ESD 22 NORTH BY NORTHWEST
En esta película de hace ya más de cincuenta años, un apuesto solterón con una madre muy entrometida acaba por verse en un lío tremendo.
Al pobre Roger O. Thornhill le confunden con otra persona, un tal Kaplan, y el hombre anda ajetreado, maleado y mosqueado hasta que alguien le da una cita:
Deberá bajar en una parada determinada de una línea de autobuses y allí, le aseguran, podrá deshacer el entuerto que le trae de cabeza.
Con poquísimas palabras, la escena ya es un clásico de la historia del cine y no podía faltar en esta sección:
Tenía la intención de profundizar en las virtudes de la escena, pero me ha parecido que el amable lector estaría muchísimo más satisfecho si en vez de leerse divagaciones de un simple aficionado al cine dedica diez minutos de su vida a visionar otro vídeo y puede comprobar y escuchar con detenimiento lo que Don Alfred explica mejor que nadie:
¿A que sí?
"Qué extraño: esa avioneta está fumigando donde no hay nada que fumigar...". Una escena de manual, para enmarcarla y enseñarla en las escuelas, y paradigma del cine de Hitch, de los vacíos de sus MacGuffins y de su pericia técnica y narrativa. Un monstruo, sí señor.
ResponEliminaQue por cierto, la madre sólo era seis años, creo, mayor que Grant...
Saludos.
Me ha encantado escuchar al maestro; vanidoso, elucubrante... Sonrío. Podría haber dicho otra cosa, y resultará igual de creíble e interesante.
ResponEliminaLa escena, pues eso, magnifique.
Pues sí, Alfredo: desde entonces, ni siquiera el desierto es un lugar tranquilo...
ResponEliminaLa madre era ocho años mayor, pero es que cuatro años antes, en Atrapa un ladrón, representaba ser su futura suegra... es lo que tiene el -buen- cine: cuela, porque ni te fijas en esos detalles, nimios en comparación a todo lo demás...
Saludos.
Lo cierto, Raúl, es que tras ver el vídeo del maestro, la decisión era clarísima: me parto el pecho de la risa y la admiración cuando le oigo despotricar irónicamente del "cinema noir" y en un programa de la tele francesa: hay que tenerlos bien puestos, no te digo...
ResponEliminaSaludos.
Inmensa la escena, no podía faltar en la sección ;)
ResponEliminaUna gozada escuchar a Don Alfred, me encantó “redescubrir” la escena y conocer los “entresijos” de primera mano a través de él, a pesar del tío que de vez en cuando habla sin quitarse el chicle de la boca, que poco me gusta el francés, que manía le tengo jajajajaja…
Besos
¡ Qué secuencia tan espectacular y tan americana ! Un cruce de caminos en una zona desierta ! Un poco lo que nos imaginamos que puede ser una pesadilla, correr correr y que te atrapan y caes una y otra vez... ¡ Vaya explicación la del maestro ! Fuera clichés pero con qué maestria y originalidad.Es como la firma en un buen cuadro, el cine de suspense en estado puro. Imágenes tan desprovistas de atrezzo para contar algo nada simple.. Mi profunda admiración
ResponEliminapor el Sr. Hitchcock aumenta con el tiempo.
Muy buena entrada ¡si señor ! ;-))
Un besito.
Hemos visto la escena infinidad de veces y siempre nos deja asombrados, pero así era Don Alfredo...un maestro al que no han conseguido superar ninguno de sus "supuestos alumnos" (lease entre ellos Brian de Palma)
ResponEliminaEsta peli en concreto es posiblemente una de las más conseguidas de Hitchcock, pero yo siempre he sentido debilidad por "Vértigo".
Un abrazote
Se coló un intruso amigo Josep, no le hagas mucho caso, pero coincido con lo que dice. Encima me copió lo del "abrazote", que es marca genuina de la casa.
ResponEliminaPues no sé... A mí esta película me gusta (mucho, además), pero no me apasiona. De hecho, muchas de Hitchcock me gustan (bastante, además), pero pocas me "apasionan" (La ventana indiscreta, Psicosis... y alguna más). Aunque no dejo de reconocer que es un maestro y todo eso. La escena es genial, eso sí. Su explicación... bueno, es que ya me leí un par de veces el de Truffaut y otros. En otra ocasión, que ando liadillo.
ResponEliminaUn abrazo (que lo de abrazote parece que es Anro marca registrada (ja,ja). )
Yo no digo nada, porque hablar de Hitchcock, a veces hasta me parece irreverente, mejor dicho, se lo parecería a él, el muy ladino.
ResponEliminaUna abraçada
Yo creo, Vivian, que si pusieran a la venta un dvd con la colección de entrevistas de Don Alfred hablando de sus películas, lo íbamos a comprar todos: eso sí es aprender cine de buena fuente.
ResponEliminaPues anda que los palos que les da a los franceses a domicilio: verlo para creerlo... :-)
Besos.
Celebro que te haya gustado, Abril: la sensación de pánico que da hallarse en lugar tan diáfano frente a un avioncito asesino es un hallazgo que por sí solo ya vale la pena ver la película.
ResponEliminaBesos.
Bienvenido, Vividor: tienes un estilo de escribir que "me suena".
ResponEliminaPuede que llegues de otra dimensión paralela o quizás de una tercera.
Vértigo es una asignatura pendiente de repasar: tiempo al tiempo.
Un abrazo.
Antonio: no me asustes a los novatos ni que sea porque te hayan plagiado el saludo.
ResponEliminaSupongo que tu Lola estará al tanto; quiero decir que ya habrá leído la buenísima novela de Robert Louis Stevenson: no hace falta que ponga el título, ¿verdad?
Claro que igual estamos ante la historia pergeñada por Bill Richmond y un tal Joseph Levitch.... ;-)
Un abrazo.
David, David: que a estas horas en que uno responde ya no está para muchos trotes: ¿quedamos en que te gusta o no te gusta? Porque es que me hago un lío... ;-)
ResponEliminaApasionarse es un concepto demasiado subjetivo y como tal, volátil e inesperado: hay días que sí y días que no.
La escena, como sea, es genial y original y el vídeo de Don Alfred míratelo cuando tengas tiempo, porque creo que vale la pena: que valor tiene el tío...
Un abrazo.
No estoy muy seguro, Alma, aunque tú lo sabrás mejor que nadie....
ResponEliminaPero creo que Don Alfred, esté donde esté, estará encantado que todavía le recordemos estos cuatro cinéfagos impenitentes que aun quedamos con buen gusto...
Una abraçada.
A veces merece la pena recordar escenas así, que alguien se centre en 10 minutos de una película de D. Alfred.
ResponEliminaTambién me gusta leer los comentarios, todos, y esos ni fú ni fá, tal vez, puede, sí pero no. Y, sobre todo, tus respuestas.
Genial todo. He dicho.
Besos, cienes.
Soy un desastre, me parecía que ya había escrito mi comentario. Poco te puedo decir del gran Alfred que no sepas, Josep, y si encima nos pones un video en el que él nos explica como hizo esa maravilla de Con la muerte en los talones, mejor que mejor. De esas películas por las que no pasa el tiempo (lo mismo que le pasaba a Cary Grant), y se ven una y otra vez.
ResponEliminaCelebro, Blanca, que te guste rememorar esos diez minutos mágicos de la mano de Don Alfred, y que halles interesante el resto: siempre es agradable escuchar el eco risueño que viene de lejos y llega cerca, muy cerca.
ResponEliminaBesos.
Estoy seguro, Alicia, que podrías contarme cosas de Don Alfred que desconozco, ignorante de mí: hallar ese vídeo ha sido una suerte y, desde luego, el tiempo se detiene en esas obras imperdibles como lo hacía en la galanura de Cary: uno nunca se cansa de disfrutar ese cine.
ResponEliminaSaludos.