Una celada complicada y
Soy un hombre de buena fe, no hay duda, aunque algunos me tacharán de un poco tontorrón, pero esto es lo que hay, y no queda más remedio que aceptarlo y resignarse, porque mejorar, lo que se dice mejorar, a estas alturas, va a ser difícil.
Hace algo más de un año publiqué mis sensaciones relativas a la primera película de Tony Gilroy y ya entonces estuve a punto de clasificarla negativamente, pero me abstuve, entre otras razones, porque, siendo una ópera prima, me pareció que hubiera sido pecar de intransigente.
Parece ser que el desproporcionado cúmulo de nominaciones a los premios Oscar que obtuvo Michael Clayton ha provocado, a pesar del escaso resultado obtenido (una sobre siete no es como para tirar cohetes), una increíble confianza de los ejecutivos de la industria del cine hollywoodiense, que han reiterado su fe en Gilroy, nuevamente actuando como guionista y director, para llevar adelante su última película, Duplicity, con tal título original presentada este año en nuestras pantallas españolas.
El amigo Gilroy debe ser aficionado a jugar al noble arte del ajedrez.
El ajedrez, culminación de las estrategias encaminadas a la destrucción por aniquilamiento del adversario sin compasión alguna, es un deporte de mesa que requiere mucha concentración, inteligencia y memoria visual excelente, entre otras virtudes.
En ese juego, se denominan celadas a aquellas jugadas en las que un jugador aparenta debilidad o error, incluso sacrificando piezas clave, con tal de colocar al adversario en una situación en la que su rey, pieza clave, acabe en jaque mate, es decir, muerto. La celada se basa siempre en la credulidad o desconocimiento de la realidad por parte del adversario.
Las celadas suelen componerse de pocas jugadas, porque la excesiva extensión favorece que el contrario se percate de la trampa y no caiga en ella, resultando un fracaso.
Gilroy, de nuevo actuando como Juan Palomo, escribe y dirige sobre su propio guión: una historia inverosímil en la que dos agentes secretos, ella, Claire (Julia Roberts ) perteneciente a la CIA y él, Ray (Clive Owen) miembro del MI6 británico, abandonan sus respectivos servicios y se alquilan al mejor postor, que son dos multinacionales en beligerante competencia, dirigidas por Tully (Tom Wilkinson ) y Garsik (Paul Giamatti).
La idea, en el fondo, no es mala.
Lo que falla, una vez más y ya de forma estrepitosa, es el guión, más que alambicado repleto de trampas que atentan directamente contra la inteligibilidad de la trama, y la dirección de Gilroy, que no parece querer enmendarse de los defectos hallados en su primera experiencia como director.
Si en Michael Clayton el uso del flashback era bastante lamentable, en Duplicity Gilroy extrema el rompecabezas por un exceso de tal recurso, produciendo confusión y aburrimiento. Los personajes discurren en una serie de acciones con motivaciones ignotas, creando una sensación embarullada de intenciones, complicando la trama con idas y venidas sucesivas; apenas un par de escenas consiguen intrigar y emocionar y el trabajo de los intérpretes se reduce a largar sin demasiada convicción unas líneas de diálogo bastante pobres.
Con decir que los secundarios Wilkinson y Giamatti lucen más que los protagonistas, ya está todo dicho: ver a Owen con esa planta y esa voz a medio gas en un personaje casi que anodino enfrentarse -es un decir- a una Julia Roberts que va en franco declive (perdida su lozanía que la convirtió en "la novia de américa" demuestra carecer de recursos interpretativos) no aporta, precisamente, dosis de interés para el espectador que, a la mitad del excesivo metraje (dos horas largas) ya está deseando que ocurra algo interesante: y no.
El final se convierte en una tomadura de pelo (y nunca tan apropiada la expresión) porque, en apenas dos minutos, Gilroy, siguiendo la estela de Terminator Salvation, nos planta una escena en la que por fin se deja traslucir la realidad de todo lo que hemos visto, con el añadido de incurrir en trampas lógicas aplastantes, dejando en el espectador una sensación de fraude y burla a su inteligencia, dejando pues Duplicity un sabor amargo y decepcionante tan alejado de las grandes películas en las que tanto guionistas como director contaban con la inteligencia del espectador para ofrecer productos imperecederos.
De verdad de la buena que, a partir de ahora, procuraré leer comentarios en la bloguería veraz antes de sentarme a ver cualquier producto que lleve la marca Gilroy, porque nos acaba de presentar una celada complicada y aburrida.
Tráiler:
Si quieren ver una auténtica celada en movimiento, aquí tienen una:
Celada:[ver/ocultar]
Magnífica y brillante tu reseña, como siempre, compa Josep, aunque, lamentablemente (o afortunadamente, más bien, leído lo leído...), no he visto ni ésta ni la primera de Gilroy. Las referencias que tenía, leídas y oídas, insistían mucho en la química entre la pareja protagonista -hasta el punto de tomar como referente Charada, ahí es nada...-, la elegancia del señor Owen -comparado con el mismísimo Cary Grant, ahí es nada...-, y la brillantez de los diálogos -que ya veo, por lo que tú cuentas, que va a ser que no...-. Así que apuntada queda, para no "tropezar" con ella, claro.
ResponEliminaPor cierto, y aunque no tenga nada que ver con ésta, te recomendaría, como ejercicio masoca y dada tu especial atención a la buena (o mala) construcción de los guiones, que vieras -si no lo has hecho, que igual supongo que sí- Tallo de hierro. La ví ayer por la tarde, y te puedo asegurar que hacía tiempo que no me encontraba con un guión tan pobre, tramposo y caduco. En fin...
Un fuerte abrazo y buena semana.
Pues yo he visto ambas de Gilroy. La primera, psé, ésta, lamentable. Y es una pena. Coincido plenamente en tu retrato de la Roberts, actriz limitadísima cuya sonrisa ha actuado por ella durante años (hay unos cuantos telefilmes por ahí que permiten ver los cambios en su constitución física antes y después de pasar por quirófano) y que ahora, nasti de plasti, que se dice. Y en el caso de Owen, es un tipo que a mí me gusta mucho como actor, tiene presencia, voz, calidad para ser mucho más de lo que, por culpa de vivir el tiempo que le ha tocado, tiene que hacer. Creo que en otro tiempo se le hubiera sacado más rendimiento.
ResponEliminaSaludos.
No he leído ninguna opinión al respecto, Manuel, pero te puedo jurar por Snoopy que si llego a enterarme de eso de la química semejante a la que hay en Charada (que sé que a tí te gusta mucho) te aseguro que esta me la hubiera ahorrado, porque ya de entrada suena más falsa que un duro sevillano.
ResponEliminaNada más alejado de la realidad, puedes creerlo.
La que mencionas, Tallo de Hierro, no la ví en su momento y le tenía hasta ahora ganas, porque recuerdo haber leído críticas en su momento en las que se aseguraba que la labor de Nicholson y Streep (si es que no estoy confundido) era muy buena. Tomo nota, pues; quedo advertido.
Un abrazo.
Veo que coincidimos, 39escalones, tanto en el aprecio por Owen como por el resultado de la película.
ResponEliminaOwen debería cuidar más sus eleccciones: lo he visto en alguna otra y me ha parecido muy solvente y capaz de mayores empeños que la presente, desde luego; si no se cuida, le va a pasar como a Jackman, que van a llegar a maduritos sin haber aprovechado sus cualidades.
Saludos.
Ciertamente, compa Josep, lo es -tienen otras mejores, desde luego, pero en ésta brillan al nivel acostumbrado; no en balde, fueron ambos nominados al Oscar-, pero es un trabajo al servicio de una historia, en cinco palabras, in-so-por-ta-ble. Prueba por tí mismo y ya nos contarás...
ResponEliminaUn fuerte abrazo.
Ya veo, ya, que también le pegas al ajedrez. Poquito a poquito va saliendo a flote todo lo que hay tras esa foto multicolor. Cuando menos nos descuidemos veremos enmarcado al Josep que tanto nos está costando conocer.
ResponEliminaA mí "Michael Clayton" me dejó una sensación más bien de ¡bueno, y qué!, así que he pasado de esta obrita de Gilroy tal que ví los trailer en el cine.
Por otra parte llevas una racha de tremendos desatinos, en fin, allá tú.
En otro orden de cosas, y esto no es darte brillo, cada vez estoy más convencido de que sea cual sea tu profesión serías un magnífico comentador de cine, o de música o de cualquier cosa que se te ponga por delante.
El domingo cayó en mis manos ¡oh cielos! el programa de la próxima temporada del Liceu. Es más que posible que me dé la "vená" y me pegue un salto de fin de semana a ver por ejemplo "Tristan e Isolda" o "El rapto en Serrallo"...Who knows?
Un abrazote.
He hecho una pequeña limpieza de mi PC así que espero se haya solucionado el problema a la vista de que puedo ver mi anterior y último, a la desesperada, comentario de aviso.
ResponEliminaCuando he leído de esta entrada lo referente a las estrategias del juego de ajedrez (y las "celadas" anexas) me he acordado de aquella escena de la peli “The Thomas Crown Affair” en la jugada definitiva que mantienen, cuerpo a cuerpo, mente a mente (nunca mejor dicho), el McQueen y la Dunaway mientras suena aquello de “The windmills of your minds” de Michel Legrand y se me han abierto las carnes.
Yo no he visto ninguna de las dos películas de Gilroy pero me fío por completo de tu opinión y con respecto a J.Roberts… pues es que no ha sido nunca santa de mi devoción e, incluso, en sus buenos tiempos, he llegado a pensar que quizás el gusto por ella, en especial, podía ser cosa masculina.
Y que sepas que voy a echar mano del "embedit.in", llegado el caso, en mi blog, para mostrar ficheros.
Un beso.
Concuerdo contigo josep, la idea no era mala, pero abusa de idas y vueltas para terminar de encerrar la idea en el final, y para que ? si durante la pelicula te terminas comiendo escenas insulsas con muy poca chispa ... Me hubiese gustado algo con mas romance, mas accion, mas transfondo en los actores principales y menos flashbacks ...
ResponEliminaMantis.
No sé, Manuel, si meterme en ese berenjenal; si acaso, la apunto al final de esa lista de pendientes que viene a ser casi tan larga como la tuya, porque la verdad es que, para tragos, bastante hay con los que uno se lleva sin esperárselo... ;-)
ResponEliminaUn abrazo.
Lo mío y el ajedrez, Antonio, es un amor imposible: soy muy mal jugador y aunque hace poco he reemprendido la práctica, el motor que tengo me impide ganar nunca; estoy tratando de rebajarlo, pero se resiste, el condenado...
ResponEliminaLa racha que llevo, Antonio, aunque suene a excusa vana, no es por mi culpa: es el cine que se muestra en pantallas hoy, y no hay mucho más. Como sea, harás bien en evitarla, dándote por escarmentado en mi cabeza... :-)
Tómate lo que sea, Antonio, y que lo carguen a mi cuenta... ;-)
Lo del Liceu, lo hablamos en otro momento...
Un abrazo.
¿No tendrás, Susy en el ordenata el virus de la gripe A? :-)
ResponEliminaCoñas aparte, seguro que ha sido cosa de bloger.
Harás bien en evitarla, Susy, por no perder el tiempo; de la Roberts, aciertas en lo del gusto masculino, según cada quien; lo del embedit, me alegro, como no; de lo otro, no digo nada... de momento... ;-)
Besos.
Ahí le duele, Mantis, ahí: con más interacción entre los personajes, hubiera ganado enteros; los flashbacks acaban por "amuermar" la función, creo.
ResponEliminaSaludos.