MM 1 The Quiet Man
El Séptimo Arte es la culminación de las demás artes que le precedieron; todas las anteriores tienen cabida en él; ese aspecto integrador se demuestra, ocasionalmente, con el uso de la música como elemento reforzador de la historia que, en imágenes y diálogo, se nos cuenta.
Me ha parecido interesante dedicar esporádicamente este espacio a destacar algunas escenas, que denominaré eufemísticamente "Momentos Musicales", para recordar a quienes quieran visitar este bloc de notas cinematográfico algunas escenas que, a entender de este comentarista, forman parte de la memoria musical cinematográfica, sin que, forzosamente, pertenezcan a las películas que normalmente clasificaríamos como pertenecientes al género musical.
Serán escenas con música cuya audición sin imágenes evocaría el recuerdo de la película a que pertenecen; las composiciones podrán ser originales e inéditas antes de entrar a formar parte de la película, o, simplemente, música que, en el recuerdo del cinéfilo empedernido, aún existiendo de antemano, permanecerán ya para nunca jamás unidas a un título.
Pero dejémonos de preámbulos y presentaciones y vayamos a lo que interesa:
Como inicio de esta pequeña serie, las dudas han sido muchas; pero, atendida la querencia del bloguero, la decisión final ha sido fácil:
The Wild Colonial Boy es una balada tradicional irlandesa que tiene su traslación australiana, cabe que por llevarla allí los muchos presos irlandeses condenados a las cárceles de aquel continente austral en virtud de la guerra contra la Gran Bretaña en busca de su independencia.
Esa balada, cuya letra puede comprobarse en el enlace referenciado, la usa con muy buen tino John Ford en su obra maestra The Quiet Man, que ya se ha comentado en este bloc.
Sean Thorton se presenta en sociedad en la amada Innisfree y, cuando se averiguan sus ancestros, se declara que sí es una buena noche, y todos, al son de la canción, liban buena cerveza negra en honor del recién llegado. ¿Todos? Todos no....
La escena, memorable, se sustenta sobre la canción, que ya nunca más volverá a pertenecer a nadie más que a la estupenda película The Quiet Man.
Absoluta gozada de película, Josep, con una Irlanda tan idílica que dan ganas de ir a vivir allí ahora mismo. Ford era muy aficionado a poner canciones irlandesas en sus películas, y aquí quedaban perfectas para terminar de añadir el encanto del lugar. La única lástima es que la escena acaba cortando uno de los besos mas bellos de la historia del cine
ResponEliminaJoder, joder, joder, Josep....se me han puesto los pelos de punta. Por muchas veces que oigas esa canción, por muchas veces que veas esa película, la emoción te deja flipando.
ResponEliminaTe voy a contar un pequeño momento de mi vida, que tiene relación con esa canción. Trabajé durante un tiempo con un grupo de irlandeses. Yo era el chico novato, trabajaba en el último rincón de la cocina, en las tareas más humildes. Pero poco a poco, me fuí ganando la simpatía de todos ellos y llegué a formar parte del núcleo principal de la cocina, hasta el punto de que Peter, el dueño, me confíó la dirección fogonera de un pequeño restaurante de pescado. Todos celebraron mi ascenso laboral con guisqui y cánticos, en especial el "The wild colonial boy". Fué un momento memorable que nunca voy a olvidar.
Como digo siempre, Alicia: si me pierdo, que me busquen en Innisfree.
ResponEliminaNo me canso de verla; cuando pensé en la nueva "sección", de inmediato busqué esa canción; lo bueno es que está la escena completa con la música y lo malo, como muy bien dices, que, sabiendo lo que viene a continuación, ya podrían haber alargado el video apenas un minutillo... lástima, sí.
Saludos.
Antonio: muchas gracias por compartir ese momento tan cargado de recuerdos para tí, que también pone los pelos de punta.
ResponEliminaEstá claro que, para tí, esa canción siempre será inolvidable, por doble motivo.
Un abrazo.
La filmografía de Ford, compa Josep, es uno más de esos mis "agujeros negros cinematográficos": pocas pelis vistas, y con bastante desorden. Una de las que no he visto, por ejemplo, es ésta con la que inauguras una sección con muy buena pinta -y por la que aprovecho para felicitarte, al igual que por todo el contenido del blog, en general-. Estaré atento (dentro de las evidentes limitaciones, que ya estarás apreciando: días y días sin asomar los ojillos...) a futuras entregas.
ResponEliminaUn fuerte abrazo.
Eso que dices, Manuel, no es un agujero negro: es un pecado que deberás expiar; la suerte es que la penitencia será la más placentera que imaginar puedas, con el único problema que te creará adicción y te abrirá los ojos a sentidos hasta ahora inimaginados, y te hará revisar tus valoraciones cinematográficas.
ResponEliminaUn abrazo.
Soy otro de los pecadores. Vi unas cinco películas de Ford y ¡Ay! ninguna me gustó. Nunca vi The quiet man, que ya pongo a descargar. Si al igual a las otras no me gusta me haré revisar por un neurólogo.
ResponEliminaLas escenas musicales dentro de películas no musicales son la vida.
Un abrazo.
Paseando esta mañana, me encuentro con tu blog y leyéndote, de repente me siento identificado en muchas emociones compartidas. La música de esta película contiene tantos elementos subliminales, que es difícil que quien la escuche se quede al margen de experimentar sensaciones profundas. Lo que sucede es que a propósito o de forma intuitiva (me inclino más por esta opción), la dinámica armónica de esta canción estimula las mismas áreas del cerebro que las imágenes que se suceden. Un doble ¡pumba! para las emociones.
ResponEliminaUn abrazo y muchas gracias por tus posts. Seguiré visitándote.
Faraway, me dejas perplejo.. :-)
ResponEliminaAunque tampoco creo que el neurólogo te vaya a curar... :-)
Cuestión de gustos, como en todo; quizás cuando las viste, esas cinco, tu atención estaba en otro lado; cuando hayas visto El Hombre Tranquilo, te lees mi comentario (no antes, pues la destripo) y ya me dirás.
Confío que las siguientes entregas también sean agradables de recordar.
Un abrazo.
Tienes razón en tu apunte, Lanzarote Villas, respecto al efecto de la música en esa escena, que creo la complementa muy bien, reforzándola.
ResponEliminaGracias por tus halagos y tu visita.
Seas bienvenido y regresa cuando gustes.
Un abrazo.
Que conste que acabo de hacer una confesión cinéfila que no le haría a cualquiera. Habiendo cinéfilos cerca, nunca digo en voz alta que no me gusta John Ford, porque corro riesgos de ser seriamente vapuleado. Ya te contaré cuando vea El hombre quieto.
ResponEliminaAgradezco el detalle, Faraway, que me honra; ya sabes que aquí será bien tratado, siempre.
ResponEliminaEmplazado quedas, pues, y espero con ganas saber tu opinión sobre la mía al respecto de esa película.
Un abrazo.
Oooh... mi viaje a tu pasado blogueril me deja con un chasco porque el video ha desaparecido, provocando las ganas de ir a la deveteca...¡ay pillín ! ;)
ResponEliminaA vôtre service, Milady: arreglado está. No faltaría más.
EliminaBesos.
p.d.: aunque para ver The Quiet Man no hacen falta muchas excusas...