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dimarts, 1 de juliol del 2008

De oyente a escuchante



Harry es un reconocido especialista en hurgar la vida de los demás; nada puede escapar a su técnica artesanal y sus originales ideas que le permiten saber lo que nadie puede conocer; su empeño en su trabajo provoca la envidia y los elogios de sus colegas.

Harry es un detective. Uno de los mejores, sino el mejor, de su país, Estados Unidos de Norteamérica. Todos le envidian por su tecnología única, fruto de su perseverancia y constancia en resolver mil y un problema hasta conseguir lo que nadie puede: grabar cualquier palabra pronunciada por gentes ajenas, ignorantes de la persecución minuciosa, perfeccionista y obsesiva de Harry.

Harry se autodefine como un oyente: su profesión reside en oir y grabar lo que oye. Pero no será así. No lo será, para desgracia del propio Harry.

Francis Ford Coppola acababa de triunfar de forma estrepitosa con una película de encargo y gran presupuesto cuya resonancia de inmediato propició la decisión de rodar una segunda parte, cuando decidió tomarse un respiro, un lapsus personal y rodar una historia que él mismo había escrito, un proyecto muy querido y deseado.

A tal fin y con la ayuda monetaria en la producción de sus amigos Peter Bogdanovich y William Friedkin, con quienes había fundado la compañía productora The Directors Company, así como exponiendo sus propios caudales colocados en la American Zoetrope, Coppola procedió a aprovechar unas cortas vacaciones para desarrollar como director, guionista y productor una historia que sin duda se puede calificar como totalmente propia, una película que todavía permanece en el recuerdo de quienes en ella intervinieron como única.

La película s
e tituló en España La Conversación (The Conversation, 1974) y es sabido también que sigue teniendo para su protagonista un lugar preferente en su larguísima lista de actuaciones, lo que, visto y revisado el film en varias ocasiones, no extraña en absoluto, ya que ese atormentado Harry Caul, interpretado por Gene Hackman, sigue apresando nuestro interés después de tantos años.

A Harry le han encargado que grabe una conversación de dos jóvenes, un hombre y una mujer, completamente desconocidos para él, sujetos anónimos que mientras pasean por un parque público de San Francisco serán espiados por Harry y sus colaboradores.

Debemos situarnos en la época y lo haremos de inmediato, nada más empezar, pues veremos, en un estupendo plano cenital que irá descendiendo hasta aterrizar entre la gente, como desde una azotea, una ventana y mediante un fingido paseante, tres colaboradores de Harry interceptarán la conversación de la peripatética pareja. Harry deambulará por el parque, vigilante, y oiremos extraños sonidos entrecortados por zumbidos, chirridos y ruidos electrónicos de interferencias, pues en 1974 los medios electrónicos eran, en comparación con los actuales, bastante rudimentarios.

Enseguida observamos que Harry es un tipo peculiar, pues en un soleado día de otoño, quizás invierno, viste una especie de ligero chubasquero traslúcido que le da la imagen del hombre propicio a excederse en las precauciones, temeroso de una lluvia poco apropiada en California; uno piensa que, bajo el terno de color indefinido, además de cinturón, llevará tirantes.

Cuando Harry llega a casa comprobamos su manía por la seguridad ya que la puerta tiene tres llaves distintas y al abrirse salta un estruendoso timbre de alarma. Precauciones inútiles las de Harry, ya que, apenas traspasado el umbral de su fortaleza, halla, despositada en el suelo, una botella de vino con una nota: su casera, que vive en el piso inferior, le felicita por su 44 cumpleaños y le obsequia con el vino. El espeluznado Harry comprueba con estupor que su casera tiene cada una de las tres llaves del piso y que además ha sabido su edad y natalicio gracias a una carta indiscreta. La fortaleza de Harry ha sido violada por primera vez. Harry vive solo en compañía de su saxofón, que toca al alimón con la orquesta de Duke Ellington (Sophisticated Lady).

Harry tiene una amante, Amy (Teri Garr), a quien visita llevándole el vino: al saber Amy del cumpleaños de Harry, se lamenta de la falta de confianza de éste, preguntándole cosas triviales, normales en una pareja de amantes, con el resultado sorprendente de la huída del esquivo Harry, pleno de sospechas porque Amy ha canturreado la misma canción que la chica cuya conversación ha grabado por la mañana.

Coppola nos introduce en los primeros minutos del largometraje en el mundo de Harry: una vida dedicada a satisfacer la obsesión del trabajo perfecto, pero con el temor, pánico en realidad, de que cualquiera pueda saber lo más mínimo acerca de él y su vida particular. Una forma paranoica de vida ya que, frente a la profesión de hurgar en los quehaceres de los demás, se erige, cual eremita, un tipo que pretende aislarse y pasar desapercibido.

Dentro de una jaula cerrada con llave que está asimismo dentro de otra jaula más grande, también con cerradura de seguridad, que se halla instalada en una gran nave de un edificio de varias plantas semi abandonadas en un apartado complejo industrial es donde el esquivo Harry tiene su preciado tesoro, su laboratorio de magnetófonos y aparatos electrónicos de su invención que opera continua y obsesivamente para componer con limpieza la grabación de la conversación robada.

El empeño de Harry, que pronto descubrimos en otra faceta, la de intolerante religioso, choca momentáneamente con su colaborador Stan (John Cazale), a quien achaca la falta de claridad de la grabación, lo que le produce intenso malestar.

Stan le echa en cara que sólo se trata de un trabajo; una aburrida grabación de una aburrida pareja, con unas aburridas palabras. Pero Harry, que admite que para él lo que diga la pareja carece de interés, se expresa apasionada y compulsivamente enfadado porque hay trozos de la conversación que no se perciben, acabando por provocar que Stan le deje solo.



El obsesionado Harry no ceja en su empeño de oir todos los fragmentos de la conversación; mientras manipula sus tres magnetófonos sincronizados y aplica filtros sónicos de su invención, una vez tras otra, Coppola se cuida mucho de ofrecernos no tan sólo el sonido sino también las imágenes que les corresponden, en una reiteración de lo ya visto tan bien planificada que, lejos de aburrir al espectador (como en muchísimas ocasiones padecemos), cada visión, con un trozo añadido de nuevas palabras, va incrementando nuestro deseo de oir lo que estaban diciendo, deseo que en Harry se torna en frenesí hasta que, una frase, le hiela el corazón y le llena de amargos recuerdos:

"He'd kill us if he got the chance."
"He'd kill us if he got the chance."
"He'd kill us if he got the chance."



Harry ha escuchado. Ha pasado de mero oyente de una frase bien grabada a escuchante. Sin pretenderlo, ha entrado a formar parte de una historia en la que puede que llegue a haber una muerte. Ya no es un simple oyente. Sabe. Conoce, o cree conocer.

Su pasado aflora en un instante, atormentándolo; por eso corre a un confesionario donde volcará su aprensión, donde buscará el perdón, donde clamará que no es su responsabilidad lo que vaya a ocurrir, como no lo fue en el pasado. Hace años, después de entregar una grabación imposible de realizar él, el gran experto, leyó en los periódicos que una familia había sido asesinada brutalmente: la familia de uno de los investigados por Harry. Su remordimiento, su imaginada responsabilidad en las muertes como resultado de levantar el velo de un secreto, sigue torturando el alma de Harry.

Ese hombre atormentado, temeroso, cuya vida particular se sucede de jaula en jaula, tratando de separarse del resto de la humanidad, buscando consuelo en una absolución de confesionario y placidez en el sonido grave y profundo de su saxo tenor que toca en compañía de música enlatada, cree haber descubierto un complot para asesinar a la joven pareja. Pero debe entregar la grabación y cobrar 15.000 dólares, una fortuna de la época, por su trabajo. Debatiéndose entre la obligación de terminar el trabajo (entregar la grabación) y cobrarlo y el temor de que el resultado vaya a ser idéntico al de hace años, Harry se enzarza en una discusión con el secretario del Director de la compañía que le hizo el encargo; el secretario, Martin Stett (Harrison Ford), recibirá la negativa de Harry de entregar las cintas, obstinado en hacer la entrega personalmente a manos del Director, cuya obstinación sólo cabe entender como el trámite intransferible de traspasar a un único destinatario la responsabilidad de lo que vaya a suceder, como liberación de la angustia que la conversión de oyente a escuchante ha producido en Harry.

Coppola cuenta la historia con una eficacia demoledora, con su propia caligrafía cinematográfica, ajustadísima como siempre a lo que nos relata, ayudado por unos sonidos marca de la casa de Walter Murch y Art Rochester, ambos nominados al Oscar, al igual que Coppola en su doble faceta de escritor y productor, como se puede constatar aquí, muestra de las muchas nominaciones y varios premios recibidos, con la mala fortuna en la carrera de los Oscar de coincidir en un año realmente prodigioso, ya que Coppola como productor se venció a sí mismo como productor. Paradojas de la historia del Cine con mayúsculas.

La negativa de Harry de no entregar la grabación si no es a manos del Director producirá una serie de acontecimientos que acabarán con la ruina moral de Harry, al comprobar que sus inexpugnables fortalezas, jaulas y llaves de seguridad, no serán suficientes para salvaguardar su intimidad, debiendo aceptar la derrota de mal grado; insistiendo en su paranoica sensación de responsabilidad producida por su maldita conversión de simple oyente a escuchante, tomando conocimiento de unos hechos que premonitoriamente le atormentarán, Harry, totalmente desquiciado, en un inesperado giro de los acontecimientos que no ha podido preveer, él, que siempre sale con su ridículo chubasquero, acabará sintiéndose presa de las miradas ajenas, puesto en el ojo del huracán de una trama que acabará con su estabilidad emocional y que catárticamente, después de una locura física destructiva, intentará apaciguar acudiendo a sus solos de saxofón.

Una muy estimulante historia original de Coppola que la presenta de forma excelente, dando lugar, a través de los más de treinta años desde su rodaje, a multitud de lecturas, algunas con claro sentido político, no en vano el famoso escándalo Watergate pertenece a la época y las escuchas ilegales eran objeto de controversia, pero que, a entender de este cinéfago comentarista, ultrapasa la mera reducción de crítica político-temporal para adentrarse en los recovecos del alma del protagonista, un atormentado Harry interpretado de forma magistral y muy contenida por el siempre magnánimo Hackman, dueño absoluto de la función, un Harry Caul que sucumbe bajo el peso de una responsabilidad ni querida ni buscada, un sentimiento que nace de su errónea intromisión en una conversación que tan sólo debía oir bien pero nunca escuchar.

Una película apasionante, compleja, que no alcanza la categoría de maestra quizás a causa del menor nivel interpretativo de los característicos (salvando al bueno de Cazale) pero que sin duda no puede en modo alguno ser obviada por el cinéfilo, siendo su visión y revisión de obligado cumplimiento.


Trailer




6 comentaris :

  1. Sí, Josep, "La Conversación", por derecho propio es una de las películas más personales de Coppola. Tiene unos matices tan especiales que merece ser revisada o si se trata de un nuevo espectador, es de necesidad obligada verla.
    El tipo, Harry Caul, es malísimo en el trabajo, pero a la vez es un ser más que desgraciado. Es tremendo lo que le dice al cura en la escena de la confesión "Hubo gente que resultó perjudicada por mi trabajo, y temo que vuelva a sucederme, y yo..yo no he sido en modo alguno responsable. No soy responsable. Por éste y por todos mis pecados de mi vida pasada, estoy arrepentido de corazón".
    Coppola quiso plasmar en el personaje de Caul una metáfora que reflejara la crisis por la que pasaba EEUU en aquel momento. Watergate y el fracaso de Vietnam estaban bien calientes.
    Hay una escena, en la que no quiero entrar en detalles, que termina en un interrogante ¿en realidad se llena el apartamento de sangre?. Muchos críticos se han hecho esta pregunta que ni el propio Coppola contesta satisfactoriamente. Este declaró que se había inspirado en la escena del baño de "Psicosis".
    Creo que "La Conversación" es una película única en su concepto del "voyeurismo" y en ésto sí que se inspira en "Psicosis". El personaje de Harry Caul siempre está mirando pero nunca ve nada por completo.
    Creo, Josep, que sí, que ésta es una película excepcional, un poco dificil de clasificar.
    Un abrazote.....y ¿añado algo por mis pecados futboleros, o solo me alegro?

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  2. Magistral, como siempre, tu reseña, compa Josep, de una de esas pelis, por cierto, que tengo por ahí grabada, y que me he prometido a mí mismo en miles de ocasiones que tengo que ver, y aún no lo he hecho. Si tenía alguna excusa, que creo que no, más allá de las socorridas y habituales (que si el tiempo, que si patatín, que si el tiempo, que si patatán...), ya no hay...

    Un fuerte abrazo.

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  3. Muchas gracias, Antonio, por el comentario, que es de esos que a uno le hacen desear hallarse en una pérgola con una copa en la mesa para enhebrar una interminable conversación a la luz de las estrellas.

    Si te digo que llevaba meses dándole vueltas no exagero: ciertamente es una película muy densa, que permite elucubrar de mil formas y todas interesantes.

    Sigo pensando que la voluntad de Coppola no reside únicamente en metáforas de una época ya añeja y que el estudio del personaje le otorga una pátina intemporal que la hace sumamente interesante en cualquier momento.

    No había caído en la cuenta de la inspiración de Psicosis, es cierto.

    Lo del fútbol, lo olvidaremos cuando te pongas en faena, que ya toca, ¿no?

    Un abrazo.

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  4. Amigo Manuel, gracias de nuevo por tus elogiosas palabras que me animan a proseguir en el empeño. Si la tienes por ahí grabada, no dejes de buscarla y disfrútala, que seguro que no te arrepentirás; más bien pienso que lamentarás no haberla visto antes.

    Creo que es imprescindible para entender la forma de afrontar el cine del maestro Coppola. Recuerda que la rodó entre las dos primeras partes de su gran saga mafiosa y a fe que consiguió una obra muy personal.

    Un abrazo.

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  5. Es una película impregnada de la atmósfera y las obsesiones que presidían entonces la vida americana, desde el asesinato de los Kennedy o Luther King y que desembocará en el Watergate. La paranoia de la invasión comunista, la lucha de poder entre las distintas agencias que controlan la política americana, cómo los derechos de las personas se ven afectados y limitados en aras de la "seguridad nacional"... Hay todo un cine de esa época influido notablemente por estos claroscuros, como "Klute", de Pakula, por citar una.
    Fenomenal post.
    Saludos

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  6. No dudo, 39escalones, que esa impregnación que apuntas sea real; pero a diferencia de otras películas, esos sentimientos sólo forman parte del "atrezzo anímico" sin erigirse en protagonistas; por ello la veo como intemporal, al desmenuzar básicamente el estado mental y anímico de Harry, lo que en definitiva impide un mal envejecimiento de la película.
    La de Pakula, klute, con una todavía vindicativa Jane Fonda, es, por decirlo en pocas palabras, todavía más "rara"... y no me gustó tanto, aunque hace mucho que no la veo.
    Gracias por el comentario y los ánimos.
    Saludos.

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