. De todos modos, ya sabes tú bien que no es éste el género que más me entusiasma, con lo cual poco peligro de "picar" había a priori (de todos modos, nunca se sabe...). Otro día hablaremos, si te parece, de una idea que me viene rondando últimamente, y que tu reseña me viene a confirmar: la de cómo parece ser que, en ciertos géneros, la originalidad argumental, en vez de cotizar al alza, cotiza a la baja; es decir, como se trata de géneros de público muy fiel y cerrado, y este público lo que quiere es siempre más de lo mismo, pues mientras más de lo mismo le dés, mejor te funciona. O algo así. Ya hablamos, ya hablamos...
ResponEliminaUn fuerte abrazo.
P.S. sigo en deudas. Espero que, al menos, me condones los intereses, sin tener que alegar fuerza mayor insuperable...
No se que me pasa cada vez que SALTO y aquí la palabreja viene al pelo, a tu blog que me enredo de tal forma que la última vez ni apareció mi comentario. En fin, me vas a permitir una pregunta ¿Por qué emplear un buen comentario en un producto tan poco comentable?. Reconozco que a veces la actualidad manda. En los días que corren hay que llenar los centros comerciales con reclamos y ¡hala¡desastres por aquí, jilipolleces por allá, superhéroes por acullá...al final a lo mejor nos queda algo decente que podemos ver. En el puñado de blog que suelo visitar he notado la falta de comentarios a "Pozos de Ambición" y "No country for Old Man", solo por citar dos películas que suenan para los oscar.
ResponEliminaEn fin, para evitarme más SALTOS te voy a colgar directamente de mi blog en vez de pasar puente por otro.
Un abrazote.
Ya sé, amigo Manuel, que no hace falta avisarte de ése tipo de películas; pero "porsiaca", toma debida cuenta.
ResponEliminaHablemos, habla, habla... :-)
¿Condonar? Más bien diría que son intereses compuestos (lo malo es que no sé cómo se calculan, pero ya te vale..)
Un abrazo.
Pues claro que te permito la pregunta, anro: faltaría más.
ResponEliminaIncluso te la respondo: porque entiendo que el bloc es (también) un medio de desahogo cuando a uno le han tomado el pelo, y al tiempo puede servir de aviso para navegantes...
Además, pienso que es demasiado cómodo publicar sólo loanzas: cualquier día alguien me increpa por "maltratar" alguna película; es un riesgo asumido.
De las dos que mencionas, no puedo comentar nada pues estoy a la espera de saber si voy a tener que desplazarme en coche para verlas; pendientes están, desde luego, y ávido por verlas estoy.
Gracias por el enlace: corresponderé con gusto si tienes la amabilidad de decirme dónde tienes el blog, ya que en tu identidad no aparece, o no sé verla...
Un abrazo.