G.A. (8)
Poco podía imaginar el vendedor ambulante de carbonato de calcio Mr. Brando que las aficiones artísticas de su esposa Dorothy calaran tan hondo en su primer hijo varón al que dio su mismo nombre: siguiendo la estela marcada por su hermana mayor, Jocelyn, el joven Marlon Brando se inició desde muy temprana edad en las artes escénicas del teatro de aficionados y siguiendo a su hermana abandonó la Nebraska natal encaminando sus pasos a Nueva York, donde recibió clases de la famosa Stella Adler que impartía lecciones basadas en el célebre método de Konstantin Stanislavski.
Marlon Brando, contra lo que se suele pensar -y escribir- nunca fue alumno del Actor's Studio ni falta que le hizo: de su aprendizaje con Stella Adler aprovechó a conciencia las interesantes ideas y consejos y los asimiló a su propia forma de entender la interpretación.
Con apenas veinte años, debutó en 1944 en las tablas escénicas de Broadway obteniendo notable éxito con la pieza I Remember Mama, al que siguieron algunos más que confirmaron la potencia expresiva del joven Marlon.
Como es natural, la industria del cine no pudo sustraerse al fenómeno de las tablas y le sedujo totalmente, al punto que prácticamente abandonó el fatigoso trabajo en directo, por desgracia para los neoyorquinos de la época y por suerte para los cinéfilos.
Para este comentarista, el valor de Marlon Brando como actor queda fijado no en su célebre actuación como Stanley Kowalski en la obra de Tennessee Williams, sino en la fuerza que otorga al carácter de Marco Antonio en la película Julio César, traslación de la obra de Shakespeare gracias al talento de Mankiewicz, donde Brando descolla entre un elenco de primerísimas figuras de la época gracias a este monólogo arrebatador del populacho frente al cadáver de César asesinado:
(Eso es un mitin y no lo que vemos en la tele...)
Brando, compa Josep, sufre el mismo problema de todos los grandes mitos de este nuestro tan querido invento del cine: su valoración siempre es complicada porque pesan en ella demasiados "intangibles", demasiados elementos que se escapan a un calibrado estrictamente técnico. Pero es imposible desligar a estos grandes monstruos de esas connotaciones; de lo contrario, serían tristes mortales. Y todos estamos de acuerdo en que no lo son, ¿no...? El monólogo, por cierto, sí que es impresionante, desde luego...
ResponEliminaUn fuerte abrazo y buen día.
Uno de mis momentos favoritos, sin duda, como ya dejé oportuna constancia de ello.
ResponEliminaPero de todo esto me atormenta y perturba una pregunta: ¿podía ganarse la vida un vendedor ambulante de carbonato de calcio...?
Ese monólogo es genial y para cualquier actor que se precie de tal, todo un reto.
ResponEliminaMarlon lo declamó de forma sobresaliente. Estaba en su mejor momento "teatral" y solo tenía tres pelis en su haber.
Llevas razón que su preparación para la escena fue obra de Stela Adler, pero también contribuyó Erwin Piscator y su paso por el Actors Studio, del que sí fue alumno.
Naturalmente su actuación en "El tranvía" le abrió las puertas del cine.
Un abrazote.
Irrepetible Marlon Brando.Su perfil será inolvidable para todos los amantes del cine y de la belleza. La decadencia final fue un tanto horrible y humana ¿No crees?
ResponEliminaUn beso
Brando, el mejor de todos los tiempos. Prescencia y dedicación a la hora de actuar. O alguien podrá olvidarse alguna vez de El Padrino, entre tantas otras joyas que hoy en día, ya casi ni aparecen en los videoclubs.
ResponEliminaGracias por otro excelente post.
Coni.
Muchos se rasgaron las vestiduras, diciendo que Brando no sabía pronunciar, pero demostró que estaban totalmente equivocados. Su discurso es una lección de demagogia, Marco Antonio manipula al populacho a su conveniencia con unaastucia maquiavélica. Chapeau.
ResponEliminaEse actor cuya presencia como interpretación dá todo cuanto se puede esperar de cualquier personaje de carne y hueso.
ResponEliminaYa fuera en discurso clásico como moderno, como en sus no escasos silencios, todo lo llenaba.
Él, para mí "Brando el Grande".
Un abrazo, Josep.
Creo, Manuel, que Brando, como otros, disponía de una presencia física muy cinematográfica y, además, conocía el medio: de ahí a reconocerlo como inmortal, pues no sé, pero desde luego, muchas de sus interpretaciones quedan para el recuerdo, como ésta...
ResponEliminaUn abrazo.
Ya lo sabía, Alfredo, ya: pero no por ello me he abstenido de insertarlo.
ResponEliminaEn cuanto a Marlon Brando Sr., parece que el hombre, que sería lo que por aquí llamaríamos "viajante de bicarbonato", era un pelín aficionado al alcohol, quizá para sobrellevar las penurias de un trabajo así...
Saludos.
Cuando ví esta película en la tele hace años, tenía en poco aprecio a Marlon, Antonio, para qué voy a mentir: me dejó perplejo la fuerza que destila, máxime enfrentado al grupito que aparece con él en la película.
ResponEliminaY no: no estudió en el Actor's Studio, por mucho que el marido de Stella Adler, un tal Harold Clurman, se aliara con Elia Kazan y Lee Strasberg para fundar la famosa academia y se inventaran luego, para promocionarse, que Brando había empezado con ellos. De hecho, Brando denigraba el trabajo de Strasberg siempre que podía.
Un abrazo.
Supongo, Camy, que su físico le ayudó no poco, dotado de un canon clásico un poco fuera de la onda de su época.
ResponEliminaSu decadencia física y moral, debida a los aspectos trágicos de su vida personal, por suerte no influyó en su capacidad artística.
En esto soy muy aséptico: no me detengo a observar la vida particular de los artistas y cuando lo hago siempre procuro compadecerlos, porque creo que un artista bueno entrega parte de su alma en cada trabajo y eso debe agotar mucho a la persona que hay debajo: es difícil expresarlo en cuatro líneas...
Besos.
Pues sí, Coni: la pena (y parte de la motivación de esta sección) es que olvidamos demasiado a menudo gentes como Brando que han entregado -y bien- mucho de su parte para complacer al espectador.
ResponEliminaSaludos.
Es verdad, Alicia: pocos creyeron que Marlon fuera capaz de llevar adelante ese Marco Antonio: de ahí la elección mía, cuando hubiera podido escoger cualquier otro fragmento.
ResponEliminaLa forma que tiene de pronunciar ese discurso es perfecta, idónea al texto ideado por Shakespeare y afinado por Mankiewicz, todo un lujo.
Saludos.
Dí que sí, Susy: el dominio del gesto ampuloso y nada exagerado otorga al discurso una fuerza y magnetismo endiablados: Mankiewicz sabía lo que hacía al encomendar a Brando el carácter, demostrando como de enorme era llenando la pantalla.
ResponEliminaBesos.
Genial! Me has alegrado el día con esta entrada.
ResponEliminaMuchas gracias.
Un saludo
Bienvenida, África: celebro que empezar el día con esta escena te haya parecido buena idea.
ResponEliminaGracias a tí por pasarte y dejar huella.
Saludos.
Me gustan poco estas expresiones tan "comunes" pero reconozco que son de lo más gráficas. Así que puede decir que Brando disfruta de aquella ventaja que sólo algunos poseen; "la cámara le quiere".
ResponEliminaSonrío.
Excelente pelicula y fantástico monólogo. Pero aquí es el "malo", que el bueno es el Bruto de James Mason (el honorable man que dice Brando aquí).
ResponEliminaSi no me equivoco, Mankiewicz le reprochó a Brando el haber "desperdiciado" su posterior carrera cinematográfica teniendo en cuenta su inmenso talento interpretativo. Un saludo
PD: Josep, lo has puesto sin subtítulos. Ala, Shakespeare a pelo. Va bien para practicar..
Desde luego, Raúl, en ocasiones esas frases hechas son las más idóneas: actores como Brando gozaban de un atractivo cinematográfico no siempre a causa de la fotogenia que les permitía llenar la pantalla (otra frase hecha recurrente pero eficaz)
ResponEliminaSaludos.
Gracias, David, por el aporte de la opinión de Mankiewicz: creo que tenía buena parte de razón, mira...
ResponEliminaJe,je: la falta de subtítulos ha sido casual, porque, hallada la escena, no dediqué ni un segundo más a buscarla subtitulada: total, lo importante es la actuación y seguro que en lo sustancial se percibe perfectamente...
Saludos.
Como dice Raúl, Brando era uno de esos actores a los que la cámara les sienta siempre bien. Es un factor, a veces alejado incluso de su propía capacidad de actor (que la tenía sin duda). Lo que utilizando otra frase hecha para estos casos, un animal cinematográfico en su fuerza y porque no, en su belleza.
ResponEliminaUna abraçada
Y tanto, Alma: una fiera, más que un animal; y con la fortuna de poseer talento, además; por eso ya mayor siguió obteniendo reconocimiento.
ResponEliminaUna abraçada.