Raven
Nada menos que en 42 películas había intervenido Alan Ladd, cuando, a los 29 años, obtuvo un papel que le lanzaría al estrellato: no deja de ser curioso, atendido su historial, que aparezca, en 1942, en los títulos de crédito iniciales de una película como "presentando a Alan Ladd", al hacerse cargo de un papel que, a priori, tiene carácter de secundario, pero que, en la realidad, es protagonista.
En 1942, tiempo de guerra, la Paramount Pictures decidió rodar una película que mezcla sabiamente el género negro con tintes de espionaje, basada en un relato del siempre solvente Graham Greene, autor cinematográfico donde los haya, que escribió una novela titulada "A Gun for Sale", para el caso muy bien guionizada por Albert Maltz y W.R. Burnett, "obreros de la casa" como también lo era el reivindicable director Frank Tuttle, de la casta de los pioneros del cine, buen artesano que, con la película titulada en España como El Cuervo (This Gun for Hire, 1942), alcanza un lugar entre los destacados del cine negro.
Película desconocida para este comentarista hasta ayer mismo, adquirida como "anexo" al típico conjunto doble de dvd en un quiosco ("acompañaba" a la buscada Dublineses de John Huston), ha sido una agradable sorpresa que motiva estas líneas.
La trama nos presenta a un hombre, Philip Raven (cuya traducción, Cuervo, otorga veracidad a la adaptación titular en castellano, aparte de contener indicación relativa a su siniestra vida), que, en una presentación clásica, vemos como amante de los gatos, cuyo aprecio supera al respeto a los humanos, pues es capaz de maltratar a una mujer que aparta a un minino de la leche que él le ha preparado para desayunarse.
Hemos visto como lee una nota cogida a un sobre con una dirección de San Francisco, indicando "estará solo en casa de 12 a 14 horas", cuyos papeles mete en una cartera de mano junto con una pistola; diligentemente, le vemos entrar en un edificio, donde asesinará con sangre fría al destinatario del sobre y a su compañera, a la que le dice: "me dijeron que estaría solo; lo siento", antes de pegarle un tiro. Un frío asesino que deja con vida a una testigo, una niña semiparalítica que le ve llegar y partir.
En apenas cinco minutos, con clásica economía de medios, Tuttle, sin algarabías, mediante un buen montaje de Archie Marshek y una correctísima fotografía en blanco y negro de John F. Seitz, ha plantado en pantalla la imagen del asesino solitario cuya figura luego veremos en muchas otras películas.
Raven, asesino a sueldo, se encuentra con Willard Gates (Laird Cregar), quien, además de darse a conocer en su siniestro trato con un nombre falso, le abona los servicios prestados con un buen montón de billetes "marcados", ya que el mismo Gates ha proporcionado a las autoridades la lista de la numeración como supuesto atraco a la empresa para la cual trabaja, con la intención que la policía atrape y elimine a Raven, ignorante de tal realidad.
Gates, hombre orondo, amante de los caramelos de menta, bon vivant, se distrae produciendo espectáculos en un cabaret de Los Angeles, y se dispone a contratar a una nueva artista, Ellen Graham (Veronica Lake), que mezcla números de magia mientras canta (la voz que escuchamos pertenece a Martha Mears); lo que no sabe Gates es que Ellen ha sido introducida en su entorno a instancias del Senador Burnett (Roger Imhof), que sospecha de manejos nada patrióticos de Gates y la empresa que representa, propiedad del paralítico y despiadado anciano Albert Baker (Frank Ferguson) y que, además, es novia del detective Michael Crane (Robert Preston), a quien ha denunciado a Raven, apremiándolo para que lo capture "vivo o muerto".
El guión, perfecto, con precisión cronométrica, usa el azar de las coincidencias para forzar que Raven, casualmente, trabe conocimiento con Ellen en el tren en el que ambos viajan de San Francisco a Los Angeles, el mismo en el que se desplaza Gates, quien, al verlos juntos, imagina que se conocen, cuando no es así. Sólo nosotros, como espectadores, estaremos al tanto de la actividad como agente de contraespionaje de Ellen, quien ni siquiera le confía su misión a su novio policía.
Frank Tuttle demuestra oficio sobresaliente para llevar adelante la historia, sin concesiones, con un muy buen ritmo, aprovechando al máximo los 80 minutos de metraje, la clásica duración de sesión doble, permitiendo que un supuesto "novato" como Alan Ladd se luzca en la composición de un turbio personaje con antecedentes de maltrato infantil a cuestas, provisto a un tiempo de una terquedad en el empeño de acabar la tarea autoimpuesta de vengarse de quien le ha traicionado y vendido y manteniendo hasta el fin la palabra dada a su forzada compañera de fatigas Ellen, una Verónica Lake con la que se le emparejó en sucesivas películas, atendido el éxito que esta primera ocasión suscitó en el público de la época, éxito comprensible, pues los personajes, sin poseer una profundidad que llevaría en volandas a esta obra "menor" a ser considerada "maestra", están muy bien dibujados y sus motivaciones perfectamente delimitadas, lo que confiere a la trama una veracidad que interesa y obtiene la complicidad del espectador, pendiente en todo momento de lo que ocurre en la pantalla, donde la acción transcurre sin descanso y sin tiempos muertos.
Altamente recomendable, pues, la búsqueda y adquisición del paquete que este afortunado comentarista se encontró ayer de casualidad en su habitual quiosco de prensa.
La tengo pendiente desde hace un tiempo (¡¡vaya!!, parezco Manuel... ;P). Pero después del comentario, pues que me apetece más.
ResponEliminaUn saludo de un fan del cine negro.
Pues, Hatt, siendo fan del cine negro, ya estás tardando en verla: son sólo 80 minutos que pasan en media hora; yo es que ni sabía de su existencia, y ha sido un feliz descubrimiento.
ResponEliminaSaludos.
Por cierto, que también se conoce como "Contratado para matar", aparte de "Raven".
ResponEliminaUn saludo y a ver si me pongo...
De mis paseos por cierto blog común a ambos he tenido curiosidad por echar un vistazo al tuyo. Acabo de leer tu comentario a "El Cuervo", una pequeña joyita del cine negro, que yo le tengo especial cariño por sus protagonistas.
ResponEliminaEspecialmente me ha gustado tu comentario a "La Flauta Mágica", entre otras cosas porque acabo, como aquel que dice, de ver y escuchar en vivo una versión que me ha dejado flipando.
Sigo pensando y ya lo he dicho en más de una ocasión que es más gratificante leer a blogueros opinando sobre cine de ayer y de hoy que leer a ciertos críticos hinchados y prepotentes.
Un abrazote.
Bienvenido, anro; gracias por la visita, que espero no sea la última.
ResponEliminaCelebro que te hayan gustado esos dos comentarios, y envidio tu suerte de disfrutar en directo la ópera.
Coincido contigo respecto al bloguerío: lo bueno que tiene es la independencia; lo malo, que la opiniones no son profesionales, en muchos casos, como es el mío; pero se aceptan discrepancias, claro...
Un abrazo.
Compa Josep; excelente, como siempre, tu reseña, y, además, con la nota curiosa relativa al "origen" de la misma. Algún día se tendrá que hacer un sentido homenaje a los "dobles packs" de DVD, que están permitiendo que pelis de las que no teníamos ni repajolera idea (ni de su existencia siquiera...) puedan ser disfrutadas. Como la de este caso. Que a ver si me la pillo y le echo ojo, que este género siempre me llamó la atención.
ResponEliminaUn fuerte abrazo (y lamento lo perdido que estoy: la logística, la logística -por decir algo...-).
Ya ves, Manuel, que "la vida te da sorpresas, te da sorpresas"...
ResponEliminaUno, en su ignoranca, disfruta de esos hallazgos; es magnífico descubrir como nueva una película con 66 años a cuestas...
¿Logística? ¿Logística, dices? Dejémoslo correr...
Un abrazo.
(p.d.: lo siento: ya no queda tarta)