Una catarsis impersonal
Los mortales de a pie, la gran masa que carecemos del hálito artístico que anida en la genialidad, ni entendemos ni podemos siquiera comprender qué es lo que pasa por el ánimo de un artista: únicamente aproximarnos a su obra reinterpretandola conforme a nuestra propia subjetividad dando como resultado un aprecio mayor o menor que dependerá siempre de la afinidad y del momento vital del espectador.
Los grandes artistas son gentes de otro mundo con unas expectativas particulares; si difícil resulta entenderse a uno mismo, comprender a un artista es tarea titánica.
Los directores de cine suelen mostrarnos en su obra retazos de su vida y su forma de pensar, casi siempre de forma subrepticia; pero en ocasiones llana y simplemente se desnudan ante nosotros mostrando su lado más humano, más cercano a las dudas vitales de cualquiera.
Eso es lo que hizo en 1963 Federico Fellini con su película 8 1/2, rodada como un medio de alejar sus demonios personales en un momento de su vida.
Otro tanto hizo Bob Fosse, rendido admirador de la obra felliniana, cuando en 1979 expuso su vida, virtudes y defectos, en la película All That Jazz
En ambos casos el resultado obtenido es espectacular, lo cual no es ciertamente nada sorprendente porque son obras catárticas para un artista, un genio, que, como aseguraba el gran Pablo Picasso, cuando la musa inspiradora se acercaba, siempre les encontraba trabajando. Esas dos grandes películas lo son porque son fruto del sufrimiento del artista que decide poner en la palestra sus inquietudes exorcizando sus demonios personales, vomitando fuera de sí sus angustias logrando que el público espectador sienta de inmediato una cierta afinidad por el genio comprobando que, al fin y al cabo, es humano.
Seguramente si preguntara en voz alta quién estaría de acuerdo en que se rodara mañana un refrito de All That Jazz me lloverían las críticas adornadas con los más variados epítetos y ninguno halagüeño: porque hacer una versión de una película tan personal es casi una locura, aparte de innecesaria actividad cinematográfica.
Sin embargo, muchos fueron los aplausos que concitó la idea de trasladar a las tablas escénicas la película de Fellini reconvirtiéndola además en un musical. El montaje, basado en libreto de Mario Fratti retomado por Arthur Kopit y provisto de música compuesta por Maury Yeston, siendo el primero de los muchos coreógrafos que han intervenido Thommie Walsh (ya que en cada versión los bailes han cambiado significativamente), fue un éxito a principios de los ochenta del pasado siglo. Tanto éxito tuvo, que incluso se ha repuesto en Broadway en este siglo que estamos.
Sin duda los Weinstein, que se la jugaron cuando dirigían la Miramax al entregar a manos del novato Rob Marshall la dirección de Chicago, pensaron que éste era el más apropiado para dirigir la traslación cinematográfica del drama musical y así hace ya casi tres años se inició la rocambolesca pre producción de Nine, recién estrenada en España sin que su título haya sido traducido, pese a ser tan fácil en este caso. (Será que a los traductores de títulos lo que les gusta es meter la pata y claro, con ésta no podían.)
Cuando he adjetivado la pre producción he pretendido nada más despertar la memoria de tantas noticias como se han podido leer: cambios de intérpretes, rechazos, abandonos, dudas, en fin. Nada nuevo en el mundo del cine pero poco ventajoso para una película que parte de un guión escrito con ciertas dificultades por Michael Tolkin, rematado por el ya difunto Anthony Minghella en base al libreto de la pieza escénica, que toma aspectos interesantes del guión de la película de Fellini pero deja en el tintero, americanizándolo, otros aspectos.
Nada más lejos de mi voluntad que establecer comparaciones, siempre odiosas: la película de Fellini ahí está y ese medio punto añadido para construir un musical podríamos decir que no suma pero ayuda a construir un producto distinto. Digamos que los avispados productores de Broadway se aprovecharon de la buena idea de Fellini.
No he tenido la suerte de poder ver en el teatro el drama musical. He comprobado que, a cada versión en diferente ciudad y tiempo, la coreografía era responsabilidad de alguien distinto. Y he tropezado, buscando en la red, con uno de los números más impactantes, ajeno a la película:
Coreografiado por Keith Young, con Jordi Caballero y Carmit Bachar, para un programa televisivo:
Be Italian
Este tío está divagando, puede que piense algún amable lector.
Pero no. Véase un trocito de lo que Rob Marshall ha coreografiado para el mismo tema, cantado por Stacy {Fergie} Ferguson :
Be Italian (Nine, 2009)
Hay una clarísima diferencia: en la película, no hay ningún varón agitándose, apasionado, entre tanta belleza.
El resultado es, en mi opinión, una versión "light", deslumbrante, pero descafeinada, como dejando aparte el componente sexual interactivo, quedando como un mero espectáculo de varietés y no muy original, ya que el uso de la arena como extensión de las bailarinas ya aparece en El Violinista en el Tejado coreografiado por el gran Jerome Robins, adaptado por Tommy Abbot para el cine.
Tanto Fellini como Fosse, en sus respectivas películas, dirigían su propia historia: se reflejaban en cada fotograma y su pulsión era evidente: necesitaban exponerse públicamente en un alarde de exhibicionismo redentor, expiador de sus faltas.
Nada de eso aparece en Nine ya que Rob Marshall no está contándonos "su" historia: está dando forma cinematográfica a un libreto teatral reconvertido en guión y los elementos a su disposición no son, todos ellos, los más adecuados para tal ambicioso fin.
De entrada, la música, salvo cuatro números aceptables, nada tiene de inolvidable: si acaso, Be Italian puede ser recordado por su melodía y por la excelente voz de la apocopada Fergie. Pero no son canciones que vayan a pasar a la memoria popular, seguro. Y los intérpretes las cantan bastante bien, pero ninguno de ellos demuestra dotes de baile remarcables.
Daniel Day-Lewis canturrea pero no baila en absoluto y su personaje, ese Guido Contini, es el eje alrededor del que gira toda la trama: es el alter ego del director; o debería serlo, que no lo es, porque desde luego Marshall no expone nada propio.
Así que estamos frente a un drama musical cuyo protagonista participa a medias porque evidentemente, cuando se trata de dar cuerpo al atormentado Guido, Day-Lewis no tiene ninguna dificultad y entendemos perfectamente el estado de ánimo que le embarga en todo momento.
La recreación de las dudas que asaltan a Guido en un momento de transición de su vida y su relación con distintas mujeres es el núcleo de la trama y Marshall usa muy bien la transfiguración onírica presentando los números musicales con buen ritmo aunque, forzado por la inexistencia de bailarines en el elenco, disimula la carencia gracias a Dion Beebe con su cámara mágica iluminando las escenas apropiadamente y montando las diferentes tomas en la mesa de moviola regida por Claire Simpson y Wyatt Smith que intentan salvar los papeles.
Probablemente esa conversión en musical, añadida a la dispersión de tantas actrices que acompañan al protagonista, comporta que algunos caracteres femeninos queden desdibujados por falta de minutos en escena aunados a falta de fuerza y precisión en el guión: así, Saraghina (Fergie), como mujer que despierta la sexualidad de Guido siendo un niño y Claudia (Nicole Kidman) su actriz favorita, quedan en apenas una aparición espontánea y ninguna de ellas se marca un baile con Guido.
Penélope Cruz resulta sexy en su papel de Carla, la amante obsesionada, cantando y moviéndose bien, aunque su personaje, adornado de un dramatismo complejo -ama a su esposo pero adora a Guido y no pretende romper su matrimonio (estamos en la Italia de los sesenta del siglo pasado, donde no existía el divorcio)- no acaba de perfilarse en buena parte por culpa del guión que no profundiza y que además da toda la sensación de haberse escrito para ser visto por públicos de toda edad: es decir, no para adultos expresamente.
Marion Cotillard domina todas las escenas en las que aparece y además canta muy bien los temas que se le confían ofreciendo un recital interpretativo incluso por encima del protagonista, dejando la sensación en el espectador que se le hubiera podido exprimir todavía más.
Marshall cumple con la misión de llevar el drama musical a la pantalla demostrando que ya conoce bien los trucos cinematográficos hasta el extremo de filmar con calidad las intervenciones musicales de Judi Dench (que canta muy bien su fácil canción), Sophía Loren (que más que cantar recita entonando) y la joven Kate Hudson que, como representante estadounidense en la historia, goza de una especie de video clip con aires extremadamente sesenteros del siglo pasado en una versión muy pop de su tema.
Uno tiene la sensación que Marshall recrea con cierta moderación la historia y en ello consiste su mayor error. El conjunto es musicalmente poco consistente y el drama existencialista del protagonista queda un tanto almibarado sin dejar de resultar un desafío para el espectador que debe prestar su atención al discurso, al igual que ocurre en la película de Fellini o en la de Fosse, ésta mucho más atrevida que Nine incluso pasado tanto tiempo.
La conclusión es que la comercialidad se verá mermada injustamente, porque aunque los obstáculos relatados carezcan de suficiente enjundia para adjetivarlos como errores, probablemente alejará de la taquilla a muchos espectadores, acostumbrados a sentarse frente a productos que no requieren pensar.
No diría que es imperdible, pero sí que el cinéfilo amante del género musical debe hacer por verla, más que nada para juzgar por sí mismo y comprender que filmar un musical no es tan fácil como parece: hay obstáculos insalvables.
Me lo temía. Gran texto.
ResponEliminaSaludos.
Querido Josep,
ResponEliminaya vuelvo por estos lares, con placer.
No he visto Nine pero sí las anteriores y, por lo que te leo, se trata o puede tratarse de algo así como "variaciones sobre el mismo tema" y, de no ser mala la viariación, yo no tendría nada que objetar pues, a mi ver, ni quitaría, ni pondría, sencillamente recrearía el mismo cuadro con distintos tonos (algo así como Las Meninas de Picasso) jajaja.
Gracias por tus visitas en mi ausencia y un fuerte abrazo.
No la he visto, con lo que me limitaré a felicitarte -no me cansaré de hacerlo- por esta fantástica entrada.
ResponEliminaYa veo que los dos hemos visto lo mismo este fin de semana, porque a ambos nos apetecía mucho de entrada. A mi, aunque me ha decepcionado, me ha gustado, siendo lo que menos me ha gustado los números musicales. Yo también salvaría Be italian, pero Cinema italiano también, siendo mi número favorito. Por supuesto que ni comparación con All that jazz (algo que ya suponía)
ResponEliminaLa vi el sábado. Fuí con mi madre a la que le encantó, porque ama los musicales y no cesaba de repetir, "ahora ya no hacen musicales como éstos ni de ninguna otra manera". Y en eso, he de darle la razón. Como tu comentas, lo musical es un género muy difícil. Hacer que los números musicales cuadren en la historia y fluyan como parte de ella es tarea de buenos directores. Y creo que eso al menos si se ha conseguido. También es verdad que mi madre no conoce la película de Fellini y eso en este caso puede ser algo positivo para centrarse solo en lo que se ve en esta película y no preguntarse más. Como tu apuntas, es verdad que los detalles que Rob coloca como ¿homenaje? a Fellini, pueden despistar a espectadores no diré menos exigentes, pero si poco conocedores. Pero eso es lo que hay.
ResponEliminaCon todo este rollo que te he soltado, así a vuela pluma y sin pensar, creo que lo quiero decir es que la película me ha entretenido, me gusta cantar y bailar y ver cantar y bailar. Y eso para los tiempos que corren ya es mucho. ¿Que hubiera podido ser mucho mejor?. Sin duda.
Una abraçada
No. Los comentarios no son lo mejor del blog. Estupenda entrada, estupendo blog. Te sigo desde hace poco y no había tenido la ocasión de dejarte comentario. No he visto la película todavía. La veré. Me gusto Chicago. Me gustó su versión televisiva de Annie.. Y sobre ésta no sé.. Entiendo tu comentario y sin verla, imagino que tendrás razón, acerca de que All that jazz (obra maestra, al igual que su Cabaret) es una película personal, adulta y ésta tal vez no lo sea tanto. Pero bueno, si disfruto viéndola o paso un buen rato... pues tampoco es cuestión de pedir obras maestras continuamente, ¿no? Un saludo.
ResponEliminaOues sí, Alfredo: es lo que hay. Aunque quizás iba yo con el listón un poco alto, no sé..
ResponEliminaSaludos.
Bienhallada de nuevo, Susy: me alegro un montón que esté de nuevo por aquí.
ResponEliminaEsta es una película difícil de aconsejar si verla o no: como dices, una variación que, depende del día, te gustará más o menos.
Besos.
Gracias, Raúl: espero que, si la ves, cuentes tus impresiones al respecto: será muy interesante, seguro.
ResponEliminaSaludos.
Ya dijiste, Alicia, que irías a verla y acabo de pasar por tu casa...
ResponEliminaSupongo que te pasó como a mí, que iba en la confianza de ver una gran obra y se queda en buena a secas, justita según como. A mí es que Cinema Italiano me recuerda los números pop-pachangueros de la tele de Lazarov, mira, aunque la Kate está de muy buen ver, eso sí, y tiene fuerza.
Compararla con All That Jazz es imposible: es otra liga...
Saludos.
Presenta mis respetos a tu señora madre, Alma, aunque no comparta mucho su apreciación: diría que los musicales de ahora son muy distintos, eso sí; porque ahora apenas de ve baile en pantalla, lo que he hechado de menos en esta película: ninguno de los intérpretes baila, lo que se dice bailar, bailar.
ResponEliminaLa experiencia de Marshall le vale para introducir los números musicales como escenas imaginadas casándolas bien, pero en mi opinión carecen de fuerza: esperaba más, ciertamente.
Aunque recomendaría a cualquier aficionado al género que la vea, ya sabes.
Una abraçada.
Muchas gracias por el elogio, David: sé bienvenido.
ResponEliminaSi como dices eres amante del musical, no dejes de verla: pero ves sin esperar una obra maestra, porque así la disfrutarás más; el buen rato seguro que lo pasas, aunque hallarás algún que otro fallo, me temo.
En cualquier caso, espero noticias tuyas, aquí o en tu bloc, vista que sea.
Saludos.
Me parece interesante y acertada tu exposición al respecto de la falta de alma propia de la película, al no provenir de un exorcismo de Marshall, sino de Fellini, o Fosse, cual sea el caso. Es cierto. Le falta alma, canciones y bailarines (como leí en otra crítica, demasiado "plano americano", hasta las rodillas, para que no veamos los pies); yo también eché de menos a Sagharina "tirándose" a Guido. Que Marion Cotillard realice la mejor actuación del reparto no debería sorprender a nadie, ya me lo esperaba: era la mejor actriz del mismo.
ResponEliminaEl único reproche hacia tu análisis es tu benevolencia con la Loren. Las cosas como son: será muy míto, pero no canta un carajo.
La escena de la Fergie queda corta, desde luego: Fosse lo hubiera coreografiado de forma mucho más provocativa.
ResponEliminaLo del plano americano es un buen apunte pero lo peor es que ni siquiera se mueven bailando: está claro que Daniel no sabe bailar.
Y la Loren no canta: hace como Rex Harrison en My Fair Lady: recita entonando y para de contar.
Un todo desangelado, vaya. No es mala, pero tampoco notable.
Saludos.
Grandísima entrada, me encantó la introducción, ese análisis de dos de mis debilidades cinéfilas, de dos de mis debilidades en la dirección ;)
ResponEliminaEstoy absolutamente de acuerdo contigo en que, ha de ser muy difícil dirigir una película en la que los sentimientos, los pensamientos, las sensaciones y las impresiones que recreas no son propias, y encima son de un genio como Fellini.
Yo he decidido ver la película sin pensar en “8 y ½”, porque sino iré predispuesta para mal y con una severidad en la valoración de la película posiblemente injusta.
Mira tú por donde, la entrada me ha animado a verla, porque muchas ganas de verla no tenía la verdad, de hecho, me daba bastante, bastante pereza, y eso que soy una enamorada de los musicales.
Besos
Muchas gracias, Vivian, por el elogio. Supongo que a ti, cinéfila amante del género musical, por una parte te gustará y por otra te sabrá a poco, pero por descontado creo que deberás decidir por ti misma: o sea, que puestos a verla, mejor en el cine, seguro, y siempre intentando verla olvidando antecedentes.
ResponEliminaBesos.
Por lo que estoy leyendo, me temo que en "Nine" no hay ninguna escena en la que el protagonista es iniciado en el sexo por una estanquera ubérrima
ResponEliminaNi mucho menos, Gloria: ya sabes que el cine actual, en lo que hace al erotismo, es mucho más pazguato que el de hace treinta años.
ResponEliminaVivir para ver....
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ResponEliminaEpa, lorito.
ResponEliminaVi esta peli por fin hará un par de años. no sé por qué no te dejé comentario porque sabía que era la primera peli en la que entré a comentar en tu casa.
Sí. La vi además sabiéndolo y pensando "le tengo que decir a Josep qué me ha parecido". Pero es que la peli me pareció floja...sin más. En parte lo que me comentabas de "ve a verla sin esperar una obra maestra". Y aunque no hay estanquera como le comentabas a Gloria, las referencias a Fellini eran como demasiadas para mí. Pero bueno, igual la reviso algún año y me gusta más (mmm... me da que no).
Un saludito.
Como dice el refranero, David, nunca es tarde si la dicha es buena.
EliminaAunque el placer no corresponda al visionado de la película pero sí a dejar redondeada esta entradilla con tu opinión.
No creo que en un segundo visionado mejore tu impresión, así que, a menos que las hayas visto todas, supongo que podrías emplear mejor tu tiempo viendo alguna otra...
Un abrazo.