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dimecres, 28 d’octubre del 2009

8 de mayo de 1938




Carlo Ponti, nacido en 1912 en la Lombardía italiana y fallecido en Ginebra, Suiza, en 2007, fue un destacadísimo productor cinematográfico italiano: se inició en tal ocupación en 1941, con veintinueve años de edad, y ya en 1952 tuvo el valor de producir, junto con su amigo Dino De Laurentiis [2] la primera película rodada en color en Italia: Totò a colori, en unas condiciones técnicas horribles.

Años más tarde, Ponti se unió en matrimonio -de una forma escandalosamente rocambolesca para la época- con la que posiblemente es la actriz italiana más famosa del siglo XX, no otra que Sophia Loren y a partir de entonces produjo la mayoría de las películas en las que la actriz aparece, amén de muchísimos otros títulos, hasta superar los ciento cincuenta.

Cabe suponer que Ponti fue una especie de Pygmalion para su esposa, que con su apoyo fue creciendo en sus cualidades intrínsecas de actriz, afortunada de poder demostrarlas más allá de su imagen bellísima y sensual que compitió directamente con el mito de la Monroe, a la que por fortuna sobrevive.

Nacida en 1934, Sophia Loren contaba ya con cuarenta y tres años en 1977, habiéndose convertido en una belleza madura. ¡Madura! Ese adjetivo horroroso para una actriz que suele comportar para muchas el apartamiento de la primera línea de los títulos de
crédito, justo cuando algunas han alcanzado la plenitud de su arte interpretativo.

Carlo Ponti, además de enamoradísimo esposo, era, sobre todo, un productor con muy buen ojo y sabio olfato cinematográfico.

Cuando leyó el guión escrito por Maurizio Costanzo y Ruggero Maccari supone este comentarista que no dudó un momento en decidirse a producirlo, más contando con la inestimable presencia del director Ettore Scola, con quien acababa de obtener éxito con la película Brutti sporchi e cattivi, estrenada en 1976.

El guión pergeñado por Costanzo y Maccari es perfecto para una actriz madura: de hecho, parece pensado para el lucimiento de una excelente actriz, que deberá ser acompañada por un no menos grande actor masculino.

La trama se centra en los hechos que suceden el día 8 de mayo de 1938, justo el día en que Adolph Hitler visitó en Roma a su aliado Benito Mussolini, un día muy especial, Una Jornada Particular (Una Giornata Particolare, 1977) para todos los que vivieron aquel día.

Tras unos minutos de imágenes documentales (de archivo) del encuentro del día antes, Ettore nos presenta la masa dormida de un enjambre de pisos, un enorme conglomerado de edificios vecinales que lentamente van despertando, paseándose por las ventanas que miran sobre el amplísimo patio interior; la cámara, en un travelling que demuestra desde el primer segundo la maestría de Scola en la técnica de filmar, asciende desde el suelo hasta las alturas y después de haber chafardeado vidas anónimas al más puro estilo de Hitchcock en La Ventana Indiscreta, se detiene en una y, en un movimiento suave, magnífico, se adentrará en uno de esos habitáculos, donde, sin transición aparente, seguirá a Antonietta (Sophia Loren) mientras con una taza de café en la mano va despertando a todos sus hijos -hasta seis- y acaba por despertar a su marido, Emanuele (John Vernon [1]) quien ya se despierta enfurruñado porque sólo son las seis de la mañana y van a tener que apresurarse para ir al desfile del día.

(Espero que algún periodista cinéfilo sepa preguntarle a Ettore Scola, ahora que está recibiendo homenaje y presidiendo el Jurado Internacional en Valladolid [6], como rodó esa sensacional secuencia, porque lo he buscado afanosamente y no he hallado respuesta)

Una jornada de claro contenido patriótico en la que el populacho, ebrio de fascismo, sale a la calle en multitudes para aclamar a ambos dictadores que se abrazan públicamente sellando el destino de sus respectivas naciones.

Todos los habitantes del complejo de pisos enorme van saliendo a la calle mientras las porteras de las escaleras se cuidan de colgar de las balconadas grandes banderas italianas y alemanas: los jóvenes visten de forma militar y muchos llevan estandartes con imaginería altivamente belicosa.

¿Todos? Todos no.

Antonietta, ama de casa con seis hijos, deberá quedarse en casa porque, como le dice una vecina: "claro, usted no puede ir porque no tiene criada".

Antonietta deambula, triste, por su hogar, que más que una casa parece un campo de batalla, ya que ni su esposo ni ninguno de sus hijos e hijas ni siquiera ha dejado bajo el grifo el más triste de los vasos que Antonietta, ahorradora, resumirá desechados en un trago que se apunta amargo y frío.

Trastos baratos y sábanas remendadas, zapatos agujereados en su puntera y unas medias zurcidas que de nuevo se parten nos dan fe de las penurias de Antonietta, comprensibles por los gastos de tan numerosa prole con un solo sueldo.

La desidia del marido, Emanuele, la entendemos tanto por las agrias palabras que le ha dedicado como por el simple hecho que no ha sido capaz de arreglar el contrapeso de la lámpara de la cocina con la que Antonietta choca una y otra vez al trastear limpiando.

Quiere la casualidad que Rosamunda, pajarraco mascota, se escape y vuele hasta el otro lado del complejo, posándose en el alféizar de una ventana en la que Antonietta comprobará que hay otra persona: otro solitario que permanece en esa ingente mole de pisos vacíos de fascistas que están ya callejeando y, pese al sepulcral silencio por la ausencia humana, Antonietta no puede hacerse oír, reclamando auxilio en la captura del pájaro.

El hombre que está cabe la ventana opuesta, a espaldas de ésta para aprovechar mejor su luz, se dedica con afán a escribir direcciones en sobres de correos; tiene una pistola a su lado, en la mesa; está triste y amargado y deducimos por su mirada que piensa en el suicidio. Antonietta irrumpe llamando para intentar coger a Rosamunda y el extraño, Gabriele (Marcello Mastroianni [4]), será quien, con astucia, logre que Rosamunda entre en su piso.

Dos extraños que se conocen en un día glorioso; dos extraños solitarios que permanecen en un desierto complejo inmobiliario que alberga miles de habitantes. Ellos y la portera (Françoise Berd) que permanece como guardiana y que pronto ajustará el volumen de su radio atronadora hasta que todos los sonidos del magno acontecimiento transmitido en directo durante todo el día percutan en el más recóndito rincón de la mole de ladrillo y argamasa.

Con estos sencillos elementos y el apoyo del increíble camarógrafo Pasqualino De Santis (quien consiguió el Oscar a su labor por Romeo y Julieta [3]) que con una fotografía de colores pastel con tonalidad gris muestra de forma cotidiana los movimientos de los personajes y el mundo en el que se desenvuelven, Ettore construye, apoyándose en el excelente texto escrito por los guionistas con su propia ayuda en algún que otro retoque, una historia de soledad compartida por dos personajes, hombre y mujer, inmersos en una profunda soledad, buscando ansiosos apoyo emocional para superar sus angustias vitales.

Ella, Antonietta, es una mujer inculta, madre de seis hijos; formada en la dependencia del varón, asume como apropiado el lugar último que el propio régimen fascista depara a las mujeres de su condición; es fascista de convicción y se ilusiona con su álbum de fotografías de periódico de Mussolini al que está confeccionando un retrato con los botones perdidos que no tienen pareja: un alma simple y dolorosa porque sabe y le consta que su marido, además, le es infiel. La usa, pero no la ama.

Él, Gabrielle, es un hombre culto: tiene libros, cuadros, y ha sido locutor de radio, caído en desgracia; vive solo en un pequeño apartamento que contrasta por su pulcritud con el desorden generalizado del piso de ella, sobre habitado, una cama en cada rincón.

Gabrielle es tan, tan raro, que incluso se ofrece para ayudar a Antonietta a recoger la ropa tendida en la azotea, prestos ambos a huir de la malpensada portera, pensando en vano que desde las alturas oirán menos la omnipresente transmisión radiofónica del multitudinario evento del fascio.

Y en la terraza....

Solo por la forma en que Ettore Scola rueda la escena y por la maravillosa, superlativa, inigualable interpretación de esos dos monstruos del cine mundial, ya valdría la pena ver la película.

Pero es que toda ella tiene la misma calidad: Marcello Mastroianni deja sentada cátedra ofreciendo una actuación más que memorable, probablemente la mejor de su aquilatada carrera. Los académicos de hollywood demostraron su estulticia y su chauvinismo cuando, habiendo sido nominado, no le concedieron el Oscar, y otro tanto podría decirse de su miopía al desechar siquiera nominar a Sophia Loren, que también hubiera debido recibir la estatuilla, porque ambos dan un verdadero recital interpretativo que ha querido ser imitado en diversas ocasiones y siempre el resultado ha sido de añoranza al original. Evidentemente, después de haber trabajado juntos en diversas ocasiones, ambos se conocen perfectamente e, italianos al fin y al cabo, se compenetran artísticamente ofreciendo una muestra canónica de lo que damos en llamar "química" entre intérpretes.

Mastroianni perfila su personaje con una actuación de bajo nivel, muy contenido, elegante, sobrio, sin apenas gestos, interiorizando la situación de ese homosexual que está a punto de ser deportado a una isla, apartado como apestado de una sociedad que le rechaza y criminaliza. Un hombre culto y educado que, advirtiendo la escasa capacidad de contraste de su compañera, no la menosprecia y la trata con respeto, aun chocándole las ideas sencillas que rigen su vida.

Y la Loren, de vuelta a su Italia natal después de haber trabajado incluso con Chaplin [5], aun muy bella, sabe expresar la profunda tristeza y desesperación de la mujer que se ve tratada como una sirvienta, como un elemento útil capaz de cocinar, lavar la ropa y dar satisfacción sexual a requerimiento sin que haya un ápice de cariño, que no ya de amor, en todos aquellos a quienes abnegadamente presta, solícita, su cuidado: está falta de cariño, de mimos, de reconocimiento, y los busca en Gabrielle.

Dos caracteres muy bien escritos, dos bombones que ambos intérpretes exprimen a conciencia, erigiéndose en elementos distorsionadores de la sociedad que les rodea, alocada y ciegamente fascista; dos solitarios desengañados que buscan apoyo mutuo para no desfallecer ante su propia adversidad; dos héroes individuales que pechan contra su designio inexorable disfrutando el uno del otro, aliviándose en su pena, confortándose, quedando como recuerdo una ajada novela de Dumas.

Ettore retrata con mimo las escenas moviendo la cámara de forma sencilla, siguiendo a los personajes en su deambular, adoptando la cámara la figura de un mirón -el espectador- ya que parece moverse por el edificio como un personaje más: las paredes son obstáculos que se salvan con el movimiento y cuando es preciso, demuestra saber usar perfectamente el primerísimo primer plano; si en los primeros minutos hace alarde con el travelling referido, cierra su narración con idéntica escena, regresada que ha sido la familia, volviendo todos a sus camas de donde les hemos visto salir al principio, siguiendo a Antonietta que, quién si no, debe ocuparse de ir cerrando todas las luces, solitaria como en el amanecer, pero, ya, muy distinta, después de una jornada tan particular.

Vi esta película de estreno en Barcelona y me dejó estupefacto: volví a verla al cabo de un mes (entonces no se estrenaba como ahora, en todas partes al mismo tiempo) en "mi cine" y me dejó pazguato. Hace dos años compré el dvd y hace una semana la revisé, por fin, en versión original. Y ahora puedo asegurar que, para mí, es una obra maestra. Nadie que sea amante del cine puede dejar de verla y, si además es proclive a emocionarse con grandes interpretaciones, ya está tardando en ir a comprarse el dvd.


Dos escenas


p.d.: los números corresponden a las pistas del Examen de Cinefilia (Parte XXIV)



20 comentaris :

  1. Pues está claro, compa Josep, que sí, que habrá que mercarse el DVD, o aprovechar algún pase televisivo (recuerdo que, hace no mucho, la emitía algún canal temático de cine, y la dejé pasar, sin prestarle mayor atención -son tantas las que emiten, y tan pocas las que veo...-), porque, después de tu majestuosa reseña, no hay mucha alternativa. Debe merecer, y mucho, la pena, porque el trío Scola-Mastroianni-Loren es de los que dejan poco resquicio a la sorpresa negativa. Ya contaré, si ha lugar...

    Un fuerte abrazo y buena semana.

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  2. Pues a por el DVD tocan, porque ésta me falta y, por lo que veo (y no me sorprende estando Scola de por medio con Mastroianni y la Loren) es imperdonable no verla.
    Saludos.

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  3. Tenia totes les pistes ben resoltes, totes, però no he sabut trobar la película.... De totes maneres, moltíssimes gràcies per l'entreteniment i espero a la propera endevinar-ho. Gràcies!!!

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  4. Película preciosa donde las haya. Dos grandísimos intérpretes, que siempre destilaron una química sensacional. Un director tremendo (tienes razón en lo del traveling ¿cómo coño lo hizo?)....en fin que yo tampoco me corto en los elogios. Creo que la he visto tres o cuatro veces y cuando despues de tantos pases te sigue emocionando es que la peli es más que buena.

    Honestamente, Josep, no fui capaz de acertar tu juego. ¡Conste que me detuve casi una hora!....pero me doblaba hacia otra dirección. Eres un maestro de la esgrima juguetona y lo peor es que estás adquiriendo una perfección insólita. Naturalmente eso ha provocado que la pobre Cris acabe hecha polvo, desolada y frustrada. En serio, Josep, ten cuidado y no te pases.
    Encara sort que el proximo joc serà dintre d'un mes
    Un abrazote.

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  5. Yo no mandé correo, se me fue la olla a tan altas horas, pero saber la sabía y señales de ello dí en el post (tengo cierto regustillo interior por ello ummm).

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  6. Aunque sea doblada al castellano (un buen doblaje, por cierto) no dejes de verla, Manuel, ni de comentar que te haya parecido llegado el caso.

    Un abrazo

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  7. Seguro que harás buena compra, Alfredo; y me apuesto que sentirás el deseo de comentarla largo y tendido: si no te gusta, voy y te compro el dvd, mira que te digo. Y procura verla en pantalla grande para apreciar mejor el buen trabajo meramente cinematográfico.

    Saludos.

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  8. Soberbia.
    Me la has devuelto a la memoria.
    Recuerdo, sobre todo, aquella ventana (creo que era la de la cocina) que se convertía en el único aliviadero de ese micromundo en el que Antonietta vive apresada. La terraza por tanto, con la presencia de Gabrielle, es un canto a la libertad, o mejor dicho, a la rebeldía ante lo estático.

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  9. Aquest darrer examen ha estat l'únic sense cap resposta, Cris, tot i que hi han hagut un parell d'insinuacions molt encertades. Suposo que si haguessis vist la pel·lícula - o revisada- fa u parell de mesos, hi haguessis caigut...

    Gràcies a tu per participar-hi i divertir-te.

    Salutacions.

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  10. Cuando a punto de darle al botón de publicar vi la fotografía en pequeño de tu última entrada, a poco no me da un patatús.

    Si que emociona aunque la hayas visto varias veces, porque el poder de seducción de esos dos es enorme y ettore sabe aprovecharlo al máximo.

    Me alegra saber que el largo tiempo que destiné al entretenimiento haya sido útil y efectivo: supongo que, así de sopetón, resulta más difícil que siguiendo el camino inverso.

    Veo que te defiendes con el catalán: desde luego, salvo imprevistos, hasta dentro de un mes no me pongo, que es mucho curro... :-)

    Un abrazo.

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  11. Cuando publiqué ésta, Susy, rebusqué en mi buzón y me quedé perplejo al ver que no había señales de vida....

    Para la próxima, quizás, no sé.... :-)

    Besos.

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  12. Perfecto tu comentario, Raúl; supongo que esta película, vista otro día, o por otros ojos, puede dar lugar a reflexiones distintas, porque su complejidad es tal que daría para mucho más de lo prudente en un bloc de notas.

    Una mirada de las tuyas sería, seguro, interesantísima.

    Saludos.

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  13. Siempre que veo esta película (y a esta pareja de actores) me acuerdo de mi padre y aunque él ya no esté, el recuerdo es grato. Tardes de cine de domingo en la primera sesión, casi siempre en la misma fila porque a nosotros que eramos puntuales el acomodador que nos conocía nos guardaba los asientos.
    Caro Marcello y cara Sophia, que placer recordarlos hoy.

    Una abraçada

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  14. Lo siento Josep, era muy tarde, me conecté solo para el caso (luego dirás...) y después de andar investigando, agotadita, me marché a la cama y, créeme, no recordé lo del correo hasta esta mañana.
    Cosas de mi, ya sabes, natural despiste.

    La película la recuerdo con sentimiento y cierto regusto a posquerra, tratos y erotismo entre perdedores tímidos con miedo, belleza, y esos vestidos caseros a modo de bata que llevaba la Loren, entreabiertos, que parecían siempre a punto de abrise del todo.

    Un abrazo, ha sido un placer.

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  15. Que te traiga agradables recuerdos, Alma, es un plus inesperado y gratificante.

    Desde luego, es un verdadero placer disfrutar de la interpretación de esa magnífica pareja que dan un recital.

    Una abraçada.

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  16. Más lo siento yo, Susy; aunque a decir verdad, vista la expectación, quedo contento con el resultado. Puede que lo repita, mira...

    La Loren está bellísima a pesar de los andrajos que viste, mujer deseosa de amor y de abandonar su soledad.

    El placer ha sido mío, Susy, te lo aseguro.

    Besos.

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  17. Gràcies, gràcies pels ànims, quasi bé m'en surto!! ANRO, tot un detall :) Salutacions a tothom, ha estat un plaer "jugar" amb vosaltres!!

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  18. El que passa, Cris, es que has anat a estrenar-te just amb l'"examen" més difícil... :-)

    Si t'has divertit, per a mí, "missió acomplerta" :-)

    En tot cas, el plaer ha estat meu... :-)

    Salutacions.

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  19. Pues tendrè que verla! A ver si la encuentro...Gracias del consejo.

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  20. Bienvenido, Jordi: Recomendable el dvd, desde luego; no te arrepentirás.

    De nada, para eso estamos.

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