Ciega y Sola
Corría el año 1967 cuando Mel Ferrer, a la sazón esposo de la actriz Audrey Hepburn, adquirió los derechos cinematográficos de una pieza teatral con la que su autor, Frederick Knott, había nuevamente roto récords de recaudaciones en Broadway.
La obra teatral, representada en las tablas por Lee Remik y Robert Duvall entre otros, constituye uno de esos títulos de largas reposiciones fructíferas, ya que incluso, en 1998, volvió a representarse incluyendo a Quentin Tarantino en su elenco.
Una pieza del corte acostumbrado por su autor, que, recordémoslo, colaboró con Hitchcock y con Mankiewicz, el primero con su obra Dial M for Murder y el segundo con The Honey Pot, que ya ha sido comentada aquí
Según cuenta el propio Mel Ferrer, decidió producir la versión cinematográfica de Sola en la Oscuridad (Wait Until Dark, 1967) para dar a su entonces esposa la oportunidad de cambiar de registro y demostrar que era capaz de afrontar un personaje dramático dotado de una especial fortaleza.
Con buen criterio, Mel, que ya había hecho sus pinitos como director, se quedó en productor y confió las riendas del rodaje al experimentado Terence Young que se inspiró en parte en la estupenda dirección teatral llevada a cabo por Arthur Penn.
Susy Hendrix (Audrey Hepburn) es una mujer que un año atrás quedo ciega como resultado de un accidente; está casada con Sam Hendrix (Efrem Zimbalist Jr.), fotógrafo profesional que, regresando de Canadá, pasa la frontera con una muñeca que oculta en su interior varios paquetes de heroína, convencido por Lisa (Samantha Jones), que solicita su ayuda con la excusa que la muñeca es para una de sus dos hijas, y no quiere que la otra la reciba en el aeropuerto con la muñeca encima.
Los Hendrix viven en un semisótano del village neoyorquino, que será asaltado por tres malhechores, Mike Talman (Richard Crenna), Carlino (Jack Weston) y Roat (Alan Arkin), que buscarán infructuosamente la muñeca, apareciendo Lisa asesinada, dentro del armario de los Hendrix, hecho que proveerá a la trama de una ominosidad constante, de una sensación de peligro real e inminente.
La condición de ciega de Susy será aprovechada por los tres malfactores para urdir un malévolo engaño, un artificio encaminado a convencer a Susy de la imperiosa necesidad de hallar la desaparecida muñeca, al tiempo que apartan de su hogar, con diversos engaños, al hombre de la casa, Sam, resultando ser la única persona de confianza de Susy la adolescente Gloria (Julie Herrod, veterana en el papel, que ya representó en Broadway)
El desarrollo de la trama será una cacería, un peligroso juego del gato y el ratón, agravado por la circunstancia que el ratón es una pobre mujer ciega y sola y el gato no es uno, sino que serán tres, a cual más peligroso y desalmado, en busca de un tesoro escondido, cuyo valor es ignorado por la atemorizada y confusa Susie.
Audrey Hepburn realiza una labor interpretativa excelente, que le valió una nominación al Oscar a la mejor actriz en un año muy disputado.
La aparente fragilidad, la incertidumbre de conocer exactamente qué es lo que le está pasando a Susy, tuvieron un aporte excepcional en Audrey que, según cuenta Mel Ferrer, realmente estaba insegura de ser capaz de representar con verismo el personaje.
Terence Young contó con la inestimable ayuda del compositor Henry Mancini que supo hallar los sonidos más adecuados para alimentar la tensión del relato, y también acertó de pleno al obtener la concurrencia del gran camarógrafo Charles Lang que realiza un trabajo sobresaliente al iluminar la estancia donde transcurre prácticamente toda la película.
Para alejarse del origen teatral, Terence Young usa el más amplio abanico de recursos que el lenguaje cinematográfico alberga, aprovechando certeramente los primeros planos y usando de forma magistral los ejes, otorgando dinamismo y fuerza visual a la historia, reconvirtiendo el único escenario en una especie de cárcel opresiva donde la presencia continua de la invidente Susy se va enfrentando a sus oponentes que entran y salen de la escena, alternándose en la presión inmisericorde que aplican sobre la solitaria mujer.
El espectador, atónito, angustiado, conoce perfectamente las intenciones de los intrusos; estamos al corriente de toda la historia, de los trucos y artimañas, así como de la peligrosidad de esos individuos que, sabemos, no se arredran ante nada, conscientes de la situación en que se halla Susy, por momentos engañada, incrementándose de forma paulatina la sensación de un final mortífero, produciendo un suspense escalofriante en el patio de butacas que será incrementado cuando, en el cénit de la trama, el taimado Terence Young, haciendo un uso magnífico de los resortes cinematográficos, nos dejará literalmente en la misma situación que la indefensa Susy, obteniendo una respuesta terrorífica gracias a la estimulación inteligente de la imaginación del espectador.
Una buena película que ha soportado perfectamente el paso del tiempo, aunque, ciertamente, vista que ha sido, se pierde parte del suspense por conocido el artificio, pero que, sin duda, para ojos noveles, resultará todavía, pasados ya más de cuarenta años de su rodaje, asombrosa y eficaz, pues los elementos con los que juega persisten, gracias a la buena labor del director y sus colaboradores, destacando de entre ellos un Alan Arkin que compone un villano escalofriante, hipnótico y letal como una serpiente de cascabel, un reptil de sangre fría ajeno a cualquier prejuicio y determinado a lo que sea con tal de obtener su presa.
Recuerdo, compa Josep, que ésta la ví en un pase televisivo hace ya bastantes años -de hecho, guardo escaso recuerdo de los detalles, aunque tú bien me has refrescado, con una reseña tan detallada y precisa como de costumbre-. Habrá que procurar rescatarla, revisarla y disfrutar no sólo con sus bondades fílmicas, sino con esa impresionante belleza de la simpar Audrey.
ResponEliminaUn fuerte abrazo.
Creo que vale la pena, amigo Manuel, revisarla, para comprobar cómo con muy pocos elementos se construye una inquietante atmósfera.
ResponEliminaUn abrazo
Buena película, aunque, no sé por qué, hay un principio ciertamente inverosímil en cuanto a que unos tipos sin escrúpulos anden con tanto miramiento con una pobre mujer ciega en vez de recurrir directamente a la brutalidad. Eso nunca me encajó. Quiero decir; unos tipos que matan como quien se deja un grifo abierto, ¿por qué dan tantas vueltas?
ResponEliminaLa película, 39escalones, es fiel a la pieza de tratro: un juguete milimétricamente ideado para crear angustia y suspense, un artificio del que Frederick Knott había sacado partido en otras ocasiones.
ResponEliminaEse inicio inverosímil que tú apuntas se mantiene, de hecho, en todo momento, hasta la eclosión final. La cuestión es que los tres tipejos ya han buscado inútilmente por toda la casa -pequeña- y suponen que la ciega, quizás celosa, haya escondido la muñeca-recuerdo que su marido trajo de un viaje. La personalidad de la ciega les es desconocida y sólo a mediado de la historia se dan cuenta de sus afilados sentidos, que le permiten entrar en sospechas, provocando más angustia en ella, al no poder ver nada.
Habiendo pues ya revuelto la vivienda, sólo les queda la oportunidad que la ciega, convencida por el engaño, muestre el escondrijo. La propia debilidad de la invidente y su defecto físico (nunca podrá identificarles,piensan) produce la creación del artificio encaminado a descubrir el paradero de la droga.
Fíjate que la sensación de peligro para la vida de Susy nace y se incrementa a partir del momento en que la droga es hallada.
Saludos.