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divendres, 18 de juliol del 2008

Talento condensado


Cuando estudiaba de adolescente la historia de la literatura recuerdo que mi profesor hacía hincapié en la importancia del llamado Siglo de Oro, referido a una época de especial apogeo de la cultura, a caballo de los siglos XVI y XVII; el profe insistía en el predominio de la literatura española, pero luego comprobé que en Inglaterra Shakespeare también andaba escribiendo y que en Francia Jean Baptiste Poquelin, alias Molière, hacía otrotanto. Una época prodigiosa y amplia en lustros.

Dado que en nuestro tiempo la celeridad e inmediatez producen un acortamiento de las modas y sensaciones (que seguramente dentro de cuatrocientos años se contemplarán de forma más relajada, si es que todavía hay planeta), podemos decir que, respecto al Séptimo Arte, la época dorada pertenece al par de décadas alrededor de 1950 donde cualquier buscador nos ofrecerá en pocos segundos no pocos títulos notabilísimos. Diríamos que, usando un símil astrofísico, existió una especie de agujero negro que condensó una enorme cantidad de talento cinematográfico.

Tanto, que incluso películas pertenecientes a la mal llamada despectivamente Serie B consiguen, por momentos, devolver al cinéfilo la confianza en que todo es posible en la gran sala oscura con la nívea pantalla iluminada por una suerte de imágenes que nos trasladan a otro mundo.

Películas que con el paso del tiempo han originado la definición de "película de culto", porque van ganando adeptos conforme se van descubriendo.


Nacido en la Rusia de los Zares, en 1904, Vladimir Leventon llegó a los U.S.A. con apenas cinco años de edad; en los años 30 se inició como escritor de novelas baratas y cuentos para periódicos y revistas, cambiando su nombre por el de Val Lewton, para esconder su origen ruso y por no disgustar a su familia, ya que también escribió algunos relatos pornográficos. Recaló en la industria cinematográfica trabajando para la Metro Goldwyn Mayer llegando a colaborar escribiendo partes del guión de Gone With The Wind: la famosa escena del travelling con grúa en Atlanta con los miles de heridos en el suelo fue idea suya.

Nacido también en 1904, en la Aquitania francesa, Jacques Tourneur se inició en el cine de la mano de su padre, Maurice Tourner, que emigró a los U.S.A. en 1913. El joven Jaques fue ascendiendo hasta llegar a encargarse de dirigir la segunda unidad en la famosa película A Tale of Two Cities, obra de Charles Dickens que constituyó un rotundo éxito para la M.G.M.

El ruso Val Lewton andaba por allí y ambos treintañeros trabaron amistad.

Cuando la RKO decidió crear una sección para producir películas de misterio y terror, encaminadas a completar como secundonas las añoradas sesiones dobles, solicitó los servicios de Val Lewton como productor encargado de las mismas. Val no lo pensó dos veces cuando decidió ofrecer a Jaques Tourneur la dirección de la que iba a ser la primera
película de la serie.

DeWitt Bodeen era un joven escritor a sueldo de la RKO que se tomó muy a pecho el encargo de pergeñar una historia de terror; las cintas de Drácula, Frankenstein y el Hombre Lobo aterrorizaban a los felices espectadores de la época y en la RKO ya sabían lo que era producir películas de éxito como King Kong. DeWitt, probablemente con la ayuda de Lewton y de Tourneur, pulió un guión propio en el que introdujo, bajo la forma de una maldición terrorífica, una historia de amor derribado.

La Mujer Pantera (Cat People, 1942), nos cuenta con una brevedad ejemplar l
a historia de la joven de origen serbio Irena Dubrovna (la francesa Simone Simon) que, emigrada a los U.S.A., trabaja como figurinista de moda; Irena se pasa las horas muertas en el parque zoológico que está a las puertas de su residencia, dibujando constantemente una pantera negra. Conoce por casualidad a Oliver Reed (Ken Smith), ingeniero naval, enamorándose ambos jóvenes. Cuando están en casa de ella, Oliver la inquiere respecto a una estatuilla que representa a un caballero medieval alzando una espada con un gato ensartado. Irena le explica la leyenda según la cual sus antepasados aseguraban que existían mujeres que, ante cualquier contacto sexual con un hombre, se convertían en grandes gatos y mataban a los hombres que las amaban.

Oliver le asegura que no cree en viejas patrañas y para demostrarlo se casará con ella. Pero ella, convencida de ser una mujer gata, se resiste a cualquier clase de contacto físico con su marido, ante el temor de que pueda causarle daño a su amado pero no amante esposo.

La preocupación de Oliver por la estabilidad del matrimonio le llevará a convencer a Irena para someterse a una sesión de hipnosis que le aplicará el Dr. Louis Judd (Tom Conway), reputado psiquiatra que le asegurará a la joven Irena que todos sus miedos son pura invención y que en varias sesiones la sanará. Cuando Irena regresa del psiquiatra se dará cuenta que su marido lo ha comentado con su compañera de trabajo, Alice (Jane Randolph), lo que causará un ataque de celos en Irena. Las relaciones del matrimonio se irán deteriorando por la negativa de Irena de aceptar que sus miedos son fruto de su imaginación, resistiéndose a consumar el matrimonio, produciendo el alejamiento de Oliver, que acabará cediendo al amor ofertado por Alice, secretamente enamorada de él desde hace tiempo, notificándoselo a Irena, que, presa de la desesperación, parece enloquecer, acabándose la historia de forma trágica.

En apenas 73 minutos, el gran Jaques Tourneur nos maravilla contando una historia repleta de sensaciones sugeridas: con la complicidad de una belleza gatuna cual es la de Simone Simon, de apariencia frágil pero con una mirada intensa y una fotografía en blanco y negro pluscuamperfecta obra del admirado Nicholas Musuraca ,otro pionero del cine; con la inestimable colaboración de un joven Mark Robson como responsable del montaje -que ya había aprendido con Orson Welles en The Magnificent Ambersons- antes de convertirse en estimable director y con una partitura musical adecuadísima compuesta por Roy Webb, la trama se desarrolla aportando de forma casi que subliminal múltiples datos que se convertirán en sensaciones para el espectador, impregnando su ánimo de un suave miedo fantástico al comprobar que quizás las ideas esotéricas de Irena sean conceptos inaprensibles pero ciertos.

Cuidadín: a partir de aquí, se relatarán aspectos que pueden considerarse SPOILER

El pavor manifiesto a las relaciones sexuales que aprisiona a Irena la ha conducido según confesión propia a alejarse de cualquier hombre al margen de sus relaciones laborales: así se lo confiesa a Oliver cuando le invita a tomar un té en su casa, encerrando esa contradicción una voluntad de superar el miedo ancestral causado por las leyendas de sus antepasados; la sensación de una doble identidad oculta en lo más profundo del ser de Irena se nos insinúa en la escena donde los esposos entran en una pajarería, alborotándose todos los pájaros con la sola presencia de la joven; los celos desatados ante la intromisión de Alice provocarán la aparición de una sensación de peligro inminente resuelta con brillantez en la escena del autobús, que acabó creando escuela, por la intensidad terrorífica del simple ruido del vehículo al aparecer de repente, pasando a denominarse "Efecto Bus".

Tourneur nos crea angustia y miedo sin dejarnos ver nada; será nuestra imaginación, ayudada por unos efectos sonoros impagables obra del trabajo de John L. Cass y Vernon L. Walker, la que nos hará sentir como poco desazón en la famosísima escena de la piscina, claustrofóbica como pocas, con apenas cuatro planos y mucho, mucho talento.

Detalles como dejados al azar : la hoja de dibujo rota que el viento recompone, figura repetida en la estatuilla del caballero medieval y que acabará por ser premonitoria del final de la historia, triste, de un amor que pudo ser y no fue por causa de una maldición que parecía no existir pero que toma realidad con la fría e inamovible presencia de la muerte provocada por la súbita e incontrolable aparición de una levísima actividad de contenido más que sexual, erótico; fábula gótica que nos dirige en pleno siglo veinte a reminiscencias de las brujas vírgenes con aires gatunos como la que aparece en plena celebración del infausto matrimonio contraído por la frágil, temerosa y letal demonomaníaca Irena Dubrovna.

Tourneur demuestra un profundo conocimiento de los resortes cinematográficos contando de forma exquisita y breve una historia que ha venido a ser eterna como enorme es la legión de seguidores de su obra, de visionado obligado para todo cinéfilo consecuente. Casi una obra maestra.





9 comentaris :

  1. Merecido homenaje, sin duda. Una gran película. Entonces, muy a menudo, hasta el cine nacido con vocación de serie B lograba a veces cotas de insospechada calidad. Y ahora...
    Saludos

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  2. Como ya podrás imaginar, 39escalones, después de mis últimas experiencias con el cine actual me apetecía mucho revisar este clásico, maestro de la sugerencia aterradora.

    Saludos.

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  3. Creía que casi te habías olvidado de mencionar la felina belleza de Simone Simon, Josep, y eso habría sido imperdonable. Me encantó como se explicaba la película en El beso de la mujer araña

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  4. Sí que hubiera sido imperdonable el olvido, Alicia, porque a pesar que Simone se quejaba injustamente de que Tourneur estaba más pendiente de la cámara que de ella, lo cierto es que sin su felina presencia, con esa mirada dulce y misteriosa, la película no sería igual.

    (Sólo faltaría que, redactando artículos tan largos, me dejara lo importante en el tintero: trato que no ocurra, aunque no siempre lo consiga)

    El Beso de la Mujer Araña es otra de las que he visto sólo a trozos en la tele, por lo que sigue pendiente de ver...

    Saludos.

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  5. ¡Qué expléndido comentario¡...Afortunadamente aun somos unos cuantos los que andamos, como los personajes de Brandbury, con el nombre de una peli en nuestras retinas (bueno más de una y más de dos) Me ha devuelto un poco la moral leer tu comentario, en serio. Tourneur es un director poco menos que desconocido, incluso entre gente supuestamente amante del cine. Tu comentario es oportuno para que alguien, que aun no haya visto esta pequeña obra maestra, se decida a visionarla y gozarla.
    Un abrazote.

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  6. Muchas gracias, Antonio: eres muy amable.

    Supongo que sí, que Tourneur es un tanto desconocido por muchos cinéfilos, porque ese cine sólo aparece en la tele muy de vez en cuando y a horas intempestivas y sólo unos cuantos "especialistas" como los que por aquí comparecen a menudo parecen haberla visto.

    Celebro haberte levantado la moral.

    Un abrazo.

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  7. El libro, Josep, pásate directamente al libro, que es mucho mejor

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  8. Tengo que darte la razón, Alicia: una forma de contar muy buena.

    Gracias por el dato.

    Lo malo es que ahora me ha enganchado y dudo entre seguirla o dejarla para otro día, pues tengo a medio acabar una pieza que seguro te gustaría, pero no te quiero adelantar... (L L L) ... ;-)

    Saludos.

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  9. Josep, te diría que pases por mi blog, que aunque la entrada no es nada de otro mundo, cumplí con lo que habíamos pautado. Te mando un gran abrazo.

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