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divendres, 12 de novembre del 2010

Un fatalista




Il n'y a pas de plus profonde solitude
que celle du samouraï
si ce n'est celle
d'un tigre dans la jungle...
peut-ètre...

Le Bushido


Con estas frases tan pretendidamente conceptuales al más puro estilo oriental que a mediados de los sesenta del siglo pasado hicieron furor en la sociedad occidental y más concretamente europea, se inicia la que acabaría siendo una pieza capital en la cinematografía francesa al extremo que incluso este comentarista que suscribe debe concordar con el sentimiento general y admitir que la película bien vale dedicarle un espacio ni que sea en lugar tan discreto como éste en el que nos hallamos.

La película en cuestión se titula en su versión original Le Samouraï, estrenada en el año 1967, y recibió una buena puñalada trapera de la mano de los traductores de títulos al castellano que le hicieron la faena de ponerle la sobredosis explicativa de El silencio de un hombre, cuando lo más fácil y oportuno hubiera sido, simplemente, titularla como El Samurai.

(Para algunos tontos que subsisten, aunque parezca mentira, lo simple es lo más alejado a lo inteligente: no hay más que fijarse en las traducciones de títulos)

El cineasta Jean-Pierre Melville en colaboración con el guionista Georges Pellegrin se inspiró en la novela escrita por una tal Joan McLeod titulada The Ronin, para pergeñar un guión cinematográfico en el que verter buena parte de la mitología y simbología del guerrero solitario, del hombre de armas que, apartado del mundo, se conduce y rige por un código propio.

Melville, hombre de cine acostumbrado a dirigir sus propios guiones, toma inspiración por una parte de Oriente y por otra de Occidente: imaginariamente oriental en la filosofía que impregna a su protagonista y lo más occidental que puede ser un francés cuando trata de reflejar un aspecto visual semejante al cine estadounidense y más precisamente aquellas películas de cine negro -expresión acuñada en Francia por un italiano hijo de suizos- que hicieron furor en la segunda posguerra, hazañas de asesinos y criminales, policías de todo tipo y mujeres fuertes y bonitas, siempre bajo el contraste de una iluminación dura, casi feroz, rayando el expresionismo tan europeo a pesar de la fagocitación hollywoodiense favorecida por la emigración bélica de unos lustros atrás.

Esa fascinación por el cine negro de Melville es perfectamente entendible en una sociedad francesa que se hallaba en ebullición incubando ya los acontecimientos del mayo más famoso de la historia reciente y toda esa violencia lógicamente debía desatarse en un momento u otro en la gran pantalla: las películas de gángsters habían dado grandes alegrías en las dos décadas anteriores y el cine francés se hallaba muy predispuesto a seguir el filón y camino marcados y lo cierto es que los resultados acompañaron la empresa en muchas ocasiones y Melville disfruta rodando: se nota la pasión que sabe imprimir en cada escena.

Contra lo que ocurre en otros casos, una de las virtudes de Melville es la contención: en una búsqueda intensa de la economía de medios visuales dirigida a reforzar el concepto, ya desde la confección del guión la austeridad es una virtud que no abandonará la película desde el primer minuto de metraje: los diálogos están medidos, recortados, limados, delimitados persiguiendo y obteniendo un laconismo no falto de expresividad y fuerza.

Jeff Costello (Alain Delon) es un asesino a sueldo metódico y frío que sabe preparar sus acciones criminales y se procura una buena coartada; pero cuando acaba de ejecutar un encargo es visto por Valérie (Caty Rosier) una pianista de jazz que actúa en el club donde Jeff comete el asesinato; el superintendente de la policía (François Périer) sospechará de Jeff, pero la coartada que le ofrece su amiga Jane Lagrange (Nathalie Delon) será un salvoconducto para Jeff que podrá volver a su piso.

Un piso que apenas es una habitación con una cocina americana y una cama, dos ventanales cubiertos por mugrientas cortinas y una mesa camilla con un pajarito enjaulado que trina constantemente. Ese pajarillo es la metáfora del propio Jeff, solitario encerrado en su piso -cuatro paredes- que abandonará para matar por encargo.

Melville centra la narración en Jeff, muy bien representado por un joven Alain Delon que sabe sostener con garbo la profusión de primeros planos que más que enseñar el personaje parecen escudriñarlo, mirarlo con lupa, someterlo al microscopio público para averiguar qué es lo que pasa por la mente de ese asesino implacable que de forma sorprendente deja con vida a la mujer que le ha visto.

Y la trama se complica cuando Valérie se niega a reconocer a Jeff como autor del crimen. Y cuando Jeff recibe un balazo en lugar del sobre prometido con sus honorarios.

Jeff se enfrenta a dos interrogantes y tratará por todos los medios de esclarecerlos; ambos. Y lo hará con una serenidad y frialdad desacostumbradas: sin aspavientos, sin gritos, sin prisas: inmerso en una convicción del destino marcado, obrará con un pronunciado fatalismo. Pero eso ya forma parte del intríngulis del guión y conviene dejarlo a un lado por si todavía queda alguien que no haya visto este clásico del cine galo.

Esta película de Melville, una de las mejores de su filmografía, tiene algo indefinible que la hace atractiva, porque si mi primer recuerdo, de hace años, pertenece a la televisión, fija quedó en mi memoria su condición de película en blanco y negro, cuando en realidad está filmada en color: repasada en poco tiempo por dos veces, siguen sus escenas guardadas en mi retina en blanco y negro a pesar de saber a ciencia cierta que es de color; por lo mismo, alguna flojedad del guión acaba pasando desapercibida y la trama, siendo conocida, engancha de nuevo.

Si los diálogos son breves, Melville escribe la película emplazando la cámara con elegancia y sencillez, reforzando los significados de los gestos que nos ahorrarán palabras: da el aire suficiente a sus actores -especialmente a Alain Delon- para que más que decir sientan su personaje, y sabe moverla con celeridad y planificar acertadamente las escenas de acción, especialmente una intensa persecución en la que el perseguido va a pié.

La excelente música de François de Roubaix y la labor de Henri Decaë y Jean Charvein como camarógrafos (el primero, también, como responsable de la fotografía) evidentemente tienen mucho que aportar a ese resultado final que permite a Melville recrear en su París las acciones de un individuo solitario que trata de no depender de nadie; que domina sus sentimientos naturales de miedo, pánico, amor y soledad, pero quizás no tanto como a él le gustaría o convendría para seguir siendo la escurridiza presa que se escabulle de las garras policiales y asesta un golpe más, como un soldado temible, inalcanzable y mortal que tan sólo se permite la dependencia de un pajarito tan solitario y prisionero como él mismo.

Si una de esas tardes de otoño ven que disponen de una hora y tres cuartos, sin duda que un visionado de esta vieja película francesa les reconfortará el ánimo y les hará creer que, en el cine, todo es posible: hasta que a mí me guste una película gala. Y si les recuerda a alguna otra, no olviden que es del 67.


Aperitivo:










19 comentaris :

  1. La ví, compa Josep, hace ya bastante tiempo (eso sí, en color), y aunque no recuerdo que me disgustara especialmente, tampoco me resultó especialmente deslumbrante (y yo sí soy amante, en general, del cine galo, pero, bueno, hay pelis y pelis, claro...). No sé, supongo que demasiado silencio, un tono demasiado críptico. O que tendré que revisarla después de que le hayas dado el lustre que probablemente merece, a base de una mirada mejor predispuesta. Ya veremos (que anda por ahí suelta una copia, en uno de esos montones...).

    Un fuerte abrazo y buen fin de semana.

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  2. Creí que no ibas a referirte a esa particularidad en los tonos de la película. Sonrío. Efectivamente. Está rodada en un apagadísimo color que le confiere un punto extraño, "límbico", vaporoso... e inolvidable.
    La película es sencillamente una pasada. Delon no es un mal actor, pero creo que como aquí (ni tan siquiera en "Rocco...") ha estado tan contenido y expresivo/inexpresivo.
    Particularmente he de decir, que en mi concepción literaria, apelo muchísimas veces a las formas narrativas que maneja Melville en esta estupenda película, tantas veces revisitada y mal-copiada por productos posteriores.
    Muy buen post, Josep.

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  3. Estamos totalmente de acuerdo, Josep, aquí mismo delante de mí tengo el DVD, que compré en su día, porque es una de mis pelis europeas preferidas.
    Has hecho de ella una crítica perfecta y bien modulada, como corresponde.
    Uno añora , en los cines de estos tiempos, esas cintas sólidas y extraordinarias que veíamos fascinados en las salas (cuando no se iba solo a comer palomitas) y donde alternaban productos americanos con europeos...en fin, no nos pongamos nostálgicos y aceptemos lo que hay.
    Naturalmente "El Samurai" es una peli a recomendar al cien por cien.
    Un abrazote.

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  4. Esa mirada de un azul metálico de Alan Delón y ese
    gesto frio ¡ perfecto !
    No he visto la pelicula pero el video nos dá una idea.La habitación..la jaula, todo tan 'espartano'. Según se coloca el sombrero intuyes que se enfrenta algo turbio o trágico.. Le recuerdo de " Rocco y sus hermanos " y de
    "A pleno sol", un tipo guapo e inquietante.

    Un beso en color.. ¿desvaido?. Milady.

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  5. Tomo nota y encontraré el momento.
    Tengo presente una triología de Samurais, El Ocaso del Samurai, La Espada del Samurai... y al leer al principio tu entrada pensé...
    Nada más lejano.
    Buen fin de semana Josep.
    Un beso

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  6. La vi, estoy casi seguro que en el programa de Garci, porque recuerdo que hablaban de la parsimonia cuando va sacando las llaves para robar un coche...
    Me gustó, pero al igual que a Manu, no me apasionó.
    Un par de apuntes.
    ¿Por qué no titularon la película en francés como El ronin? Lo de El samurai creo que es en parte una traición al origen de la novela, que no sé si es más o menos fiel, pero los conceptos son distintos.
    Con toda la razón que tienes en lo de El silencio de un hombre y las chapuzas que pueden hacer con los títulos... Sigo pensando que Centauros del desierto tiene algo de lo que carece The Searchers.. Pero no sé, en inglés The Searchers sonará genial.
    Un saludito.

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  7. Creo, Manuel, que esta película bien vale una revisión calmada: diría incluso que, por la forma en que se rodó, más que por el propio guión, es distinguible entre muchas y eso no es nada fácil.

    Un abrazo.

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  8. No me extraña que te guste esta obra, Raúl, porque, como tú escribiendo, hace uso extensivo de la sugerencia por encima de lo obvio: aunque el cine negro no descolla por ser verborreico ciertamente, Melville persigue y consigue una enorme sobriedad que ayuda no poco a crear conceptos visuales muy expresivos.

    Delon aguanta muy bien el tipo y mira que le cosen a primeros planos por todos los lados; la fotografía es excelente, máxime si piensas que no tiene nada de digital....

    Un abrazo.

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  9. Ya sabes, Antonio, que comparto esas añoranzas, sobre todo al salir de ver según qué películas actuales que me dejan aburrido sobremanera: con presupuesto limitado, fíjate lo que se hacía antes.

    Y con talento, claro....

    Un abrazo.

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  10. Que suerte tienes, Milady, porque puedes asistir a un estreno de una buena película y, además, puedes aprovechar la ocasión para brindar por su protagonista, ese guapo Alain que acaba de cumplir 75 añitos de nada pero que vale la pena recordar en esta ocasión que ayudó no poco a su celebridad.

    Besos.

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  11. Pues casi diría que puedes verla a continuación de las orientales, que, por cierto, son muy recomendables y tengo en lista para darles un repasito. Con todas ellas disfrutarás, Camy, de lo lindo.

    Besos.

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  12. ¿ 75 añitos ? Nada, un jovenzuelo ja ja...Al menos uno que no ha muerto..Estoy segura que la edad no es un inconveniente si se sabe llegar con clase.
    ¡ Buenas noches Sr. Holmes ! Un beso.

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  13. No puedo ayudarte respecto a la novela, David, pues la desconozco por completo: pero en lo que hace al título, entiendo que el original El Samurai es adecuado porque implica el sentimiento más que la realidad, al no poder ser ni lo uno ni lo otro un asesino occidental; ya sabrás que el ronin era un samurai proscrito sin pertenencia a dueño ni clan alguno, una especie de paria en su clase, acabando por ser mermente un mercenario, pero eso ya es demasiado complejo.

    El título de Centauros del Desierto, por mucho que te lo mires y le des vueltas, sigue siendo un acierto probablemente casual, porque ya sabemos que el Centauro forma parte de la mitología y creo que suena de maravilla, pero eso lo dejaremos para otro día.... que ya llegará...

    Un abrazo.

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  14. No llames a la Parca, querida, no sea que acuda... ;-)

    Besos y dulces sueños, Milady.

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  15. Hoy me has acertado: tengo la película muy trabajada porque es uno de los capítulos de un opúsculo que al parecer va a ser bendecido con su publicación en papel. El cruce de referencias a triple banda entre USA, Francia y Japón, el homenaje al cine negro clásico, en la forma y en el fondo, hasta en pequeños detalles (el nombre de Jeff, por ejemplo, homenaje a Mitchum en "Retorno al pasado"), la versión de Jim Jarmusch, la ciudad de sombras como personaje, el magistral uso del sonido... Fenomenal.
    Abrazos.

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  16. Y es que no hay mejor manera de desentrañar la soledad que la de mostrar la de un asesino, una soledad fría y ausente de toda confianza en los demás, una soledad austera e incluso predecible.
    Me gustó siempre la película.

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  17. Pues ese opúsculo, Alfredo, habrá que leerlo, así que ya sabes: avisa cuando sea.

    De la película ya veo que estás muy metido en ella: no caí en la cuenta del nombre como homenaje, fíjate...

    Un abrazo.

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  18. Me parece siempre una soledad terrible, Alma, la de ése hombre postrado en el jergón esperando que sea la hora de ir a matar: sin comunicar con nadie, malfiado de todo... no me extraña que acabe como acaba...

    Una abraçada.

    ResponElimina

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