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divendres, 29 de maig del 2009

Examen de Cinefilia (Parte XVIII {N-Y})




Estaba el otro día (¿hace mucho? ¿hace poco? da igual, no lo voy a decir) leyendo una de esas interesantísimas conversaciones cibernéticas en torno a la pasión cinéfila, cuando, de repente, me dije: ¡eureka! ¡ya tengo motivo para otro examen de cinefilia!

Supongo que ya habrán dado cuenta los examinandos de la primera parte de este cuestionario, y, virtudes de inhabilitar comentarios, se habrán ciscado en este sujeto que les hace tales proposiciones.

Como lo prometido es deuda, aquí estoy de nuevo, valiente como Jabato y El Capitán Trueno juntos, arriesgando mi pellejo al proseguir con las pistas, títulos de películas que, recordemos, tienen un nexo cinematográfico evidente (ya, vale, baje la mano, ya me doy cuenta que sabe la respuesta) que se debe averiguar.

A tal fin, léase la lista, consúltense los enlaces (vaya palo meter tantos) y exprímase la imaginación cinéfila para dar con la solución al enigma propuesto.





(Que sí, que sí, que ya le veo: baje la mano de una vez)

Allá va el resto:


Night Moves



Patton



Rocky



Soylent Green



Taxi Driver



The Day of the Jackal



The Godfather



The Life and Times of Judge Roy Bean



The Sting



Three Days of the Condor




Me imagino que, a estas alturas, todas las manos estarán levantadas, agitándose frenéticas.

Como que no oigo muy bien en la distancia, si acaso, tengan la bondad de escribir sus opiniones, si no es mucho pedir...




Si no quieren devanarse más los sesos, pueden ir directamente a los comentarios, pues Alma ha sabido desentrañar primero que nadie el vínculo que debía averiguarse en esta maratoniana sesión de pistas.
¡Enhorabuena a la ganadora!






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dimecres, 27 de maig del 2009

Examen de Cinefilia (Parte XVIII {A-M})




Supongo que mis queridos lectores se habrán dado cuenta que estamos en la última semana del mes de mayo, lo cual significa - de momento - que ha llegado la hora de calentarse los sesos para tratar de averiguar una cuestión simplísima (esta vez, sí, de verdad) relativa a esta pasión que nos une, la del mundo del cine.

En esta ocasión y dado que la cantidad de pistas a ofrecer supera con creces lo que puede tener cabida en una entradilla normal y que, mira por donde, algunos van a tener por delante más de un día festivo este próximo fin de semana para reponerse del esfuerzo, sin que sirva de precedente, ni mucho menos, el examen constará de dos partes.

Para evitar facilitar en demasía la labor intuitiva e investigadora, he decidido ofrecer a los dilectos examinandos la lista de películas de forma alfabética.

Puedo asegurar y aseguro que, como dice el adagio, ni son todas las que están ni están todas las que son.








Y ya he dado demasiadas pistas colaterales, así que vamos al grano sin más dilación:

¿Preparados? Cojan papel y lápiz, siéntese en su pupitre favorito, y hagan el favor de dejar de cuchichear.

No hace falta que diga que está absolutamente prohibido acudir a IMDB bajo pena de expulsión inmediata del aula y ponerse a preparar bocadillos como tentempié para el intermedio, ya que el examen seguirá el próximo viernes y comprendo la gazuza que les entrará, pero así son las cosas.

Sí se puede, naturalmente, consultar los enlaces de cada película, que para eso están, aunque puede que no les sean precisos para averiguar la cuestión, que no es otra que el detalle cinematográfico (ya, ya sé que hay muchos) en el que todas coinciden.

Allá van las primeras películas, justo la mitad de las que constituyen las pistas de este examen:


A Clockwork Orange



Amarcord



Avanti!



Death on the Nile



El Espíritu de La Colmena



Fiddler on the Roof



Invasion of the Body Snatchers



Johnny Got His Gun



Lo Chiamavano Trinità



Monty Python and the Holy Grail



¿Cómo lo llevamos? ¿Que se ha cansado? Pues tome aire, tome, que aun queda una parte igualita.

¡Ah! Por cierto: dada la especialísima característica del invento, esta entradilla se halla imposibilitada de recibir comentarios; no sea que alguien se adelante y ofrezca la solución y de paso me chafe la guitarra.

Espero que no sea causa de enfado por parte de nadie, pero cualquier pista añadida rompería el interés de su mitad final.



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dilluns, 25 de maig del 2009

ESD 14 STRANGERS ON A TRAIN



De verdad de la buena que no tenía intención de presentar de nuevo en esta mini-sección de escenas cinematográficas en las que brilla por encima de cualquier otra consideración la habilidad del Director para emocionarnos a nosotros, espectadores, sin otro concurso que el puro lenguaje cinematográfico ayudado de efectos sonoros, otra pequeña maravilla surgida de la mente privilegiada de Don Alfred, pero, amigos, la gente que rige los destinos de youtube parece que se mueve con unas ideas cortas de alcance ya que, siendo como es un fantástico escaparate con el que enganchar posibles adeptos, suelen borrar de repente cualquier vídeo.

Ha querido mi mala fortuna que, de los cuatro que tenía en lista preparados, sólo uno ha sobrevivido a los requerimientos de la industria.

Ya supongo que tanto da el orden ni la frecuencia, tratándose de quien se trata, de modo que ahí va:



Espero que por lo menos dure una semanita para poder disfrutar con calma del talento de Don Alfred, que reconvierte una atracción infantil en una amenaza y nos tiene en vilo un buen rato; y encima, acaba...... como menos se podía esperar en la época.




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divendres, 22 de maig del 2009

Falsa apariencia





No hace muchos días comentábamos por aquí la excepcionalidad consistente en que un buen, un gran director, haga revisiones de su propia obra.

No es exactamente esa circunstancia la que movió al gran Howard Hawks a plantearse en 1964 reeditar un clásico del año 1938, pero no hay duda de la conexión existente entre la Fiera de mi Niña (Bringing Up Baby) y la que en España se tituló como Su Juego Favorito (Man's Favorite Sport?)

Hay un componente que produjo ciertos cambios en una trama bastante parecida: el paso del tiempo.

El curso de los años impidió que Cary Grant aceptara protagonizar la película en 1964, al considerar que ya estaba demasiado maduro para representar el personaje; acertadamente, pues ya contaba 59 años, y la sustituta de Katharine Hepburn iba a ser Paula Prentiss, a la sazón contando 24 años.

Pero a ojos de este comentarista, el paso del tiempo no sólo impidió la participación de Cary Grant: además, permitió a Howard Hawks exprimir al máximo el doble sentido que reina sobre toda la película, ya que el aun coleante Código Hays boqueaba cual pez fuera del agua, y nunca tan ajustada a la realidad la frase hecha.

Curiosamente, el acostumbrado traductor del título al castellano, con toda seguridad sin pretenderlo, acabó de rizar el rizo, ignorante como estaba de la realidad que envuelve esta película que, ciertamente, no alcanza la maestría de su predecesora.

La ironía de Hawks se masca desde que vemos los títulos de crédito al inicio:



Recordemos que el título en inglés abre un interrogante preguntándose:¿El deporte favorito de los hombres?

Y todas las imágenes que hemos visto, son fotografías de espléndidas féminas practicando algún deporte.

¿Nos estará diciendo Hawks, socarrón, que el deporte favorito de los hombres son las mujeres?

El deporte sobre el que gira toda la trama es el de la pesca: consiste, por lo que yo sé, en pescar un pez; en conseguir un pez.

Dudo que sea una coincidencia que, en el argot norteamericano, la palabra "fish" (pescado o pez) se usa -como varias otras- para designar al sexo femenino.

El doble lenguaje usado por Hawks, maestro en todo y rey de la comedia de sexos es evidente a poco que uno se esfuerza en comprender las sutiles bromas que van abonando un camino risueño y mordaz a un tiempo.

No contento con el guión pergeñado por John Fenton Murray y Steve McNeil sobre la novela de Pat Frank titulada "The Girls Who Almost Got Away", probablemente bajo la propia supervisión de Hawks, éste decidió que su pescador iba a ser Rock Hudson

Roger Willoughby (Rock Hudson) es el vendedor estrella de un comercio dedicado exclusivamente a proporcionar a los aficionados a la pesca los más modernos y sofisticados utensilios para la práctica de ese deporte.

El dueño del establecimiento, Mr. Cadwalader (John McGiver , tan eficaz como siempre) acepta la sugerencia de la joven relaciones públicas de un parque de apartamentos y bungalows en los márgenes de un lago para que su vendedor estrella participe en un concurso de pesca, viendo en ello gran publicidad para su firma.

La relaciones públicas, Abigail Page (Paula Prentiss) choca desde el primer momento con Roger, que se niega obstinadamente a concursar.

El motivo de Roger es que, pese a haber escrito un libro sobre el arte de la pesca, jamás ha pescado, siente pavor por el agua, no sabe nadar y, además, siente asco por los peces.

Roger, el supuesto gran pescador, siente asco por los peces.... ¿nota el amable lector la profunda ironía de Hawks al escoger a Rock Hudson?

Hawks dispone la presentación de la trama con su ritmo vertiginoso, produciendo uno tras otro momentos hilarantes sin solución de continuidad llevándonos en volandas de un desastre a otro: Roger se verá compelido a la fuerza a concursar y, sometido ya a los designios y voluntades de Abigail, incapaz de liberarse, deberá aprender a familiarizarse con todo aquello que odia en secreto.

Abigail le enseñará a pescar en tres días y las cosas no transcurren, precisamente, como uno podría esperar, o sí, porque la comedia reina y nada de lo que ocurre deja de ser descabellado.

Hawks, hombre inteligente, sabe introducir un humor que en aquella época hacía furor, basado en las dificultades sorprendentes en objetos cotidianos, casi que convertidos en amenazas letales, una especialidad del cómico Jerry Lewis, sin dejar de lado el cuidado de unas situaciones y diálogos pletóricos de ironías y dobles sentidos.

En su doble condición de Director y productor, Howard Hawks recaba la inestimable ayuda del compositor Henry Mancini y de la famosa diseñadora de vestuario Edith Head, que consiguió popularizar de inmediato los denominados "shorts" como prenda femenina imprescindible; la colaboración de Stuart Gilmore en el montaje ayudó a conseguir el "tempo" de la comedia frenética, un gozo para la vista.

Los intérpretes principales, Hudson y Prentiss, componen una buena pareja de comediantes: Rock estaba en la cima de su fama de donjuanesco comediante como sucedáneo (sucesor sería demasiado) de un ya avejentado Grant y la joven Prentiss, en su sexta película, realiza la que sería interpretación de su vida, con una energía arrolladora que hará enloquecer al pobre Roger, que no sabe si besarla o asesinarla, aunque Hawks se cuida mucho de presentarnos a un varón más proclive a desmayarse que a presentar batalla física firme y decidida, un bastión que cederá ante los mil y un recovecos y ardides surgidos de la mente de su bella oponente, que le desconcertará siempre y en todo momento, hasta domeñarlo por completo.

Lo que parece a simple vista una comedia más deviene en una lucha de sexos incruenta con un añadido burlón no exento de malicia, un guiño que en el futuro que es nuestro presente, no deja de sorprender, por alguna escena que dejaremos cada uno descubra por sí mismo.

Esta película tiene la mala suerte de ser comparada con la obra maestra de 1938, lo cual en mi opinión es una injusticia cabal.

Hawks sabe insertar en la trama no tan sólo críticas a la forma de entenderse hombres y mujeres: las burlas se dirigen también contra los incautos que pretenden obtener a precio de ganga reliquias históricas y contra los crédulos que piensan que con cuatro consejos de un libro barato conseguirán el triunfo y la gloria; que no es cierto que el pez (fish, ¿recuerdan?) más apetecible sea pescado por el mejor pescador y que la fortuna, buena o mala, se cierne sobre todos de forma casual e inmisericorde.

Todo ello con el inconfundible estilo de comedia alocada marca de la casa, que nos hará sonreír hasta el final y luego, refrescando la memoria, conseguirá sorprendernos al comprender, paladeando lo visto, el cúmulo de verdades como puños que se han puesto en solfa por uno de los más taimados Directores que Hollywood tuvo la suerte de conocer.


Tráiler:



No se la pierdan: se divertirán.





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dimecres, 20 de maig del 2009

MM 25 GHOST




Poco podían imaginar los famosos The Righteous Brothers que uno de sus más aclamados éxitos del año 1965, versión de una conocida canción, Unchained Melody, alcanzara difusión internacional gracias a una bobalicona y emocional película del año 1990, que con el título de Ghost asoló las pantallas y llenó de pañuelos húmedos por las lágrimas de las espectadoras los cines del mundo mundial.

La escena que acompaña la canción, vista con detenimiento, se puede interpretar de muchas formas. Véanla y juzguen:





No sé si tan magnífica canción merecía ser recordada así....

¿Qué me dicen?




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dilluns, 18 de maig del 2009

Otro combinado de Ron




Cualquiera de mis amabilísimos lectores habrá intuido que soy admirador del cine que proviene de los Estados Unidos, cuya cinematografía, amalgama y crisol de diferentes culturas, permite disfrutar de gentes con talentos privilegiados que se han dedicado -quizás fuera mejor decirlo en pasado: se dedicaron- al Séptimo Arte, hasta encumbrarlo.

Directores con raíces europeas como Hitchcock, Lubitsch, Wyler, Wilder, Lang, Tourneur, coadyuvaron no poco al desarrollo de la industria cinematográfica estadounidense que, en contrapartida, casi siempre ha contemplado la cultura europea, foránea para ellos, con una falta de rigor excepcional, ridícula y vergonzante a un tiempo, constituyendo una lacra que, al parecer, no tiene enmienda, quizás por el acrecentado sentimiento del pueblo estadounidense de que ellos son los nuevos amos del mundo, contemplando todo aquello que está fuera de sus fronteras como necedades propicias a invenciones descabelladas, faltas de rigor y respeto. Una pena.

Estas reflexiones acerca de la contradicción que representa el punto más débil de la idiosincrasia cinematográfica de la industria más potente -con permiso de la hindú- del entretenimiento basado en el cine, me las ha sugerido la reciente visión, en estreno mundial simultáneo de la última perpetración de Ron Howard que, cosas de la mercadotecnia, se ha estrenado en "mi cine" antes que la penúltima.

Titulada en España como Ángeles y Demonios (Angels & Demons, 2009) es la adaptación del éxito de ventas (dicen) del ¿novelista? Dan Brown que ya dio el puntazo con su anterior el Código Da Vinci, también adaptada al cine por el inefable Ron, con la colaboración de Tom Hanks, habiendo conseguido la difícil unanimidad del público que maldijo la hora en que fue a verla.

Este comentarista trata de suplir sus carencias leyendo, cuando es posible, las obras literarias en que se basa una película; habiendo leído El Código Da Vinci, entre otras cosas, porque me la regalaron y porque todo el mundo andaba entonces dando la lata con la supuesta valía del texto, ya quedé bastante escarmentado y, como los gatos escaldados, en cuanto oigo hablar de Dan Brown, salgo corriendo.

Así las cosas, no tenía intención de ir a ver Ángeles y Demonios.

Pero el hambre es una primera necesidad y, si se le acompaña con el plato delante, uno, que cuando hizo el servicio militar llegó a comerse un par de huevos duros (acompañados de brandy, por suerte) siendo el manjar que más detesto, que menos que asistir al mega-estreno-mundial de la última de Ronnie en "mi cine", después que la semana pasada proyectaran Hanna Montana (o algo así) y sabiendo que el fin de semana próximo se prevé la presentación de la secuela de los horrores del museo: tres semanas sin cine en pantalla grande, grande, son demasiadas.

Vaya prólogo, dirá el lector novicio, poco avisado: es que no hay más, amigo, respondo.

Bueno, sí: de entrada, por acortar el sufrimiento de la reseña, asegurar que, sorprendentemente, Ángeles y Demonios es mejor que El Código Da Vinci.

El cinéfilo veterano, dirá: ¡para este viaje no hacían falta tantas alforjas! ¿en qué es mejor?

Ronnie demuestra que conoce los resortes del oficio aunque una vez más, se queda a las puertas de ofrecer un producto interesante. El ritmo es vivo, pero en la mayoría de las ocasiones, resulta atolondrado; el uso de la stedycam como siempre, acaba por marear; no puedo menos que preguntarme porqué esos directores "modernos" todavía no se han dado cuenta que la cámara subjetiva, tratando de introducir una visión "personal" como si el espectador estuviera en medio de la acción, resulta ineficaz desde el mismo momento en que toda la imagen adolece de un tembleque nervioso que nunca aparece cuando uno está, por ejemplo, moviéndose rápidamente en medio de una multitud.

La historia presentada por Ronnie, basada en el texto de Brown, adaptado al parecer con bastante libertad por David Koepp y Akiva Goldsman, genuinos representantes de la pléyade de guionistas que asolan hollywood en los últimos lustros, no tiene ni pies ni cabeza.

Si las necedades históricas que Dan Brown perpetró en El Código Da Vinci las ha repetido en Ángeles y Demonios, desde luego que la pareja de guionistas referidos las han amplificado hasta límites insospechados.

Uno tiene la paciencia del santo Job y es capaz de aceptar sin pestañear la lógica interna de un relato que presente a un señor en calzoncillos que vuela y tiene rayos x en los ojos, u otro al que le surgen zarpas aceradas de los nudillos y encima es casi que inmortal, por mentar dos casos archiconocidos de las fantasías hollywoodienses.

Pero cuando vienen los estadounidenses a reinterpretar culturas milenarias con la pretensión de producir un thriller histórico arqueológico sin el bagaje cultural de Umberto Eco, las canas se me erizan y los fallos de lógica me irritan y acabo sintiéndome estafado.

Desde los minutos iniciales Ronnie demuestra, una vez más, despreciar la inteligencia del espectador medio; vale que en un acelerador de partículas se llegue a producir antimateria; vale que se consiga almacenar la antimateria en unos recipientes del tamaño de un termo de café (cuando lo habitual son grandes contenedores); pero, ¿me quiere alguien explicar porqué el ladrón asesino de uno de los termos no se lleva los cuatro, siendo como son, tan pequeños? ¿Y porqué necesita arrancar el ojo del asesinado director del proyecto (que da la casualidad que es un sacerdote) para salir por las puertas con identificadores de retina para ser franqueadas? ¿Para huir, dicen? ¿Entonces, como ha entrado?¿Con qué ojo?

A partir de ahí, la cosa se va complicando en un rompecabezas tramposo: contra la buena conducta de Hitchcock que te enseña todo y te apresa el ánimo, el amigo Ronnie se cuida a presentar las sucesivas pistas de forma confusa y precipitada, debiendo confiar el espectador en la evidente superior clarividencia del espabilado Robert Langdon (Tom Hanks), esa rata de biblioteca que, fíjate, han ido a buscar los servicios secretos del Vaticano (¡toma ya!) para que les salve las posaderas ante un desquiciado ataque organizado por los Iluminati, que, en versión del iluminado de Brown, con el apoyo incondicional de Ronnie, alumbrados ambos, tiene unos orígenes causados por la Iglesia Católica.

Sólo con mirar los enlaces de la wikipedia ya se comprende la simplicidad adulterante de la trama, apta solo para espectadores confiados y crédulos de lo que en la pantalla ven, conspiranoicos sin afán de contrastar otras fuentes; claro que según donde uno acuda, el resultado puede ser alucinante.

Claro que, a lo mejor, visto que los llamados Iluminati parece ser siguen reuniéndose en los U.S.A. y su ideología tiene puntos de conexión con el comunismo y la anarquía, a lo mejor es que el amiguito Ronnie quiere advertir a sus conciudadanos "del peligro" y no ha hallado mejor forma de hacerlo.

Estas puyas se las ahorrarían Brown y Ronnie con la inserción previa de un letrerito que dijera , por ejemplo, que lo que va a seguir es una ficción fruto de la ingesta de aqua vitae.

Pero no: investidos de una soberbia supina, pretenden, de nuevo, darnos a comulgar con ruedas de molino, intentando dar marchamo de veracidad a una sarta de conceptos a cual más erróneo, sin un ápice de autoparodia que libere esencias humorísticas totalmente ausentes en una trama que ni siquiera se permite un descanso dotado de humor para aliviar la supuesta seriedad del infame guión.

Si el guión ya falla y da aguas por los cuatro costados, la ultimación del fiasco alcanza niveles desbordantes con la ineptitud manifiesta del elenco: salvando a Hanks y a Ewan McGregor que llevan a cabo su trabajo sin problema aunque no lleguen a convincentes por la escasa cuantía de sus personajes, la introducción de la protagonista Ayelet Zurer es un error garrafal, un verdadero estorbo que conduce las escenas en que aparece a la banalidad más absoluta.

Pero lo que me mató, me dio verdaderos dolores de barriga, fue el nefasto doblaje: ignoro si en la versión original todos los actores salvo Hanks y Ewan chapurrean, pero en la versión que padecí, el chapurreo fue constante, lo cual, unido a la falta de vocalización, redundó en un cacao incomprensible para el respetable que había pagado su entrada, oyéndose aquí, acá y acullá, voces musitando interrogantes: ¿qué ha dicho?

Reconozco que Ronnie conoce su oficio porque la excesiva duración, más allá de las dos horas, se soporta: estoicamente, eso sí; ayudan las trampas de guión, consistente en el típico camino investigador plagado de señales (que nunca acabamos de entender) que nos lleva de turismo por Roma, pendiente uno por ver de nuevo las magníficas basílicas y sus esculturas, aunque algún efecto es más que previsible; el ritmo, como he indicado es vivo; pasan cosas, la mayoría inverosímiles e ilógicas, pero hay acción. Lo malo es cuando, pasada apenas media hora, constatas que todo el montaje es una nueva tomadura de pelo de Ronnie & Co.; un ejemplo pluscuamperfecto de "blockbuster", producto de usar y tirar, que visto con un mínimo de rigor lógico resulta cansino.

Tenía la intención de insertar -ocultos, eso sí- algunos "spoilers", pero, la verdad, no me apetece seguir escribiendo de un producto que no debería pasar a la historia del Cine con mayúsculas,

Si pueden elegir, ahórrensela.







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dissabte, 16 de maig del 2009

Mejilla contra mejilla

Después de la entrada de ayer, me quedé con ganas de colgar una escena que no venía mucho a cuento, pero que, vista, no puedo resistirme a ofrecerla, ni que sea para saborearla yo mismo una y otra vez, sin tener que andar buscándola.

Siempre he querido bailar con una pareja con un vestido tan etéreo, aunque la realidad es que, al parecer, resultó bastante molesto: la belleza, en ocasiones, oculta o disimula sacrificios....:






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divendres, 15 de maig del 2009

Secundarios de Lujo (14)





Edward Everett Horton, nacido el 18 de marzo de 1886 en el seno de una de esas familias estadounidenses que se remontan a los albores de su independencia, incluyendo un abuelo, Edward Everett Hale, popular escritor en su época, siglo XIX, desde muy jovencito manifestó su querencia por el espectáculo; con apenas veinte años ya se estrenó en el teatro como actor en Broadway, interviniendo en toda clase de comedias ligeras y vodeviles.

En los inicios del cine, dejó su Nueva York natal para trasladarse a Los Angeles, donde residió hsata su fallecimiento en 1970, contando ochenta y cuatro años y dejando tras de sí nada menos que ciento setenta y seis intervenciones en el cine y en la televisión, sin contar sus actuaciones en las tablas escénicas y en episodios televisivos de toda clase.

Dotado de un físico importante (medir 1,83 m. en su generación no era nada usual) y con una elegancia en los movimientos muy cuidada, su voz delicada y su pronunciación excelente, sobresalió al integrar con una aparente facilidad lo que acabó siendo una marca propia, el cambio súbito de registro, pasando de una atención educada a un pánico risible, subterfugio heredado de sus contribuciones al cine silente que supo incorporar como nadie en sus muchísimos caracteres secundarios, demostrando un oficio que no pasó desapercibido a los mejores productores y directores de Hollywood.

Nunca le concedieron un premio cinematográfico por su labor, quizás porque su registro no era muy amplio, pero si nos detenemos a comprobar en qué películas apareció durante varias décadas, seguramente se nos abrirá el apetito de revisar enteras obras pertenecientes a las mejores cosechas del Hollywood del siglo pasado.

Para este comentarista (como dice el refrán: póngase el burro delante), escuchar el nombre de Edward Everett Horton conlleva el recuerdo instantáneo de sus colaboraciones en películas musicales antológicas, contrafigura cómica del gran Fred Astaire, por ejemplo, en Top Hat (1935):

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Esta reducción no hace justicia al personaje, porque tan sólo coincidió con Astaire en tres películas, y, como se ha referido, hizo muchísimas más.

Baste señalar que, en 1935, rodó nada más y nada menos que ¡quince películas!, es decir, más de una al mes: eso sí es trabajar.

Veamos una -forzosamente limitada- muestra de algunos de sus trabajos:

En la primera (e injustamente olvidada) versión de un clásico: The Front Page (1931)

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Representado al mítico Sombrerero Loco en Alice in Wonderland (1933)

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También en 1933 (año en que rodó cinco películas) podemos verlo trabajando a las órdenes de Lubitsch en Design for Living:

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(Por si alguien lo duda, la jovencita es Miriam Hopkins, la que anteayer veíamos ya en edad madura)

Siempre rodeado de buenos actores, verdaderas estrellas, lo vemos, a las órdenes de George Cukor, como íntimo amigo del personaje interpretado por Cay Grant en Holyday (que ya comenté, aquí ):

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De nuevo a las órdenes de Lubitsch, como pícaro noble arruinado en Bluebeard's Eighth Wife (1938) :

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De nuevo actuando con Cary Grant, bajo las órdenes de Capra, an Arsenic and Old Lace (1944) :

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Edward Everett Horton trabajó toda su vida, negando siquiera dedicar un segundo a pensar en su jubilación. Podemos verle en otra irónica comedia, interpretando al dueño de una revista lo más amarilla posible, en Sex and the Single Girl (1964):

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Y ya, padeciendo el cáncer que se lo llevaría a la tumba, en su actuación póstuma, otra comedia cáustica que hace ya casi cuarenta años metía el dedo en la llaga de la industria del tabaco, en Cold Turkey (1971):

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Como hemos podido constatar, Edward Everett Horton, ese actor tan elegante y picarón, ese buen hombre de la pantalla, merecía, sin duda, aparecer en esta sección de los grandes secundarios del cine de siempre.

¿No les parece?


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dimecres, 13 de maig del 2009

La Calumnia (El meollo)





Como decía anteayer, son pocos
los cineastas que han podido realizar dos versiones cinematográficas de una misma historia: por suerte, uno de ellos, William Wyler demostró a lo largo de su fecunda carrera (setenta películas en 45 años es un buen promedio) una maestría que, desafortunadamente, resulta prácticamente desconocida a los jóvenes cinéfilos, principalmente por la falta de difusión de su obra.

Wyler, pionero del cine, poseía un conocimiento exhaustivo de la técnica cinematográfica y sabía utilizar todos los resortes de la imagen para expresar emociones, sin buscar impresionar al espectador con alardes vanos; en una segunda visión de sus películas, el cinéfilo insaciable descubre los detalles que hacen grande una película, esos planos tan expresivos basados en un certero emplazamiento de la cámara, precisamente, como ya sabemos, la decisión más difícil que todo director debe tomar (Lubitsch dixit).



Cuando después de haber obtenido un sonoro éxito con la superproducci
ón Ben-Hur, Wyler, a la sazón contando ya sesenta y tres años, decidió rodar en blanco y negro un "remake" de una de sus películas de juventud, pocos imaginaron que el veterano director sería capaz de superarse a sí mismo y, más aun, conseguir la aceptación popular y crítica.

Pero Wyler quería a toda costa realizar la versión definitiva del drama escrito por Lillian Hellman y así, fruto de su empecinamiento, empezó el rodaje de la
película conocida en España como La Calumnia (The Children's Hour, 1961).

En esta ocasión, Wyler aprovechó que la censura empezaba a flojear y no oc
ultó el sentimiento amoroso de una mujer por otra, presentándolo con una delicadeza y una fuerza dramática que probablemente sorprendan a los jóvenes cinéfilos acostumbrados a los guiones de la actualidad.

Sin embargo, Wyler no olvidó la declaración de principios de la autora Lillian Hellman que, simplemente, hace girar alrededor de ese sentimiento lésbico la descripción de
ese pecado social tan denigrante como es la calumnia. La colaboración de Lillian Hellman en el guión comporta que los diálogos y la estructura de la película sean muy robustos.

Wyler sabe ajustar perfectamente el ritmo de la película siguiendo la trama original, ofreciendo minuciosamente pero sin pausa las imágenes oportunas a fin que las protagonistas y los importantísimos personajes secundarios, vayan descubriéndonos sus almas, sus deseos, sus convicciones y, porque no, sus miserias humanas.

Karen Wright (Audrey Hepburn) y Martha Dobie (Shirley MacLaine) son dos amigas que, recién licenciadas en magisterio, fundan una escuela de señoritas, niñas de la buena sociedad que son confiadas en régimen de internado para su educación en una casona enorme reconvertida en escuela.

Karen está casi que oficialmente comprometida con el joven Dr. Joe Cardin (James Garner ) y en la escuela permanece también la tía de Martha, la Sra. Lily Mortar (Miriam Hopkins), en realidad una antigua actriz fracasada, una rémora para Martha, que no se atreve a deshacerse del único pariente que le queda.

Hay una niña, Mary Tilford (Karen Balkin, que realiza una interpretación soberbia) que resulta ser prima del joven Dr. Joe y que, confiada por su abuela la Sra. Amelia Tilford (Fay Bainter, justamente nominada al Oscar como secundaria por su actuación) a las dos amigas, resultará ser, como se dice vulgarmente "de la piel del diablo".


Mary, buscando una excusa para no volver a la escuela de la que se ha escapado, contará a su atónita abuela un "secreto" que ha sabido, de hecho un concepto que ni ella misma es capaz de comprender, una palabra que desatará la maledicencia, el rumor, la calumnia. Wyler, aprovechando al máximo el buen hacer del director de fotografía Franz Planer, sirve mediante secuencias en las que la profundidad de foco es un elemento más del discurso, un marco incomparable para un texto privilegiado, no por la brillantez estética de la palabra, si no por la fuerza de los sentimientos frente a unos hechos inesperados. La calumnia vertida por los labios inocentes de la malvada Mary que no sabe lo que se dice, recala en los oídos malpensados de su abuela y de ahí se amplifica y derrama como charco emponzoñado de alquitrán hediondo hasta todos los componentes de una sociedad acomodada y malpensada, que de repente deja de confiar en las dos maestras, dejándolas huérfanas del prestigio profesional que tan trabajosamente se habían labrado. La tensión que produce la nueva situación la remarca Wyler con una planificación ajustadísima en cada secuencia, demostrando que sabe filmar una obra de teatro respetando la unidad de acción pero introduciendo elementos escénicos que rompen la estática de las tablas y moviendo y emplazando la cámara para reforzar el descubrimiento de unos sentimientos que no por veraces, dejan de elevar la complejidad del drama: la calumnia vertida por Mary tiene un trasfondo real; un sentimiento inesperado que aflora en una escena irreprochable, dominada por una Shirley MacLaine que realiza una actuación antológica. Las relaciones entre las protagonistas y su entorno son diseccionadas por el ojo acerado de Wyler que, sin tomar partido, con una fuerza inusual, demuestra conocer los más recónditos secretos del melodrama, una dirección firme de actrices (la película, curiosamente, está toda ella en manos femeninas, siendo el único varón una pieza casi sustituible) y un montaje preciso, ajustadísimo, de Robert Swink, habitual colaborador de Wyler, consiguiendo que la atención del espectador no decaiga nunca, siguiendo con interés el desarrollo de un drama ideado y escrito de forma ejemplar por Lillian Hellman, a quien corresponde buena parte del mérito. Wyler, gran director de intérpretes, usa sin contemplaciones los primeros planos con profusión, exigiendo y obteniendo de sus actrices (incluyendo a las niñas) un trabajo soberbio, hurgando en sus rostros hasta conseguir que afloren sentimientos de desesperación, duda y amargura por una situación no por cierta menos inesperada, una revelación íntima que comportará trances difíciles de soportar, especialmente para las dos maestras: la asunción del secreto y oculto lesbianismo de una contrasta vivamente con la aceptación de la otra de una situación no imaginada: la de ser objeto de deseo amoroso de su amiga, sin que haya reproche alguno, entendiendo que no hay culpabilidad en el sentimiento amoroso, haciendo frente a la calumnia como obstáculo crecido únicamente en las mentes perversas que las rodean, ignorantes de la realidad, apoyadas, como siempre ocurre entorno a la calumnia, por un rumor vertido con malicia, sin tomarse el trabajo de contrastarlo: resulta más fácil injuriar, calumniar, difamar, que averiguar la certeza del aserto, despreciando la injusticia del resultado, en este caso, la ruina de la escuela infantil para niñas, que los calumniadores verán como foco pecaminoso a erradicar. La calumnia tizna todo cuanto alcanza: la relación de las niñas entre sí es dominada por el sentimiento de culpa de una joven que ha cometido un error y ve cómo su compañera la chantajea de forma inmisericorde, sustentando un artificio para ellas imaginario pero que oculta una verdad; la relación de las dos jóvenes maestras entre sí se tambaleará mientras aspectos personales en relación con otros se desharán como barro en un diluvio de sospechas infundadas y miradas aviesas que bajo la maléfica influencia de los calumniantes persistirán, comportando terribles cambios en las calumniadas, incapaces de liberarse del oprobio público al que son sometidas, vejadas en su propia dignidad, motivo de chanza de algunos. Un final trágico contra corriente ya entonces y también ahora en la medianía hollywoodiense, rodado de forma majestuosa por Wyler, nos dejará el regusto de la injusticia que la calumnia ha provocado, partícipes como somos, al fin, de la clave de la tragedia, porque nosotros, espectadores, acabaremos sabiendo mucho más que esa sociedad timorata que acabará buscando una mirada cómplice que les perdone su culpa en atender y extender una calumnia, que nunca sabrán que no lo fue. Película ésta curiosa, dotada por Wyler de un valor expositivo y dramático perdurable; se podría estrenar mañana mismo y seguramente sería objeto de las mayores lisonjas críticas, porque sin dejar de exponer crudamente unos hechos y situaciones, retrata perfectamente la condición humana de quienes caen en la calumnia, sea como miserables calumniadores, sea como calumniadas, víctimas siempre del temor ajeno a comprender lo inexplicado, crédulos malvados de un rumor que apunta al otro. Más que recomendable, imprescindible la adquisición del dvd -que está a la venta sin problemas- para disfrutar de una obra de arte imperecedera.
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dilluns, 11 de maig del 2009

La Calumnia (preludio)




El curso de un bloc de notas como éste no deja de sorprenderme a mí mismo, responsable directo, porque debo confesar que no he cumplido con mis propias expectativas: cuando en noviembre de 2007 publiqué las impresiones que me causa la excelente película El Coleccionista, me prometí y juré que, con alguna periodicidad, reseñaría las muy estimables piezas de la filmografía de un cineasta hoy casi olvidado, William Wyler

Perjuré, porque hasta hoy han pasado ya muchos meses y compruebo, avergonzado, que no he cumplido con mi propósito.

Wyler, digo y aseguro, es un cineasta a reivindicar: su dominio de la técnica es amplísimo y la variedad de los temas que trató, enorme.

Aunque solo fuera por el hecho incontrovertible que fue capaz de realizar dos versiones de un mismo texto, brillantes ambas, y separadas en el tiempo por un cuarto de siglo, hazaña solo comparable con Don Alfred (hablo ahora de memoria: quizás haya algún otro), ya merece ser recordado.

Como muy bien vislumbra Alma en su comentario a mi última entradilla, apenas vista que fue la película La Duda, me empezó a dar vueltas en la cabeza una película que había visto hace mucho tiempo en la televisión.

De hecho, y ajustándome a la verdad, mi memoria no acudió a la que cita Alma: yo recordaba haber visto una obra antigua, de 1936, titulada en España como Esos Tres (These Three), dirigida por Wyler y protagonizada por Miriam Hopkins, Merle Oberon y Joel McCrea.

Aun a riesgo de desnudarme ante el lector, explicando mi forma de proceder, debo decir que, buscada que fue, no la hallé: la cinta vhs ha quedado estropeada, y el dvd "no existe//no sabemos".

Buscada la fuente original, obra de teatro escrita por Lillian Hellman, a pesar de haberse estrenado en Madrid en 2006, tampoco está en los catálogos.

Pero sí he podido conseguir la segunda versión que el maestro Wyler hizo. Antes de entrar en materia, un poco de antecedentes no harán ningún daño:

Lillian Hellman fue una de esas mujeres con una vida rica, plena e interesante, amén de gozar de una mente privilegiada; escritora de cierto renombre y éxito, sus ideas libres le aportaron no pocos problemas en una sociedad estadounidense todavía más mojigata que la actual; en el año 1934 estrenó una pieza teatral titulada The Children's Hour en la que entremezcla sabiamente el concepto de la calumnia con la vida afectiva de dos mujeres, lesbianas, lo que causó no poco ruido en los ambientes teatrales de Broadway.

Samuel Goldwyn acababa de contratar a Wyler en el año 1935, ofreciéndole un contrato inmejorable, cuando recién había adquirido los derechos cinematográficos de la obra de Hellman y la colaboración de ésta como adaptadora al cine.

La censura cinematográfica basada en el famoso código Hays era omnipresente y Wyler tuvo que hacer frente a soberbios recortes y alteraciones, consiguiendo, sin embargo, una gran película. Hellman consoló a Wyler asegurándole que lo que más importaba, en su drama, era la descripción de la calumnia, más allá del lesbianismo de las protagonistas.

Está claro que William Wyler no quedó satisfecho con la primera versión (que ni siquiera pudo, por imperativos censores, usar el mismo título que la obra de teatro) y, pasados que fueron veinticinco años, liberado ya de la sombra de Goldwyn, se sacó la "espinita" que tenía clavada en su corazón.

Así, en 1961 Wyler tomó el toro por los cuernos y se aprestó a producir y dirigir The Children's Hour, conocida en España con el título de La Calumnia.

Acabo de descubrirla, como quien dice, y me ha impresionado vivamente: cuarenta y ocho años más tarde, sigue encandilando.

Hay dos detalles a recordar que juegan en favor y beneficio de Wyler: ya había hecho una primera versión y disponía, nuevamente, de la autora como guionista.

Eso, sin tener en cuenta que Wyler, desde 1935, había realizado no pocas películas que pertenecen por derecho propio a la historia. Y acababa de obtener el récord de galardones por Ben-Hur.

Desarrollando las funciones de productor y director, Wyler dispuso de la máxima libertad para ultimar la que sin duda es definitiva versión de la obra dramática de Lillian Hellman, aunque de nuevo la censura y el maldito código Hays aun rondaba, ya agonizante; sin embargo, los nuevos aires de los sesenta del siglo pasado permitieron una construcción dramática más ajustada a la enorme complejidad del texto; para Wyler, uno de los inventores de la caligrafía cinematográfica más depurada, no revistió dificultad alguna la adaptación.

Wyler ya había trabajado con la etérea Audrey Hepburn en la aclamada Roman Holiday en 1953, y sabía perfectamente lo que era capaz de hacer la belga; no puedo decir que arriesgara al elegir a Shirley MacLaine como coprotagonista de su película, ya que la americana había demostrado ya de qué era capaz. Aun así, ambas actrices contaban treinta y dos y veintisiete años de edad, respectivamente y, para la época, eran unas jovencitas y debían afrontar unos personajes con mucho calado. Mucho.


Wyler, que empezó en esto del cine en 1925, destacó también por ser un grandísimo director de intérpretes; en la primera versión, la de 1935, realizó un "casting" laboriosísimo para elegir a las niñas que intervinieron: en 1961, hizo otro tanto.

Seguramente, en opinión de este comentarista, el único error de "casting" lo cometió con la elección del varón, un James Garner que aparece como el eslabón más flojo, ya que las secundarias Miriam Hopkins y Fay Bainter (Merle Oberon no quiso hacer ese papel) están, como se dice, de rechupete, magníficas ambas en sus caracteres que incidirán notablemente en el desarrollo dramático de la trama.

Me doy cuenta ahora, al repasar el borrador, que nuevamente mi pasión me ha impedido cumplir con la deseada brevedad, cayendo en el pecado que denuncio en muchos directores de cine que no saben usar las tijeras y se exceden; solo me queda confiar en la benevolencia de quien hasta aquí haya leído y sepa comprender que soy incapaz de borrar nada de lo escrito; no puedo prometer enmendarme -porque me conozco lo bastante- pero sí puedo asegurar (porque ya está escrito) que el miércoles acabo con el tema.

Y gracias por la misericordia y la atención dispensada.





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divendres, 8 de maig del 2009

La Calumnia (prólogo)




Hace unas semanas, cuando meditaba el comentario dedicado a la película
La Duda, no podía quitarme de la mente el concepto de la calumnia como parte importantísima de la trama.

Definida por la RAE como acusación falsa, hecha maliciosamente para causar daño, la calumnia es pariente de la injuria, definida como la imputación a alguien de un hecho o cualidad en menoscabo de su fama o estimación.

La calumnia es un ardid de gentes faltas de ética y su uso recurrente es tan antiguo como la propia humanidad: el calumniador, pérfidamente, busca perjudicar al calumniado, bien como culminación de un proceso de venganza, bien como aprovechamiento de la caída en desgracia del calumniado.

Esa lamentable forma de proceder ha sido contemplada ya antaño, por las mentes más preclaras.

A modo de ejemplo:

Los que propagan la calumnia y los que la escuchan, todos ellos deberían ser colgados: los propagadores, por la lengua, y los oyentes por las orejas.
Platón

Nada hay más veloz que la calumnia; ninguna cosa es más fácil de aceptar, ni más rápida en extenderse.
Séneca

Sé casto como el hielo y puro como la nieve, y no escaparás jamás de la calumnia.
Shakespeare


Esos pensamientos no me abandonaban, como tampoco una tonada que compuso hace casi dos siglos el gran Rossini para su célebre ópera El Barbero de Sevilla en la que, cantando, se ofrece la visión de la calumnia.

Vean, si gustan, la interpretación del gran bajo Paolo Montarsolo, con toda seguridad el mejor Don Basilio de todas las épocas; tuve la fortuna de verle y oirle en directo en dos ocasiones; el sonido no es muy bueno y la cinematografía un tanto endeble, pero creo que el concepto que aquí interesa, el de la calumnia, resulta diáfano:





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dimecres, 6 de maig del 2009

ESD 13 ZULÚ




El director norteamericano Cy Endfield fue lo que conocemos como un artesano del cine, que obtuvo su mayor éxito con la película Zulú (1964) en la que se mostraba una versión un tanto edulcorada de la forma que tuvo el Imperio Británico de expandirse en ese continente tan cercano y tan lejano a un tiempo como es África.

El horror de la batalla en la defensa del puesto militar de Rorke's Drift, lo muestra muy bien Endfield con la siguiente escena, resuelta con una buena técnica cinematográfica, alejada de efectismos impactantes:








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dilluns, 4 de maig del 2009

Cowboy de mediodía




Alberto Blanco es un joven cineasta barcelonés, emprendedor y con ideas propias.

Contando tan sólo veinticuatro años, guionizó y dirigió un corto que me ha parecido muy bien confeccionado, inspirado en no pocas películas ya míticas rodadas en los desiertos patrios, cuando el joven director, nacido en 1980, ni siquiera era un proyecto de lo que puede llegar a ser, mientras se gana el sustento con videoclips que pueden consultarse en su página.

Puede que algún día su nombre sea conocido por todos.

Mientras tanto, ahí va un trabajo de juventud, que, según cuenta el autor , realizó a modo de homenaje a su padre, aficionado al género del western:

Cowboy de Mediodía:








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divendres, 1 de maig del 2009

Lobato


El Sr. Hugh Jackman reúne en su persona, en mi modesta opinión, una serie de características que podrían permitirle obtener un tique para la fama cinematográfica: es alto, bien parecido, atlético, con una sonrisa profiden que suaviza sus facciones cuando canta y baila (bastante bien, por cierto) pero, a sus cuarenta años, hasta ahora ha demostrado que su olfato le ayuda a conseguir pingües beneficios antes que cotas de calidad y me parece que ya va siendo hora que se preocupe de buscar personajes que le resulten más apropiados a sus cualidades; más difíciles, pero más brillantes.

Jackman se ha descolgado hace cuatro días asegurando que no le importaría abandonar un personaje que le está encasillando; y me cuesta de creerlo, porque, mira, resulta que aparece como uno de los productores (o sea, que ha invertido sus dineros) de la que se ha venido en publicitar como precuela (palabra que no existe en ninguno de mis diccionarios) de la famosa saga de héroes, película titulada X-Men Orígenes: Lobezno (X-Men Origins: Wolverine, 2009) que este comentarista acaba de ver en riguroso estreno mundial, ayer, treinta de abril de 2009.

Para que luego digan que en mi pueblo no hay cine de actualidad.

Estos estrenos mundiales siempre huelen a estrategia de mercado, bien sea para evitar la difusión de copias ilegales (ya van tarde, porque en la red circuló una mala copia descargada más de cien mil veces), ya sea para evitar el boca-oreja (lo del boca a boca es otra cosa muy distinta, y a veces más divertida) que puede perjudicar la ruta comercial expresada en moneda.

Como decía, Jackman está un poco encasillado en el carácter de Lobezno/Wolverine que inició hace ya nueve años: en cuatro ocasiones lo ha representado y me temo que el único esfuerzo que le ha requerido ha sido pasar por la sala de musculación de un gimnasio, amén de unas horas -pocas- de maquillaje.

Lobezno es una película que no aporta ninguna novedad a quienes hayan visto la saga de X-Men: los precedentes del mutante son contados, partiendo del siglo XIX hasta llegar a la época actual, asistiendo en algo menos de dos horas a su evolución, a través de una aventura centrada en la actualidad en la que interviene un compañero de viaje con muy mal genio, el mutante Dientes de Sable (aunque usa más las uñas) interpretado por Liev Schreiber, otro buen actor que aprovecha todas las escenas en que aparece para chupar cámara robando la atención sin mayor esfuerzo.

El director Gavin Hood realiza su trabajo con más tesón que brillo, demostrando el oficio necesario para llevar a buen término una historia, más bien una historieta, escrita nada menos que por ¡dos guionistas! sin que ninguna de las frases pueda permanecer en la memoria. Los personajes son lo esperado en un producto destinado a entretener a una gran audiencia, que nadie se llame a engaño; introducir disquisiciones pseudo filosóficas es querer otorgar un significado oculto que tan solo puede residir en la imaginación del que mira, porque no hay otra intención más que la de solazar en todos quienes intervienen en la película.

Aun habiendo escenas de acción bastante bien rodadas, el ritmo general es pausado, en ocasiones lento, quizás buscando Hood un contrapunto, quizás un descanso antes de levantar el vuelo.sinceramente, esperaba un ritmo mucho más frenético; esos remansos de tranquilidad enlentecen demasiado la trama, porque uno ya acude a la sala sabiendo de qué va la historia y lo que busca es "más caña"

Los efectos especiales quedan bajo el dominio de Hood, demostrando que son eso, simplemente, muletillas para el desarrollo de la acción; alguno un pelín pasado de rosca, que ha provocado alguna que otra sonrisa un pelín crítica por transgredir un punto la lógica interna de la narración: es decir, exagerando demasiado, en busca del espectáculo visual, no innovador, pero sí bien confeccionado.

De esta película se puede hablar de sus aspectos técnicos y formales y poca cosa más, ya que los personajes carecen de fuerza dramática; falta un villano identificable como malo-maloso (que diría M.M.) para elevar la figura del protagonista y los caracteres femeninos están descuidados al límite, recayendo en Lynn Collins el papel de "la chica" y, francamente, la pobre es incapaz de despertar química alguna con Jackman, quedando su relación un tanto deslavazada.

Anda por ahí el vástago de John Huston, Danny Huston como el maquiavélico Coronel Stryker, que ayuda a crear un poco de confusión y algo de intriga a la trama, pero no alcanza la mitología de adversario para Lobezno, aun cuando sí esclarece muchas preguntas que los partidarios de la serie se hayan podido hacer de antemano.

En definitiva, un producto comercial al uso, lo que se llama "blockbuster de cómic", una traslación de tebeo al cine honrada, que seguramente obtiene lo que pretende, que es hacer pasar el rato, aunque la primera media hora se hace muy larga.

Por cierto: hay que verse los títulos de crédito (que son larguísimos y farragosos) porque, hasta que no se enciendan las luces, verán dos, repito, dos escenas "de propina". (Descubierto el truco gracias al acomodador, que nos ha frenado a todos, en franca desbandada, asegurando que "no se ha acabado, no se ha acabado")

¡Ah! Otra: casi seguro que habrá secuela de esta precuela, o un ramal aparte, diría yo....



Trailer:





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