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dijous, 31 de desembre del 2009

Se fueron este año (julio-diciembre)














A finales de año, decíamos ayer, nos ocupamos de mirar hacia delante con vigor y optimismo, pero ello no es obstáculo para la memoria: conforme van pasando los años, uno recolecta escenas que pasan a formar parte de la vida y algunos de los personajes que habitan esos momentos pasados, de repente, se van para siempre.

Estos son varios de los que la parca se llevó a su guarida en el segundo semestre que hoy finaliza:


Mari Carrillo



Valerio Lazarov



Patrick Swayze



Alicia de Larrocha



Mercedes Sosa



Luis Aguilé



Rosanna Schiaffino



Paul Naschy



Francisco Piquer



Jennifer Jones



Brittany Murphy




Iván Zulueta, la última tarea de la parca:

Director y excelente cartelista; precisamente escogí en su día su cartel, que apenas fue usado, por parecerme fantástico:



























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dimecres, 30 de desembre del 2009

Se fueron este año (enero-junio)














A finales de año, uno siente la necesidad de mirar atrás, y se da cuenta que en el camino andado algunos han quedado parados en algún lugar.

Hagamos un pequeño repaso: no aparecen todos los que se fueron, pero la muestra, comprensiva de los primeros seis meses, ya da fe de lo trabajadora que ha sido la parca este año 2009:



Pat Hingle



Patrick McGoohan



Ricardo Montalban



James Whitmore



Louie Bellson



Ken Annakin



Dom DeLuise



David Carradine



Fernando Delgado



Farrah Fawcett



Michael Jackson










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dilluns, 28 de desembre del 2009

Examen de Cinefilia (parte XXVI)



¡Ya está aquí! ¡Ya llegó!

Supongo que pensaban librarse, pero no hay caso.

Finales de mes, finales de año, último examen de cinefilia antes de encarar con valentía un nuevo año que está a punto de aparecer.

De verdad de la buena que el tormento err, digo, el test de hoy, es facilito, facilito, acomodado a esas neuronas abotargadas de tanto trasegar buenos caldos, así que el esfuerzo será leve y espero que la satisfacción de dar con la respuesta sea grande.

Así pues: ¿Estamos despiertos? ¿Tenemos lápiz y papel a disposición?





Se trata de averiguar el título castellano de una película tan conocida que seguramente provocará la precipitación de alguien al responder antes de tiempo, así que mejor tomárselo con calma, pues algún que otro truquillo habrá en las pistas que seguirán: el que avisa no es traidor.

Eso sí: por raras que parezcan las pistas, todas conducen -juntas- a una única respuesta.

(Creo yo, vamos)

Una simple búsqueda en internet hará el camino más llano....


Ahí van:

Pista 1 [+/-]
El dueño de la idea en varias ocasiones se ha declarado deudor de


Pista 2 [+/-]
Una paisana del anterior, a quien los íntimos llaman Gari, y que interpreta un papel secundario en la película objeto de este entretenimiento, obtuvo enorme popularidad en España, más por sus medidas que por sus gafas, de la mano de un tal:


Pista 3 [+/-]
Uno de los personajes lleva el nombre de la patrona de la ciudad donde hace muy poco se le hicieron cientos de fotografías a :


Pista 4 [+/-]
Uno de los actores secundarios, cuyo nombre, sin haberse conocido, algunos asociarían al mote inmediato anterior, estuvo, el año antes de la película en cuestión, pronunciando negativas durante un buen rato al dueño del:


Pista 5 [+/-]
Uno de los personajes se hubiera evitado muchos problemas si los Reyes Magos le hubieran traído, cada año, un buen lote de productos:


Pista 6 [+/-]
Participa en la película una gran actriz fallecida este año 2009, cuyas hijas obtuvieron gran popularidad trabajando juntas con el famosísimo :


Pista 7 [+/-]
El director de la película tomó la alternativa en una pieza breve cuyo título coincide con el del personaje interpretado por :


Pista 8 [+/-]
La película fue la primera producción de un actor que obtuvo gran reconocimiento años antes, a las órdenes del mismo director, en un personaje, deportista profesional, que atendía por el nombre de :


Por si todo ha fallado y ya que estamos en fechas de buena voluntad, aquí dejo la

Pista definitiva[+/-]



¡Ey! ¡No hay ninguna mentira, que conste!

¡Cuidadín con leer los comentarios!


El amigo Raúl repite como vencedor, lo que le va a convertir en "enemigo a batir" en sucesivas ocasiones de este entretenimiento cinéfilo. ¡Bravo por él!
¡Enhorabuena!




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divendres, 25 de desembre del 2009

Esta Navidad, siente a un pobre en su mesa




Esa frase que encabeza se proclamaba, hace muchos, muchos años, en aquella España que apenas levantaba cabeza a mediados del siglo pasado, en la década de los cincuenta.

Una frase que, repetida como un eslógan, alimentó la imaginación del bueno de Luis García Berlanga, uno de los mejores directores de cine que esta piel de toro ha sido capaz de parir.

Berlanga ya había tenido sus más y sus menos con la censura de la época franquista y a pesar de conocer el paño insistía una y otra vez en destapar las miserias del país; con la idea en mente, se puso a escribir un guión que cuajó en obra maestra cuando, hallándose en un atolladero, quiso la fortuna que Rafael Azcona apareciera en la vida de Berlanga y decidiera colaborar con el ya afamado Director.

Corría pues el final de la década de los cincuenta del siglo pasado cuando ambos acabaron de escribir un guión que titularon Siente a un pobre en su mesa, tomando prestado el eslógan que en el protocatolicismo franquista trataba de tranquilizar las conciencias de
los bienestantes por un día: tal día como hoy: invitar a un pobre en Navidad a la mesa de los ricos ayudaba no poco a calmar conciencias y de paso a sentirse magnánimo con los desafortunados, al tiempo que se ejercía la virtud de la Caridad.

Evidentemente, la censura lo primero que hizo fue rechazar el título propuesto por Berlanga y Azcona. Así que ambos decidieron nombrar la que probablemente es su mejor película juntos (e hicieron bastantes) con el nombre de uno de sus protagonistas: Plácido, película estrenada en Barcelona en el año 1961, sigue siendo, después de tantos años, una obra maestra.

La sinopsis es aparentemente muy sencilla: En una ciudad de provincias, la Junta de Damas decide promover una campaña benéfica para la Navidad: los pequeños burgueses sentarán a su mesa a un pobre en la cena de nochebuena. Y para ayudar a convencer, también tendrán la oportunidad de invitar a un famoso a su mesa. Todo ello patrocinado por el fabricante de ollas Cocinex.

Plácido (Cassen) es un hombre de extracción obrera que ha decidido independizarse como autónomo y se ha comprado una motocarro, vehículo hoy casi desaparecido pero muy habitual en aquellas fechas. El futuro yerno de la presidenta de las damas, un tal Gabino Quintanilla (José Luis López Vázquez) es el encargado de la logística del evento y contrata a Plácido y su motocarro para encabezar la cabalgata que, pomposamente, irá circulando por las estrechas y mal empedradas calles de la ciudad dejando en cada domicilio a su pobre y a su artista.

Plácido debe pagar la primera letra de cambio por la compra de la motocarro y apenas tiene el dinero para el abono de la deuda.

Berlanga y Azcona no meten el dedo en la llaga: meten una lanza flamígera contra la hipocresía y el fariseísmo de una sociedad que se cuida más de las apariencias y de satisfacer su ego que de preocuparse por el prójimo.

El guión, excelente, cuida hasta el menor de los detalles todos los personajes que deambularán por la pantalla ofreciendo un verdadero fresco de la sociedad española: los ricos petulantes admitiendo a su mesa a un pobre, no vaya a ser que sus congéneres les miren por encima del hombro; asisten a la subasta de artistas pujando por encima de sus posibilidades. Plácido está más preocupado por conseguir el dinero para pagar su letra (¿qué hay de lo mío?) y evitarse unos gastos notariales del protesto, mientras Gabino Quintanilla se nos muestra como "el hijo de papá" bueno para nada, inútil por naturaleza, con una novia que flirtea con un actorzuelo de tercera.

Hay escenas memorables en el guión: tantas, que sería prolijo acotarlas, amén de innecesario e imprudente por si alguien todavía no ha visto esta joya de la cinematografía española.

Baste apuntar sólo dos: en la vergonzosa subasta de artistas (tratados como ganado) la estrella es una actriz cuya última gran película ha sido, precisamente, la primera.

Y cuando el pobre invitado a regañadientes por "esa familia republicana" sufre un patatús, descubierta que ha sido su relación con otra pobre, sin estar casados, acaba celebrando matrimonio forzado (con la presidenta de las damas moviéndole la cabeza para que asienta) a fin de evitarle, ¡pobre! que vaya al infierno por haber vivido en pecado.

El guión, como digo, es sobresaliente, cruzándose los diálogos a una velocidad de vértigo, manteniendo diversas líneas argumentales que se solapan las unas a las otras en una forma muy española de conducirse, un verdadero galimatías, un laberinto de personalidades e intereses diversos que en manos de otro que no fuera Berlanga hubiera acabado en un producto deleznable.

Pero Berlanga inventa el plano secuencia manteniendo la cámara aparentemente quieta mientras diferentes personajes se mueven, interrelacionan y accionan sin parar en una pantalla que parece no ser capaz de albergar tanta gente; Berlanga contaría años más tarde que, cuando acudió a Los Angeles como candidato al Oscar a la mejor película extranjera, se sorprendió al comprobar el inusitado interés que su película había despertado en una serie de directores, el más joven de los cuales era Billy Wilder: todos habían escudriñado más que visto la película, y todos querían preguntarle cómo había resuelto muchas de las secuencias.

La labor de Berlanga como director es sobresaliente por la técnica cinematográfica pero no hay que olvidar su talentoso trabajo como director de actores, ya que esa forma de rodar con tantos personajes, lo que más tarde la crítica más afamada acuñaría como "coral", es modélica: requiere una enorme precisión y cuidado y, por descontado, el elenco ha de estar a la altura, porque un fallo daría al traste con toda una secuencia. El conjunto de actores con los que contó Berlanga forma parte de la historia de los intérpretes españoles; no hay más que dar un vistazo aquí para quedarse alucinado al repasar tantos nombres conocidos, pero es repasar la película una y otra vez y quedarse pasmado al comprobar la enorme calidad de todos los intervinientes, aun en los más pequeños papeles.

La capacidad de riesgo de Berlanga asombra tanto al elegir como protagonista a un comediante que nunca antes había actuado en una película, Cassen (Calixto Sendra) como al presentar a la censura este cuento navideño: aun ahora sorprende que la película superara todos los obstáculos e incluso llegara a representar a España en la ceremonia de los Oscar, porque la crítica a la sociedad es feroz: no dejan títere con cabeza, sin compasión alguna; no es desde luego una película divertida; en pocas ocasiones se ha podido ver en el cine tanta amargura, tanta falsedad al descubierto, mostrando la crueldad de la pobreza miserable frente a una hipocresía ricachona que se complace por un día, en vísperas de la Navidad, a pavonearse mientras simula que ejerce una caridad muy mal entendida.

No deja de ser curioso que durante muchísimos años las televisiones españolas han ofrecido por estas fechas la película de Frank Capra Que bello es vivir, y nunca, nunca, han ofrecido una oportuna y muy recomendable revisión de Plácido, esa obra maestra del cine español que, por si hubiera alguna duda, acaba con un villancico esclarecedor:



Absolutamente imprescindible para el cinéfilo que no la conozca y más que recomendable una revisión para el que algún dia lejano la vio, porque es de las películas que hay que ver por lo menos, una vez al año: Feliz Navidad.


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dimecres, 23 de desembre del 2009

MM 32 Who Framed Roger Rabbit



Jessica Rabbit canta con la voz de Amy Irving la famosísima canción "Why don't you do right" del compositor Joe McCoy caldeando el ambiente de la sala y dejando literalmente boquiabierto a Bob Hoskins en la película del año 1988 Who Framed Roger Rabbit



¿Quién dice que los dibujitos son sólo para niños?



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dilluns, 21 de desembre del 2009

Una mirada a Hollywood




En la industria cinematográfica estadounidense ha habido siempre cineastas que han nadado contra corriente o, para ser más exactos, en su propio canal, sin que esa palabra signifique un encasillamiento ni una línea recta que pueda prever cual será su próximo paso, independiente siempre, como si el nadador, despreciando las reglas de la piscina, avance en un camino propio cruzando imaginarias fronteras reglamentarias para disgusto del dueño de la pileta que tiene que tragar sapos al comprobar cómo una y otra vez, el díscolo suscita admiración por su labor.

Hay que tener redaños para usar los fondos económicos con la intención de poner en la picota a quien paga el gasto: no es muy frecuente, pero de vez en cuando aparece una película que, como diría el castizo, se cisca en la propia industria cinematográfica que le provee de los medios para expresarse. Que además lo haga con la gracia y virtud suficientes para conseguir buenas críticas y excelentes resultados económicos, ya es cuestión al alcance de pocos.

Billy Wilder lo hizo en 1950 y cuarenta y dos años después un ya sexagenario Robert Altman emergió de las pro
celosas aguas televisivas donde se vio desterrado por su endemoniado carácter independiente con una película basada en una novela de cierto éxito escrita por Michael Tolkin, quien se ocupó de guionizar para la pantalla grande una historia cinéfila que se tituló en España El Juego de Hollywood (The Player, 1992)

El título original inglés
tiene una ambivalencia de la que carece su traslación al castellano, porque "player" puede significar lo mismo "jugador" (en cualquier deporte, pero no en juego de azar, que sería "gambler") y "actor", es decir, el que representa un determinado papel.

The Player es, fundamentalmente, una película que gira vertiginosamente alrededor de la figura de Griffin Mill, incorporado de forma excepcional por un Tim Robbins en estado de gracia, porque a pesar de la merecida fama de Altman de crear películas corales y de la asistencia de una galaxia de estrellas del cine que
aparecerán en pantalla, toda la atención de Altman se centra en la figura de ese Griffin Mill, icono y prototipo del ejecutivo de la industria del cine.

Con un inicio deslumbrante que pudimos disfrutar el viernes pasado, Altman sienta las bases de una trama que consigue atrapar la atención del espectador mientras desgrana sin piedad ni compasión la cotidiana vida de un gran estudio de la industria cinematográfica.

No veremos ni por asomo la parte artística: únicamente las oficinas donde se toman las decisiones; Griffin Mill se encarga de entrevistarse con los guionistas que le explican sus ideas para un nuevo guión. Mill es el cedazo que filtra las ideas, a razón de más de cien entrevistas al día, casi cincuenta mil historias al año escuchadas en apenas dos minutos y medio, tiempo del que disponen los guionistas para captar su atención.

En ese arranque veremos como Mill escucha la proposición de un guión que va a llamarse El Graduado II, quedando perplejo. Resulta curioso comprobar que Altman o bien se anticipó o bien disponía de muy buena información, porque ese ficticio guión acabó en la pantalla en 2005.

Como es natural, Mill concita en su persona toda clase de odios ya que ni los guionistas rechazados ni los actores desdeñados sienten por su figura ninguna simpatía. Ello va en el sueldo, hasta que empieza a recibir postales anónimas en las que se le amenaza: hay un escritor que se la tiene jurada y eso lo vemos ya en el minuto ocho de la película. Una amenaza que desembocará en una tragedia, una muerte accidental que no impedirá que las postales y mensajes amenazantes prosigan.

El guión de Tolkin mezcla sabiamente la intriga policíaca y de misterio con el medio en que se desarrolla; el espectador recibe la misma información que el protagonista y ello, muy bien tratado por Altman, hace que nos identifiquemos con ese Mill que movido por su ambición ejecuta sus movimientos en la industria del cine pensando en primer lugar en conservar su sillón de productor ejecutivo.

Altman retrata con detalle el mundo del negocio cinematográfico, más atento a los resultados en taquilla que a la calidad intrínseca del producto que se les ofrece, mientras seguimos las andanzas de ese Mill con pocos escrúpulos, mentiroso profesional más atento a sus intereses, una personalidad compleja bien retratada por una cámara inteligente que se emplaza siempre donde mejor sirve al buen entendimiento de la trama, demostrando Altman que conoce los recursos de la gramática cinematográfica más eficaz, contando con la especial colaboración de Geraldine Peroni en la moviola para llevarnos en volandas de un lado a otro siguiendo a Mill, al que observamos, mirones al fin y al cabo, en todo momento.

Desde el primer segundo nos hallamos en la conciencia que asistimos a una fabulación -la claqueta así lo indica- y esa situación permite a Altman cargar a conciencia contra el ambiente hollywoodiense; da que pensar que ésta sea quizá la película con más cameos en su haber, como puede comprobarse dando un vistazo aquí y esa circunstancia da marchamo de veracidad a lo que se nos cuenta entre bambalinas, porque uno llega a preguntarse:¿si todo esto no fuera así, iban a sacar el careto toda esa gente?

Entre bromas, Altman no deja títere con cabeza y la historia se cierra canónicamente como una pescadilla que se muerde la cola enlazando final con inicio dejando una sensación de asombro que, meditada, permitirá entender la existencia de no pocos productos infumables en las pantallas actuales, tomando Altman y su acólito Tolkin la figura de unos visionarios que explican la realidad de su época y también de la actual con todo lujo de detalles: resulta necesario revisar la obra varias veces para poder observar el centenar largo de guiños que el pícaro Altman planta en pantalla en una mirada que tiene menos de amable que de vitriólica.

La película, con una duración de poco más de dos horas, pasa en un suspiro gracias al buen pulso de Altman que mantiene el ritmo de la ilusión y la intriga más allá del final, y si un defecto puede achacársele es el poco cuidado del resto de los personajes, descansando todo el peso de la acción en Griffin Mill; se encuentra a faltar un perfil menos superficial en muchos de los caracteres que conforman toda la fauna de ejecutivos de la industria del cine, aunque sus frases, acertadas y en ocasiones irónicas, no dejan duda alguna de la intención de la película, pero tan sólo Mill concitará el interés del espectador, pesada carga que Robbins soporta con máxima entereza; aunque los dimes y diretes, las envidias y maniobras del entorno quedan bien trazados y son significativos de una manera de entender el cine, un poco más de aliento personal hubiera conseguido para esta obra de un viejo que en otro campo hubiera recibido la carta de jubilación la consideración de obra maestra que se le escapa entre los dedos a pesar de constituir un brillante ejercicio de cinematografía en estado puro, un sentimiento de autocrítica generalizado que concluye de forma magnífica en un final feliz insultante.

Indispensable verla en versión original y en lujoso formato panorámico: huyan de malas copias en formato televisivo: esto es cine, amigos. Y del bueno.



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divendres, 18 de desembre del 2009

TC (3) The Player




No era mi intención volver a presentar unos títulos de crédito tan pronto. Sin embargo, al repasar la película de Robert Altman rodada en 1992 y titulada en inglés The Player (traducida al castellano como El Juego de Hollywood), he comprobado, con calma, que sus títulos de crédito iniciales bien valen un avance. Así que, por favor, véanlos primero, y luego los comentamos....




Con calma, eso sí, porque en esos ocho minutos escasos el afamado Director logra establecer un récord de información:

En una sola secuencia con una duración de casi ocho minutos (vale, hay un momento en que parece haber un corte; pero no importa, pues no afecta a la planificación)Altman nos introduce de forma magistral en todo aquello que desarrollará en su película, mientras presenta los créditos de los intervinientes en su obra.

De entrada, sabemos que asistimos a un rodaje, al ver la claqueta inicial.

También, que el Director se entusiasma con las secuencias largas, abominando del montaje sincopado tan moderno.

Además, nos presenta una forma de entender el mundo de los estudios cinematográficos: ¿se han fijado en el detalle que todas las mujeres ofrecen un aspecto cuidado, elegante y llevan falda?

Nos enseña la dependencia de los estudios con los bancos y con los inversionistas japoneses, en concreto con la Sony, con una cierta crítica.

Y nos adelanta cual es el trabajo del que va a ser protagonista y nos planta el mcguffin bien clarito.

Unos títulos de crédito que me han parecido impresionantes por la calidad de la planificación pensada por el viejo Altman, con toda la intención de impresionar al espectador y meterlo en la historia que va a contar.

Del resto, es decir, del largometraje en sí, hablaremos, si les parece, el lunes próximo.

Buen fin de semana.





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dimecres, 16 de desembre del 2009

El padre de Bambi






Ayer se cumplieron cuarenta y tres años del fallecimiento de uno de esos hombres que, surgidos de la nada, alcanzó la cima es su profesión, ligada íntimamente al cine.

Con una biografía que no ha hecho más que crecer desde su fallecimiento, alimentando desde hace años ya toda clase de rumorología, la figura de Walt Disney permanece a los ojos de cualquier cinéfilo como mítica, al lado de los más grandes del Séptimo Arte.

Dejando de lado cuestiones tan bizantinas como su ascendencia originaria del almeriense pueblo de Mojácar, su supuesta criogenización y sus relaciones más o menos interesadas y confusas con Mr. Hoover y la tristemente célebre caza de brujas del Comité de Actividades Antiamericanas, lo cierto es que nadie con un mínimo de información puede negar que Walt Disney ocupa un lugar de honor en el Cine y particularmente en el cine de animación, con una evolución constante en la técnica que nos ha procurado a todos momentos de diversión, entretenimiento, risas y lágrimas.

No es desde luego un bloc de notas como éste el lugar más idóneo para presentar novedades respecto a la figura de Disney, pero sí se puede recordar al personaje insertando algunos de sus cortos más aclamados en los primeros años de una carrera de dimensiones inalcanzables para cualquier otro cineasta.

Estos fueron los tres primeros premios Oscar conseguidos por Disney:


Árboles y Flores (1932)


Los Tres Cerditos (1933)


La Tortuga y la Liebre (1934)


Un buen inicio para alguien que produjo más de quinientas piezas para el cine, creando historias originales y adaptando clásicos de la literatura, consiguiendo muchísimos galardones y levantando de la nada un imperio que factura millones de dólares al año, aunque quizá la calidad de sus productos haya ido mermando en talento intrínseco con el paso del tiempo.

No estoy muy seguro que Walt Disney aprobara aventuras como la que ya se anuncia para el año que viene: El Aprendiz de Brujo


¿O sí?




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dilluns, 14 de desembre del 2009

Francisco Tárrega





Mañana, día quince de diciembre, se cumplirán cien años del fallecimiento del que seguramente es el responsable de la aparición de la llamada guitarra española en las salas de conciertos más clásicas del mundo entero.

Francisco de Asís Tárrega Eixea, nacido en Villarreal, provincia española de Castellón, falleció en Barcelona, donde vivía desde 1885, contando tan sólo con 57 años de edad, dejando tras de sí una importantísima labor de promoción de la guitarra, ya como perfecto instrumentista (se le conoció como el Sarasate de la guitarra) ya en su vertiente de compositor de piezas originales y adaptador de piezas clásicas de otros autores, entre ellos Bach, Mozart, Beethoven, Verdi y Tschaikowski, por citar sólo algunos.

Cabría esperar que el inefable Ministerio de Cultura de España tuviera a bien conmemorar como se debe la efeméride, aunque albergo mis dudas al respecto; como sea, por lo menos le quedará a Tárrega el consuelo que mañana, como cada día, sonará en todo el mundo una música suya, según dicen la más reproducida en el planeta, ya que una casa de teléfonos se ha apropiado -gratis, claro- de una de sus melodías: Esta

Si Nokia tuviera que pagar por la melodía, Francisco Tárrega sería millonario. Cosas que pasan.

Por cierto: si alguien quiere incorporar a su teléfono móvil alguna composición de Francisco Tárrega, aquí encontrará donde escoger gratuitamente las que más le gusten.

Naturalmente, la música de Tárrega se disfruta mejor tocada en su instrumento, la guitarra. Veamos algunos ejemplos:

Tango - Narciso Yepes


Las dos hermanitas - Pepe Romero


Estudio en La Mayor - Julian Bream


María (gavota) - Rick Graham


Lágrima - Vabejas


Capricho Árabe - Andres Segovia


¿Han escuchado con atención ese Capricho Árabe? ¿Sí?

¿Qué les parece entonces esto?


Shakira - Hay amores


No sé si realmente la escribió Shakira, la canción, o sólo la letra...

(Mi abuelo Cristóbal, que estudió guitarra con Tárrega, aseguraba que se cogía antes a un mentiroso que a un cojo...)






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divendres, 11 de desembre del 2009

G.A. (5)



Según contaba él mismo en su última entrevista del año 1999, uno antes de su defunción, Vittorio Gassman, nacido cerca de Génova en 1922, cuando era un niño sentía la vocación de ser escritor.

Su madre le convenció para acudir a una academia de teatro y allí el joven Vittorio descubrió la que sería su pasión, su vida, su verdadero amor.

Dotado de una figura imponente, atlético, musculado y mucho más alto que el resto de sus compañeros de la Comedia del Arte, Vittorio pronto despuntó como actor principal: no podía pasar desapercibido por su estatura y menos aun por su portentosa voz y el innato dominio que de la misma tenía, aplicándose además en superarse día tras día, en un afán perfeccionista que acabó impulsándole a crear una muy prestigiosa academia para actores.

De hecho, Vittorio Gassman siempre se consideró a sí mismo como actor de teatro, asegurando que sus facciones angulosas y duras no le permitían triunfar en el cine, contemplando sus muchas incursiones cinematográficas como medio para recolectar fondos cuyo destino era el teatro.

Su versatilidad y capacidad de incorporar toda clase de caracteres es ya legendaria y puedo dar fe que su presencia en un escenario imponía, pues tuve la gran suerte de asistir a unos monólogos que representó en el Teatre Grec de Barcelona hace ya muchos años.

De dicha versatilidad queda por suerte constancia cinematográfica, ya que con su amigo Dino Risi como director participó en la película I Mostri de la que, como prueba de la valía del que seguramente fue el mejor actor italiano del pasado siglo, pueden disfrutarse algunos de los fragmentos, narraciones cortas independientes que conforman un fresco de la Italia de aquella lejana época.

He elegido -tras muchas dudas- cuatro de ellos, en los que se puede observar tanto la depurada técnica vocal de Gassman como la exhibición del superlativo control corporal y del gesto: fíjense especialmente en manos y pies.


I Mostri - La Musa


I Mostri - La Raccomandazione


I Mostri - I Due Orfanelli


I Mostri - Il Testamento di Francesco


Once años más tarde, Gassman, de nuevo bajo las órdenes de Risi, dió un verdadero recital en :
Profumo di donna





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dimecres, 9 de desembre del 2009

Maerose








Maerose es la hija mayor de Dominic que, a su vez, es el hijo mayor de Don Corrado, venerable anciano quien hace muchos años, cuando su asesor personal Angelo le presentó a su primogénito, Charley, ante el súbito fallecimiento de la madre, no dudó en asegurar a su fiel amigo:

"No te preocupes, Angelo: ya que tu hijo no podrá tener una madre, va a tener dos padres, porque yo seré para él como un padre"


Nadie se atrevió jamás a dudar de la palabra de honor de Don Corrado.

Y si lo hubo, no tuvo tiempo para contarlo.

Maerose y Charley crecieron juntos en el barrio de Brooklyn, jugando, estudiando y compartiendo muchas horas. Cuando Charley alcanzó su mayoría de edad, en una solemne ceremonia fue recibido con todos los honores como miembro de la familia de su amiga de la infancia, mezclando su sangre con el abuelo de Maerose, Don Corrado Prizzi: Charley pasó a ser uno de los capitanes del ejército de mafiosos y su compromiso con Maerose llenó de orgullo y satisfacción a todos los Prizzi.

Charley un buen día tonteó con una fulana de buen ver y Maerose pilló un cabreo de muy padre y señor mío y se largó con un camarero a México a pasar unos días, abandonando a su prometido y manchando El Honor de los Prizzi (Prizzi's Honor, 1985) y desd
e entonces no puede pisar Brooklyn porque su padre le ha puesto el veto, avergonzado por su conducta y odiando a Charley en secreto.

Con estos mimbres y un buen guión escrito por Richard Condon y Janet Roach sobre la novela homónima del primero, que ya había triunfado anteriormente con The Manchurian Candidate, el veteranísimo director John Huston rodó después de muchos tropiezos y dudas en el reparto la que a la postre sería su penúltima película como director, volviendo al género del cine de gánsteres cuyos perfiles ayudó a cimentar en sus inicios más de cuarenta años antes.

No dejan de sorprenderme algunas opiniones que surgieron en la fecha de s
u estreno, un ya lejano 1985 (en España, 1986), que apoyadas en la preexistencia de las dos primeras partes de The Godfather buscaban con ahínco las similitudes en el tratamiento del mundo de la mafia neoyorquina para minusvalorar las evidentes facultades cinematográficas del maestro Huston que entremezcla sabiamente contenidos de humor negro, intriga y drama en una película que con un evidente tono paródico retrata el submundo de los gánsteres aposentados en Brooklyn desde toda una eternidad, estructura piramidal encabezada por un Don Corrado cadavérico, astuto e implacable que tiene en su ahijado Charley al obediente ejecutor de sus órdenes.

Charley es un asesino profesional que no conoce el remordimiento; desde el asunto de su ruptura con Maerose se siente muy solo; en la boda de Theresa, la menor de las hijas de Dominic, Charley se enamora súbitamente y de forma irracional (aunque comprensible) de una invitada, una mujer polaca que atiende por el nombre de Irene Walker, emprendiendo una aventura amorosa absurda y descabezada, muy propia de Charley, que resulta ser un perfecto estúpido: Irene es una asesina a sueldo contratada por los Prizzi para "un trabajito" y además hará alguna que otra cosa que dejaremos en el tintero.

Huston sabe dar a cada momento su tiempo ajustado a la acción demostrando que para él la técnica cinematográfica no tenía secretos; apoyándose en la estupenda labor de cámara de Andrzej Bartkowiak y pensando en la mesa de montaje de los excelentes Rudi Fehr y Kaja Fehr (padre e hija, ambos nominados al Oscar), construye una película de dos horas de metraje en la que se alternan distintos géneros sin ofrecer ruptura alguna, pasando de la calmada tensión a las escenas de trepidante acción, moviendo la cámara con soltura y emplazándola donde mejor capta la escena, insertando planos detalle explicativos y siempre sirviendo unas muy buenas líneas de diálogos que van perfilando poco a poco los personajes que vemos deambular por la pantalla con unas intenciones ambiguamente siniestras y ocultas a los demás personajes pero siempre claras para el espectador, al cabo de la calle de todo cuanto ocurre, un paso por delante del abotargado Charley que se nutre intelectualmente a base de revistas de fin de semana.

Algunos pretendieron hallar bajones y faltas de ritmo en la trama, obcecados por la moda de presentar las historias de gánsteres como una sucesión interminable de tiros, atracos y muertes. Muy al contrario, el acercamiento de Huston al mundo mafioso lo revela de forma muy natural, desmitificándolo al presentar una serie de calamidades que la mala cabeza de algunos provocan, obligando a tomar decisiones del más puro y rancio abolengo mafioso, arreglando sus problemas a base de muertes; por negocios, eso sí: los matan, pero sólo por negocios. Incluyendo entre dichos negocios algún que otro interés personal y emocional, quizá buscando una reinserción social, una vuelta a la manada de lobos.

Los mafiosos de Huston, esos Prizzi, no tienen nada especial; en todo caso, son todos bastante simples; incluso diríamos que son una pandilla de horteras; hasta el más ilustrado de todos, Eduardo, que es quien en su condición de abogado de la familia mueve los hilos legales para blanquear su dinero turbio, no es mucho más que un cuarentón toca culos con un bolsillo repleto de dólares que se mueve pensando en cifras antes que en personas. Toda una fauna encabezada por el anciano Don Corrado que con muy buenas palabras ordena y manda mientras sonríe siniestramente.

Incluso a su nieta preferida, Maerose:

"Eres como yo, Maerose: no tenemos piedad; qué lástima que no hayas sido un chico... ahora toma una galletita y ¡cállate!..."

Y es verdad: Maerose es como el abuelo: calculadora, vengativa, paciente. Muy paciente.

Huston, a punto de cumplir los ochenta años, vierte toda su sabiduría en una película en apariencia menor; sin embargo, obtuvo ocho nominaciones a los Oscar, de las cuales sólo una de las consideradas menores, la de vestuario (Donfeld, muy bueno su trabajo) y el resto de importancia, como puede verse aquí.

Su buena forma de dirigir a los intérpretes consiguió para su hija Anjelica Huston el Oscar a la mejor secundaria, como ya había conseguido muchos años antes igual galardón para su padre, Walter Huston en El Tesoro de Sierra Madre.

En esta ocasión le fue denegada la estatuilla a John Huston; da que pensar que en las circunstancias personales del Director los académicos metieran también como nominado al maestro Kurosawa por la excelente Ran y acabaran dejando a ambos boquiabiertos al entregar el oro a la empalagosa e insufrible Memorias de África, como puede verse aquí.

¡Con lo bien que hubiera quedado el reconocimiento a padre e hija Huston! En fin...

Como decía, la labor de Huston como director de intérpretes es excelente: la pareja protagonista realiza un trabajo notable: Kathleen Turner desprende erotismo por cada poro de su piel y nos desconcertará con su forma de entender "los negocios" y forzosamente deberemos convenir que Jack Nicholson sin sus acostumbrados tics histriónicos reproduce muy fielmente ese personaje estúpido y peligroso que su entonces suegro le encomendó; se dice que Huston, antes de cada toma, le recordaba a Jack: ¡Charley es estúpido!¡Acuérdate!

Y realmente, uno está viendo a Jack en pantalla y no puede menos que pensar: ¡pero este tío es idiota!

Del cuidado de Huston para con el elenco dan fe las buenísimas interpretaciones de todos los secundarios, entre los que sobresale también William Hickey que injustamente en mi opinión perdió el Oscar frente a Don Ameche, porque su representación de Don Corrado es de las que dejan huella: recuerdo haber salido de la sala de estreno impresionado por su labor y en la reciente revisión tal asombro no ha hecho más que crecer: roba todas las escenas en que sale sin aparente esfuerzo. Acojona, el tío.

Nada pues más alejado que la mitificación del mundo mafioso emprendida por Coppola en su referenciada obra magna: Huston sabía perfectamente lo que tenía entre manos y, como máximo responsable del resultado final, no queda más que agradecerle su labor, pudiendo considerarse esta película como su testamento cinematográfico, su rúbrica como autor que tanto hizo en su larga y fecunda carrera por el cine negro.

Indispensable para cualquier cinéfilo que, consecuente con su afición, procurará verla en versión original.

Y mucho cuidado al comprar el dvd, porque a mí me la dieron con queso: una edición en lamentable formato 4:3. Una vergüenza. Ojo al dato.

Aperitivo





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dilluns, 7 de desembre del 2009

ESD 19 Ben-Hur (1959)




Once minutos gloriosos sin apenas diálogos.

Once minutos que valen un imperio de premios recibidos por un largometraje que ha ostentado durante décadas el récord de premios Oscar recibidos.

Once minutos espectaculares que son el fruto de cinco semanas de rodaje, amén de cuatro meses de entrenamiento de unos intérpretes de cuatro patas que no fallaron.

Once minutos de máximo peligro para los intérpretes humanos, de los cuales tan sólo Charlton Heston se había preparado concienzudamente asistiendo a "entrenamientos libres" como conductor de una cuádriga.

Once minutos que se confiaron al ayudante de dirección Andrew Marton quien, a su vez, requirió la asistencia del especialista Yakima Canutt, ya retirado, que no supo resistirse a la llamada. Además, su hijo, Joe Canutt, dobló a Heston en el momento más peligroso de los once minutos: se hizo daño y de paso se cargó una de las únicas tres cámaras de 65 milímetros que en todo el mundo existían en aquel momento.

Once minutos en los que 15.000 extras aparecen soportando un sol de justicia que impedía que los caballos dieran más de seis vueltas al perímetro al día, extenuados por la carrera.

Once minutos repletos de primeros planos, travellings, una profusión magnífica de tomas estudiadas al detalle para conseguir un resultado inigualable: una lucha a muerte entre dos personajes que representan mundos distintos.

Once minutos de BEN-HUR que se pueden disfrutar en formato panorámico amplio o más reducido, según el monitor de cada quien:

Parte 1 Panorámica


Parte 2 Panorámica


Parte 1 640x505


Parte 2 640x505


Muchos años después, en una lejana galaxia donde el cine se hacía con muñequitos y ordenadores, cuando el cine tendía a parecerse cada vez a un video juego, apareció una lamentabilísima imitación que, si el lector tiene estómago, puede ver, si se atreve, también en dos formatos:

Muñequitos panorámicos


Muñequitos 640x505





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divendres, 4 de desembre del 2009

Secundarios de Lujo (19)





Hoy me siento especialmente honrado de traer a esta sección a una Dama; no por el tratamiento aristocrático que le fue conferido si no, precisamente, por la virtud que originó tal nombramiento.

Margaret Natalie Smith, Maggie Smith para los amigos, es probablemente una de las mejores actrices británicas del siglo XX y por suerte para nosotros, cinéfilos, sigue en activo, a una edad que me reservaré el derecho de no mencionar, tratándose de una Dama de tanta alcurnia, un verdadero lujo para cualquier reparto.

Se puede asegurar que cualquier director admitiría a Maggie Smith en su elenco sin la más mínima duda, porque esta fabulosa actriz a lo largo de una extensa carrera cinematográfica y teatral ha sabido demostrar una versatilidad y una eficacia interpretativa sin parangón.

Su técnica, sublime, suele pasar desapercibida, precisamente, por la gloriosa naturalidad y autenticidad que imprime a todos sus personajes, sean de la ralea que sean. Ello, que para los amantes de las buenas interpretaciones es distintivo de enorme talento, para quien no suele reparar en dicho aspecto produce la sensación de una labor poco apreciable.

Una grandísima actriz que nunca ha desdeñado aparecer en papeles netamente secundarios, haciendo bueno aquello de que no hay papeles pequeños si no intérpretes incapaces de desarrollarlos.

Claro que también ha sido capaz de desarrollar caracteres de protagonista, por suerte para nosotros, cinéfilos, sobre todo, cuando era bastante más joven que hoy en día.

Así, queda en el recuerdo su interpretación de Desdémona dando réplica al amigo Larry en la que, dicen, sigue siendo la mejor versión de Othello


Eso fue en 1965, ayer, como quien dice, para Maggie, que, al cabo de cuatro años, en 1969, conseguía que los académicos hollywoodienses se rindieran a sus pies por su fantástica labor como protagonista en la película The prime Of Miss Jean Brodie


Poco después, en 1972, Maggie, con una belleza sustentada en las bellas proporciones de su osamenta facial, se avejentaba por momentos, sin miedo, para encontrarse con un viejo conocido nuestro, al servicio ambos de George Cukor, en Travels with My Aunt


Como es natural, semejante categoría de actriz ha podido con el paso del tiempo y Maggie, como otras grandes actrices, no ha conocido el típico parón que se suele producir entre las más bellas -e ineficaces- a partir de la temida cuarentena.

Así, en 1978 se convierte en una secretaria - compañera de una gruñona Bette Davis en Death on the Nile


El mismo año realiza de nuevo una espectacular como secundaria en la película "coral" basada en una pieza de Neil Simon, acompañada de Michael Caine : California Suite


En 1981 se une a una nueva versión de una pieza detectivesca de Agatha Christie, que todavía no he visto, completando un elenco de esos de lujo que se prodigaron hace tiempo; la vemos como dueña del hotel en Evil Under The Sun


Veinte años después, en 2001, el gran Altman la reclamó para que interviniera brevemente en Gosford Park


Si además consideramos que ha trabajado en teatro y televisión, podemos decir sin temor que esta Dama de la escena ha sido pródiga con nosotros, porque, desde luego, ocasiones para disfrutar de su inigualable arte no nos faltan.

Y que sea por muchos años más.

Claro que después de tantos premios y galardones, igual se decide a descansar un poco.




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dimecres, 2 de desembre del 2009

TC (2) Lolita





No sé porqué, pero me da la sensación que en este apartado dedicado a recordar esos minutos de la película en que aparecen los créditos (normalmente al inicio de la película) van a tener cabida algunos ejemplares que habrán pasado desapercibidos. El de hoy, por ejemplo, confieso que no lo recordaba con la intencionalidad que ahora me parece entrever y el buscarlo y hallarlo ha sido una feliz coincidencia. Porque no todos los títulos de crédito deben ser ruidosos, enérgicos, movidos o musicales. Stanley Kubrick, bastante antes de su decadencia (no me tiren piedras que les veo) supo anunciar de forma muy sutil la historia que nos iba a presentar con gran delicadeza y sensualidad y, porque no, bastante fetichismo, sobre todo teniendo en cuenta el año: 1962. ¿No les parece?
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dilluns, 30 de novembre del 2009

Isabel, ¿No tienes novio?




Cuando uno se enfrenta a un clásico sin concesiones, de repente, al iniciar lo que pretende ser únicamente un comentario divulgador por si hubiera algún cinéfilo que no haya tenido en suerte la ocasión de disfrutar la obra objeto del mismo, siente el llamado pánico de la hoja en blanco.

¿Cómo puede un aficionado impeler a otros a visionar una película con más de cincuenta años de vida, sin repetir conceptos ya divulgados por mejores plumas?

Por suerte, las obras maestras lo son por su atemporalidad, su vigencia, su incontestable calidad al escudriñar el alma humana y ésta, mal que nos pese, tampoco ha cambiado tanto con el paso del tiempo.

Juan Antonio Bardem, nacido en 1922 en el seno de una familia de artistas, pronto sintió la llamada del cine como elemento integrador de múltiples artes y perfecto medio de comunicación de ideas; con su compañero de estudios y amigo Luis García Berlanga escribió una ácida comedia, Bienvenido Míster Marshall {2}, dirigida por el segundo en 1953.

Ambos amigos tenían ide
as parejas, pero así como Berlanga se inclinaba por la farsa crítica, aprovechando su innato olfato para el humor, como ya hemos visto aquí, Bardem prefería un tratamiento serio, casi trágico, de la realidad que observaba a su alrededor.

No deja de ser curioso que Bardem se inspirara en una pieza de Carlos Arniches , La Señorita de Trévelez, escrita y estrenada a principios del siglo pasado, dotada de un profundo sentimiento tragicómico, para escribir el guión de su quinta película, en un momento en el que un artista siente la máxima responsabilidad, ya que su cuarta película, Muerte de un ciclista , obtuvo enorme y merecido reconocimiento internacional.

Juan Antonio Bardem apenas podía ocultar sus simpatías por la ideología comunista en una época en la que en España la libertad de pensamiento era una utopía; ello, unido a sus innegables dotes como cineasta y sus éxitos como tal, ha comportado una serie de interpretaciones afines ideológicamente que, en opinión del que firma, reducen considerablemente la gra
ndeza de Bardem como Cineasta con mayúsculas. Porque sin poner en duda las intenciones de Bardem al realizar su película, lo cierto es que, pasada esa época tan lejana para muchos, su película permanece en pie, fresca y actual.

Me refiero a la que para mí es la obra cumbre de la filmografía de Bardem, película titulada Calle Mayor, cuyo rodaje se inició a primeros de 1956 en la ciudad de Palencia y se estrenó el 5 de diciembre del mismo año en el desaparecido cine Windsor de Barcelona, ciudad por aquel entonces menos timorata que la provinciana capital del estado, Madrid, porque, supongo, el provincianismo denunciado parecía más apaciguado por estos lares. Memeces, dirá alguno.

No tanto: abre la película una voz en off -recurso habitual en aquella época- que, propiciada por la omnipresente censura, dice:

"Una pequeña ciudad de provincias.
Una ciudad cualquiera...
en cualquier provincia...
de cualquier país.
La historia que está a punto de comenzar...
no tiene unas coordenadas geográficas precisas."

Y, mientras escuchamos esa retahíla de eufemismos que pretenden despistar, vemos la inequívoca configuración de la ciudad de Cuenca y sus únicas casas colgantes.

Una vez más, el cineasta burla de la censura.

Se inicia la trama mostrando una macabra broma: un féretro y sus pertrechos son entregados de madrugada en casa del filósofo Don Tomás (René Blancard, que comparece gracias a la co-producción francesa) quien, a los pocos días, recibe en la biblioteca del Círculo Local a Federico Rivas (Yves Massard).

Federico es el editor de una revista, Ideas, y se ha trasladado desde Madrid hasta esa ciudad provinciana intentando convencer a Don Tomás para que colabore como escritor; éste se niega aduciendo que ya ha publicado sus obras completas y que ya nada le queda por decir, asegurando amargamente que nadie está ya interesado en lo que pueda escribir. La conversación se ve interrumpida por el grupo de amigotes (ya no son unos jovenzuelos: son hombres adultos) que espera a Federico. Sabemos y entendemos que Don Tomás no ignora que esos tipos son los autores de la broma.

Se aburren, dice, en tono decepcionado; ellos van por ahí, en su ciudad, mientras yo hago la siesta en esta biblioteca: es el lugar más tranquilo.

Conviene no olvidar esa escena, porque resume brevemente la diatriba que Bardem lanza contra la sociedad de aquella época, una acusación que en lo fundamental sigue inalterable. El intelectual de la ciudad, Don Tomás, viéndose vejado por un grupo de gentes que, acabada su jornada laboral, dedican su tiempo libre a divertirse a costa del prójimo mientras la bien surtida biblioteca se halla desierta de lectores que puedan aprovechar los conocimientos a su alcance.

Federico se despide de Don Tomás, motivo de su viaje, y acompañado de Juan (José Suárez ) se une al grupo de "graciosos" formado por Luis (Luis Peña [Suárez y Peña coincidieron años más tarde en la interesante A tiro limpio {5}]), Pepe "el calvo" (Alfonso Godá), el "Doctor" (José Calvo) y Luciano (Manuel Alexandre {1} ). Son hombres adultos, algunos incluso casados, todos con profesiones muy respetables en la pequeña ciudad de provincias. Se reúnen cada día a tomar copas, jugar billar y acaban en ocasiones en el "barrio viejo", en el bar de Pepita, a tomar más copas, jugar a los naipes y, quizás, pasar el rato con alguna prostituta en el desván.

Federico se muestra sorprendido de la amistad de Juan con esos botarates: Juan abandonó su vida en Madrid para trabajar en el banco local y cifra su futuro en ascender de puesto, quizá casarse con una chica con dinero y mientras tanto para consolar su soledad de extraño en plaza se ha integrado en el grupo. Mientras pasean se encuentran con la esposa del jefe de Juan que viene de rezar la novena en la catedral acompañado de una joven, Isabel Castro.

Isabel es una chica de treinta y cinco años que vive con su madre. viuda de militar, y una chacha (Matilde Muñoz Sampedro, madre de Bardem, secundaria del cine español con largo recorrido, que coincidió con Alexandre, entre otras, en la película El señor de La Salle {4}, a cuyo preestreno en Barcelona quien suscribe asistió personalmente [pero eso ya es otra historia]).

Isabel representa un tipo de mujer frecuente en la posguerra española: con estudios elementales por bagaje, su preparación ha consistido en aprender lo necesario para ser una buena esposa y madre; pero ha pasado el tiempo y ha visto cómo sus compañeras de colegio han ido casándose y creando prole mientras ella permanece soltera. Una solterona, adjetivo deleznable que significaba el fracaso de una vida, un estigma social que apartaba cualquier pretendiente: sólo un extraño se atrevería a buscar su compañía, pues ya en la Calle Mayor, lugar de paseo ida y vuelta, todos la tienen catalogada como solterona y no propicia interés alguno.

El grupo de desalmados fija su atención en Isabel como objeto de una broma despiadada: uno de ellos deberá cortejarla, suscitar su amor, y dejarla plantada así se enamore. Le tocará a Juan llevar a cabo la cruel hazaña.

Bardem toma prestada la idea de Arniches pero elimina cualquier atisbo de farsa; no hay ninguna escena de humor en su excelente guión; los actos del grupo de energúmenos tampoco suscitan la risa, porque su conducta es chulesca: Luciano la emprende a patadas con la pianola, totalmente borracho, pero las risotadas de sus compañeros no se contagian al espectador; su conducta es infame, puro machismo añejo, desdeñando a sus esposas que están en casa aguardando que el hombre regrese ebrio y violento, gritando como lo hace por las solitarias y calladas callejuelas que atienden al alba. Eso sí: al día siguiente, a mediodía, todos pasearán muy recios y distinguidos por la Calle Mayor cargando los pastelillos típicos {7} de la ciudad, muy formales, hasta que, de nuevo al atardecer, den rienda suelta a sus más bajos instintos.

Isabel (interpretada por la actriz norteamericana Betsy Blair, que acababa de obtener gran reconocimiento por su trabajo en Marty {6}, contratada por Bardem al encontrarse ambos en el Festival de Cannes de 1955, realizando la que quizás sea su única gran actuación como protagonista -cayó en desgracia por sus ideas gracias a las listas negras de McCarthy en los U.S.A.- ofrece una interpretación magistral, contenida y llena de matices en la mirada) cuya ilusión es contraer matrimonio y ser madre, caerá en la red tendida por Juan y se comportará, a sus treinta y cinco años, como una colegiala adolescente enamorada, incapaz de sospechar la malévola trama que la tiene a ella por objeto.

Bardem trasciende la mera anécdota que representaría la escenificación de esa atroz burla: mediante un lenguaje cinematográfico sobresaliente consigue que el espectador, mirón al fin y al cabo, esté al corriente de los caracteres envueltos en la espiral de engaño: sabremos de las ilusiones de Isabel, de su cándido enamoramiento, de su ilusión porque ¡al fin! su vida cobrará sentido. Las luces altas que la retratan, la mirada amorosa a unas entradas de cine -la primera sesión acompañada de un hombre- y la forma con que juega con ellas, juntándolas; su incesante y excitada conversación con Juan chocarán con la adustez de él, retratado sombríamente en su recámara de la pensión donde vive; su angustia al saber que lo que hace está mal; su incapacidad de dar al traste con la martingala, sometido a sus crueles amigotes.

La época en que se rodó la película marca en parte su desarrollo: de entrada, apenas iniciado el rodaje en Palencia, una denuncia dio con los huesos de Bardem en los calabozos de la Brigada Social de la Policía Nacional en la Plaza del Sol madrileña; por suerte, Betsy Blair aseguró que no iba a rodar nada si Bardem no estaba en el plató y la presión del mundo artístico internacional obró milagros; libre Bardem, recogió los bártulos y siguió el rodaje de esa Calle Mayor en los soportales de Logroño y exteriores en Cuenca. Bardem retrata una España provinciana marcada, como dice al principio Don Tomás, por el paseo diario de los seminaristas (de tres en tres), las campanadas horarias de la catedral y el paseo por la Calle Mayor, esa calle que tantas ciudades españolas aun tienen y que entonces, cuando la tele ni existía, era la arteria por donde fluía la ciudad, sus habitantes paseando arriba y abajo, incesantes, saludos por doquier y encuentros educados, en ocasiones interesados: la vida pública conformada por la privada, la presunción galana, los dimes y diretes al orden del día y ocasionalmente las procesiones religiosas.

Bardem configura un fresco de la España de los cincuenta poniendo en solfa los defectos de la época con todo lujo de detalles, guiños al espectador de entonces y al de ahora que los llegó a conocer. Pero la grandeza de su película sobrepasa el tiempo al crear unos tipos que persisten: gentes con escasa ética que satisfacen su egoísmo buscando la diversión aun a costa de perjudicar a otros; hombres que desdeñan a la mujer colocándola en un sustrato inferior al propio; esposos que satisfacen su lujuria con prostitutas mientras la cena les espera en la mesa; contemplan a la mujer como ser sujeto a su deseo, sea éste lúbrico -usar y tirar- sea cruel: la burla de Isabel, sin importar sus sentimientos.

Resulta interesante que los sujetos de las bromas de esos ineptos sean el intelectual de la ciudad y la pobre solterona: ambos seres solitarios; el uno en su eremítica biblioteca, lugar de saber que nadie frecuenta y ella, acompañada únicamente por su sueño de realizarse como mujer casada y madre.

Frente a la engañada Isabel su verdugo Juan se nos muestra como inane cobarde que ni siquiera se atreverá a terminar con la situación: el intelectual Federico, reclamado por Juan en urgente telegrama para que le ayude a deshacer el entuerto, le espetará: no creo que vayas a suicidarte: eres demasiado cobarde.

Isabel desea el cambio: sus acostumbrados paseos en la estación para ver partir el tren hacia un destino lejano indican la insatisfacción de su vida, transcurriendo monótona sin futuro halagüeño, cercenada la posibilidad de trabajar por el qué dirán ¡eres una señorita, Isabel! sólo tiene una salida; y ahí aprovecharán los desalmados para burlarla.

Federico toma conocimiento de la burla y apremia a Juan a esclarecerla; confía el secreto a Don Tomás mientras le asegura que esa ciudad provinciana le parece reflejo de la sociedad española del momento: los bárbaros mal educados se divierten a costa de sus semejantes. En la capital, con tanta gente, esas acciones pasan desapercibidas: en la Calle mayor, todos lo sabrán, tarde o temprano. Choca que Federico, el intelectual, llegue a las manos al recriminar a los golfos, que se precian de su incultura, su actitud insultante y despreciativa para con Isabel.

Poco podía pensar Bardem hace ya más de cincuenta años que el maltrato infligido a las mujeres acabaría siendo noticia usual y que las generaciones posteriores fracasarían en su formación y seguirían reproduciendo una y otra vez esa conducta machista en la que la mujer es relegada a mero objeto de iras y burlas, perpetuando una inaceptable relación de poder en la que algunos tipejos sin escrúpulos disponen a su voluntad de las mujeres, vejándolas, dando muestra de su cobardía.

Mujeres de toda clase, como bien apuntó Bardem al presentar a Juan como deseo amoroso no tan sólo de la desafortunada Isabel si no también de la desgraciada Tonia (Dora Doll) que le espera en sus noches de juerga; un Juan que acabará huyendo ante su infame hazaña, incapaz de solventar ni reparar el daño causado a una Isabel que acabará mostrando una fortaleza impensada: ella permanecerá bajo la lluvia que llora por ella mientras los estúpidos sueltan una risotada que augura escaso arrepentimiento y voluntad de reincidir.

Calle Mayor concurrió al Festival de Venecia de 1956, en cuyo jurado se hallaba Luchino Visconti {3} y consiguió el Premio de la Crítica, no pudiendo recibir Betsy Blair premio alguno por su labor al ser presentada la película doblada al castellano; por cierto, merece destacar la excelente labor de la dobladora Elsa Fábregas.

Bardem realiza en poco más de hora y media una profunda radiografía de la España de la época y la excelencia de su trabajo cinematográfico, en un acertadísimo blanco y negro, persiste en la retina del espectador acabado su visionado; el mensaje que transmite, lejos de quedar obsoleto, permanece actual gracias tanto al buen trazo de los personajes que se halla en el fantástico guión como en unas costumbres que con ligeras variantes han continuado, en el mismo lugar pero en otra época, sucediéndose con demasiada frecuencia.

De visión imprescindible, para disfrutarla una vez más o para descubrirla, evidente muestra que el cine español alberga en su seno alguna que otra obra maestra realizada con pocos medios y mucha inteligencia.


Vídeo.




p.d.: Los números entre corchetes corresponden a las pistas del último examen de cinefilia.


p.d.2: Vivian escribió en su día un magnífico comentario, cuya lectura pospuse hasta acabar con el mío. Recomiendo su lectura, aquí.


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