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dilluns, 7 de juliol del 2008

Varsovia, agosto de 1939




"Hay mil lugares donde colocar una cámara pero en realidad, sólo uno vale"
Ernst Lubitsch


Estaba ayer dando un repaso a la lista de películas revisadas en los 365 días que han transcurrido desde que inicié esta aventura de plantar, blanco sobre negro, las sensaciones que me produce su visionado, cuando me di cuenta que, en todo este tiempo, había "dejado para mañana" el comentario de una pieza fruto del talento de uno de los mejores Directores que por la industria cinematográfica han pasado:

Ernst Lubitsch fue un genio del cine que brilló con fuerza en la primera mitad del siglo pasado y que la odiosa Parca Cinéfila quiso llevarse consigo cuando apenas tenía 55 años, de un repentino ataque de corazón, privándonos a todos de un buen puñado de películas que se llevó en su mente y corazón. La grandeza de Lubitsch, poco recordado por lo que se merece, no es cuestión que se base en opiniones de simples blogueros como yo mismo; el mucho más recordado Billy Wilder lo tenía por su maestro y cabe recordar una anécdota producida en el entierro de Lubitsch: Wilder dijo: "Se acabó Lubitsch", a lo que su intelocutor, William Wyler, le respondió:"Peor aún: se acabaron las películas de Lubitsch"

Lubitsch fue uno más de los directores de cine europeos que en la revuelta Europa de principios del siglo pasado tomaron sus bártulos y se largaron al otro lado del atlántico, donde sentaron las bases de la evolución y desarrollo de lo que ahora conocemos como cine de hollywood, aunque el actual, cierta y penosamente, parece haber olvidado las lecciones que dejaron escritas de forma indeleble en el celuloide. Directores que, sin perder su formación cultural europea, gracias a los medios que se les ofrecieron alcanzaron la cima de su arte. Pero eso podría ser tema de otro comentario. Centrémonos:

Nacido en Berlin en 1892, Lubitsch empezó como actor teatral dedicado al género de la comedia satírica y permaneció el resto de su vida como un adalid del uso del humor y la sátira inteligente para tratar los temas que le interesaban. Habiendo sido declarado enemigo del régimen por los dirigentes de la Alemania nazi, después de nacionalizarse estadounidense, el taimado Ernst les pasó factura poniéndolos en la picota de forma magistral.

Habían transcurrido 916 días ya desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial cuando se presentó en los cines de U.S.A. una película que, prodigios de la censura española de la época franquista, se demoró casi 30 años en aparecer (y en salas de "arte y ensayo" y en v.o.s.e., por si las moscas...) por mis lares, consiguiendo de inmediato un resonante éxito, lo que ahora se denomina pomposamente como "sleeper", o sea, taquillazo de los de corre ve y dile o de recomendación de boca-oreja, ya que su publicidad fue escasa:

Ser o no Ser (To Be or not To Be, 1942), película ideada, producida y dirigida por el alemán de nacimiento Ernst Lubitsch, basada en una historia del húngaro de nacimiento Melchior Lengyel, guionizada por Edwin Justus Mayer, nos traslada a la capital de Polonia, Varsovia, en el mes de agosto de 1939.

Ya desde las primeras imágenes, con una voz en off que introduce al espectador en el relato, observamos la definición de la forma de afrontar unos hechos reales mediante la broma, la sátira verbal plena de frases sugeridas que nosotros mismos dotaremos de sentido aprehensible, obligándonos el ritmo cinematográfico de Lubitsch a permanecer muy atentos, so pena de perder la oportunidad de creernos cómplices del autor, que, con su elogiadísimo "toque", esa sensación etérea que desprende su obra, nos hará adivinar lo que vemos en escena, produciendo la mayor de las sonrisas con un sentimiento de "yo ya sabía que iba a pasar esto", cuando en realidad vamos de sorpresa en sorpresa, una vuelta de tuerca más cuando todo parece ya acabado, marca indeleble del talento de Lubitsch.

En la agosteña canícula de la populosa Varsovia de 1939, los habitantes se quedan pasmados, atónitos, asustados, al comprobar como Adolf Hitler se está paseando por sus calles, deteniéndose ante el escaparate de una tienda de víveres, un suculento colmado, mientras la voz en off se extraña de que el Furher preste atención a las viandas, ya que es sabida su condición de hombre que no bebe, no fuma y es vegetariano, aunque a veces se traga paises enteros ¿Quiere zamparse a Polonia también?

La calma vuelve a los atemorizados varsovianos cuando una niña, adelantándose, pide un autógrafo al actor Bronski (Tom Dugan) que está caraterizado como Hitler.

Lubitsch nos hace recordar el cuento de Andersen "El Rey Desnudo" cuando es la ingenuidad infantil la que pone al descubierto los prejuicios y temores de los adultos.

Temores que, en el momento del rodaje, estaba ya demostrado que eran más que fundados, pues Polonia tuvo que sufrir las consecuencias del vergonzante pacto Molotov-Ribbentrop, firmado precisamente durante el mes de agosto de 1939, cuya puesta en práctica significó el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Pero eso ya es historia, poco conocida y expuesta, pero historia al fin y al cabo.

Hubiera sido muy fácil para cualquier cineasta recrear dramáticamente los pormenores de esos hechos, tan recientes, en 1942. Incluso, incidiendo en los horrores de la guerra y el sistemático y atroz exterminio de millones de personas.

Por suerte, Lubitsch toma una cierta distancia de la realidad y adoptando un tono sarcástico que en algún momento recibió críticas por su mal entendida levedad, carga en profundidad no tan sólo contra la Alemania de los nazis sino contra cualquier atisbo de beligerancia que promover pueda la invasión de un pueblo por otro, tomando partido por el invadido. Y lo hará por medio del humor, consiguiendo su falta de autenticidad histórica traspasar la época y permanecer incólume.

Bronski pertenece a una compañía de teatro polonés que se halla preparando, ese verano de 1939, una comedia en la que pone en solfa el vecino régimen nazi; cuando el director de la compañía, Dobosh (Charles Halton) pone en duda lo acertado del maquillaje caracterizador de Bronski como Hitler, asegurando que se parece poco a la fotografía de Hitler que preside el escenario (Bronski: pero si el de esa foto soy yo), decide salir a la calle con el resultado visto.

La compañía teatral dispone de una pareja de actores célebres, el matrimonio Tura: ella, Maria Tura (Carole Lombard), es una bella y elegante mujer enamorada de su esposo,Joseph Tura (Jack Benny), actor presumido y arrogante, manteniéndose entre ambos unos celos profesionales terribles compaginados por los celos amorosos de Joseph, no infundados, pues Maria coquetea con un joven admirador, Sobinski (Robert Stack), quien abandona la primera fila de la platea cuando Joseph, interpretando a Hamlet, empieza el famoso soliloquio To be or not To Be... para visitar a Maria en su camerino, lo que causa pánico y momentánea depresión en Joseph, al comprobar cómo en su momento álgido como Hamlet, parte del público abandona la sala.

La riqueza del guión es sorprendente, destilando un sinfín de frases afortunadas, la mayoría cargadas de vitriolo:" Lo que un marido no sabe no le hace daño a su esposa", dice Anna (Maude Eburne), la sarcástica doncella de María, cuando ésta conviene con Sobinski un encuentro para volar en el avión bombardero que el joven pilota.

(Aquí el propio Lubitsch se autocensuró, modificando en la post producción parte de la escena, para quitar una frase de la Lombard, que moriría trágicamente, en plena juventud, apenas dos meses después, en accidente de aviación)

Lubitsch incorpora en su historia diferentes líneas de interés, no dejando títere con cabeza, sin reducirse a la mera crítica política; carcajeándose del mundillo teatral que él tan bien conocía, con sus dimes y diretes, sus envidias, sus egos desproporcionados, sus ansias de alcanzar la fama, introduce también una trama de infidelidad en la pareja, siendo el cornudo ¿o no? Joseph Tura, celoso de su bellísima esposa, a la que en un momento dado de la trama, le dirá:"Si no vuelvo, te perdono lo de Sobinski; pero si vuelvo, tendrás que aclararme esa historia".

La compañía teatral recibe un disgusto cuando un representante gubernamental les comunica la prohibición de estrenar su comedia acerca de los nazis, justo el día del ensayo general. Polonia no quiere afrentar a Alemania con una obrilla insultante. Seguirán interpretando Hamlet y, justo cuando Sobinski se ha ido por segunda vez de la platea en el momento pactado, mientras Joseph Tura se entrega a lamentarse trágicamente, todos se enteran por la radio que Alemania caba de invadir Polonia, sin previo aviso ni declaración de guerra alguna. Es el día 1 de septiembre de 1939. Sobinski, como piloto, marchará a la aliada Gran Bretaña para luchar contra Alemania, formando parte del batallón polaco con sede en Londres.

Allí, en Londres, Sobinski conocerá al Profesor Siletsky (Stanley Ridges), en realidad un espía al servicio de la Gestapo, quien, arteramente, obtendrá la lista de parientes de todos los soldados polacos en el exilio. Descubierto el engaño, Sobinski se dejará caer en paracaidas en Varsovia para intentar detener al traidor.

Se produce en ese momento lo que algún amable lector puede atreverse a señalar como fallo de guión, ya que, tratando Sobinski de entrar en una librería, centro de la resistencia polaca, y no pudiendo por la presencia de la Gestapo, quien vuelve con la fotografía del traidor Siletsky es María Tura; el fallo sería que Sobinski nunca podría dar con ella, pues por causa de la guerra, como ella dirá poco después, ha tenido que cambiar de domicilio, abandonando su confortable villa por un pequeño apartamento, y Sobinski, al estar en Londres, nunca hubiera podido hallarla tan rápido.

Ese lapsus no explicado obedece sin duda al ritmo impuesto por Lubitsch en todo el metraje, donde elimina cualquier escena que no sirva al perfecto desarrollo de la acción: aclarar o basar con lógica la forma en que Sobinski es ayudado por María, tan sólo restaría agilidad a las escenas que se sucederán de forma milimétricamente estudiadas por el perfecionista Lubitsch.

La compañía entera sabrá por María de la traición de Siletsky, causando conmoción entre esas gentes, patriotas alejados de las armas, que de forma unísona y heroica decidirán actuar en defensa de Polonia con todos los medios a su alcance, valiéndose de su arte del fingimiento en una trama que se irá complicando cada vez más, como una escalera de caracol sin barandilla en la que cada peldaño nos aleja más de la realidad del suelo y nos acerca al peligro de caernos y partirnos la crisma.

La bellísima y elegante María se convertirá en seductora espía que podrá circular en medio de los invasores nazis y su ególatra marido se erigirá en forzado héroe que no vacilará en arriesgar su vida para cumplir con una misión autoimpuesta, desarrollándose toda la acción con un clarísimo componente de vodevil ya que el heroico actor no hará más que improvisar personajes para salvar el pellejo, siendo su público una caterva de oficiales alemanes a cual más tonto, crédulos, crueles y atemorizados por un líder del que se mofan de forma inconsciente, siguiendo el chiste de Lubitsch: "A un brandy le pusieron el nombre de Napoleón, a un arenque le llaman Bismark, y a un queso acabarán llamándole Hitler", con el subsiguiente temor por las inoportunas carcajadas.

La conversión de los temidos ejércitos alemanes, incluida la tenebrosa Gestapo, en motivo de burla, mofa y befa, escarnecidos de forma brillante por Lubitsch, se contempla, pasados ya más de sesenta años, como un ataque contra los malvados intolerantes que provocan guerras y causan dolor en la población, que los enfrenta en la forma que mejor sabe.

Lubitsch huyó del panfleto, pero no quiso olvidar las afrentas recibidas por las personas de raza judía y, sin mencionarlos directamente, de forma muy inteligente, por medio del personaje de Greenberg (Felix Bressart), actor de reparto de la compañía, que siempre ha querido interpretar al shakesperiano Shylock, por medio de un clásico, cierra con broche de oro su discurso sobre ese momento ya histórico, sin abandonar, ni por un momento, su inteligente sentido del humor, en el que las puertas nunca son obstáculo para obtener la complicidad del felicísimo espectador.

Una película que ha soportado perfectamente el paso del tiempo; una obra maestra de la comedia, fruto de la colaboración de Lubitsch con unos especialistas magníficos, como el reputadísimo camarógrafo Rudolph Maté y la excelente montadora Dorothy Spencer, logrando unas actuaciones soberbias de todos los actores a su servicio, una obra irrepetible, por mucho que se hiciera una zafia réplica hace unos años con el resultado de encumbrar aún más esta película que ningún cinéfilo debería dejar de revisar una y otra vez en su versión original, por supuesto, aunque el texto de los subtítulos en castellano no sea todo lo afortunado que uno desearía.


p.d.: Cuando quien me incitó a decidirme a publicar algún que otro comentario en un blog, que yo inmediatamente reduje a bloc de notas, me dijo que me lo tomara con calma, pues el camino es de largo aliento, no podía imaginar donde me metía; hoy, ciento cuarenta y dos comentarios después, no deja de sorprenderme que haya quien se lea parrafadas como la que precede; y me maravilla que, después, algunos aún tengan fuerzas para disponerse a dejar huella -siempre bienvenida- de su estancia en este lugar que me ha permitido conocer a lunáticos como yo mismo. A todos, muchas gracias. Besos para ellas y abrazos para ellos.





20 comentaris :

  1. Un lujo, amigo Josep, un lujo de blog. Que sean muchos años más.
    La película (con fallo o sin él) es una delicia. Ese momento del falso Hitler "Heil, yo mismo" es impagable.
    La befa, la burla, la ridiculización como arma política, como torpedo directo a la línea de flotación de la soberbia de los que se creen superiores... pocas armas hay tan potentes y pocos son los que llegan a dominarlas.
    Un abrazo

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  2. ¡¡¡¡CIENTO CUARENTA Y DOS ESTUPENDAS OCASIONES DE INYECTAR ILUSIONES EN LOS QUE TE LEEN¡¡¡ Es cojonudo que un pirado del cine se dirija a otros pirados de cine. Es la mecánica de la comunicación y el trasvase de ideas y de ilusiones. Los que hemos visto cabalgar a los melancólicos héroes de Ford, los que nos hemos aferrado a la butaca con las ocurrencias del gordo y sádico Hichcock, los que hemos saboreado la "nueva ola" francesa, los que nos hemos asombrado con el cine de Kurosawa o de Mizoguchi, el neorralismo italiano, la elegancia y el color de Renoir.....en fin, la lista sería interminable y aun te quedan, por lo menos otras ciento cuarenta y dos reseñas....Es un plazo ¿eh?
    ¡¡¡FELICIDADES JOSEP¡¡¡

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  3. Un enorme besazo por ese cumpleaños tan bonito.....¿Y los años?...¿cuándo los cumples, bonito?
    Los mejores deseos pàra el futuro de Lola

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  4. ¡¡¡Feliz centésimo cuadragésimo segundo cumplecomentario!!!

    Admito que me consideraba un gran aficionado al cine, pero después de leer posts como los que aquí se publican, quedo relegado a la figura de lego, aprendiz o abyecto becario. Es por eso que muchas veces la lectura no se acompaña de comentario porqué para decir:

    "Interesante, no la conocía"

    una y otra vez sin parar, pues me callo.

    Igualmente, disfruto con la lectura. Dale las gracias al compa por haberte metido a bloguero.

    Saludos

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  5. Muchas gracias, 39escalones, por los buenos deseos.

    La película me encanta, desde luego. Justo ese ¡Heil myself!, que ya ha pasado a la historia, junto con ¡Schultz!, recuerdo que fueron durante unas semanas frases recurrentes entre quienes disfrutamos del "estreno" tan demorado y al oirlas nos partíamos de risa de nuevo; la risa tiene un poder irrebatible y Lubitsch la dominó como pocos.
    Un abrazo.

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  6. De un pirado a otro: gracias, Antonio.

    Ese emplazamiento que me dejas, procuraré cumplirlo poco a poco, sin prisa pero sin pausa, dentro de lo posible...

    Un abrazo.

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  7. Gracias, querida Lola, por tus buenos deseos.

    Las mujeres siempre tan curiosas... .-)

    La respuesta a tu pregunta está ya en el bloc: búscala, que seguro la hallas.

    Podrías empezar por mirar mi perfil... .-)

    ¡Muac! Saludos.

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  8. Muchas gracias, Joan: ya ves que cumplimos bloguerío casi al alimón, aunque tú eres más veterano...

    No admito tu modestia, pues mi intención, aparte de satisfacer las ganas de hablar de cine, se reduce a motivar la visión de películas que, a veces, pueden resultar desconocidas para la gente más joven.

    Tuve la suerte de ver en la tele muchas películas interesantes, lo que acrecentó mi cinefilia. Ahora la tele sólo ofrece anuncios con alguna cosa entre medio.

    No dejes de comentar lo que quieras cuando quieras.

    Saludos.

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  9. Que los 142 posts no sean nada comparados con lo que nos espera, Josep.
    Una de las mejores comedias de todos los tiempos, hecha en el momento adecuado (ya quisieran muchos ahora decir que tienen el mismo valor), con un guión perfecto, lleno de toques Lubistch, como cuando el marido se encuentra al amante en la cama y en lugar de hacer algo se esconde y recita to be or not to be, provocando que el amante se levante dormido. Genial. Jack Benny está soberbio, delicioso como el gran gran actor polaco y hace una gran pareja con la maravillosa Carole Lombard, que si no recuerdo mal ni siquiera llegó a ver estrenada la película.
    Como dijo el gran Billy Wilder, cada vez que se encontraba con un problema para hacer una escena se pregutnaba ¿Cómo lo habría hecho Lubistch?

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  10. Muchísimas gracias, Alicia, y tú que puedas leerlos si te place.

    Sí que es una de las mejores comedias, sí: esa escena que recuerdas con el amante en la cama es sensacional, por las miradas estupefactas que Jack Benny, que nunca estuvo tan genial, le lanza antes de levantarlo, cual sonámbulo, al oir las palabras mágicas pronunciadas por el despechado Tura, que no sabe si matarlo por la afrenta artística o por la otra...

    La gran Lombard efectivamente siquiera llegó a ver proyectada su última obra.

    Gracias, de nuevo.

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  11. Una obra mayor, sin dudas.
    Me alegra mucho que el amigo Manuel te haya convencido.
    ¿Fue muy ardua su labor? ¿Hubo mucha resistencia por tu parte?

    Lenny va en el 72%, aún descargando.

    Un abrazo!

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  12. Suerte qye yo no me leo todo, que si no... ;P

    En serio, exhaustivo comentario para una gran película y es que Lubitsch era mucho Lubitsch, con y sin toque.

    Lección de comedia y, encima, con mensaje...

    Un saludo felicitador...

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  13. Sí que es una obra mayor, Faraway.

    Manuel (ahora que no nos oye) sufrió en su blog una pequeña avalancha de mis "cortos" comentarios y, raudo y veloz, con buen criterio, me sugirió que me buscara mi propio camino. (O sea, deja de dar el peñazo por aquí, ya)

    Como no soy tonto del todo, entendí el mensaje y le dejé en paz un ratito, aunque no se ha librado de mí... todavía... .-)

    Soy un hombre paciente... :-)

    Un abrazo.

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  14. Ya sé, Hatt, que tú sabes leer entre líneas, pero también sé que tú sabes que yo no puedo reprimirme... :-)

    Lubitsch, el gran olvidado por la televisión actual, con lo que que muchos apenas conocen su obra, reivindicable.

    Muchas gracias.

    Saludos.

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  15. Enhorabona Josep pel teu bloc! La veritat és que comento menys del que m'agradaria perquè la majoria de temes dels que parles els desconeixo (tot s'ha de dir), però m'encanta el teu bloc perquè és un pou de sabiduria cinèfila!! segueix així,

    Salutacions, Marchelo

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  16. Moltes gràcies, Marchelo.

    No cal que et digui que pots comentar quan i el que vulguis; lo del pou, es una exigeració: només es tracta d'haver vist més pel·lícules, i aixó només es mèrit d'haver tingut més anys per veure-les.

    Salutacions.

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  17. Perdona, compa Josep, que llegue tan tarde (como casi siempre, a destiempo). La peli que reseñas es una de las grandes, grandes, grandes, desde luego, aunque la ví hace tanto tiempo que más me valdría revisitarla, y pronto. Respondiendo a la duda de Diego Faraway, pues supongo que no, que no me costó mucho convencerte; tú ya llevabas la buena semilla, y yo no tuve que regarla demasiado. Eso sí, a mí, en plan egoísta, me sigue gustando más que te pases por mi blog y comentes; cuanto más largo, mejor...

    Felicidades, en todo caso, y un fuerte abrazo "esguinzado", me temo...

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  18. Mejor tarde que nunca, Manuel.

    Esa película hay que revisarla de vez en cuando, para no olvidar lo que es cine del bueno y para divertirse un buen rato.

    Conste que tú lo has dicho, o sea que, luego, no te quejes de ningún rollo... ;-)

    Esto de los esguinces hay que curarlo bien...

    Un abrazo

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  19. Hola Josep,
    Volia fer-te una pregunta,
    El teatre on es resident la companyia en el film, existeix de veritat o es fictici.
    En el cas que sigui real, saps com es diu?
    Es que soc a Varsòvia, i m'agradaria poder visitar-lo en el cas que fos real.
    Moltes gràcies, Josep....
    Si pots envia'm un mail a josepidina@gmail.com
    Gràcies....

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  20. Benvingut, Josep:
    Pel que jo sé, tota la pel·lícula es va rodar als estudis de la Universal Artist a Hollywood, així que no cal buscar records a Varsòvia, tot i que potser hi hagin espavilats polonesos disposats s fer-ne negoci...

    Salutacions.

    ResponElimina

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