Un tipo duro de roer
Ya lo habré escrito en alguna que otra ocasión, pero no puedo resistir el ímpetu que me mueve a declarar de nuevo el inmenso goce que como cinéfilo siento al adentrarme en una obra que habré visto varias veces y que un buen día, por casualidad, redescubro averiguando más datos relativos a su construcción, a su historia genética, completando el cuadro, como quien dice.
Parece ser que hallándose Lee Marvin rodando en tierras británicas The Dirty Dozen quiso la casualidad que trabara conocimiento con John Boorman, que había dirigido algo para la televisión pero se hallaba esperando una oportunidad para iniciarse en el cine. Marvin debía de pasar ratos muertos entre rodaje y rodaje leyendo una novela, The Hunter, escrita apenas cinco años antes, en 1962, por el escritor Donald E. Westlake bajo el seudónimo de Richard Stark. La novela fue un éxito que promovió a su protagonista, un hampón llamado Parker, a la fama de las novelas de ambientes criminales y además propició que el autor publicara hasta veinticinco libros relatando las aventuras de Parker.
Reconozco que no tenía ni idea de la existencia de tales novelas que, por lo leído, gozan de una merecida fama en el mundo anglosajón; incluso hay un colega del bloguerío que ha dedicado un espacio en internet al ínclito Parker, en inglés, que se puede consultar aquí.
Puede que la primera intención de Lee Marvin fuera provocar una serie de películas en las que él se ocupara del protagonista porque ya en 1967 era evidente que ese turbio personaje era un filón comercial, aunque su dueño, el avispado Westlake/Stark, nunca permitió que en ninguna película el carácter basado en su personaje se denominara igual. Quizá por dicha causa las diferentes películas basadas en tramas protagonizadas por Parker muestran la variedad que pudimos comprobar el viernes pasado, llegando a representarse el carácter también por una mujer y por un estadounidense negro.
Lee Marvin era ya un veterano actor que había llegado al estrellato después de una remarcable carrera como secundario de lujo y apenas tres años antes había protagonizado Código del Hampa en la que daba imagen y realidad a un hampón muy decidido, obteniendo un buen éxito comercial, con lo cual presentarse de nuevo en una trama que transcurre en ambientes del hampa era una oportunidad casi que garantizada, aunque la dirección se confiara a un novato como John Boorman, con todo por demostrar. Está claro que Marvin tenía un buen olfato cinéfilo y demostró valor y confianza al depositar en manos de un desconocido una historia que a él, como estrella, le convenía que no fallara estrepitosamente.
La decisión la tuvo que tomar Marvin con mucha presteza pues ese mismo año de 1967, recién acabado el rodaje de Doce del Patíbulo, metió a Boorman en un avión y se largaron a los U.S.A. para iniciar el rodaje de la película que titularon Point Blank (A quemarropa), basada en un guión escrito por Alexander Jacobs y David & Rafe Newhouse, los tres británicos, lo que hace suponer que empezaron la tarea así que Boorman recibió el encargo de Marvin.
Ahora que constatamos que A Quemarropa (yo hubiera preferido como traducción al castellano A Bocajarro, mucho más personal, pero ya se sabe...) es la ópera prima de John Boorman, forzosamente debemos verla con otros ojos, más atentos, pero no será necesario que rebajemos el nivel de exigencia ni que seamos condescendientes con un novato, porque la mirada tranquila sobre el producto final no puede menos que sorprendernos: tampoco dejaré de reiterar mi opinión que, en una película, el Director es el máximo responsable (salvando aquellos grandes productores que todos conocemos y que serían objeto de discusión) y por lo tanto a su arte y ciencia hay que adjudicar todo cuanto vemos en pantalla; en ocasiones, las menos, incluso cuanto oímos.
Ello viene a cuento porque Point Blank al parecer se ha convertido -o está en buen camino de convertirse- en un ejemplar de “película de culto” consiguiendo sobrepasar con el paso del tiempo y el recuerdo de los cinéfilos entusiastas sus propias limitaciones, adquiriendo unas virtudes que en el momento de su estreno pasaron desapercibidas, probablemente porque, claramente, la competencia era feroz. Revisarla en este siglo con ojos primerizos debe ser una sensación deslumbrante porque es evidente que John Boorman se cuida muchísimo de todos los detalles, logrando enriquecer la trama del guión que por sí misma ya es atractiva:
Un tipo al que todos conocen únicamente por su apellido, Walker (adjudicación muy oportuna por su significado literal: el que camina), ha perpetrado un robo con un socio, Mal Reese (John Vernon) que le agradece la colaboración pegándole cuatro tiros, llevándose su parte del botín y dejándolo por muerto y acostándose con su esposa.
Pero Walker es un tipo duro de roer y sobrevive a los tiros y a la traición y, claro, va a por ellos y a por el dinero que considera le pertenece.
Este esquema de persecución y venganza nada tiene de novedoso ni hoy ni en la fecha en que se estrenó la película: pero el tratamiento que Boorman le da, en cambio, sí resulta muy efectivo, no tan sólo desde el aspecto formal externo: más allá del discurso cinematográfico, Boorman se recrea dividiendo las diferentes partes de la trama incidiendo plásticamente en el significado de los diversos episodios que se sucederán consecutivamente.
A pesar de apoyarse en un vestuario muy sesentero creado por Margo Weintz, Boorman, con la colaboración de la cámara de Philip H. Lathrop y el diseño de escenarios de Keogh Gleason , usa la paleta de colores para establecer estados de ánimo y ayudar al entendimiento de lo que piensa el protagonista, un Walker hierático que apenas tiene diálogos y mantiene un mutismo en sus enfrentamientos con el resto de personajes que provoca en éstos la imperiosa necesidad de contar lo que sea con tal de que Walker se vaya.
Resulta evidente el interés de Boorman en diferenciar los episodios de la trama a base del uso de cromatismos porque hay una escena en la que llega al extremo de usar el mismo color para un elemento del decorado, un telescopio callejero, con el vestido que en aquel momento luce la protagonista femenina, una Angie Dickinson que repite colaboración con Marvin, aportando su habitual erotismo y eficacia interpretativa; precisamente, Boorman lleva al extremo su obsesión por el cromatismo al presentar perfectamente conjuntado a ése Walker con cualquier mujer a su lado, como si tratara de adaptarse camaleónicamente a su entorno incluyendo a las mujeres.
Boorman rueda en perfecta complicidad con Marvin que se mueve felinamente por el plano con una precisión perfecta sin dejar traslucir sentimiento alguno, casi mecánicamente: es un tipo duro que persigue un objetivo y sabe lo que se hace: un profesional del crimen que planifica con detalle sus movimientos y que se muestra constante y pertinaz en su voluntad.
No obstante, uno tiene la sensación que los 93.000 dólares que Walker pide una y otra vez no dejan de ser más que una excusa, una motivación aparente para cumplir una venganza de más largo alcance: ese tipo duro de roer, difícil de matar, esquivo y astuto, ve cómo algunos de sus contrincantes caen, pero, curiosamente, ninguno por su mano.
Así, el personaje consigue unas características que le hacen perceptible e individual, distinto: un antihéroe que consigue la simpatía desde el primer momento: un superviviente a una traición que se nos antoja cruel e innecesaria y nos lleva mucho más allá de lo debido en la consideración del carácter, olvidando que se trata de un hampón sin escrúpulos: el tratamiento cinematográfico le otorga un nihilismo creciente conforme el metraje avanza y vemos cómo se asemeja cada vez más a la fiera que acabará ocultándose entre las sombras sigilosamente al escuchar que le llaman.
Parece ser que la adaptación de la novela a la pantalla no es todo lo fiel que los aficionados a las novelas de Parker deseaban, pero sin dudarlo un instante, la fuerza de las imágenes y el discurso cinematográfico del novato Boorman que sabe mover y emplazar la cámara muy adecuadamente a cada circunstancia nada tienen que envidiar a cualquier película de acción de la época, mostrando una robustez que se mantiene, sin tiempos muertos que sean un lastre y el uso -tan frecuente entonces- del flashback como expresión de lo que pasa por la mente del protagonista, aunque ahora no sea habitual, tampoco llega al extremo que pueda confundir al espectador de este siglo ni alcanza las cotas de arrogancia intelectual de algunos.
Boorman, con ser un novato, demuestra haberse estudiado a fondo el guión y haber escrito él mismo un guión técnico muy elaborado: a modo de ejemplo, hay una escena en la que mediante unas gafas de sol que van de uno a otro entendemos que hay algo más que amistad entre la esposa de Walker y Mal Reese: sin palabras, el mensaje es claro, y resulta evidente que Walker, pobre, está en la inopia.
En definitiva, una buena película que no ha envejecido en absoluto: unas interpretaciones remarcables, sobre todo Lee Marvin demostrando dominar la gestualidad apropiada y el movimiento en el tempo idóneo para cada acción; una trama que se sigue con interés y no defrauda y, sobre todo, que no engaña al espectador: da lo que promete: acción a raudales con muy pocos efectos especiales y entretenimiento durante hora y media que pasa en un suspiro.
Eso sí: hay que verla en formato de pantalla panorámica: rechacen abominables tergiversaciones televisivas, porque Boorman se merece el esfuerzo. Mejor en v.o.s.e., como siempre, aunque el doblaje al castellano, en esta ocasión, es muy bueno.
Tráiler:
Mi actor "duro" favorito, a su lado palidecen incluso esas bestias ochenteras anegadas de clembuterol vacuno. Fuerte, con carisma, insufla a sus películas una personalidad tremenda. El películón de Boorman que tan bien reseñas me resulta inconcebible sin él, no hay actor de su época que pudiera interpretar ese personaje.
ResponEliminaSaludos.
Olé reseña, Josep. Sí señor.
ResponEliminaLa película (que tendré que volver a ver aunque no sea en panorámica) es realmente entretenida y valorable, convirtiéndose en una de las pocas de esa época en las que no me chirría la estética/mecánica preponderante (esos ángulos imposibles, esos primerísimos planos, algún que otro zoom).
Qué decir de Marvin, el único actor que ha hecho que yo intentara aprenderme una canción en inglés (y hablo, claro está de su interpretación en "Paint your wagon"). Este tipo no es un duro que hace películas, sino un actorazo que hace muy bien de duro.
Ahora, para cara de malo el "capullo" de Vernon, oye.
¡Chapeau!
Pd.- Por cierto (Josep y Alfredo) en el trailer aparece una escena (la del inservible abofeteo de la Dickinson a Marvin) en la que me ha parecido ver cierta similitud (influencia u homenaje por la decoración del lugar en donde transcurre), con otra gran escena del maestro Hitchcock, concretamente con una que transcurre en la casa del Monte Rushmore de "Con la muerte en los talones" entre Mason y Eva Marie Saint.
Y aqui le tenemos ;-)). Éste tipo duro, con esa cara imposible no serlo ( por cierto tiene un retrato )
ResponEliminaFuerte personalidad, no hay pelicula en la que haya trabajado que pase desapercibido ( al menos para mi )en ésta de la que hoy
¡ por fin ! nos hablas, minimiza los gestos pero..es el personaje.
De todas formas tendré que revisarla y no sé cómo va a ser me temo, por mucha pantalla de plasma extendida nunca será igual que el cine.Pero es lo que hay.
A mi como creo haber dicho ya por aqui éste tipo me gusta, como Liberty Valance,en el infierno del pacífico o disfrutando de un trenecito y de los puñetazos que le propinaba a Wayne en su taberna.
Como ganster, borrachin, motero loco o en el oeste...( trabajó con mi amado Paul en Pocket money pero..)como " rey de los EE.UU." o
" estrella-errante
Ramsom " en una ciudad sin nombre.
Lo dicho, tiene un retrato y con eso lo digo todo.
Si consigo ver A quemarropa, te comento como la veo ahora. Seguro que tienes razón y no ha "envejecido" nada.
Un beso Sherlock. Irene A.
La revisé hace unos meses. No ha envejecido. Pero no sé si gran parte de su encanto (para mí) reside más que en la labor del novato Boorman en la fuerza que desprende Lee Marvin en la pantalla, que aquí impone más que en anteriores papeles (como el de Liberty o el matón de Los sobornados). Curiosamente, en Código del hampa tiene un papel "similar", pero en aquella parece un tío listo (aunque la cosa salga mal) y aquí parece otra cosa...la venganza personificada que no se detiene ante nada. Ya conocía el enlace en inglés de las novelas de Parker. Darwyn Cooke de adaptar sus dos primeras novelas al cómic (pero aún no las he leído). Un saludito.,
ResponEliminaDarwy Cooke acaba de.. las prisas.
ResponEliminaBueno, aquí tenemos uno de esos magníficos comentarios tuyos en los que te gozas sobre una peli que verdaderamente te ha gustado y quieres compartir ese gozo con nosotros. Me gusta este extremo tuyo y te lo agradezco, al igual que los amigos que se asoman a tu casa.
ResponEliminaTanto esta peli como "Código del hampa" me gustaron muchísimo en su día. Hace tiempo que no las revisito, pero me voy a poner a la faena. En mi biblioteca está también el libro en el que está basada la peli. Será cosa de desempolvarlo también.
Ah! si me permites te voy a hacer una rectificación. El término "Point blank", cuando se refiere a disparo está bien traducido por "A quemarropa", así que los traductores no descuidaron su labor. El otro término "A bocajarro" se refiere a cuando se suelta una contestación como tal.
Un abrazote.
Eso es bien cierto, Alfredo, porque vistas otras películas basadas en las aventurillas del ínclito Parker, el amigo Lee Marvin se lleva, sobradamente, el gato al agua: tal parece que Stark se hubiera inspirado en Lee para crear al personaje: con una mirada ya acojona, vaya.
ResponEliminaSaludos.
Celebro mucho que te haya interesado, Raúl, al extremo de querer repasarla: no te será nada difícil hallar una versión en su formato original y créeme que vale la pena; das en el clavo en tu referencia a Vernon, que se presentaba en sociedad con esta película, detalle que al final se me escapó y te agradezco hayas concretado.
ResponEliminaLa escena a que te refieres, mira, me recordó, por su cercanía en mis repasos, con los trompazos que recibe Charlton Heston en The Big Country de parte de Carroll Baker, aunque esa que señalas también tiene su miga...
Saludos.
Lo importante, Milady, no va a ser la enorme pantalla de plasma (siempre mejor el cine, claro, pero eso ya es cuestión de filmoteca) si no el formato de la copia que puedas conseguir: al tanto porque hay ediciones en dvd que no respetan el formato original y son simples copìas de emisiones televisivas: sí: hay editoras de dvd que no tienen vergüenza.
ResponEliminaComo sea, la vas a disfrutar, querida Irene A., porque siendo una "fan" de marvin en esta ocasión está que se sale, como vulgarmente se dice.
Besos.
Está claro, David, que marvin tenía muy asumido su papel y debía de estar motivadísimo: que Boorman se dedique a reforzar la excelente actuación de Marvin nada tiene de extraño, máxime cuando al parecer acabaron congeniando mucho y nació entre ellos una buena amistad.
ResponEliminaEsos tebeos nada van a tener de original, pues las dos primeras novelas ya han sido llevadas al cine y entre el lector anglosajón son conocidísimas.
Saludos.
Y a mí me encanta, Antonio, que la alegría por repasar esas películas que se convierten en entrañables en el recuerdo y en el gozo de verlas sea extensible a todos los que por aquí detenéis benévolamente vuestra mirada.
ResponEliminaSi hace tiempo que no la repasas, bien vale la pena, máxime con ese pantallón que tienes.
En lo del título no te falta razón, porque bien que lo miré en distintos traductores, pero te aseguro que A Bocajarro también se aplica a los tiros de arma de fuego a nula distancia, y me parece más personal y me gusta más. Que por cierto, la pifia está en el cartel francés: porque de hecho, point blank es una expresión que se refiere a la balística, ya ves... :-)
Un abrazo.
Me gusta lo de la obra que has visto varias veces, siempre he dicho que una de mis varas de medir lo que ha significado para mi una película (o un libro) es si la volveria a ver (o leer).
ResponEliminaMagnífico Marvin.
Esa es una forma, Alma, de no equivocarse jamás; el inconveniente es que, añadido a una cierta vagancia, uno tiende a repetir el goce y no se arriesga con otras cosas, entre otros motivos, por falta de tiempo, que no sobra.
ResponEliminaMarvin está fantástico y en pocas ocasiones ha vestido tan elegante....
:-)
Y yo que pensaba, compa Josep, que Boorman había debutado con Deliverance. Problemas de burricie que tendré que ir curando poco a poco. De Marvin bien poco puedo decir, es un actor del que no he visto prácticamente nada (al menos, que recuerde ahora, así a bote pronto). O sea, que según puedes comprobar, como amigo cinéfilo casi que mejor esconderme en el fondo de la alacena, para que no me vean las visitas. Pero todo se andará, que conste...
ResponEliminaUn fuerte abrazo y buen día.
Eso no es burricie, Manuel: es falta de tiempo que dedicar a repasar esa lista que vas haciendo para el día que te jubiles, porque mira que películas de Lee Marvin que valgan la pena hay un buen montón y por aquí has podido leer recomendaciones de algunas ya y otras que caerán, seguro, porque el "duro" Marvin demostró muy buen ojo a la hora de elegir sus trabajos.
ResponEliminaUn abrazo.