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dilluns, 9 de març del 2009

Dos mundos diferentes




John Sayles es probablemente el mejor exponente de cineasta independiente de los Estados Unidos de Norteamérica, ese país donde la industria cinematográfica se ha convertido con el paso de los años en un condicionante mediático, cultural y económico-político de proporciones gigantescas, fagocitador incansable de individualidades, sean estas personas físicas sean culturas de otros países.

Contra viento y marea y aprovechando al máximo los escandalosos pecunios que perciben los buenos guionistas, John Sayles, una y otra vez, desde que se inició en el cine de la mano de Roger Corman, ha trabajado como guionista en productos comerciales de toda índole con la declarada intención de obtener medios económicos suficientes para realizar su cine: su propio estilo de cine.

Después de obtener gran reconocimiento por su película Lone Star, rodada en 1996, Sayles se dispuso a rodar una película que de inicio sabía no iba a ser comercial en absoluto, por varios motivos:

Primero, por la decisión de filmar una historia con el apoyo y colaboración de intérpretes en su mayoría no estadounidenses, algunos casi que aficionados, y el resto apenas conocidos, con un par de salvedades: además, cada intérprete iba a expresarse en su lengua propia, resultando el inglés totalmente minoritario frente a un castellano de la América Central y una mezcla de idiomas genuinos de los ocupantes de América desde antes de la llegada de los españoles.

Segundo, porque el tema a tratar, el motivo de interés de Sayles, carece de lo que se podría llamar "gancho comercial", dedicado a exponer de forma muy verídica una situación que casi nadie desea conocer.

Esa película, titulada en el original como Hombres Armados y reconvertida en inglés como Men with Guns, 1997, es una clara apuesta de Sayles de dotar al Cine de un sentido social y documental con el verismo posible en una narración inventada sobre una idea ajena, huyendo, según afirma el autor, del género de cine político, ya que Sayles no quiere nada más -y nada menos- que plantear unas preguntas a los espectadores, sin sentir la imperiosa -y arrogante- necesidad de ofrecer una respuesta ya que, como él mismo afirma, "la respuesta la debe hallar cada cual dentro de sí mismo pues yo no la tengo, estando al mismo nivel que el espectador".

El Doctor Humberto Fuentes (Federico Luppi ) es un médico célebre y reconocido tanto profesional como socialmente que dispone de una buena consulta en la capital de un país centroamericano: hace apenas un año que enviudó y se halla próximo a la jubilación; este año desea realizar sus vacaciones en los montes de su país, tierras alejadas de la civilizada urbe donde vive, con el deseo de visitar a unos cuantos médicos que él mismo formó, un pequeño grupo de entusiastas que en su día partieron para los montes a fin de prestar servicios sanitarios básicos en lugares alejados de la cómoda capital, auxiliando a los aldeanos que viven todavía según normas y costumbres de los antepasados, habitantes ancestrales de aquellas tierras, a quienes los ciudadanos capitalinos denominan "indios", con una cierta entonación plena de desprecio.

Pese a las advertencias de uno de sus pacientes, general del ejército, y a las puyas recriminatorias de su hija y su pareja, el Dr. Fuentes, tras un inesperado encuentro con uno de aquellos médicos que desertó de esa salvífica misión, decide comprobar qué ha sido de sus discípulos en el desarrollo de esa gran idea que considera como su legado personal que le convertirá en benefactor de la humanidad.

Los avatares que sufrirá el Dr. Fuentes en el curso de su viaje convierten una expedición personal cuyo fin es comprobar in situ el desarrollo de una idea en un viaje al infierno dantesco cuyas proporciones se van ampliando conforme avanza el camino.

Con un tono casi que documental, Sayles presenta minuciosamente un forma de vida paralela que ha sido totalmente ignorada por el Dr. Fuentes, habituado a su cómoda y lucrativa consulta repleta de señoronas enjoyadas y generales poderosos. Es otro mundo, muy diferente al conocido: a pocos kilómetros de la civilización, apenas entrado en los montes, choca de repente con una realidad que le descoloca en todos los sentidos; los aldeanos, esos indios que son los descendientes de los primeros ocupantes de esas tierras abruptas, viven por debajo del umbral de la pobreza y el buen doctor percibe que, más allá de las necesidades médicas que él pensaba paliar con su espléndido proyecto, hay hambruna como primer problema: no pueden cultivar otra cosa que café, porque de contrario los "hombres armados" aparecen y les castigan sin piedad.

Huyendo del maniqueísmo fácil y del discurso político, Sayles eleva el nivel del dilema cuando al preguntar el Doctor a un indio por la identidad de esos "hombres armados", recibe como respuesta que no es el ejército de los blancos, porque en él también forman parte algunos, muchos, demasiados, indios: "cuando un indio se pone el uniforme, se vuelve blanco". Además, existe otro grupo de "hombres armados": la guerrilla popular, que asimismo condiciona la vida de los aldeanos indios, amenazando a los que considera, justificada o injustificadamente, amigos del ejército, simplemente porque obedecen ante las armas.

La violencia ejercitada en la opresión de los pacíficos es salvaje, dura y sin concesiones; los violentos son quienes determinan la vida de las aldeas, tanto con la fuerza de las armas como con el chantaje emocional de la amenaza del exterminio.

El Dr.Fuentes hallará fortuitamente un guía en el chiquillo llamado Conejo (Dan Rivera González, fantástico el jovencísimo actor), y un contrapunto en un indio desertor del grupo de "hombres armados", Domingo (Damián Delgado ) que lo primero que hará será robar la cartera del Dr. y el medio real que tiene Conejo como pago percibido por su función de guía.

Ante la queja del Dr. por el robo, Conejo tiene una frase definitoria:

Conejo: ¿cuanto dinero le ha robado ése?
Dr.: Cientos llevaba en mi cartera
Conejo:¿Pero usted tiene más dinero, en la ciudad?
Dr. : Pues claro, pero está en el banco.
Conejo:Entonces, ¿de qué se queja? a mí me ha robado todo lo que tenía en el mundo.

El Dr. Fuentes, epónimo de todos nosotros, espectadores de la película, cómodamente sentados ante la pantalla, va conociendo lentamente unas realidades hasta el momento desconocidas; unas verdades incómodas, que desde su afamada consulta ignoraba, orgulloso al aquietar su conciencia con la creación de ese grupo de jóvenes médicos que iban a desarrollar muníficamente sus saberes en beneficio de una población indígena idealizada.

La realidad de los dolorosos hechos que irá descubriendo, descenso a los horrores de un infierno terráqueo, mientras asciende penosamente por los montes, aldea escondida tras otra, le hará tambalear éticamente, estupefacto al escuchar cómo los médicos han sido "desplazados" por inconvenientes, al devenir supuestamente en partidarios de la guerrilla popular contra el ejército regulador de la situación: los "hombres armados" del ejército consideran a los médicos como a sus enemigos, y la guerrilla los mira como representantes del mundo "civilizado", del mundo de "los blancos".

Dos mundos muy diferentes, como entenderá el Dr. al explicar, a la luz de la lumbre, los variadísimos sabores de helados que pueden degustarse en la ciudad, a unos guerrilleros que jamás han comido un helado.... soñando en comer uno un día...

Las figuras del soldado desertor, Domingo, y el encuentro casual con el Padre Portillo (Damián Alcázar) que ha colgado los hábitos a causa de una terrorífica experiencia, completan un cuadro de personajes en una situación límite sin esperanza de una vuelta atrás, presionados por las circunstancias, el miedo, la culpa de atrocidades cometidas y la falta de futuro. Un futuro que se verbaliza en "Cerca del Cielo", lugar utópico donde se asegura que allí no llegan los "hombres armados" y la gente vive en paz.

Sayles configura un paisaje humano muy duro:una lucha despiadada en la que el poderoso extermina sin piedad al débil, esclavizándolo. Dotando de verismo inusual la trama, consigue trascender en su mirada un punto alejada, sin tomar partido, la simple localización del problema, otorgándole una dimensión globalizadora, esa palabra tan de moda. Al no disponer de datos concretos, esa tragedia humana se amplía: esos indios americanos son reflejo de las situaciones iguales que suceden en África y en Asia. La convivencia de una sociedad "occidental" acomodada con unas personas que están en condiciones infrahumanas, esa coincidencia en el mismo globo terráqueo de unos turistas estadounidenses que buscan "ruinas mayas" mientras a su alrededor personas mueren de hambre, produce escalofríos, hiela la médula del espectador, al fin consciente de su suerte por haber nacido en "el otro lado del mundo".

Contra lo habitual, Sayles no toma partido en su discurso: no arremete contra el capitalismo haciendo una fácil y demagógica propuesta pseudoprogresista; no culpa a nadie en concreto; como él mismo dice, no presenta soluciones: sólo presenta el problema.

Pretende que seamos conscientes de una dolorosa realidad, demasiado extendida todavía en este mundo. No busca que nos sintamos mal por nuestra fortuna: pero pretende, y consigue, que nos interroguemos internamente, que evaluemos nuestra actitud vital en relación con los menos favorecidos.

Sayles, director, guionista y montador, ejecuta limpiamente y sin trampas un ejercicio de cine social durísimo, difícil de tragar, incómodo, consiguiendo su objetivo: provocar interrogantes éticos de calado emocional. Incluso tengo para mí que el concurso de Federico Luppi como protagonista se hizo con intención: el argentino, obligado a pronunciar sus frases en un castellano "neutro" , carente de acento, no ofrece una interpretación destacable, resultando bastante apático, con una debilidad emocional evidente, lo que merma la fuerza del personaje, resaltando aun más la presencia de los desgraciados indios, verdaderos protagonistas de la película, junto con los complejos caracteres del desertor Domingo, que por una parte se comporta como amenazador, al disponer de un arma oculta, pero que no duda en entregar unas pastillas como placebo a una joven violada por los "hombres armados" que lleva ya dos años sin hablar con nadie y sufriendo dolor de barriga; Domingo se debate entre el afán de sobrevivir y el remordimiento de los males causados cuando perteneció a los "hombres armados", mientras el Padre Portillo vaga al azar huyendo de sí mismo y de una responsabilidad impuesta por los "hombres armados", con un resultado que le marcará el resto de su vida; ambos hallarán un punto final a su viaje.

Con unos apuntes musicales expresivos y una eficaz fotografía que huye de la postal bella, presentando los intrincados montes como laberintos angostos, Sayles configura el relato como un camino de toma de conciencia del Dr. Humberto Fuentes, que se enfrentará una realidad de sí mismo bien diferente de la que tenía al partir en esas vacaciones que iban a suponer un reencuentro con sus discípulos y que acaban siendo la puerta a un horror desoído voluntariamente, cotidianamente ausente de los medios de comunicación.

Una película muy dura, que reúne todos los despropósitos anticomerciales que imaginarse puedan, pero que, pese a su largo metraje, más de dos horas, es de visión obligada para cualquier cinéfilo consciente que el cine no tan sólo ha de ser divertimento, constituyéndose al fin y al cabo Hombres Armados en un ejemplo sobresaliente de cine de autor, cine independiente con claro mensaje social, lo más alejado que se pueda considerar del denominado eufemísticamente "cine indie". Imprescindible.


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Otras películas de John Sayles en este bloc:




8 comentaris :

  1. Gran recuperación, Josep, qué buena película y qué bien está Luppi. Película desapercibida para la gran industria americana, como casi todo lo que hace Sayles pero imprescindible.
    Saludos.

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  2. Confieso amigo Josep que me has pillado. La filmografía de John Sayles, y concretamente esta peli que comentas, me es casi practicamente desconocida. Trataremos de rellenar este hueco.
    Eso demuestra que por mucho que tengamos siempre falta otro mucho, y sabes a qué me refiero.
    Un abrazote.

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  3. No conocía nada de John Sayles aunque sí sabía de LONE STAR, Josep, así que estaré al tanto para, llegada o buscada la ocasión, pillarle al vuelo.

    Ves? otra vez, por tu aportación, abro mi "En cartera".

    Abrazos y cine.

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  4. Seguro que comercialmente fue un fracaso, 39escalones, porque ahorita mismo el dvd (usado) está a 124 dólares, lo que da cuenta de la rareza del producto, totalmente descatalogado, una injusticia con un cine necesario.

    Saludos.

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  5. Conforme voy viendo las películas de Sayles, Antonio, tengo la convicción que es un tipo peculiar, con ideas propias, que estarán presentadas de una forma u otra, pero siempre originales en su planteamiento.
    Un abrazo.

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  6. Creo, Susy, que Sayles está bastante fuera del circuito comercial y, pese a estrenar con cierta frecuencia, sus películsa quedan al margen de la mercadotecnia usual y, si no es porque lo busques o te lo encuentres de sorpresa, dificilmente sabrás de él: por eso me alegro de que mi reseñita te haya sido útil.

    Un abrazo.

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  7. Me ha encantado que significaras en tu reseña esa paradoja que provoca el visionado de la peli, al ver como, en tanto en cuanto el Dr. va ascendiendo por la montaña, más trayecto recorre camino del infierno; Un subir, que supone descenso.
    Imposible no tener cierta predilección por esta película.
    Sayles es uno de los poco que me cautiva desde lo sencillo. En mi memoria; "El secreto de la isla de las focas" o "la tierra prometida".

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  8. Creo que en las películas de Sayles no hay nada casual, ya que suele ser él mismo quien escribe sus guiones y parece hacerlo a conciencia.
    Yo apenas he visto sus tres películas reseñadas, pero tengo la previsión de ir ampliando la lista, con calma pero sin pausa, porque me parece muy interesante.

    Saludos.

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