ESD 21 EL VERDUGO
Esta sección intenta ocuparse de escenas en las que brilla la forma cinematográfica por encima del diálogo: la fuerza visual demuestra su poder frente a la letra.
No es fácil hallar escenas que se ubiquen perfectamente con dicha característica, pero pese a la existencia del diálogo en muchas ocasiones éste permanece como simple adorno -o concesión al espectador- ya que la imagen por sí sola ya cuenta sobradamente la historia, sus hechos y vicisitudes.
En la película El Verdugo, rodada por Berlanga en 1963 y a la que hace ya tiempo dediqué este comentario, podemos hallar una muestra de cine puro en la que si quitáramos el sonido seguiríamos entendiendo lo que su autor pretende comunicar.
Berlanga, con el auxilio del director de fotografía Tonino Delli Colli, demuestra que un movimiento de la cámara, conjugado con un cambio focal oportunísimo, basta para crear un ambiente y contar una desazón:
Uy, hoy soy la primera en comentar!!!
ResponEliminaY después de leerte y ver el vídeo, no me quiero acordar de lo que esa escena, la primera vez que ví la película, me hizo sentir por algún tiempo.
Esas sí eran películas del realismo político-social del país, sí.
Un abrazo.
He llegado tarde para comentarte la de Polanski. Lei la entrada pero no los comentarios. A ver si puedo luego.
ResponEliminaLa vi de niño y me gustó, pero no la he vuelto a ver. Recuerdo sobre todo la escena final.
Sobre esta entrada.
Si pones sólo la escena sin sonido y no sabes nada más, piensas que van a asesinar (que es lo que es la pena de muerte) a los dos hombres, no que uno es el verdugo... que es lo que supongo que también buscaban Berlanga y Azcona, digo yo.
A mí siempre me ha gustado las veces que la he visto ese vahído que le da al verdugo, como si fuera a él al que llevaran al garrote. Por cierto. Eso me recuerda. ¡Qué diálogos!
Un saludo.
Maravillosa secuencia y maravillosa película.
ResponEliminaMe encanta el blog habia entrado alguna vez pero hoy he podido darle un vistazo general.
Un saludo a todos.
Una composición soberbia, un espacio frío, aséptico, con una puerta diminuta tras la que adivinamos lo que esconde sin ninguna dificultad. Y el pobre hombre arrastrado, que asume la apariencia de la víctima, alejado de su resignación o su dignidad. Una inversión de papeles magistral; el mejor alegato posible contra la pena de muerte.
ResponEliminaSaludos.
Sin esa levísima ascensión de la cámara, la escena no sería la misma.
ResponEliminaJoder,... qué maravillaaaaa.
Esta escena (aunque las crónicas no lo hayan mencionado) es sin lugar a dudas una de las mejores de la historia del cine español y mundial.Me ha parecido y sigue pareciéndome soberbia.
ResponEliminaProbablemente la censura no captó la mala leche de los autores. Me parece muy bueno cuando el cura viene a asistir también al verdugo.
El detalle final del sombrero es de un diez o mejor un quince.
Al final tengo que lamentarme contigo ¡dónde están hoy el talento y el buen hacer!
Un abrazote.
Si señor, una escena magnïfica de una película grandiosa, que sirve de metáfora, pero sin hacerse pretenciosa en absoluto: ahí es nada tanto el reo como el verdugo empujados por las fuerzas vivas del país a que cumplan con su destino.Una de las mejores películas españolas de todos los tiempos
ResponEliminaYa ves, Susy: siempre hay una primera...
ResponEliminaYa tienes razón, ya: eso era cine crítico con el poder y no lo que tragamos ahora: y además, bien hecho.
Besos.
Je,je, David: los diálogos marca de la casa Azcona son de lo mejorcito que se puede escuchar, todavía hoy, en el cine patrio: me imagino las sesiones con Berlanga puliendo el guión: una gozada, oiga...
ResponEliminaSaludos.
Bienvenido, Karaguebo, y gracias:
ResponEliminaSí que es una maravilla la escena, casi cierre de una también maravillosa película, que no me canso de repasar.
Saludos.
Se nota la mano del fotógrafo, Alfredo, porque esa composición, a foto fija, es excelente, clásica, con el punto de fuga apuntando a esa puertecita que guarda el más tenebroso acto imaginable.
ResponEliminaSaludos.
Ahí está, Raúl, la vista de Berlanga, ordenando la grúa y el leve zoom a angular, como alejándose, suave, para enseñarlo todo en un plano único: no me canso de verla...
ResponEliminaSaludos.
Si no es la mejor, Antonio, ya me gustaría que alguien me dijera cual pueda ser: en mi opinión, esta es una obra maestra, toda ella, y quizás la mejor de nuestra cinematografía.
ResponEliminaLo del sombrero es detalle que me hizo entender que Berlanga es un genio.
¡Ay! ¿Donde?
Un abrazo.
Dí que sí, Alicia: para mí, la mejor, sin dudarlo: con suma sencillez, sin efectismos, pero hincando el diente de mala manera, sobrepasando la cerril censura y resultando inteligente e inteligible. Fantástica.
ResponEliminaSaludos.
¡Qué grande Berlanga! Obra maestra la mires por donde la mires: guión, dirección, actores...
ResponEliminaEn fin, película obligatoria.
Y estupenda la entrada antigua que enlazas (ya que estoy, lo pongo aquí).
Gracias.
El verdugo, compa Josep, qué peliculón (con el que, además, tengo un episodio personal curioso: la peli que abría un ciclo de cine social que tuve el gustazo de montar hace unos años -y cuyo título, ahora, de memoria, no recuerdo...-, no se pudo exhibir, por un problema técnico, y hubo que cambiarla a última hora. ¿La elegida? Ésta; creo que todos salimos ganando...). La he visto varias veces, y, como toda obra maestra que se precie, cada vez que la veo le encuentro algún detalle de interés nuevo y que no había "pillao" en visionados anteriores. Eso sí, no es la única que merece tal calificativo de esa época y esas gentes: hace unos días ví Calle mayor, de Bardem y tanto de lo mismo; otra con la que alucino, es El pisito, de Ferreri (y Azcona, cómo no, a los mandos del guión). Unos genios, eso es lo que eran esos tipos: gente con un talento bestial y que, además, amaba tanto el cine como para jugarse el tipo (que, en tales tiempos, lo que hacían era muy arriesgado, por muy cenutria que fuera la censura -que lo era...-) para hacer estas maravillas.
ResponEliminaUn fuerte abrazo y buen día.
Estoy contigo, Supercinexin: obligatoria por definición: lástima que no se ponga a la práctica: hace años que no aparece en la tele...
ResponEliminaCelebro que te haya gustado el añejo comentario. Gracias a tí por leerlo.
Saludos.
p.d.: ya veo que al fin conseguiste tu sombrero... ;-)
Seguro que todos salieron ganando, Manuel, con el cambio: para mí sigue siendo un modelo a seguir, suscribiendo todo lo que apuntas de ella al cien por cien.
ResponEliminaY también sobre el valor de esos tipos que eran verdaderos cineastas independientes, capaces de arriesgar por denunciar lo que veían mal. Y además, hacerlo de forma magistral y entreteniendo: ahí es nada.
Un abrazo.
Es que es Berlanga y eso se nota. Y es que además esa película (y la escena) lo tienen todo. Humor, mala leche, crítica, actuación, y diálogo si, porque esta escena es una diálogo visual que riase usted de las palabras.
ResponEliminaUna abraçada
No la he vist Josep, però aquesta escena, i com dius la càmera, fan posar els pels de punta.... i el soroll de la porta quan es tanca, uf.... Res, una altra per anotar, i sumo i segueixo.... Gràcies, un plaer sempre venir a veure el setè art a casa teva :) Petons
ResponEliminaBien visto, Alma: un diálogo visual efectivo, inteligible, perfecto: yo creo que metieron las -escasas- palabras por falta de confianza en el público o en sí mismos, pero está claro que no hacen ninguna falta...
ResponEliminaUna abraçada
Aquesta, Cris, no te la pots perdre. Em jugaria el que fos que t'agrada d'allò més, mira que et dic...
ResponEliminaPetons.