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dilluns, 6 de juliol del 2009

Un único fallo




Empecemos reiterando que, para este cinéfago, el Séptimo Arte consiste en la acumulación de talentos de distinta clase encaminados, bajo la férrea mano del Director, a conseguir emocionar al espectador.

Transmitir sensaciones, provocar otras, penetrar en definitiva en el interior de gentes anónimas que, un buen día, se sientan ante una pantalla a contemplar el resultado de tantos afanes.

Comprobar que uno de los elementos de una película rodada en 1953 consigue un galardón en el año 1990 ya es un indicio que señala nos hallamos ante una pieza de calidad contrastada a lo largo del tiempo.

Las dudas que me asaltaban hace unos días han resucitado porque no acabo de tener muy claro si el resultado de una película pertenece a su Director o a su Productor, habida cuenta que, en el período clásico del cine hollywoodiense, la figura del Productor disponía de una capacidad de decisión que se originaba desde el mismo momento en que solía ser quien elegía a todos los personajes que debían esforzarse para llevar adelante un rodaje y, además, solían entrometerse en la adopción de no pocas decisiones de cabal importancia.


Sea como sea, esta es la primera ocasión (y ya tocaba) que voy a dedicar unas líneas a dos personajes con un historial cinematográfico impresionante: Arthur Freed y Vincente Minnelli , Productor y Director con mayúsculas, todavía no habían aparecido por este bloc de notas en todo este tiempo que hoy acaba.

Dos genios que brillan con luz propia en un género declarado extinto varias ocasiones, el Cine Musical, que a mediados del siglo pasado obtuvo no pocos grandes éxitos tanto de crítica como de taquilla.

En 1952, Arthur Freed convocó en los estudios de la Metro Goldwyn Mayer de California un firmamento de estrellas con la idea de conseguir un nuevo éxito, después de haber triunfado clamorosamente con Cantando bajo la lluvia , rodada en 1951.

Los cinéfilos siempre sacamos a colación a Francis Ford Coppola como ejemplo único de director capaz de realizar una secuela tan buena (o mejor, pero ése no es el debate que aquí importa) como la primera parte de un proyecto, olvidando que Arthur Freed fue el alma de Cantando bajo la lluvia, estrenada en 1952 y que al cabo de un año, presentó otra excelente producción: The Band Wagon


Seguramente Arthur Freed (que tenía en mente la idea desde 1951) se reunió un frío día de febrero de 1952 a cenar con sus amigos Betty Comden y Adolph Green para celebrar el próximo estreno de Cantando bajo la lluvia, alabándoles su trabajo en ella y conseguida su atención, les propuso que confeccionaran una nueva historia en base a una idea que le rondaba: si en la anterior se dedicaron a mostrar los intríngulis del mundo cinematográfico, en esta ocasión el mundo de las tablas escénicas sería la base para una trama en la que el aficionado al teatro cree contemplar pasajes de la preparación de una comedia teatral.

El guión de Betty y Adolph es magnífico, excelente, y describe perfectamente tanto los personajes como el ambiente que se vive entre bastidores. Hay en él una serie de guiños que son perfectamente reconocibles por el espectador: el protagonista será un bailarín y cantante que está en horas bajas después de haber conseguido grandes éxitos en el cine: Tony Hunter (Fred Astaire que ya había cumplido el medio siglo) desde el inicio de la historia es presentado casi como un astro apagado: los primeros fotogramas muestran el bastón, los guantes y el sombrero de copa que el famoso Tony Hunter usó en su primera película ("Swinging Down to Panama", una clarísima referencia a la real Flying Down to Rio) mientras son subastados y nadie puja por ellos. Baja del tren que le lleva a Nueva York sorprendido al comprobar que hay periodistas aguardando, pero no será a él: será a Ava Gardner, en lo que llamamos cameo.

Tampoco ahorran referencias personales para la bella protagonista, Gabrielle Gerard (Cyd Charisse que empezó como bailarina clásica) que piensa no ser capaz de bailar con el gran Tony, famoso bailarín de claqué. Éste, a su vez, siente pánico de emparejarse con la bella, porque la admira como bailarina y cree que es más alta que él.

Ambos protagonistas serán convencidos por los autores del libreto, Lester y Lily Marton (Oscar Levant y Nanette Fabray ) y por el que va a ser el director teatral, el ubicuo Jeff Cordova (Jack Buchanan), figuradamente alusivo al gran actor José Ferrer, que actuaba en una obra en Broadway y dirigía otras tres.

Con un material tan sustancioso, Arthur Freed no dudó ni un instante que el Director tenía que ser Vincente Minnelli, dotado de una visión cinematográfica esplendorosa y adecuadísima al género musical; Minnelli agarra el toro por los cuernos y da una lección de cómo debe filmarse un musical: con la inestimable colaboración del camarógrafo Harry Jackson, Minnelli más que filmar pinta expresivamente los sucesivos estados de ánimo de todas esas gentes que veremos pulular mientras se debaten en dudas y cuestiones propias de los ensayos: se pelean, se enfadan, caen, se levantan, se enamoran, pero nunca pierden de vista que todo, todo, se hace para conseguir entretener al público.

Aun sin contar con grandes intérpretes de reconocida valía melodramática, Minneli sabe exprimir al máximo las virtudes de su elenco, consiguiendo que los estupendos diálogos escritos por la pareja de guionistas se pronuncien con buen ritmo, obteniendo escenas memorables: el poder de convicción del gran Cordova para conseguir sus fines tiene buen aliado en Buchanan, ante los atónitos ojos de su troupe de actores; las peleas de los autores del libreto, los Marton, seguramente son traslación oportuna de las rabietas de los guionistas; las dudas de los protagonistas, sus miedos, probablemente pertenecen a los corazones de Fred y Cyd; en todo momento tiene uno la sensación que lo que ve es real, o casi.

Arthur Freed, eminente escritor de canciones además de productor, estaba decidido a contar con una serie de composiciones de Howard Dietz y Arthur Schwartz , la mayoría de ellas previas al rodaje de la película.

La colección , espléndida, se adecua perfectamente a la historia, empezando por una tonada, By Myself en la que Tony se muestra conocedor de la soledad del artista que ha conocido tiempos mejores: no por casualidad, volverá a cantarla en otro momento...

De entre ellas, sobresale la que es el alma de la trama:

That's Entertainment, reconocida en 1990 como una de las mejores canciones procedentes del cine:





Para Minnelli rodar escenas de baile no albergaba ningún secreto y sabe dosificarlas perfectamente a lo largo de todo el metraje, insertándolas con una oportunidad envidiable, sirviendo a la trama y al desarrollo de los personajes, que van evolucionando desde un miedo y un escepticismo inicial hasta un convencimiento que será posible levantar el muerto enterrado por las ideas revolucionarias de Cordova, que pretendía recrear musicalmente la eterna historia de Fausto.

El guión nos permite entender directamente y sin tapujos esa forma de vivir de los actores de teatro; durante buena parte del metraje, asistiremos a los preparativos de la función, y Minnelli, dando muestras de su buen hacer, mediante una expresiva elipsis dará carpetazo a las ansias trascendentes del Fausto, verdadera ruina, así como los ánimos de todas esas gentes que deciden no darse por vencidos a la primera:





En una sucesión ininterrumpida, Minnelli nos ofrecerá visualmente y sin diálogos los cambios que la troupe de artistas, bajo la nueva dirección de Tony Hunter, con la colaboración de Cordova hará en la representación; números musicales dinámicos y divertidos, alguno incluso con unas letras que hoy serían tachadas como "políticamente incorrectas", por demasiado "agresivas":





Usando las imágenes de un tren en movimiento, Minnelli nos introduce en el viaje preparativo de esos artistas que van puliendo el espectáculo en su camino a su Meca particular, el esperado y desafiante estreno en la ciudad de Nueva York, donde se decidirá el futuro de todos y se obtendrá, al fin, la bendición o la maldición del público, con la consecuencia de seguir trabajando juntos durante meses o partir hacia otra aventura.

El desenlace, la traca final, se basa en una coreografía de Michael Kidd que ha pasado ya, definitivamente, a la historia cinematográfica, gracias a la dirección de Minnelli, que le otorga una paleta de colores extraordinariamente plásticos, modernos aun hoy, dejando muestra indeleble de lo que realmente es el cine: un conjunto de talentos bien coordinados: música buena, grandes intérpretes, y una dirección al servicio del espectáculo; vean:

(1)



(2)



La pareja formada por Fred Astaire y Cyd Charisse asombra y enamora, bailando los números con una expresividad maravillosa; los tres principales secundarios, Nanette Fabray, Oscar Levant y Jack Buchanan cumplen sobradamente con su cometido, tanto al replicarse como contumaces comediantes e incluso aportando sus dotes de cantantes y bailarines comparsas; la dirección artística de Cedric Gibbons recreando los ambientes y decorados (todo se realiza en estudio) ideados por Minnelli es asombrosa, y el vestuario, digno de mención, especialmente el que luce Cyd, es obra de la siempre eficaz y fantasiosa Mary Ann Nyberg que realza la elegancia natural de Fred y la rutilante belleza pasional de Charisse.

Reconozco que desde hace tiempo soy amante de los musicales; de hecho, antes los rechazaba, incapaz de comprender esas situaciones en las que un actor, un personaje, de hecho, empezaba a cantar y bailar; pero después de ver maravillas como la presente, uno no puede menos que dejar atrás cualquier prejuicio y dejarse llevar en volandas por toda esa colección de genios que consiguen estremecerme, emocionarme, y, lo confieso, hacerme llorar de alegría, satisfecho, al ver como la compañía se despide de uno, asegurando que todo es un entretenimiento:



Para mí, una obra maestra del Cine Musical, sin duda alguna.


¿El único fallo a que hace mención el título?

Ya no me acordaba.....

Es este:



El típico "cuñado de alguien" se cuidó de cambiar el título en España, dando muestra, una vez más, de la gilipollez que ronda en algunas distribuidoras patrias.

Por cierto: en la entrada se puede observar un segundo fallo, garrafal; premio a quien lo acierte. Pista: no es mío, aunque lo parezca; por las dudas...






16 comentaris :

  1. ¡Cuánto tiempo hacía que no gozaba de los números musicales de esta, sin duda, obra maestra!
    Si me apuras, y aunque a muchos les parezca una barbaridad, yo coloco "The Band Wagon" (y no la barbaridad de "Melodías de Broadway 1955, en todo caso serían de 1953, en fin)por delante de "Cantando bajo la lluvia".
    Y es que Minnelli es mucho Minelli.
    Llevas razón en afirmar que muchas escenas tienen un look mucho más moderno que algunas modernidades.
    Esa escena en la que se ve a AStaire subiendo por la escalera de incendios roja es fenomenal.
    ¿No te parece que proyectada en pantalla gigante y digitalizada no dejaria pequeñito a cualquiera de los musicales actuales?....Y es que incluso Broadway se está degradando y sacrificandose en aras turísticas.
    Un ejemplo. Sigo después que me tengo que ir.
    Un abrazote

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  2. Tienes razón, Josep, aunque en realidad creo que hay varias entregas de Melodias de Broadway y el título que le pusieron en castellano es horroroso, al igual que el doblaje, pésimo. El baile de Fred Astaire y Cyd Charisse homenajeando al cine negro es una delicia

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  3. No sabría decidirme, Antonio, a poner lugares entre esas dos obras maestras; lo asombroso es que Arthur Freed está detrás de ambas.

    En pantalla de cine y bien repasada, dejaría sin habla a muchos, seguro.

    Un abrazo.

    p.d.: sigue, sigue, que el que la sigue, la consigue... ( ya me extrañaba que no dijeras nada del segundo fallo. Je, je...)

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  4. He tenido la suerte, Alicia,de poder revisarla en v.o.s.e., con lo cual se disfruta, además, de las magníficas letras de las canciones.

    Esa parodia de Mick Spillane es, como dices, una verdadera delicia en todos los sentidos.

    Saludos.

    p.d.: ya sabía de donde venía el estúpido título, con lo que la escasa capacidad mental del sujeto alcanza cotas aun más inimaginables: casi como una ameba, vamos...

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  5. Creo precisamente que ese único fallo del que hablas no permitió que en España se conociera más digamos que a nivel de usuario. Porque lo de "Melodías" se asocía con las otras melodías y prejuzga. Y es verdad que ser posterior a "Cantando bajo la lluvia" marca también bastante y no para bien.

    En todo caso podrían habarle llamado "Melodías de Broadway 1953", es que ni adrede.

    Una abraçada, y ahora me pongo a mirar un poquito los videos, a ver si me refresco un poco.

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  6. La verdad es que se me había pasado el tiempo y tenía mucha prisa (la hora de la pitanza es sagrada). No, lo que te quería decir es que tanto en Broadway como en Londres, la mayoría de los teatros están haciendo espectáculos grandiosos a los que, en mi opinión, les falta la chispa que tenían los grandes y célebres musicales de hace unas décadas.
    Vimos una reposición de "Gypsy" con la Lupone y fue una gozada. La representaban en un teatro pequeñito de la calle, creo 54; sin embargo "Mamma Mía" o "We Will Rock you", que no son musicales en el sentido estricto de la pelabra llenaban los escenarios más grandes y céntricos.

    En realidad "The Band Wagon" musical se estrenó en Broadway en el teatro New Amsterdam el 3 de Junio de 1931. En los papeles principales estaban: Adele Astaire, Fred Astaire, John Barker y Helen Broderick. Naturalmente el "hit" de este musical fue "Dancing in the Dark", que se utilizó en "The Band Wagon" film así como otros números.
    La archifamosa "That's Entertainment! sí fue una nueva aportación especialmente compuesta para el film.

    Hombre el fallo garrafal no lo he detectado, francamente, a no ser que te refieras al enorme cartel que dice "Quiet" cuando los cuatro cantan "Tha's Entertainment"...pero creo que es pura casualidad o más bien curiosidad.

    Seguiremos hablando de musicales, hay cantera para mucho.
    Un abrazote.

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  7. Jo Josep,
    te estás poniendo a un nivelazo... que no sé si podré.
    Menos mal que aunque no he encontrado el "fallo garrafal", creo que de Fred Astaire y Minelli las he visto todas aunque... yo, como tú antes, no siendo debilidad por los musicales.

    Yo también dudo de si el peso del productor en el resultado final de una película es menor que el del director porque por algo será que suelen ser de los mejores productores las mejores películas, aunque no siempre, claro.

    Abrazo veraniego.

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  8. Posiblemente tengas razón, Alma, con lo que la tontería de traducir así el título tiene agravante, máxime cuando no tiene nada que ver con la serie de "Melodías de..."

    Una abraçada.

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  9. Lo primero es lo primero, Antonio: está claro.

    Supongo que en el teatro sucederá como en el cine: el nivel de exigencia del público está por los suelos: ya no hay pateos ni broncas; qué tiempos aquellos en que los aficionados debatían con pasión las obras que veían.

    El fallo garrafal está en un medio estático, aunque te acercas; de hecho, diría que el original debe ser una preciada presa de los coleccionistas de pifias semejantes. Está a la vista, pero para percibirlo, hay que ampliarlo. Busca, que te quemas...

    Un abrazo.

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  10. El nivel es de las películas, Susy; en todo caso, suerte al escogerlas.

    Respecto al fallo garrafal, ahí está, como le cuento a Antonio...

    En estas películas del período clásico, diría que la importancia del resultado depende casi siempre del trabajo de ambos, Productor y Director.

    Besos.

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  11. El fallo, no lo he detectado. En mi línea. Y eso que he tirado mano de imagianción y concentración tras la pista de lo "estático". pero ni así.
    En cuanto a los musicales, ya he manifestado en varias ocasiones que es un género que me fascina. Entre sus genios, Minnelli estaría sin duda alguna a la cabeza.
    Tal y como dice Alma, el tirón de la película, inferior al que tuvo "Cantando..." se debió en parte, a que su estreno fue posterior, con lo que las comparaciones fueron inevitables. Ahora bien, si yo me tuviese que quedar con una de las dos, creo que me decantaría por la de Stanley.

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  12. Empezando por el final, Raúl, te digo que no sabría con cual quedarme, porque ambas me parecen extraordinarias.

    Desde luego, lo de Minnelli (y de Freed) es caso único y sin parangón.

    El fallo garrafal, te lo digo a tí y a los que te han precedido, se puede observar en el poster de la película original:se hace click en el mismo para ampliarlo y mira uno en la parte inferior... :-)

    El original, como dije, es de coleccionista.

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  13. Que conste que no había puesto toda mi atención en detectar el fallo aunque no se si me hubiera dado cuenta sin tu pista.
    Un intercambio de papeles que sobre todo creo no hubiera gustado a Minelli, o si, vete a saber.

    Una abraçada

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  14. Que conste, Alma, que conste... ;-)

    Lo cierto es que, habiendo bajado varios pósters, al ampliarlos para comprobar su calidad, observé ese error y me decidí de inmediato, porque me parece muy curioso.

    No creo que Minnelli hubiera aceptado el cambio de rol: me parece que a él le gustaba mucho intervenir en el detalle, vista la película, y el productor no afina tanto; o eso creo, vamos.

    Una abraçada.

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  15. Me ha hecho gracia ver que el otro fallo era que la producía Minnelli y la dirigía Freed. Ja,ja. Tal vez mi musical favorito.
    Un saludo.

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  16. Incluso llegué a pensar que el fallo en ese cartel se debió a fuerzas subliminales del artista que lo dibujó.

    Vete a saber, David, a qué obedece esa peculiaridad: lo seguro es que, con ese fallo, el cartel es de coleccionista...

    Un abrazo.

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