Feliz Navidad, Willie
Engaña: desde el principio, engaña: [ver]
Willie (Billy Bob Thornton) es un perdedor: mientras todos están celebrando las fiestas navideñas, bebe solitario, meditando agriamente acerca de su vida, por la que tiene poco aprecio. Su única cualidad parece ser reventar cajas de seguridad y está harto de la vida que lleva. Bebe para olvidar: de hecho, bebe para olvidarse a sí mismo.
Willie se gana la vida dando un golpe al año: en compañía de su compinche Marcus (Tony Cox ), un enano negro con muy malas pulgas, cada Navidad se presentan en un centro comercial importante y desarrollando una pantomima de Santa Claus y su elfo: [ver]
En su estancia, averiguan los resortes necesarios para limpiar la caja de caudales en la nochebuena. Y así, hasta el año siguiente, porque los robos son cuantiosos.
Terry Zwigoff se apoya en un guión muy original y bastante sólido escrito al alimón por Glenn Ficarra y John Requa, en lo que parece ser una comedia sarcástica, procaz e irreverente titulada Bad Santa, rodada en 2003, presentada en España con el mismo título al año siguiente.
Billy Bob Thornton con su especial voz y dicción da cuerpo a un individuo que prácticamente toda la película se halla vestido cual epónimo de Santa Claus, ese ser mitológico que reina en los tiernos corazones de los niños anglosajones, pero que se conduce como un verdadero antónimo de la esencia bondadosa del mito: bebe, fuma, blasfema, se expresa mediante tacos y procacidades varias y diversas y se comporta como un fauno libidinoso.
La apariencia formal de una farsa irreverente la mantiene de forma muy hábil Zwigoff durante todo el metraje, pero, visto el conjunto detenidamente, con calma, se observan apuntes continuos que la contradicen: la música que se oye apunta claramente a un sentimiento amoroso: es sensible y delicada, amén de culta y uno, al oírla, no puede menos que preguntarse ¿qué me están contando?
La crítica de la sociedad estadounidense actual aparece de forma feroz en los prejuicios y miedos hipócritas que se manifiestan en el personaje del gerente de los grandes almacenes, Bob Chipeska (John Ritter, muy eficaz, en su actuación póstuma), que deberá confiar sus cuitas a su jefe de seguridad, el taimado Gin (Bernie Mac). De hecho, Bob se preocupa porque ha pillado a "Santa" haciendo el amor en los vestuarios de tallas grandes con una desconocida; está Bob más preocupado por la mala fama que puede acarrear un mal sujeto que por el robo que contra él se ufanan en preparar Willie y Marcus.
Zwigoff nos presenta a un pésimo simulacro de Santa Claus que resulta ser un borrachín iracundo y libidinoso, que trata mal a los pobres niños, ilusionados con los regalos que esperan les deje en la nochebuena.
Tampoco los demás adultos se comportan como uno esperaría en personas normales: algunos nos sorprenderán negativamente y otros positivamente, como la guapísima camarera Sue (Lauren Graham) que aparenta un fetichismo ninfomaníaco que devendrá en instinto maternal; nada parece encajar donde debiera en una trama que alterna la urdidumbre de un robo con cuestiones personales, casi íntimas.
Pero aparece un niño (Brett Kelly) que se convertirá en el pivote alrededor del cual la historia girará copérnicamente: un niño que sufre abusos de sus compañeros, que se mofan de él; un niño solitario, en el que el desesperado Willie reconocerá rasgos de su desdichada infancia; un niño que tiene en su mano la clave de la película, con una frase demoledora, que nos hará tocar de pies en el suelo y nos hará entender que, bajo las formas de una comedia gamberra, Zwigoff, con buen ritmo y manteniéndose en la clásica duración de hora y media, ha sabido ser irreverente al máximo, nos ha hecho reír, nos ha sorprendido, pero, sobre todo, ha presentado una fábula moral apropiadísima para los días del año en que vivimos.
Las películas, como todas las cosas, a veces no son lo que parecen...
Trailer : [ver]
Willie (Billy Bob Thornton) es un perdedor: mientras todos están celebrando las fiestas navideñas, bebe solitario, meditando agriamente acerca de su vida, por la que tiene poco aprecio. Su única cualidad parece ser reventar cajas de seguridad y está harto de la vida que lleva. Bebe para olvidar: de hecho, bebe para olvidarse a sí mismo.
Willie se gana la vida dando un golpe al año: en compañía de su compinche Marcus (Tony Cox ), un enano negro con muy malas pulgas, cada Navidad se presentan en un centro comercial importante y desarrollando una pantomima de Santa Claus y su elfo: [ver]
En su estancia, averiguan los resortes necesarios para limpiar la caja de caudales en la nochebuena. Y así, hasta el año siguiente, porque los robos son cuantiosos.
Terry Zwigoff se apoya en un guión muy original y bastante sólido escrito al alimón por Glenn Ficarra y John Requa, en lo que parece ser una comedia sarcástica, procaz e irreverente titulada Bad Santa, rodada en 2003, presentada en España con el mismo título al año siguiente.
Billy Bob Thornton con su especial voz y dicción da cuerpo a un individuo que prácticamente toda la película se halla vestido cual epónimo de Santa Claus, ese ser mitológico que reina en los tiernos corazones de los niños anglosajones, pero que se conduce como un verdadero antónimo de la esencia bondadosa del mito: bebe, fuma, blasfema, se expresa mediante tacos y procacidades varias y diversas y se comporta como un fauno libidinoso.
La apariencia formal de una farsa irreverente la mantiene de forma muy hábil Zwigoff durante todo el metraje, pero, visto el conjunto detenidamente, con calma, se observan apuntes continuos que la contradicen: la música que se oye apunta claramente a un sentimiento amoroso: es sensible y delicada, amén de culta y uno, al oírla, no puede menos que preguntarse ¿qué me están contando?
La crítica de la sociedad estadounidense actual aparece de forma feroz en los prejuicios y miedos hipócritas que se manifiestan en el personaje del gerente de los grandes almacenes, Bob Chipeska (John Ritter, muy eficaz, en su actuación póstuma), que deberá confiar sus cuitas a su jefe de seguridad, el taimado Gin (Bernie Mac). De hecho, Bob se preocupa porque ha pillado a "Santa" haciendo el amor en los vestuarios de tallas grandes con una desconocida; está Bob más preocupado por la mala fama que puede acarrear un mal sujeto que por el robo que contra él se ufanan en preparar Willie y Marcus.
Zwigoff nos presenta a un pésimo simulacro de Santa Claus que resulta ser un borrachín iracundo y libidinoso, que trata mal a los pobres niños, ilusionados con los regalos que esperan les deje en la nochebuena.
Tampoco los demás adultos se comportan como uno esperaría en personas normales: algunos nos sorprenderán negativamente y otros positivamente, como la guapísima camarera Sue (Lauren Graham) que aparenta un fetichismo ninfomaníaco que devendrá en instinto maternal; nada parece encajar donde debiera en una trama que alterna la urdidumbre de un robo con cuestiones personales, casi íntimas.
Pero aparece un niño (Brett Kelly) que se convertirá en el pivote alrededor del cual la historia girará copérnicamente: un niño que sufre abusos de sus compañeros, que se mofan de él; un niño solitario, en el que el desesperado Willie reconocerá rasgos de su desdichada infancia; un niño que tiene en su mano la clave de la película, con una frase demoledora, que nos hará tocar de pies en el suelo y nos hará entender que, bajo las formas de una comedia gamberra, Zwigoff, con buen ritmo y manteniéndose en la clásica duración de hora y media, ha sabido ser irreverente al máximo, nos ha hecho reír, nos ha sorprendido, pero, sobre todo, ha presentado una fábula moral apropiadísima para los días del año en que vivimos.
Las películas, como todas las cosas, a veces no son lo que parecen...
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Prime.
ResponEliminaDicholocualo, feliz fun-fun-fun.
Dicholocualo, aunque hace tiempo que vi la película y no la tengo muy fresca, sí recuerdo las sensaciones que me transmitió, que coinciden con las tuyas, tanto en lo que se refiere a su espíritu transgresor en una primera capa, hasta esa fábula moral más oculta que trasciende en una mirada más profunda. Y efectivamente, Lauren Graham es muy guapa. Un abrazo.
Prime y único, me temo...
ResponEliminaNo sabes el alegrón que me da tu aparición, porque ya estaba pensando que, gracias a alguna cosa de blogger, sólo yo podía ver esa entrada...
Y me alegra también comprobar que no soy el único en pensar que bajo la apariencia gamberra hay una intención más seria y bien meditada.
Y que la Lauren Graham, por lo menos en esta, está para mojar pan, sí señor...
Siento que hayas tenido que currar el día de hoy: para lo que queda, que sea feliz.
Un abrazo.
A mí me gustó. Sin más. Me gustó menos que su documental sobre Robert Crumb (es que Crumb es mucho Crumb), pero más que Ghost World. La otra no la he visto. Me pareció incluso mejor comedia que otras que hacen los que ejercieron de productores.
ResponEliminaSaludo.
Para mí fue una sorpresa porque me esperaba otra cosa; el conjunto me sigue pareciendo sólido, porque la trama está bien escrita y los actores dan la talla haciendo creíbles a sus personajes.
ResponEliminaSaludos.