G.A. (6)
Hay en la historia de la cinematografía personajes inabarcables: no son muchos, pero los que suscitan casi siempre unanimidad en la cinefilia más adicta ceden la preeminencia en aquel chiquillo hijo de padre inventor y madre pianista que nació el seis de mayo de 1915 en el pueblo de Kenosha del frío estado de Wisconsin y falleció dejando muchas ideas por realizar setenta años después, en la soleada California, justo en el Hollywood que tantos disgustos le dio en vida, incapaz la industria de entender a un visionario, un revolucionario del séptimo arte, fagocitador de cualquier idea buena que avistaba para retorcerla y mejorarla casándola con las suyas propias.
Dotado de una recia estatura, un corpachón que se fue haciendo cada vez más grande, fruto de su afición a la buena mesa y los buenos caldos, sus penetrantes y expresivos ojos, su nariz acostumbradamente maquillada y falsificada y una voz única, su cerebro privilegiado que le convirtió desde muy mozo en un genio, hizo que sus trabajos como actor resulten endiabladamente atractivos y consigan emocionar al espectador incluso en las ocasiones en que, falto de dinero para invertir en sus ideas propias, prestaba su arte eterno a películas de otros.
Si Orson Welles hubiera aplicado su genialidad a los negocios, ahora no podríamos disfrutar de actuaciones como la que ofrece en Compulsion, rodada en el año 1959, cuyo comentario se publicó aquí hace tiempo.
Ignoro si algún comentarista del momento alcanzó a ver la película, siguiendo mi recomendación, pero, en cualquier caso, supongo que estará conmigo en que la que sigue es una actuación extraordinaria, merecedora de aparecer en esta sección:
"La pena de muerte es una vuelta al pasado". "Estoy abogando por el futuro"...
ResponEliminaFrases lapidarias en este fenomenal alegato. Jamás media hora de actuación (porque Welles no sale en mucha más cinta) dio para más matices. Aunque no hay que olvidar la interpretación que hace Stockwell, que fue soberbia también.
Viendo momentos como éste duele todavía más verlo en otros papeles en películas denigrantes para su categoría como cineasta.
ResponEliminaSaludos.
Orson era poderoso en el ingenio, en la actuación, en el arte.....esa escena del juicio, que has elegido fenomenalmente, muestra todas las facetas interpretativas de este monstruo. Cómo modula la voz, depende de lo que esté diciendo y cómo es capaz de sensibilizar a la gente y al jurado....."Compulsión" que me recuerda "La Soga", por aquello del ´"crimen perfecto" en plan completamente cerebral, es una gran película dirigida por el interesante Richard Fleischer. Tanto la pareja de criminales: Dillman y Stockwell, como el propio Welles consiguieron el premio del festival de Cannes ¡curioso!
ResponEliminaDesde luego no hay color en VO, por muy bueno que pudiera ser el doblaje.
Un abrazote.
Una actuación extraordinaria la que nos traes Josep, y una entrada merecidísima.
ResponEliminaNo soy una defensora a ultranza de la versión original por norma, siempre pongo el depende, en las películas palomiteras creo que tampoco es tan importante, pero en películas como ésta, en interpretaciones como ésta, no cabe duda de que mi elección está clara.
Respecto al Welles actor tengo especial debilidad por ese discurso frente a la catedral en “Fraude”, una película por la que siento un cariño especial.
Besos
Ya sabes de mi adoración por Orson, Josep. Grande, muy grande, fue como director, pero también como actor, con esa soberbia voz y ese aspecto tan imponente.
ResponEliminaMe he quedado con la duda, Raúl, colega, de saber si ese fantástico alegato, increíble para la fecha en que se pronunció, tiene su origen en el propio guión u Orson metió mano y pluma para redondearlo.
ResponEliminaComo sea, la actuación, soberbia.
Saludos.
Pues sí, Alfredo: duele, pero por lo menos su presencia -alimenticia- no deja de ser siempre un punto a favor, porque ni en papeles secundarios dejó jamás de brillar. Lástima que no pudiera hacer más películas, claro.
ResponEliminaSaludos.
Y además, Antonio, Fleischer, con quien le unía un buen entendimiento, rueda la escena dándole mucho aire: da la sensaciòn que había más de una cámara: y la actuación es, como quien dice, en riguroso directo, sin edición de voz posterior, porque hay momentos en que se percibe la lejanía del micro y ese efecto aun amplía más la sensación de veracidad, de asistir como público a ese alegato final.
ResponEliminaEn el caso de Orson, el doblaje jamás puede hacerle justicia, Antonio.
Saludos.
Siempre que puedo, Vivian, prefiero la versión original, porque soy amante de las buenas interpretaciones y creo que un intérprete sin voz es medio intérprete; en esto vengo a ser un punto fanático, hasta el extremo que, por ejemplo, hace años no veo ni una película en "la nostra" (TV3) porque el doblaje es asqueroso y me pone de los nervios.
ResponEliminaAunque admito que un blokbuster palomitero, protagonizado por "intérpretes" sin capacidad de expresión vocal (y ya hay demasiados) tanto me da verlo doblado al castellano, aunque siempre tengo la sensación de ver fuegos de artificio con el ruido en efectos especiales.
Respecto a Welles, a pesar que normalmente está bien doblado (la escuela de Barcelona todavía tenía calidad) es imprescindible verlo y oirlo tal como era.
Besos.
Ya sé, Alicia, que compartimos sentimientos para con Orson, verdadero genio de ése Séptimo Arte en todas sus facetas, y sabía, al insertar el vídeo, que te iba a gustar.
ResponEliminaSaludos.
Ultimamente encuentro muchas voces, excelentes voces, en tus entradas. Cuanto me alegra.
ResponEliminaUna abraçada
No me puedo resistir, Alma, a colgar de vez en cuando vídeos de esas gentes farandulescas dotadas de un instrumento tan excepcional y que, además, saben usarlo a conciencia: es un placer para mí y compartirlo con vosotros un gozo.
ResponEliminaUna abraçada.